Виктория Холт - CASTILLA PARA ISABEL
Здесь есть возможность читать онлайн «Виктория Холт - CASTILLA PARA ISABEL» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Исторические любовные романы, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:CASTILLA PARA ISABEL
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:3 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 60
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
CASTILLA PARA ISABEL: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «CASTILLA PARA ISABEL»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
CASTILLA PARA ISABEL — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «CASTILLA PARA ISABEL», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
De modo que se ofrecieron bailes y banquetes en honor del niño por nacer. El rey se dejó ver públicamente en compañía de la reina, más de lo que era su costumbre. Naturalmente, Beltrán de la Cueva, dilecto amigo de la regia pareja, estaba presente en muchas de tales ocasiones.
Cuando Enrique elevó a Beltrán a la dignidad de conde de Le-desma, en la corte hubo cejas que se arquearon cínicamente.
-¿Es que ahora han de concederse honores a los amantes serviciales que se encargan de lo que no pueden conseguir los maridos impotentes?
A Enrique no le interesaban las murmuraciones y fingía no enterarse de ellas.
En cuanto a Juana, se burlaba de las habladurías, pero constantemente se refería al niño como hijo de ella y del rey y, pese a los comentarios malignos, había quienes le daban crédito.
En la corte se percibía la tensión, en espera del nacimiento. ¿Sería un varón? ¿Una niña?
¿Se parecería el niño a la madre o al padre?
-Esperemos -decían los cínicos cortesanos- que se parezca a alguien a quien de alguna manera podamos reconocer. Los misterios que no se pueden aclarar resultan fastidiosos.
Hubo un día de marzo en que se produjeron grandes cambios en Arévalo, cambios tan importantes que Isabel jamás los olvidaría, porque ellos señalaron el fin de su infancia.
La niña había vivido en medio de la euforia desde que se había enterado de la muerte de Carlos. Le pareció en ese momento que sus plegarias habían sido escuchadas; ella había rogado que sucediera un milagro que le permitiera guardarse para Fernando, y he aquí que el hombre que debía haber ocupado el lugar de él había sido eliminado de este mundo.
Fue su madre quien le dio la noticia, como siempre que las noticias eran importantes.
En sus ojos brillaba una vez más algo salvaje, pero a Isabel eso la asustaba menos que cuando era pequeña. Uno podía acostumbrarse a esos estallidos que bordeaban los límites del delirio. En
más de una ocasión, la infanta había visto que los médicos sujetaban a su madre mientras esta gritaba, se reía y agitaba frenéticamente los brazos.
Isabel aceptaba el hecho de que no se podía contar con que su madre mostrara siempre al mundo una máscara de cordura. Había oído comentar que algún día la reina viuda tendría que buscar refugio en la soledad, como lo habían hecho antes que ella otros miembros de la familia real.
Aunque lo aceptara con resignación, eso era algo que entristecía mucho a la niña.
Era la voluntad de Dios, decía a Alfonso, y ellos debían aceptarla sin rebelarse jamás contra ella.
Habría sido un consuelo tener una madre dulce y calma, en quien hubiera podido confiar. Podría haber hablado con ella de su amor por Fernando... -.tinque tal vez fuera difícil hablar con nadie del amor que uno sentía hacia una persona a quien jamás había visto.
Y sin embargo, decíase Isabel, yo sé que soy para Fernando, y que él es para mí. Por eso preferiría la muerte antes que aceptar otro marido.
Pero, ¿cómo era posible explicar ese sentimiento tan íntimo, que no tenía por base un sólido buen sentido, sino alguna inexplicable intuición? Por eso, tal vez lo mejor fuera no hablar del asunto.
En la paz de Arévalo, Isabel había seguido soñando.
Después llegó aquel día, y rara vez había visto la infanta a su madre con un aspecto más desatinado. En sus ojos brillaba una luz colérica, por la cual Isabel supo inmediatamente que había sucedido algo alarmante.
La niña y su hermano Alfonso fueron llamados a presencia de su madre y, antes de que hubieran tenido tiempo para las necesarias cortesías y reverencias, la reina viuda exclamó:
-La mujer de vuestro hermano ha dado a luz a un niño.
Con sorprendente rapidez Isabel se puso de pie, sin que su madre advirtiera la falta de etiqueta.
-Es una niña, afortunadamente... pero tienen un hijo. ¿Sabes lo que eso significa? -la reina miró a Alfonso con ojos llameantes.
-Sí..., sí, Alteza -contestó el niño con su voz aflautada-. Signi-
fica que ella será la heredera del trono y que yo debo cederle el derecho.
-Ya veremos -declaró la reina-. Ya veremos quién ha de ceder su derecho.
Isabel advirtió que en la comisura de la boca le había aparecido una mota de espuma. Era una mala señal.
-Alteza -intervino-, tal vez la criatura no sea fuerte.
-De eso no he oído decir nada. Pero hay una criatura... una niña que ha venido al mundo para... para despojarnos de nuestros derechos.
-Pero Alteza -opinó Alfonso, que aún no había aprendido a callarse, como Isabel-, si es hija de mi hermano, es la heredera del trono de Castilla.
-Ya sé -los ojos de la reina viuda se detuvieron fugazmente en Isabel-. Ya sé que ninguna ley impide que una mujer se ciña la corona. Eso lo sé. Pero circulan rumores sobre esa niña, rumores que vosotros no entenderíais. Pero podemos preguntarnos si tiene derecho al trono, si tiene...
«Santa Madre de Dios» rogó para sí Isabel, «cálmala. No permitas que los médicos tengan que sujetarla otra vez».
-Alteza -murmuró con ánimo de apaciguamiento-, hemos vivido muy felices aquí.
-Ya no viviréis mucho tiempo felices aquí -le espetó la reina-. Es más, habéis de prepararos inmediatamente para un viaje.
-¿Es que hemos de irnos?
-¡Ah! -gritó la reina, en cuya voz se elevaba ya una nota de histeria-. Él no confía en nosotros; piensa que Arévalo se convertirá ahora en un foco de rebelión y no se equivoca. No pueden imponer una bastarda a Castilla... una bastarda que no tiene derecho a la corona. No me cabe duda de que habrá muchos que querrán llevarse a Alfonso para ceñir sus sienes con la corona...
Alfonso parecía alarmado.
-Alteza -intervino rápidamente Isabel-, eso no sería posible mientras viva mi hermano, el rey.
La reina observaba a sus hijos con los ojos entrecerrados.
-Por orden de tu hermano -explicó- debo volver inmediatamente a la corte, llevando conmigo a mis hijos.
Isabel sintió que el corazón le daba un salto, sin que pudiera saber si era de placer o de miedo.
-Alteza -se apresuró a decir-, dadnos vuestra autorización para retirarnos y dar comienzo a los preparativos. Hemos estado aquí tanto tiempo que será mucho lo que hayamos de hacer.
La reina miró a su hija de once años y, lentamente, hizo un gesto afirmativo.
-Podéis iros -respondió.
Isabel tomó de la mano a su hermano y, tras obligarlo a hacer una reverencia, lo sacó poco menos que a rastras de la habitación.
Mientras salían, oyó mascullar a su madre; después oyó que empezaba la risa.
Este es el fin de mi infancia, pensaba la niña. En la corte no tardaré en hacerme mujer.
¿Cómo debería conducirse en esa corte escandalosa, ella, tan cuidadosamente educada allí, en Arévalo? La infanta estaba un poco alarmada, recordando, recordando los rumores que había oído.
Y al mismo tiempo la dominaba una intensa euforia, porque creía que ahora debía crecer rápidamente; y crecer significaba casarse... con Fernando.
A través de las ventanas de la Capilla del Palacio de Madrid, el sol de marzo brillaba sobre las fastuosas vestimentas de quienes participaban en la más colorida ceremonia que jamás hubiera visto Isabel, impresionada por el coro solemne de las voces, por la presencia de hombres y mujeres importantes, resplandecientes.
No por eso dejaba de percibir la tensión reinante en la atmósfera, pues ya tenía la experiencia suficiente para darse cuenta de que las sonrisas eran como las máscaras que había visto en las fiestas y torneos con que fue anunciado el acontecimiento.
La corte entera fingía regocijarse por el nacimiento de la so-brinita de Isabel, pero la infanta sabía que tras esas máscaras sonrientes se ocultaban los auténticos sentimientos de muchos de los que se hallaban presentes en el bautizo.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «CASTILLA PARA ISABEL»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «CASTILLA PARA ISABEL» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «CASTILLA PARA ISABEL» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.