Él asintió con una sonrisa astuta que le decía que no podía imaginársela de otra manera que siendo franca.
Kate se aclaré la garganta una vez más. La verdad, esto se estaba volviendo ridículo. Empezaba a sonar como si se hubiera tragado un sapo.
– Se me había ocurrido que guardaba cierto parecido con su hermano, eso es todo.
– ¿Mi hermano?
– El vizconde -dijo ella, pues pensaba que era obvio.
– Tengo tres hermanos -explicó él.
– Oh. -Entonces se sintió estúpida-. Lo siento.
– Yo también lo siento -dijo él, como si de verdad lo lamentara-. La mayoría de las veces son un fastidio atroz.
Kate tuvo que toser para disimular un pequeño resuello de sorpresa.
– Pero al menos no me ha comparado con Gregory -dijo él con un suspiro dramático de alivio. En ese momento lanzó a Kate una pícara mirada de soslayo-. Tiene trece años.
Kate captó la sonrisa dibujada en sus ojos y comprendió que había estado bromeando con ella todo el tiempo. En absoluto se trataba de un hombre que deseara perder de vista a sus hermanos.
– Siente bastante devoción por su familia, ¿verdad que sí? -le preguntó.
Los ojos de él, risueño a lo largo de toda la conversación se volvieron serios por completo sin tan siquiera pestañear.
– Total.
– Igual que yo -dijo Kate lanzando una indirecta.
– ¿Y eso quiere decir…?
– Quiere decir – contestó ella consciente de que debía contener la lengua pero de todas formas explicarse – que no permitiré que nadie rompa el corazón de mi hermana.
Colin se quedó callado durante un momento y volvió la cabeza con lentitud para observar a su hermano y a Edwina, quienes en ese mismo momento concluían el baile.
– Ya veo -murmuro.
– ¿Ah sí?
– Oh, desde luego. -Llegaron a la mesa de la limonada y él estiró el brazo para coger dos vasos, uno de los cuales se lo tendió a ella. Ya había bebido tres vasos de limonada aquella noche, un hecho del que estaba segura que Mary era consciente antes de insistir en que Kate bebiera más. Pero hacía calor en el salón de baile -en los salones de baile siempre hacía calor- y volvía a tener sed.
Colin dio un sorbo pausado y la observó por encima del borde del vaso, luego dijo:
– Mi hermano tiene en mente formar una familia este año.
Era un juego para dos, pensó Kate. Dio un sorbo a la limonada-lentamente- antes de hablar:
– ¿Eso es cierto?
– Desde luego estoy en posición de saberlo.
– Tiene la reputación de ser todo un mujeriego.
Colin la miró intentando formarse un juicio.
– Eso es cierto.
Es difícil imaginarse a un tunante de tan mala reputación formalizándose con una esposa y encontrando la felicidad en el matrimonio.
– Parece haber pensado mucho en esta perspectiva, señorita Sheffield apuntó con una mirada franca y directa a su rostro.
– Su hermano no es el primer hombre de carácter cuestionable que le ha hecho la corte a mi hermana, señor Bridgerton. Y le aseguro que no me tomo la felicidad de mi hermana a la ligera.
– Lo cierto es que cualquier chica encontraría la felicidad en un matrimonio con un caballero acaudalado y con título. ¿No consiste justo en eso una temporada en Londres?
– Tal vez -admitió Kate-, pero me temo que esa línea de pensamiento no aborda el verdadero problema que nos ocupa.
– ¿Qué es?
– Que un marido puede romper el corazón con una intensidad muy superior a la de un mero pretendiente. -Sonrió con una clase de sonrisa leve y sabedora. Luego añadió-: ¿No le parece?
– Puesto que nunca me he casado, está claro que no estoy en situación de hacer conjeturas.
– Lástima, lástima, señor Bridgerton. Ésa ha sido la peor evasiva que podía ocurrírsele.
– ¿De veras? Más bien pensaba que podría ser la mejor. Está claro que estoy perdiendo habilidades.
– Eso, me temo, nunca será algo de lo que preocuparse. -Kate acabó lo que le quedaba de limonada. Era un vaso pequeño; lady Hartside, la anfitriona, era conocida por su tacañería.
– Es demasiado generosa -replicó él.
Kate sonrió, esta vez con una sonrisa de verdad.
– Rara vez me acusan de eso, señor Bridgerton.
Él se rió. Con una sonora carcajada en medio del salón de baile. Kate se percató con incomodidad de que de pronto eran objeto de numerosas miradas curiosas.
– Tiene que conocer -continué él, sonando divertido por completo- a mi hermano.
– ¿El vizconde? -pregunté ella con incredulidad.
– Bien, podría disfrutar también de la compañía de Gregory -admitió-, pero como ya le he dicho, sólo tiene trece años y es probable que le ponga una rana en la silla.
– ¿Y el vizconde?
– No es probable que le ponga una rana en la silla -respondió él con una expresión absolutamente seria.
Kate nunca sabría cómo consiguió no echarse a reír. Con los labios muy rectos y serios, contestó:
– Ya veo. Tiene muchos consejos que dar a su hermano pequeño entonces.
Colin puso una mueca.
– No es tan malo.
– Qué alivio saberlo. Creo que voy a empezar a planear el banquete nupcial de inmediato.
Colin se quedó boquiabierto.
– No me refería… No debería… Es decir, una medida así sería prematura.
Kate sintió lástima por él y dijo:
– Estaba bromeando.
El rostro de él se sonrojó levemente.
– Por supuesto.
– Bien, si me disculpa, tengo que despedirme. Colin alzó una ceja.
– ¿No irá a irse tan pronto, señorita Sheffield?
– En absoluto. -Pero no iba a decirle que tenía que ir al escusado. Cuatro vasos de limonada tendían a provocar esa reacción corporal-. He prometido a una amiga reunirme un momento con ella.
– Ha sido un placer. -Ejecuté una inclinación precisa-. ¿Puedo acompañarla a su destino?
– No, gracias. Seré capaz de llegar yo sola. -Y con una sonrisa por encima del hombro, inició su retirada del salón de baile.
Colin Bridgerton la observó marchar con expresión pensativa, luego se encaminó hacia su hermano mayor quien estaba apoyado contra la pared con los brazos cruzados en actitud casi beligerante.
– ¡Anthony! -le llamó y dio una palmada a su hermano en la espalda-. ¿Cómo ha ido tu baile con la encantadora señorita Sheffield?
– Servirá. -Fue la escueta respuesta de Anthony. Ambos sabían qué quería decir eso.
– ¿De veras? -Los labios de Colin esbozaron una sonrisa muy leve-. Entonces tendrías que conocer a su hermana.
– ¿ Disculpa?
– Su hermana -repitió Colin, y empezó a reírse-. Simplemente tienes que conocer a su hermana.
Veinte minutos más tarde, Anthony estaba convencido de haber comprendido toda la historia que Colin le explicó sobre Edwina Sheffield. Y por lo visto, la vía para alcanzar el corazón de Edwina y su mano en matrimonio pasaba directamente por su hermana.
Al parecer, Edwina Sheffield no iba a casarse sin la aprobación de su hermana mayor. Según Colin esto era vox populi, o al menos lo era desde la semana anterior ya que Edwina así lo había manifestado en la velada musical anual de los Smythe-Smith. Todos los hermanos Bridgerton se habían perdido esta declaración de capital importancia ya que evitaban las veladas musicales de los Smythe-Smith como si fueran la plaga, igual que hacía cualquiera con un poco de aprecio por Bach, Mozart o la música en general.
La hermana mayor de Edwina, una tal Katharine Sheffield, más conocida como Kate, también hacía su debut este año, pese a que era sabido que al menos tenía veintiún años. Esta coincidencia llevó a Anthony a la conclusión de que las Sheffield debían encontrarse entre las categorías inferiores de la aristocracia, un hecho que a él le iba bien. No necesitaba una novia con una gran dote, y una novia sin dote podría necesitarle más a él.
Читать дальше