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Lois Bujold: En caída libre

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Lois Bujold En caída libre

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Leo Graf era tan sólo un competente ingeniero de soldadura: se ocupaba de sus asuntos, hacia bien el trabajo y se ajustaba a las especificaciones. Pero todo cambió cuando fue asonado al Hábitat Cay y conoció a los cuadrúmanos, seres sin piernas y con cuatro brazos adaptados por la ingeniería genética para el trabajo en ausencia de la gravedad. ¿Quién podría permanecer indiferente antela explotación y la esclavitud de un millar de jóvenes tratados como objetos por Galac-Tech. la gran corporación espacial? Fue relativamente fácil adoptar, un tanto ilegalmente, a un millar de cuadrúmanos. Lo difícil fue enseñarles a ser libres. Un retorno de lujo a los temas de la ciencia ficción campbelliana basada en la aventura y la especulación científica inteligente, con personajes de una entrañable «normalidad». Un hito en la moderna literatura de ciencia ficción.

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La doctora Yei, siempre directa, según la experiencia de Claire, sonreía ahora con cierta falsedad. Miró a Tony, que flotaba en el aire, y frunció los labios.

—Me alegra que estés aquí, Tony, porque tengo buenas noticias también para ti. Tu instructor de soldadura, el señor Graf, te ha calificado como el mejor de su clase. Así que has sido elegido como capataz de un grupo que saldrá a realizar el primer contrato que Galac-Tech delegó al Proyecto Cay. Tú y tus compañeros seréis embarcados aproximadamente dentro de un mes hacia un lugar llamado Estación Kline. Está en el extremo opuesto del nexo, detrás de la Tierra. Es un viaje largo, de manera que el señor Graf ha decidido ir también en el viaje para completar la preparación en ruta, además de ser supervisor de ingenieros.

Tony se agitó a través de la habitación, lleno de emoción.

—¡Por fin! Trabajo real. Pero… —Hizo una pausa, sorprendido. Claire, que ya había pensado lo mismo, sintió que el rostro se le convertía en una máscara—. Pero ¿cómo se supone que Claire quedará embarazada el mes próximo si yo estoy fuera en alguna misión?

—El doctor Minchenko congelará un par de muestras de esperma antes de que te vayas —sugirió Claire—. ¿No es cierto?

—Bueno —dijo la doctora Yei—. En realidad, ésos í no eran los planes. Se ha programado que el padre de tu próximo bebé sea Rudy, de Instalaciones de Microsistemas.

—¡Oh, no! —exclamó Claire. La doctora Yei estudió sus rostros y frunció la boca, con un gesto adusto.

—Rudy es un buen muchacho. Le dolerá esta reacción, estoy segura. Claire, esto no puede cogerte por sorpresa, después de todas nuestras charlas.

—Sí, pero… esperaba que, como Tony y yo nos llevábamos tan bien, nos permitirían… Estaba a punto de pedírselo al doctor Cay.

—Ya no está entre nosotros —suspiró la doctora Yei—. De forma que habéis estado juntos y os sentís como pareja. Os previne que no lo hicierais, ¿o no?

Claire bajó la cabeza. Ahora era Tony el que había perdido toda expresión de felicidad.

—Claire, Tony, sé que esto es difícil. Pero vosotros, en las primeras generaciones, tenéis una responsabilidad especial. Sois el primer paso en un plan muy detallado a largo plazo de Galac-Tech, que llevará varias generaciones. Vuestras acciones tienen un efecto multiplicador fuera de toda proporción. Mirad, esto no es, de ninguna manera, el fin del mundo para vosotros. Es muy probable que volváis a estar juntos alguna vez. Claire tiene programada una larga carrera reproductiva. Y tú, Tony, eres el mejor. Galac-Tech tampoco va a desperdiciarte. Habrá otras chicas…

—No quiero otras chicas —dijo Tony con firmeza—. Sólo a Claire.

La doctora Yei hizo una pausa y continuó.

—No tendría que decirte esto todavía, pero te han asignado a Sinda, de Nutrición. Siempre pensé que era una joven extraordinariamente bonita.

—Se ríe como una sierra.

La doctora Yei suspiró con impaciencia.

—Bueno, lo discutiremos más tarde. Cuando llegue el momento. Ahora tengo que hablar con Claire.

Lo empujó hacia la puerta y cerró con llave, sin prestar atención a sus objeciones.

Se dirigió a Claire y la miró con cierto enojo.

—Claire, ¿habéis tenido relaciones sexuales después de quedarte embarazada?

—El doctor Minchenko dijo que no afectaría al bebé.

—¿Él lo sabía?

—No sé… Sólo se lo pregunté de una manera general. —Claire estudiaba sus manos, con culpabilidad—. ¿Esperabais que no tuviéramos más relaciones?

—Por supuesto.

—Nunca nos lo dijisteis.

—Vosotros tampoco lo preguntasteis. Por cierto, fuisteis lo suficientemente cuidadosos para no sacar el tema, ahora que pienso en ello… ¿Cómo pude ser tan ciega?

—Pero los terrestres lo hacen todo el tiempo —se defendió Claire.

—¿Cómo sabes lo que hacen los terrestres?

—Silver dice que el señor Van Atta… —Claire enmudeció de golpe.

La doctora Yei agudizó su atención, realmente incómoda.

—¿Qué es lo que sabes de Silver y el señor Van Atta?

—Bueno… creo que todo. Quiero decir, todos queríamos saber cómo lo hacían los terrestres. —Claire hizo una pausa—. Los terrestres son extraños — agregó.

Después de un instante paralizado, la doctora Yei escondió la cara entre las manos y no pudo evitar sonreír entre dientes.

—Así que Silver os ha estado proporcionando información detallada. — Bueno, sí.

Claire observó a la psicóloga con verdadera fascinación.

La doctora Yei contuvo su sonrisa. Tenía un brillo extraño en los ojos, en parte porque le causaba gracia, en parte porque le irritaba.

—Supongo… supongo que es mejor que le digas a Tony que no comente nada. Me temo que al señor Van Atta no le gustaría darse cuenta que sus actividades personales tienen un público de segunda mano. —Muy bien —acordó Claire, como si dudara—. Pero… vosotros siempre queríais saber todo sobre Tony y yo.

—Es diferente. Queríamos ayudaros.

—Bueno, nosotros y Silver queríamos ayudarnos entre nosotros.

—Se supone que no tenéis que ayudaros entre vosotros. —El tono de crítica de la doctora Yei estaba disimulado detrás de su sonrisa reprimida—. Se supone que tenéis que esperar a que os sirvan —agregó—. Por cierto, ¿cuántos de vosotros conocéis la información de Silver? Sólo tú y Tony, ¿cierto?

—Bueno, mis compañeras de dormitorio también. Yo llevo a Andy allí en mis horas libres y jugamos con él. Antes dormía frente a Silver hasta que me mudé. Ella es mi mejor amiga. Silver es tan… tan valiente. Hace cosas que yo nunca me atrevería a hacer. —Claire suspiró con cierta envidia.

—Ocho chicas —murmuró Yei—. ¡Oh, dios Krishna! No quiero pensar que alguna se haya visto inspirada para la emulación.

Claire, sin ninguna intención de mentir, no dijo nada. No fue necesario. La psicóloga lo supo con sólo mirarla.

Yei dio una vuelta indecisa en el aire.

—Tengo que hablar con Silver. Debería haberlo hecho cuando lo sospeché por primera vez, pero pensé que el tipo sería lo suficientemente sensato como para no contaminar el experimento. Mira, Claire, quiero seguir hablando contigo sobre tu nueva asignación. Estoy aquí para intentar hacer las cosas de la manera más fácil posible. Sabes que te ayudaré, ¿no es cierto? Volveré contigo tan pronto como pueda.

Yei desprendió a Andy de su cuello, donde el bebé estaba saboreando el pendiente, y se lo devolvió a Claire. Mientras salía del cuarto, murmuraba algo sobre «contener el daño…».

Una vez sola, Claire se aferró al bebé. Su incertidumbre se había convertido en una placa de metal clavada en el corazón. Se había esmerado tanto por ser buena…

Leo miró con aprobación la luz intensa y las densas sombras del vacío, mientras dos de sus alumnos con trajes espaciales colocaban con precisión el anillo de sujeción en el extremo del tubo flexible. Las ocho manos de los dos hombres facilitaban la tarea.

—Ahora, Pramod, Bobbi, traed el soldador y el grabador y ponedlos en posición de encendido. Julián, pon en funcionamiento el programa de alienación por láser óptico.

Una docena de figuras de cuatro manos, con los nombres y los números impresos en la parte frontal de sus cascos y en la espalda de sus uniformes plateados, fluctuaban buscando un buen punto de observación. —Ahora, en estas soldaduras de penetración parcial de alta densidad y energía —el audio de los trajes espaciales captaba la explicación de Leo—, el haz de electrones no debe llegar a un estado permanente de penetración. Este haz puede perforar hasta medio metro de acero. Si pasara algo así, digamos que la nave de presión nuclear o la cámara de propulsión pueden perder su integridad estructural. Por ejemplo, el pulsor que Pramod está controlando en este momento —dijo Leo en un tono que alertó a Pramod e hizo que revisara rápidamente la lectura del sistema en su máquina—, utiliza la oscilación natural del punto de impacto del haz dentro de la cavidad de soldadura para fijar una secuencia de impulsos que mantenga su frecuencia, eliminando el problema de perforación. Siempre es necesario controlar dos veces esta función antes de comenzar.

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