Cherise Sinclair - Maestro de la Montaña

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Cuando el novio de Rebeca le propone ir de vacaciones a un hospedaje en la montaña con su club swing[1], rápidamente se da cuenta de que ella no disfrutaba con el intercambio de parejas. Ahora no tiene donde dormir. Logan, el propietario del hospedaje, la encuentra congelada en el porche. Después de arrastrarla adentro, él la calienta en su propia cama, y allí el experimentado Dom[2] descubre que Rebecca puede no ser una swinger[3]… pero ella es definitivamente una sumisa.
Rebeca cree que nadie puede amar su rellenito cuerpo con cicatrices. Para su sorpresa, Logan, el propietario de la posada, no sólo está en desacuerdo, sino que él la amarra y le demuestra lo mucho que disfruta de sus curvas. Bajo sus manos expertas, Rebecca no sólo pierde sus inhibiciones, sino también su corazón.
Dañado por la guerra, Logan se considera demasiado peligroso para estar alrededor de la tentadora pequeña sub[4]. Él le permite alejarse por su propia seguridad, sin darse cuenta de que ella cree que ha vuelto a ser rechazada debido a su aspecto. Cuando en las montañas de Logan su voz sigue repercutiendo mucho después de que ella se ha ido, se da cuenta que se ha llevado su corazón con ella. Pero cuando llega a la ciudad para reclamarla, el teléfono de Rebeca ha sido desconectado y su apartamento está vacío…

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– Vamos a registrarnos. Luego podemos transportar nuestras cosas a la cabaña, -dijo Matt, tirando de ella hacia un escritorio a la derecha de la puerta principal.

Un gruñido bajo la detuvo en seco. Un perro. Su maleta cayó al suelo mientras ella saltaba hacia atrás. El corazón hizo un ruido sordo dentro de su pecho, ella luchó por mantenerse tranquila y no correr hacia la puerta. Cualquier perro permitido en el interior no podía ser violento. No podría.

– Vamos, Rebecca. Regístrate -Matt le dirigió una mirada impaciente.

– Bien. -Obligó a sus pies a ir hacia adelante, un firme-provechoso paso tras otro. ¿Dónde estaba el perro? Cuando el hombre detrás del escritorio le dio la mano a Matt, Rebecca registró el suelo. Allí. Parado al lado del hombre, parecía enorme, con un pelaje marrón oscuro y un hocico más oscuro. Se la quedó mirando, y ella oyó otro rugido.

– Thor, -dijo el hombre, en voz baja casi a la altura del perro. -Abajo.

El perro se aplastó contra el suelo. No dejó de mirarla, sin embargo.

– Rebeca, él es Logan Hunt. Es el dueño del lugar, -dijo Matt.

– ¡Hey, Matt! -una de las mujeres gritó desde la puerta principal. -Ven a ayudarnos a decidir sobre los planes para mañana.

– Ya voy, -gritó en respuesta, a continuación, dio unas palmaditas en el brazo de Rebeca. -Tú sigue adelante y regístrate. Yo voy a estar en el porche con Paul y Amy.

Ella asintió con la cabeza, incapaz de romper la mirada con el perro.

– Rebeca, mírame a mí, no al perro. -La voz profunda y áspera la liberó, y se volvió hacia el dueño. Él parecía tan perverso como su perro, con acerados ojos azules en un rostro profundamente bronceado, una cara despiadada decorada con la barba del día y una blanca cicatriz debajo de su pómulo. Luego de entregarle una lapicera, golpeó el papel delante de él. -Nombre y dirección. Firma arriba de la remisión.

– ¿Remisión?

Sus labios firmes se curvaron. -Así no puedes demandarnos si te caes abajo de la montaña y te rompes el cuello.

Correcto. Después de llenar el papeleo, cogió su maleta, sosteniéndola frente a ella en caso de que el perro se moviera. Cuando el propietario se levantó, ella retrocedió un paso. Levantó al menos un metro y ochenta y cinco centímetros, con rígidos músculos debajo de su camisa de franela roja oscura. Las mangas enrolladas mostraban gruesos antebrazos con venosas muñecas de grandes huesos. Más cicatrices agraciaban sus manos. Todo lo que había hecho en el pasado debería haber sido brutal.

– Te voy a mostrar tu cabaña. -Se acercó a ella, y cuando el perro lo siguió, ella parecía no poder moverse. Ese animal podría desgarrarla en pedazos, derramando su sangre, rasgando su…

– Abre la mano, dulzura. -Un destello de diversión se veía en sus ojos mientras tiraba de la maleta que tenía en su mano.

– Lo siento -susurró. Matt ya estaba afuera de la puerta, la había dejado sola, la dejó aquí con ese perro.

El perro la seguía mirando, gruñendo.

– Thor, se amable, -le espetó el hombre.

El perro se detuvo, sin embargo Rebecca podía ver que quería morderla.

– Él puede sentir que le tienes miedo, y está jugando al matón. -El hombre se acercó hasta que ella tuvo que mirarlo, su perro no era el único matón en el lugar, pero cuando su mirada se encontró con la suya, de alguna manera supo que él no la dejaría salir herida.

Puso una mano sobre la parte baja de su espalda, conduciéndola hacia la puerta.

Pequeña cosa bonita, pensó Logan, con los ojos verdes más grandes que había visto en mucho tiempo. Unos que mostraban cada emoción cursando a través de ella, sobre todo el miedo, en este momento. ¿Qué había traído a un tímido ratón a este rebaño de yuppies retorcidos?

Oyó el clic de las uñas del perro sobre el piso y se volvió. -Thor. Quédate aquí.

Después de una larga pausa y de una mirada seguramente-no-hablas-en-serio, Thor regresó lentamente hacia el escritorio y se dejó caer junto con un suspiro de sufrimiento.

El chucho de gran tamaño podría ser una reina del drama real. Logan sonrió y siguió al ratón llamado Rebecca fuera de la puerta.

¿No era interesante ver cómo su timidez desapareció en el minuto en que se dio cuenta que Thor se había quedado atrás? Su postura se enderezó, su cabeza se elevó. Ahora realmente lucía como la mujer profesional que la trenza francesa de su cabello y el traje azul oscuro proclamaba. Obviamente una mujer exitosa, tan sólo que ese tipo de costoso diseño lograba ocultar todos los mejores atributos de una mujer. Una lástima, la verdad. Tenía un exuberante cuerpo que gritaba por destacarse, no esconderse. Y alta costura o no, ella no podía ocultar las pecas que bailaban a través de su nariz y mejillas.

Mientras esperaban a que Matt se libere de los dos miembros del club a los que se había unido, Logan se apoyó contra un poste del pórtico. Maldita sea, estaba cansado, hasta los huesos. Las dos pesadillas de la noche anterior no lo habían dejado dormir mucho, especialmente la última. Se frotó el rostro con las manos. Las balas, los cohetes… no eran tan malos. Pero los sueños de las explosiones de los IED [7] y de sus compañeros de equipo volando en pedazos… Una mierda, odiaba eso.

Cuando Matt se unió a ellos, Logan dirigió a la pareja hacia la hilera de cabañas a la izquierda de la portería. Las de la derecha se habían llenado antes. La serenidad no era excesiva, aunque cuando todas las cabañas se alquilaran, el lugar los mantendría a él y a su hermano a las corridas.

Cuando finalmente entraron en la cabaña, Logan encendió el interruptor de la luz y vio a la joven apreciar las habitaciones. La cama tamaño extra grande contaba con una colcha azul y dorada con diseños de estrellas texanas si recordaba correctamente. Dos mesas de noche y una cómoda. Una estufa de madera pequeña en la esquina. Dos sillones con lámparas. Una pequeña mesa redonda debajo de la ventana trasera. Una alfombra rústica azul y verde tejida a crochet por la tía Marg. Un pequeño baño en la parte posterior. Muy campestre. Él observó a la chica de la ciudad.

Ella parecía un poco sorprendida, entonces se acercó a la cama y pasó una mano por la colcha. -Es increíble cómo los colores no deberían mezclarse, pero lo hacen. Quien hay hecho esto tiene todo un ojo.

– Le diré a mi tía Laverne lo que has dicho.

Matt entró caminando despacio y dejó caer su maleta junto a la puerta antes de unirse a Rebecca. Le envolvió un brazo por los hombros y la besó en el cuello. -Bienvenida al nido, nena.

Ella se puso ligeramente rígida y miró a Logan, como si se sintiera incómoda con la demostración de afecto en público.

Él sofocó una sonrisa. Ella definitivamente se estaba relacionando con la gente equivocada.

Ella salió del agarre de Matt. -Estoy muy cansada.

Matt dudó, su mirada fue de Rebecca hacia la puerta, como si estuviese siendo atraído por un imán. -Si estás segura…

– Estoy segura.

– Está bien. -Dio un paso hacia la puerta y se detuvo. -Oh, la estufa de leña…

– Se la mostraré, -dijo Logan. Dejó la maleta de ella al lado de la otra.

– Gracias, Logan. Volveré enseguida, nena. -Matt salió de la cabaña como si temiera que alguien lo detenga.

Alguien quería empezar con los intercambios esta noche, ¿no? Con una sonrisa cínica, Logan indicó con la mano la abandonada estufa de hierro y se arrodilló para poner leña y troncos de la papelera de al lado. Ella se quedó tan cerca que su cadera le rozó el hombro. Una suave, redondeada cadera. Mientras ella encendía el fuego y ajustaba la abertura, su fragancia se envolvía alrededor de él. Su suave jabón olía bastante agradable, pero la subyacente esencia puramente femenina le daba ganas de desnudarla y ver si ella sabía más dulce. Se aclaró la garganta y se alejó. -¿Está todo bien?

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