Y no es que estuviera deseoso de abreviar sus actividades nocturnas con Lucy, pero había cosas que un hombre podía hacer, cosas que probablemente ya debería haber hecho, a decir verdad.
Y por eso, ya que estaba convencido de que este sería su último hijo, decidió que podía ver de que se trataba todo, y a pesar de la reacción horrorizada de la partera, permaneció al lado de Lucy en todo el nacimiento (en su hombro, claro).
– Ella es toda una experta en esto -dijo el doctor, mientras levantaba la sábana para echar un vistazo-. De verdad, a estas alturas soy innecesario.
Gregory miró a Lucy. Había traído su bordado.
Ella se encogió de hombros.
– En realidad se hace más fácil cada vez.
Y era cierto, porque cuando llegó el momento, Lucy bajó su labor, dio un pequeño gruñido, y…
– ¡Whoosh!
Gregory parpadeó mientras observaba al infante gritando, todo arrugado y rojo.
– Bueno, eso fue mucho menos complicado de lo que había esperado -dijo.
Lucy lo miró con una expresión de malhumor.
– Si hubieras estado presente la primera vez, hubieras…!ohhhhhhh!
Gregory volvió su mirada rápidamente hacia su rostro.
– ¿Qué pasa?
– No lo sé -contestó Lucy, con los ojos llenos de pánico-. Pero esto no anda bien.
– Vaya, vaya -dijo la partera-. Usted solo…
– Sé como debería sentirme -chasqueó Lucy-. Y así no debe ser.
El doctor le entregó al nuevo bebé -una niña, Gregory estaba contento de enterarse- a la partera y volvió al lado de Lucy. Puso las manos en su estómago.
– Hmmm.
El doctor levantó la sabana y se asomó abajo.
– ¡Gah! -soltó Gregory, mientras regresaba al hombro de Lucy-.No quiero ver eso.
– ¿Qué está pasando? -exigió Lucy-. Qué está… ¡ohhhhhhh!
– ¡Whoosh!
– Cielo santo -exclamó la partera-. Son dos.
No, pensó Gregory, sintiéndose definitivamente mareado, eran nueve.
Nueve hijos.
Nueve.
Solo le faltaba uno para los diez.
Lo cual tenía dos dígitos. Si hacía esto de nuevo, estaría en la escala de dos dígitos de paternidad.
– Oh Dios bendito -susurró él.
– ¿Gregory? -dijo Lucy.
– Necesito sentarme.
Lucy sonrió débilmente.
– Bueno, por lo menos, tú madre estará contenta.
Él asintió con la cabeza, incapaz de pensar. Nueve hijos. ¿Qué hacía uno con nueve hijos?
Amarlos, supuso.
Miró a su esposa. Su pelo estaba desgreñado, su cara estaba hinchada, y las bolsas bajo sus ojos, se habían puesto de color lavanda, y estaban a punto de ponerse de color gris púrpura.
Pensó que era hermosa.
El amor existía, pensó para sí mismo.
Y era genial.
Sonrió.
Nueve veces genial.
Lo que era muy genial, en efecto.
Durante su año superior en la Universidad de Harvard, Julia Quinn (más conocida en el ciberespacio como JulieQ) comprendió que no sabía lo que deseaba hacer con su vida. Conseguir un trabajo parecía demasiado difícil. La única opción era (después de sopesar diversas Facultades) la Facultad de Medicina. Resultó que pasaron dos años antes de que pudiera entrar en la Facultad de Medicina ya que tenía que tomar todas esas molestas clases de ciencia para poder solicitar la vacante (ella tenía un título en Historia del Arte). Necesitaba encontrar algo que hacer durante ese tiempo. Fue cuando miró el libro que estaba leyendo: Era una novela romántica. “Yo podría escribir una”, pensó. Y eso fue lo que hizo. Dos años después, justo cuando Julie estaba decidiendo entre la Universidad de Medicina de Yale y la Universidad para Médicos y Cirujanos de Columbia, su agente llamó para decirle que sus dos primeros libros, Splendid y Dancing at Midnight , eran objeto de una intensa guerra de ofertas entre dos editoras. Así que postergó por un año la Facultad de Medicina y escribió Minx . Luego postergó la Facultad de Medicina otro año y escribió Everything and the Moon. Entonces pensó que quizá debería hacer un intento en la Facultad de Medicina, pero meses después, comprendió que debía haber experimentado un ataque de locura temporal, se retiró de la Facultad de Medicina y escribió Brighter Than The Sun. A este libro le siguieron To Catch An Heiress y How To Marry a Marquis , que fue aclamada por la crítica.
El estilo de escritura de Julie ha ganado rápidamente una reputación por su calidez y su humor, y sus diálogos están considerado como de los mejores del género. Ha sido tema de una reseña en la revista Time (una rareza entre escritores de novela romántica).
Julia Quinn actualmente vive con su marido Paul en el noroeste del Pacífico.
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