Hadley lanzó una mirada al tesoro, que había caído en el otro extremo de la cámara, luego miró por encima del hombro a la entrada del segundo túnel en el lado contrario.
Si se lanzaba a por el tesoro, quedaría atrapado entre ese lado de la cripta Colyton y Jonas, Oscar y Thompson que le bloquearían todas las salidas.
Con una furiosa maldición de frustración, Hadley cogió la linterna que había dejado caer, todavía encendida, y, dándose la vuelta, huyó atravesando la cámara, hacia el segundo túnel.
Jonas observó con el ceño fruncido cómo la luz se desvanecía.
Oscar, que bajaba las escaleras con otra linterna, también vio que Hadley escapaba. Levantó el haz de luz para mirar alrededor de la cámara y localizó a Jonas en las sombras.
– ¿Estás bien?
Jonas no estaba seguro, pero encontrar a Em y a las gemelas era su máxima prioridad. Le hizo un gesto con las manos. -Dame esa linterna. ¿Tenéis otra?
– Sí. -Fue Thompson, que bajaba las escaleras detrás de su hermano con otra linterna, quien respondió-. Sólo había estas dos. Debería haber cuatro, no sé dónde están las demás.
– Hadley, que es el responsable de todos los incidentes, acaba de escaparse con una por ese túnel. -Jonas señaló el pasadizo en el otro extremo de la cámara con un gesto de cabeza-. Creo que Em debe de tener la otra. -Eso esperaba por lo menos. Tenía la sospecha, más bien la impresión, de que a ella no le gustaba estar sumida en la oscuridad.
Se volvió hacia el túnel que tenía detrás, enfocando la entrada con la luz de la linterna.
– Hadley salió por este túnel con la bolsa de lona donde Em debió de meter el tesoro, o al menos parte de él. -En pocas palabras, explicó el plan de Hadley y lo que creía que había hecho Em en respuesta-. He arrojado la bolsa contra esa pared. ¿Podríais cogerla y ponerla a buen recaudo?
– Sí. -Thompson asintió con la cabeza-. Pero estás sangrando mucho. ¿Ha sido un disparo lo que hemos oído?
Jonas movió el hombro y reprimió una mueca.
– Es sólo una herida superficial. Hadley tiró la pistola entre las tumbas y dudo mucho que tenga otra.
– ¿Dónde crees que están la señorita Emily y las niñas? -preguntó Oscar.
Jonas se dirigió hacia el túnel que había estado estudiando.
– Creo que Hadley las abandonó en alguna parte de este túnel.
– ¡Dios mío! Espero que no se hayan perdido -dijo Oscar con un estremecimiento.
Jonas también lo esperaba y rezaba para que fuera así. La gente siempre se perdía en las cavernas.
– Voy a bajar a buscarlas, pero vosotros no debéis moveros de aquí.
– Lanzó un vistazo al otro túnel, por el que había huido Hadley-. No sé adónde conduce ese pasadizo, pero sospecho que Hadley está esperando a que todos vayamos en busca de Em y de las niñas para salir por donde ha entrado.
– Bueno, pues no se lo vamos a consentir -dijo Thompson con voz y expresión beligerante, dejando la linterna sobre una tumba-. Pero ten cuidado ahí abajo; y avísanos si necesitas ayuda para rescatar a las damas.
– Lo haré. -Jonas se detuvo en la entrada del primer túnel-. Sí tengo que ir muy lejos, si no encuentro a Em y a las niñas y tengo que internarme aún más en la caverna, volveré para avisaros.
Los hermanos se mostraron de acuerdo, Jonas levantó la linterna y se introdujo en el túnel.
Es cavo caminando más tiempo del que había esperado. Se apresuró tanto como pudo, como el suelo desigual le permitía. El dolor del hombro no le permitía correr y a Em y a las gemelas no les serviría de ayuda si se desmayaba.
Las voces de Oscar y Thompson se desvanecieron cuando se internó más profundamente en la caverna. La mente de Jonas no dejaba de dar vueltas, evaluando todas las probabilidades de lo que podía encontrarse. Hacía años, décadas incluso, que no realizaba una expedición de ese tipo, y como la cámara Colyton había estado cerrada durante todo ese tiempo, Jonas nunca había explorado esos túneles, ni las cavernas a las que conducían y que, seguramente, estarían conectadas.
Le animó descubrir que no había más pasajes que desembocaran en ése, así que no tuvo que decidir por dónde ir, sólo continuar hacia delante.
Apresurándose todo lo que podía, rezó para no llegar demasiado tarde.
Habían oído un ruido amortiguado a lo lejos, suave pero definido. Em no quiso pensar qué lo había producido. ¿Podría ser que Hadley hubiera cerrado de golpe la puerta de la cámara Colyton, dejándolas encerradas allí?
Se dijo que no debía pensar en ese tipo de cosas, sino que debía concentrarse en conseguir que las tres llegaran sanas y salvas al pasadizo, y luego regresar a la cripta. Jonas encontraría la nota como muy tarde esa noche, entonces iría a rescatarlas.
Lo único que tenían que hacer era llegar a la cámara y esperar allí.
En la más profunda, absoluta y completa oscuridad.
«No pienses en eso.»
Así que centró su atención en la caricia constante, y a ratos reconfortante, del aire fresco que le daba en la cara. La corriente de aire era más fuerte ahora y no tenía ningún problema para guiarse por ella, pero seguían avanzando muy lentamente. El suelo rocoso y desigual les impedía ir más rápido, y las viscosas estalactitas que tocaban eran todavía peor. A menudo tenían que desviarse un buen trecho del camino para encontrar un espacio lo suficientemente amplio para que pudieran pasar las tres. Las gemelas, como era comprensible, no se soltaban de sus faldas ni se apartaban de su lado.
Con los brazos extendidos y la linterna meciéndose en una de sus manos, Em avanzó a ciegas arrastrando los pies, con una niña a cada lado. Aunque se obligara a no pensar en ella, la oscuridad era tan densa que parecía como si un peso físico estuviera apretándole los párpados. Había cerrado los ojos hacía mucho rato, pues tenía la impresión de estar ciega mientras intentaba escrutar la densa oscuridad.
A pesar de decirse que la débil brisa significaba que no estaban realmente encerradas allí, que no importaba aquella oscuridad, que no había ningún otro ser vivo en aquella caverna, el miedo comenzaba a dominar a Em. Era como un enorme globo en su pecho que le oprimía los pulmones y le impedía respirar.
Pero las gemelas confiaban en que ella las sacaría de allí. No tenía tiempo para desmayarse.
– ¿Aquí abajo hay ratones? -susurró Bea.
– Lo dudo mucho -respondió Em tan despreocupadamente como pudo-. Aquí no hay comida para los ratones. -Ah. -Bea se quedó callada. Entonces intervino Gert. -¿Y tampoco hay arañas?
– Hay demasiada humedad. -O al menos eso esperaba Em. Aquellas espeluznantes criaturas le daban bastante miedo.
De repente la corriente de aire se incrementó. Em frunció el ceño; eso quería decir que se acercaban a la entrada del pasadizo, pero, según sus cálculos, ésta todavía se encontraba a bastante distancia.
¿Podría haber dos pasadizos?
No había visco el o ero, pero la corriente de aire que llegaba hasta ella parecía más fuerte.
Se detuvo para evaluar la situación. Cerró los ojos, concentrándose en la corriente de aire que le daba en las mejillas, y movió lentamente la cabeza de derecha a izquierda.
No… Sus sentidos no la engañaban. El aire fluía ahora desde dos ángulos diferentes.
Había dos pasadizos.
¿Cuál era el que las conduciría a la seguridad de la cámara Colyton?
Recordó que tanto Jonas, como más tarde Henry, habían dejado caer algún comentario sobre los intrincados pasadizos que se interconectaban en el interior de la cordillera y cómo la gente se perdía en su interior y jamás se volvía a saber de ella.
Manteniendo un tono de voz tan despreocupado como pudo, les preguntó:
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