Cherise Sinclair - Maestro de la Montaña

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Cuando el novio de Rebeca le propone ir de vacaciones a un hospedaje en la montaña con su club swing[1], rápidamente se da cuenta de que ella no disfrutaba con el intercambio de parejas. Ahora no tiene donde dormir. Logan, el propietario del hospedaje, la encuentra congelada en el porche. Después de arrastrarla adentro, él la calienta en su propia cama, y allí el experimentado Dom[2] descubre que Rebecca puede no ser una swinger[3]… pero ella es definitivamente una sumisa.
Rebeca cree que nadie puede amar su rellenito cuerpo con cicatrices. Para su sorpresa, Logan, el propietario de la posada, no sólo está en desacuerdo, sino que él la amarra y le demuestra lo mucho que disfruta de sus curvas. Bajo sus manos expertas, Rebecca no sólo pierde sus inhibiciones, sino también su corazón.
Dañado por la guerra, Logan se considera demasiado peligroso para estar alrededor de la tentadora pequeña sub[4]. Él le permite alejarse por su propia seguridad, sin darse cuenta de que ella cree que ha vuelto a ser rechazada debido a su aspecto. Cuando en las montañas de Logan su voz sigue repercutiendo mucho después de que ella se ha ido, se da cuenta que se ha llevado su corazón con ella. Pero cuando llega a la ciudad para reclamarla, el teléfono de Rebeca ha sido desconectado y su apartamento está vacío…

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– Wahoo, -dijo Brandon, frotándose las manos. -Vamos a empezar.

Rebecca tomó aliento. Ella podía hacer esto.

A medida que el partido avanzaba, Ginger tuvo que quitarse la camisa y el sujetador. Christopher perdió los zapatos. Paul, sus calcetines.

Rebecca aterrizó en un cuadrado y leyó el comando. -Oh Dios. Paul se echó a reír y llenó su copa de vino. Ella la bebió y se sacó la camisa. Por segunda vez hoy.

En su turno, Brandon sacó una tarjeta y luego se la entregó a ella. -Léela en voz alta.

– Ponte de pie y dale a la persona un beso francés. Todas las partes del cuerpo deben tocarse. -¡Dios mío!

Él se puso de pie y agitó los dedos en un gesto de ven-aquí.

Yo puedo hacer esto , se repitió una y otra vez, al menos en este lugar. Rebecca puso las manos sobre sus hombros. No era muy musculoso. Colonia agradable. Sus manos se extendieron por encima de su espalda desnuda cuando él la atrajo hacia sí, hasta que sus senos se aplastaron contra su pecho. Ella lo besó. Su boca estaba húmeda, el bigote le hacía cosquillas, y la técnica de su lengua carecía de finura. Ella envolvió sus brazos alrededor de él con más fuerza, tratando de sentir algo erótico. Seguramente no debería estar criticando en el medio de un beso caliente.

Pero justamente no era así de caliente. En el pasado, ella se había destacado en ocasiones como la única sobria en una multitud ebria, esta vez, ella era la única frígida en una multitud cachonda.

Bebió más vino.

Los rostros comenzaban a enrojecerse. Las voces eran más fuertes y más tontas. Una pareja se trasladó a un sofá más alejado para besuquearse. Michelle y Greg dejaron de jugar Twister y se desnudaron enfrente del fuego. En un minuto, Greg estaba acostado, Michelle lo montó a ahorcajadas y él guió su pene dentro de ella.

Buen Dios. Rebecca desvió los ojos. Los compañeros de la habitación habían cambiado. Y no veía a Matt en ninguna parte.

Su turno con los dados. Ella sacó un doble. Ginger se rió, y los tres hombres se inclinaron hacia adelante, expectantes, esperando a que ella elija lo que se sacaría.

– Quítate el sostén, dulzura. -Brandon puso su mano sobre su pecho como si ella no entendiera.

¿Era pasión lo que sentía? Difícilmente. La vampiresa interior de Rebecca la había abandonado. Dejó su vino, recogió su camisa, y se levantó. -Lo siento, amigos, pero supongo que simplemente no soy una swinger. Me voy a la cama. -Cuando Brandon se levantó con impaciencia, ella lo desalentó con una mirada fría. -Sola.

Otros se dirigían de a dos o tres, haciendo su camino hacia las cabañas. Cuando Rebecca salió por la puerta del albergue, miró hacia atrás. Tres más se habían sumado a los dos frente al fuego. Whoa, un montón de partes de cuerpos desnudos allí. Dios, ella no debería haber venido aquí. Pero, cómo iba a saberlo a menos que le diera una oportunidad, ¿no? Obviamente a algunas personas, incluyendo a Matt, les gustaba mucho estas… cosas.

Las salpicaduras de lluvia caían sobre sus hombros desnudos cuando bajó del porche. El viento azotaba en su cabello, tiró de su camisa, corriendo por el camino hacia la cabaña. Con un suspiro de alivio, abrió la puerta y encendió la luz.

– ¡Hey! -la voz de Matt. Él se reclinó sobre la cama, desnudo. Ashley estaba arrodillada entre sus piernas, la boca prendida a su polla.

Rebeca se quedó sin aliento. Un doloroso lamento se disparó dentro de su cabeza, zumbó en sus oídos, aunque no escapó por su garganta.

Ashley no lo liberaba, sólo echó una ojeada e hizo una mueca. Su cabeza se balanceaba lentamente arriba y abajo.

– Ven aquí, nena, -dijo Matt, haciendo una seña con la mano libre. La otra masajeaba el pecho de Ashley. -Puedes unirte a nosotros. Me gusta embarcarme con dos mujeres.

Rebecca dio un paso atrás y encontró su voz desde cualquier lugar donde se había ido. -No creo que me guste. Lo siento, Matt. Y perdón por la interrupción. -Retrocedió, diciéndose a sí misma que no debería ser mezquina dando un portazo.

Estampó la puerta con tanta fuerza que las piñas de los árboles más cercanos crepitaron en el suelo.

Mezquino eres, mezquino encuentras. Ese era su novio perfecto en su cabaña. Con Ashley y sus gruesos labios alrededor de su polla. Los escalones del porche estaban borrosos, y Rebecca tropezó, aterrizando sobre sus manos y rodillas. Los granitos de arena quemaron en sus manos y sus ojos picaban por las lágrimas. Parpadeó furiosamente. Estaría maldita si lloraba.

Se tambaleó sobre sus pies, su cabeza le daba vueltas. Había bebido demasiado alcohol tratando de encajar. No había funcionado, ¿verdad? De pie bajo la lluvia, se secó las lágrimas de sus ojos y el agua de la cara. -Maldita sea, maldita sea, maldita sea. -¿Dónde podría encontrar una cama esta noche? Se sentía como si estuviera atrapada en un carrusel, se dirigió de regreso al albergue. Una vez allí, se asomó adentro. En frente de la chimenea, la gente se agitaba junta como un animal enorme formado por demasiados brazos y piernas. Se retiró rápidamente.

Seguramente no iba a poder dormir allí. ¿Tal vez en la cocina? No. El imbécil que construyó las enormes puertas para el comedor y la cocina había olvidado de alguna manera incluir puertas reales. Con su suerte, algún hombre idiota en busca de vino podría tropezar con ella en ese lugar. De ninguna manera.

Mirando por los senderos, vio a gente entrando y saliendo de las cabañas en una versión lasciva de sillas musicales [11] . ¿Cabañas musicales? Pero ella era la perdedora, la que se quedó sin una silla. O cama. Bien. ¿Quién necesitaba una cama de todos modos?

Frunciendo el ceño, se acercó a la mecedora del porche. Tirando su camisa mojada más apretada, se acurrucó en los cojines húmedos. En las sombras, nadie la vería, y ella podría tener frío, pero al menos sería libre de errantes manos y labios húmedos. Se estremeció, cortando ese tren de pensamiento. ¿Ella realmente había querido una relación con Matt tan desesperadamente?

El esposo psiquiatra de su madre probablemente diría que es una lección de vida. Y cómo.

Logan abrió la puerta para entrar y se detuvo cuando Thor aulló a sus espaldas. ¿Había un ratón o una rata escondida debajo del porche? -¿Qué pasa, chico?

Cuando el perro hociqueó el columpio del porche, Logan se acercó. -Bueno, maldición. -Rebecca yacía sobre los cojines, hecha un ovillo y con escalofríos. Antes de hacer su ronda, la había visto bebiendo una buena cantidad de vino. ¿Estaba borracha?

Le tocó el cuello e hizo una mueca. Demasiado fría. La preocupación le hizo inclinar la boca hacia abajo. -Tú, mujer, eres un dolor en el culo, -murmuró y la cogió en brazos.

A medida que la llevaba hacia la puerta que conducía arriba de las escaleras, tuvo una vista de por qué no había venido al interior. Gente ocupada, esos swingers. Notó con satisfacción la posición de las piernas abiertas de la morena. Y el coño desnudo de la rubia no estaba mal tampoco.

Después de golpear el código en el teclado, subió las escaleras hacia su habitación y abrió la puerta sin dejar caer a la muchacha de la ciudad. Se merecía un premio, pero la mujer semi-inconsciente no iba a entregárselo. No esta noche.

Encendió una luz, se abrió paso por su salón, por la pequeña cocina, y entró en el dormitorio. Mientras la ubicaba en la cama, sonrió. Parecía que lograría tenerla desnuda después de todo.

Su camisa salió por su cabeza con bastante facilidad. A regañadientes, dejó su sujetador de encaje azul. Hermosa ropa interior, pero le dolían sus manos por llenarse de sus pechos llenos. No lo hizo. ¿Qué tal? La caballerosidad no estaba completamente muerta.

Al bajarle la camisa mojada ella revivió lo suficiente para batir sus manos cuando él le sacó los jeans, pero el alcohol y el frío la habían dejado sólo medio-consciente. No era bueno. Sus empapados jeans aterrizaron con un ruido sobre el duro piso de madera. Logan gimió cuando la tenue luz de la sala delineaba la pálida piel de sus muslos en un sueño erótico contra su colcha de color rojo oscuro. Maldita sea, realmente le gustaría envolver esas piernas alrededor de su cintura y… No vayas por allí. Pasó los dedos sobre los bordes de sombras de las viejas cicatrices sobre su pantorrilla, y luego tiró de la manta debajo de ella y la cubrió.

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