“¿Eh?” Wayne lo miró con sorpresa y encontró a Rondel mirándolo fijamente, sacudiendo sus manos nerviosamente en sus pantalones. “¿Qué quieres decir?”
“Bueno, sobre el sexo. Tuvo que ser excitante.”
Lo fue, en su medida. Como aquel hombre que da gran parte de su salario a la iglesia, al fin y al cabo un hipócrita. Wayne casi se quedó ciego por el flash repentino del alma de Rondel, y saber que aquel era el punto débil de ese hombre hizo florecer su interior. Intentó no mostrar demasiado sentimiento en su respuesta. “No, de hecho era algo aburrido.”
Aquellas palabras tuvieron el efecto deseado. Rondel lo miró perplejo. “¿Aburrido? No lo creo.”
“Seguro, piénsalo un momento. Cuando tienes que hacerlo, el acto físico del sexo es tan sólo un acto repetitivo. Cuando lo estás haciendo, por supuesto, te sientes perdido en las sensaciones con tu propio cuerpo, pero recreando las vistas, sonidos y olores todo se vuelve muy artificial. La mayor parte de la mejor literatura erótica ha sido sobre los preliminares, siendo el sexo en sí solamente una pequeña parte. Además, todo lo que hacemos es una burla. No nos permiten jamás consumarlo.”
“¿Por qué no?”
“Por la misma razón por la que no se nos permite herir o matar a alguien, supongo. Incluso en sueños normales, nadie finaliza el acto. Puedes acercarte muchas veces, pero siempre ocurre algo que te impide llegar hasta el final.
Se quedó parado. “Quizás es la manera que tiene el cuerpo de aguantar la tensión, pero la FCC tiene unas normas muy estrictas para nosotros. Nada de consumación. Si intentamos hacer algo, irán a por nosotros, y casos ocurridos como los de Spiegelman terminan pareciendo una simple merienda.”
“¿Qué tipo de cosas haces, entonces?”
“Cosas rutinarias, la mayoría. Uno-a-uno, fantasías de harén, orgías. Me mantengo alejado de la gente realmente problemática, el S&M, castigos, escatología y cosas por el estilo. Probé una vez con un Sueño gay, pero fue terrible. No iba conmigo, y el jefe me pidió que me limitara a lo estándar. Hice alguna escena lesbiana durante una época, pero aquello era diferente. Las fantasías lésbicas casi son exclusivas a los hombres, y por lo que me han contado, la mayoría de las mujeres gay no están interesadas en ello. Qué divertido”
Rondel lo interrumpió. Salimos por aquí, en el Canyon Laurel.”
Durante los siguientes minutos Rondel estuvo ocupado dándole las direcciones a Wayne por las calles hacia su casa, y aquella conversación se terminó. Cuando el coche de Wayne hubo aparcado frente a su destino, era demasiado tarde para reemprender la charla sobre el antiguo trabajo de Wayne, cosa que a él le parecía bien.
“Entra y te daré el libro” dijo Rondel invitándole.
“Puedes dármelo mañana en la reunión de equipo.”
“Solamente será un minuto. Ven.”
Sin saber porqué, Wayne salió del coche y siguió a Rondel hasta la casa.
La casa no era nada del otro mundo, un edificio modesto de una planta construido algo alejado de la calle. La parte delantera estaba cercada por una valla que parecía echa de cadenas, atada como para evitar que los niños jugarán por ahí. La hierba estaba bastante alta en algunas partes, y llena de agujeros en tras. Definitivamente Rondel no poseía el mismo nivel de jardinería que otros.
Una simple bombilla colgaba de la puerta delantera. Aunque daba escasa luz, Wayne se dio cuenta tras subir las escaleras hacia el porche que la pintura se estaba cayendo de las paredes de madera y la tapa de la ventana estaba agujereada por varios lugares. Qué viejo , pensó de una manera repugnante. Este hombre es una de las estrellas de nuestra profesión, y vive de esta manera. ¿Porqué?
Si se sintió consternado por la apariencia exterior de la casa, la interior literalmente lo horrorizó.
Cuando Rondel abrió la puerta, la nariz de Wayne fue asaltada por un hedor agrio parecido a un lavabo para gatos el cual no ha sido cambiado durante semanas. El suelo estaba lleno de viejos periódicos y revistas. Las estanterías alineadas con las paredes estaban apiñadas no solamente con libros, si no con platos sucios, vasos y una serie de otros objetos que parecían haber sido colocados a toda prisa y no tocados más. Los muebles eran viejos, y sus acabados estaban desgastados y rotos en numerosas partes.
“Perdona por el desorden” dijo Rondel cohibido mientras andaba con cuidado entre tanta porquería por el suelo. “No tengo mucho tiempo para limpiar, y mi madre no puede hacerlo, por lo que se va amontonando todo...”
Wayne no hizo comentario alguno mientras seguía a Rondel. A cada segundo, su descontento iba creciendo , y lo único que deseaba es no haber aceptado nunca aquella invitación. Tal como le había dicho DeLong, tenía que aprender a decir “no” un poco más rápido.
“Vince, ¿eres tú?” dijo una voz chillona desde la parte trasera. “Gracias a Dios que has vuelto. Pensaba que no vendrías más.”
“Sí, mama. Ahora vengo.”
“¿Hay alguien contigo? He escuchado como hablabas con alguien.”
“Sí, mama. Es Wayne Corrigan, compañero de trabajo. Te hablé de él. Me ha llevado hasta casa” dijo dirigiéndose a Wayne. “Perdona un segundo, tengo que ver como está. Regresaré en un instante.”
Cruzó la mitad del pasillo y desapreció, dejando Wayne solo.
Algo rozó con su pierna, y casi le arrancó la piel. En una casa como aquella, ¿quién sabe las criaturas que andarían sueltas por ahí? Pero tan solo era un gato, uno de pelo corto gris y blanco, con aspecto delgado y desaliñado. Llevaba algo en la boca, lánzandolo antes de que Wayne pudiera ver de que se trataba. Tras echar un vistazo a su alrededor, Wayne se vio en medio de varios pares de ojos felinos escondidos en las oscuras esquinas de aquella habitación abarrotada de cosas.
Rondel y su madre estaban hablando en la otra habitación. Discutir sería la palabra. Wayne hizo ver que no escuchaba —la Sra. Rondel decía algo así como “extranjeros en la casa”— y cosas de estilo que resultaron muy evidentes. A Wayne siempre le provocaba no sentirse a gusto siendo un intruso en una disputa familiar, y se vio tentado a dar media vuelta e irse, pero no había forma alguna educada para hacerlo tras aceptar la invitación de Rondel de venir. Tenía que esperar hasta que Rondel regresara y así poder dar una excusa formal.
La suciedad de la habitación empezaba a sentirse peor cuanto más tiempo permanecía allí dentro. Wayne pudo ver un puñado de pelotas restos de pañuelos entre los papeles del suelo, y creyó ver una enorme cucaracha en una de las esquinas antes de desaparecer por debajo del zócalo. Los platos, que le recordaban a los de Limoges china que tenía su madre, habían sido apilados al azar en las estanterías con todavía restos de comida en ellos, algunos de los cuales ya les salía moho. Junto a uno de los platos había una pequeña pieza de Steuben, una ballena de cristal con su cola levantada en el aire, pero esta estaba rota, y también una de sus aletas. Habían cortinas de encaje en las ventanas, pero mostraban la presencia durante años de gatos. Había una hilera de plantas muertas y marchitadas a lo largo de la repisa de la ventana, y por el estado en el que se encontraban, era imposible saber que tipo de plantas habían sido.
Junto a la puerta que debía llevar a la cocina, había una bolsa marrón de la compra llena de basura, entre la cual Wayne pudo ver los restos usados de cenas congeladas. De la cocina llegaba un leve olorcillo a agrio a medio camino entre el olor a cloaca y una tumba abierta.
Si me quedo mucho más tiempo, pensó Wayne, me pondré malo. ¿Cómo puede alguien vivir de esta manera?
Rondel sacó la cabeza. “Corrigan, ¿tienes un minuto? Me gustaría que conocieras a mi madre.”
Читать дальше