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Lois Bujold: Inmunidad diplomática

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Lois Bujold Inmunidad diplomática

Inmunidad diplomática: краткое содержание, описание и аннотация

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Miles y su esposa Ekaterin regresan de un viaje de luna de miel largamente postergado. En casa les espera el nacimiento de sus dos primeros hijos (desarrollados como es contumbre, en un utero artificial, pero el nuevo y flamante Auditor Imperial recibe un mensaje del Emperador Gregor Vorbarra: una flota de Barrayar ha sido detenida en la Estación Graf, un miembro de la escolta ha desaparecido, ha sido asesinado o ha desaparecido, y el conflicto diplomatico no ha hecho más que empezar. Miles debe interrumpir su regreso, acudir a la estación Graf: el mundo de los cuadrúmanos, los seres modificados genéticamente para hacer cuatro brazos y trbajar en condiciones de gravedad cero, a quienes Leo graf, un competente ingeniero de soldadura, ayudó a lograr su emancipación de la explotación y esclavitud a los que les tenia sometidos Galac-Tech. Por si ello fuera poco, alli se encontraba tambiém el hermafrodita Bel Thorne, viejo conocido e la época de las muchas aventuras de Miles Vorkosigan como Miles Naismish (el apellido de su madre Cordelia), almirante de los Mercenarios Libres Dendarii.

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En la placa aparecieron los rasgos familiares del Emperador Gregor Vorbarra, finos, oscuros, reservados. Miles leyó una profunda irritación en el leve frunce de sus labios.

—Lamento interrumpir tu luna de miel, Miles —empezó a decir Gregor—. Pero si este mensaje te llega, es que no has cambiado tu itinerario. Así que de todas formas vienes de regreso a casa.

«No lo lamentaba tanto, entonces.»

—He tenido la buena suerte y tú la mala de que seas el hombre que está físicamente más cerca de este lío. Por decirlo brevemente, una de nuestras flotas de comercio con base en Komarr recaló en una instalación del espacio profundo, cerca del Sector V, para reavituallarse y descansar. Uno (o más de uno, los informes no están claros) de los oficiales de su escolta militar barrayaresa o bien desertó o fue secuestrado. O fue asesinado… Los informes tampoco son claros a ese respecto. La patrulla que el comandante de la flota envió para recuperarlo tuvo problemas con los lugareños. Hubo disparos (cito textualmente), hubo daños en el equipo y las estructuras, y gente de ambos bandos resultó al parecer seriamente herida. No se ha informado aún de ninguna muerte, pero puede que eso haya cambiado cuando tú recibas este mensaje, Dios nos ayude.

»El problema, uno de ellos, al menos, es que recibimos una versión significativamente distinta de los acontecimientos del observador local de SegImp por parte de la Estación Graf, muy distinta a la de nuestro comandante de la flota. Sin embargo, ahora parece que más miembros del personal de Barrayar están retenidos como rehenes, o han sido hechos prisioneros, dependiendo de qué versión creamos. Se han presentado cargos, impuesto multas y generado gastos, y la respuesta local ha sido retener todas las naves atracadas hasta que el lío se resuelva a su satisfacción. Para complicar más las cosas, los consignatarios komarreses nos piden ahora la cabeza de sus escoltas barrayareses. Para tu, ah, deleite, todos los informes originales que hemos recibido hasta ahora, de todos los puntos de vista, están incluidos después de este mensaje. Disfruta.

Gregor sonrió de una manera que hizo que Miles sintiera un escalofrío.

—Para aumentar la gravedad del problema, la flota en cuestión es propiedad de Toscane en un cincuenta por ciento.

La flamante esposa de Gregor, la emperatriz Laisa, era heredera de Toscane y komarresa de nacimiento, un matrimonio político de enorme importancia para la paz de la frágil unión de planetas que era el Imperio. El Emperador continuaba:

—El problema de cómo satisfacer a mis parientes políticos y presentar simultáneamente el aspecto de imparcialidad imperial ante todos sus rivales comerciales komarreses… lo dejo a tu criterio.

La fina sonrisa de Gregor lo decía todo.

—Ya sabes lo que hay que hacer. Te pido y te exijo que, como mi Voz, vayas a la Estación Graf a toda velocidad y con tanta seguridad como sea posible resuelvas esta situación antes de que siga deteriorándose. Libera a todos mis súbditos de las manos de los lugareños y haz que la flota siga su curso. Sin iniciar una guerra, por favor, ni cargarte mi presupuesto imperial.

»Y, ya de paso, averigua quién está mintiendo. Si es el observador de SegImp, es un problema que habrá que pasar a su cadena de mando. Si es el comandante de la flota… que por cierto es el almirante Eugin Vorpatril, entonces tenemos un problema… mucho más problemático.

O, más bien, mucho más problemático para el enviado de Gregor, la Voz de su Emperador, su Auditor Imperial. Es decir, Miles. Miles reflexionó sobre las interesantes pegas inherentes al intento de arrestar, sin apoyo, lejos de casa, a un oficial al mando arropado por sus hombres, todos viejos conocidos y posiblemente fieles a él hasta la muerte. Y además a un Vorpatril, hijo de un clan de la aristocracia barrayaresa con importantes conexiones políticas con el Consejo de Condes. La tía y el primo de Miles eran Vorpatril. «Oh, gracias, Gregor.»

El Emperador continuó:

—En asuntos bastante más cercanos a Barrayar, algo ha agitado a los cetagandeses cerca de Rho Ceta. No hace falta entrar en detalles, pero agradecería que resolvieras esta crisis del bloqueo lo más rápida y eficazmente que puedas. Si el asunto de Rho Ceta se complica, quiero que estés de vuelta en casa. El lapso de comunicaciones entre Barrayar y el Sector V va a ser demasiado largo para que me tengas vigilándote por encima del hombro, pero algún informe de progresos o de situación ocasional sería un detalle simpático, si no te importa.

La voz de Gregor no cambió al lanzar esta ironía. No hacía falta. Miles bufó.

—Buena suerte —concluyó Gregor. La pantalla del visor se convirtió en una muda imagen del Sello Imperial. Miles extendió la mano y lo desconectó. Podría estudiar los informes detallados cuando estuviera en ruta.

¿Él? ¿O los dos?

Miró el pálido perfil de Ekaterin; ella volvió hacia él sus serios ojos azules.

—¿Quieres venir conmigo o continuar camino a casa?

—¿Puedo ir contigo? —preguntó ella, vacilante.

—¡Claro que puedes! La pregunta es: ¿te gustaría?

Ella alzó las oscuras cejas.

—No es la única pregunta, sin duda. ¿Crees que te serviría de algo o sólo te distraería de tu trabajo?

—Hay una colaboración oficial y una colaboración extraoficial. No apuestes a que lo primero es más importante que lo segundo. ¿Sabes cómo habla la gente contigo para intentar hacerme llegar mensajes de forma indirecta?

—Oh, sí —los labios de ella se torcieron de disgusto.

—Bueno, sí, me doy cuenta de que es fastidioso, pero eres muy buena sorteándolos, ¿sabes? Por no mencionar la información que se obtiene sólo con estudiar la clase de mentiras que dice la gente. Y, ah… no-mentiras. Puede que algunas personas que no quieran hablar conmigo lo hagan contigo, por un motivo u otro.

Ella aceptó la justeza de sus argumentos con un pequeño gesto de la mano.

—Y… sería un auténtico alivio para mí tener a alguien con quien poder hablar con total libertad.

La sonrisa de ella se torció un poco.

—¿Hablar o desahogarte?

—Yo… ¡ejem!… sospecho que esto va a implicar un montón de lo segundo, sí. ¿Crees que podrás soportarlo? Podría ser una lata, además de aburrido.

—Sabes, sigues diciendo que tu trabajo es aburrido, Miles, pero se te han puesto los ojos brillantes.

Él se aclaró la garganta y se encogió de hombros, sin dar muestras del más mínimo arrepentimiento.

Ella aparcó la diversión y frunció el ceño.

—¿Cuánto tiempo crees que durará esto?

Él repasó los cálculos que sin duda ella había hecho ya. Faltaban seis semanas, día arriba o día abajo, para los nacimientos previstos. Su plan original de viaje los habría devuelto a la Mansión Vorkosigan con un cómodo mes de antelación. El Sector V estaba en dirección contraria a su situación actual respecto a Barrayar, si es que podía decirse que la red de puntos de salto que la gente empleaba para ir de acá para allá tenía alguna dirección. Varios días para llegar a la Estación Graf, más otras dos semanas de viaje al menos para llegar a casa desde allí, incluso en el más rápido de los correos rápidos.

—Si puedo resolver las cosas en menos de dos semanas, podremos llegar a casa a tiempo.

Ella dejó escapar una risa.

—Por mucho que me empeño en ser moderna y galáctica, me sigue pareciendo algo muy raro. Muchos hombres no están en casa cuando nacen sus hijos, pero eso de «mi madre estaba fuera de la ciudad el día que nací, así que se lo perdió» me parece… bueno, una queja más fundada.

—Si la cosa se retrasa, supongo que podría enviarte a casa sola, con una escolta adecuada. Pero yo también quiero estar presente.

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