Esto sería mucho más efectivo que el tiro al blanco.
– Por favor, querida, es un placer -replicó, embriagado por el delicioso perfume de la doncella.
Philippa notó la lujuria en su mirada. "Qué idiota -pensó-. Millicent lo llevará por la vida con mano firme y su matrimonio será un infierno. Aunque él se lo merece, como la mayoría de los hombres".
– Este juego no parece nada complicado-comentó la joven contemplándolo arrobada.
– Es cierto -acordó sir Walter. Ciertamente, no podía apartar la vista del tentador escote. Su futura esposa tenía senos tan pequeños como los de una niña, y no olía tan bien como esta mujercita. Pero era un buen partido y él lo sabía. La sangre de Millicent era más noble que la suya y, además, era hija única, de modo que cuando su padre muriera, era muy probable que sir Walter heredara el titulo de barón. Sí, ella era la esposa perfecta para él. En cambio, Philippa era una fruta madura que debía saborearse en el momento, antes de que fuera demasiado tarde. Sus brazos sujetaron con más fuerza la delicada cintura.
La muchacha se alejó de un salto de sir Walter.
– Tal vez no deba jugar. En realidad, no cuento con los medios para hacerlo.
– Me parece una decisión muy sabia -acordó Tony Deane. ¿Qué estaba tramando esa maliciosa joven? Nunca la había visto actuar así.
– Debería volver con la reina -dijo Philippa con nerviosismo.
– Si no desea jugar a los dados -ronroneó sir Walter-, entonces vayamos a dar un paseo por la ribera, señorita. El río se ve encantador con los reflejos del atardecer.
– ¿Pero no provocaríamos habladurías, sir? Usted dijo que estaba comprometido con Millicent Langholme.
– Todavía no hemos firmado nada, señorita. Tan solo le propongo una inocente caminata a la vista de toda la corte.
– Bueno, no sé si es correcto, No me gustaría herir a Millicent.
– Es solo una corta caminata -repitió sir Walter, tomándola del brazo y conduciéndola hacia el río.
Bessie Blount preguntó riendo:
– ¿Qué significa todo esto? ¿Por qué está actuando así?
– No entiendo qué pretende -declaró Tony Deane, mientras recogía sus ganancias y le pasaba los dados al siguiente jugador.
– Yo tampoco -dijo Bessie-, aunque te puedo asegurar que Millicent y Philippa se odian. Millicent suele tratarla con un desdén y una soberbia intolerables. Ya sé a quién podríamos preguntarle, Tony: a tu prometida. Ella debe estar al tanto de todo, porque son amigas íntimas.
– Prefiero no enterarme de las travesuras de Philippa -replicó el joven. Tony no solo era un hombre alto de cabello rubio ceniza y ojos azules, sino que, además, era un rico terrateniente de Oxfordshire.
Bessie rió.
– En cambio, yo me muero de intriga. Ya mismo voy a buscar a Cecily. -Se marchó de prisa. Cecily y Millicent estaban con la reina. Bessie se acercó con sigilo, y le preguntó a Cecily en voz baja-: Dime, ¿qué está haciendo Philippa?
– Vengándose -susurró y luego preguntó en voz muy alta-: ¿Millicent, acaso no es sir Walter quien pasea a la vera del río con Philippa Meredith?
– No puede ser -respondió la muchacha irritada-. ¿Qué asunto podría estar conversando con ella?
Todas las mujeres que la rodeaban soltaron una carcajada. Hasta la reina Catalina sonrió.
– Sí, sin duda es Philippa -insistió Cecily-. Y mira qué juntos caminan y cómo él se inclina hacia ella. ¡Creo que la besó! No, espera. No la besó. Solo está hablando con ella, sus labios están tan cerca que me confundí.
Millicent miró con furia hacia el río.
– Ese hombre no es sir Walter -aseguró Millicent, aunque sabía, como todo el mundo, que se trataba de su prometido. ¡La muy zorra la estaba humillando delante de toda la corte! ¿Cómo era posible? Le contaría todo de inmediato a su padre. Él no permitiría que su hija se casara con un hombre tan indecente. Sin embargo, recapacitó enseguida, y empezó a recordar las propiedades de sir Walter en Kent, su hermosa casa y el oro que su padre estaba comprando para agregar a la dote. Además, sabía perfectamente lo que le diría el señor Langholme: los hombres debían hacer su vida y las mujeres inteligentes debían mirar para otro lado. Pero ¿cómo podía mirar para otro lado cuando sir Walter estaba flirteando tan escandalosamente frente a todo el mundo? Lo único que deseaba era abofetear a aquella muchacha atrevida. Sus ojos volvieron a dirigirse hacia el río y frunció el ceño.
Philippa reía junto a sir Walter.
– Usted es un picaflor infatigable. Me pregunto si su prometida lo sabe.
– Todo hombre tiene derecho a admirar la belleza, señorita Philippa.
– Usted desea besarme, ¿no es así? -replicó la joven provocativamente.
– Así es, sería un honor darle el primer beso.
– Mmmh, lo pensaré. He guardado ese beso durante años para el hombre con quien me iba a casar. Pero él decidió abandonarme y dedicar su vida a Dios. ¿No debería seguir reservándolo para mi futuro marido?
– Su virtud es admirable, señorita Philippa. Pero no creo que una bella dama deba privarse de un inocente beso. Un poco de experiencia en ese arte no puede considerarse indigno ni arruinar su reputación. ¿Acaso cree que todas las doncellas de la reina son tan inocentes como usted? Por lo que sé, no es así. -Y le dedicó una sonrisa lasciva.
– Usted habla muy bien, sin embargo, me pregunto si es correcto besar a un hombre que está a punto de comprometerse. Dirán que soy una mujer descarada por hacer algo semejante. Sir Walter, debo pensar seriamente a quién daré mi primer beso. -Le sonrió con dulzura y picardía-. Ahora deseo volver con mis compañeras. No quiero que nuestro paseo dé lugar a rumores. -Así fue como Philippa se escapó. Alzó su falda y atravesó el parque, dejando a sir Walter Lumley solo e insatisfecho.
La primera en acercarse fue Cecily. La tomó del brazo y caminaron juntas entre los invitados.
– Millicent está furiosa. Me las arreglé para mostrarle que estabas paseando con sir Walter.
– Ahora, debo decidir si lo besaré o no. Como sabes, nunca he besado a nadie, me mantuve casta durante años para el traidor de tu hermano.
– ¡No, Philippa! No le regales tu primer beso a sir Walter. Además, escuché que no besa bien. Dáselo a Roger Mildmay, ¡él sí que sabe besar! -replicó Cecily.
– ¿Fue el primer hombre que besaste?
Cecily asintió con una pequeña sonrisa.
– Además, es encantador. Llegué a pensar que podría ser un buen partido para ti, Philippa. Sus propiedades están cerca de las de Tony, en Oxfordshire. Pero luego supe que planeaba casarse con la hija de un vecino. Aun así, insisto en que es un buen candidato para tu primer beso. ¿Quieres que le pregunte?
– ¡Cecily! -gritó Philippa ruborizada.
– Es mejor que lo beses ya mismo para sacarte de encima a sir Walter. Ya molestaste bastante a Millicent hoy. Ella no merece que le dediques más tiempo. -Tomó la mano de su amiga y le sugirió-: Ven conmigo. Allí están sir Roger Mildmay y Tony. Le preguntaré si quiere besarte.
Philippa se echó a reír.
– Tengo quince años, nunca nadie me ha besado y mi mejor amiga tiene que pedirle a un hombre que me rinda los honores. Es una vergüenza, quedaré como una tonta.
– No, no con Roger. Es muy gentil y comprensivo. Él apreciará que hayas guardado ese beso para Giles. ¡Vamos!
Arrastró a Philippa a través del parque hasta el sitio donde su prometido conversaba animadamente con Roger Mildmay. En puntas de pie, Cecily le susurró algo a sir Roger. Luego, soltó la mano de Philippa y tomó la de Tony para llevárselo a otra parte.
Sir Roger Mildmay le sonrió con ternura.
– Esto es ridículo -se quejó Philippa-. ¿Qué le dijo Cecily?
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