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George Martin: Tormenta de espadas

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George Martin Tormenta de espadas
  • Название:
    Tormenta de espadas
  • Автор:
  • Издательство:
    Gigamesh
  • Жанр:
  • Год:
    2005
  • Город:
    Barcelona
  • Язык:
    Испанский
  • ISBN:
    84-96208-08-7
  • Рейтинг книги:
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Tormenta de espadas: краткое содержание, описание и аннотация

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Las huestes de los fugaces reyes de Poniente, descompuestas en hordas, asolan y esquilman una tierra castigada por la guerra e indefensa ante un invierno que se anuncia inusitadamente crudo. Las alianzas nacen y se desvanecen como volutas de humo bajo el viento helado del Norte. Ajena a las intrigas palaciegas, e ignorante del auténtico peligro en ciernes, la Guardia de la Noche se ve desbordada por los salvajes. Y al otro lado del mundo, Daenerys Targaryen intenta reclutar en las Ciudades Libres un ejército con el que desembarcar en su tierra.

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—Los auténticos caballeros ven cosas peores cada vez que van a la guerra, moza —dijo Jaime—. Y hacen cosas peores, ya lo creo.

Brienne hizo girar la embarcación hacia la orilla.

—No dejaré que ningún inocente sea pasto de los cuervos.

—Sois una moza desalmada. Los cuervos también tienen que comer. Regresa al río y deja en paz a los muertos, mujer.

Atracaron un poco más adelante de donde el gran roble se inclinaba sobre las aguas. Mientras Brienne arriaba la vela, Jaime salió del esquife, moviéndose con dificultad a causa de las cadenas. El agua del Forca Roja le llenaba las botas y lo empapaba a través de los calzones harapientos. Entre risas, cayó de rodillas, sumergió la cabeza en el agua y se levantó, empapado y chorreando. Tenía las manos sucísimas, y cuando se las frotó en la corriente hasta dejarlas limpias, las vio más delgadas y pálidas de lo que recordaba. Cuando se incorporó, sintió las piernas rígidas e inestables.

«He pasado demasiado tiempo en la maldita mazmorra de Hoster Tully.»

Brienne y Cleos arrastraron el esquife hasta la orilla. Los cuerpos colgaban por encima de sus cabezas como fruta podrida que la muerte había madurado en exceso.

—Uno de nosotros tendrá que cortar las cuerdas —dijo la moza.

—Yo subiré. —Jaime salió a la orilla, tintineando—. Quitadme las cadenas.

La moza miraba hacia arriba, a una de las mujeres muertas. Jaime se le acercó, a pasitos cortos, los únicos que permitía aquella cadena de un par de palmos. Cuando vio el tosco letrero que colgaba del cuello del cadáver más alto, sonrió.

«Se acuestan con leones», leyó para sí.

—Es bien cierto, mujer, no ha sido una acción nada caballeresca… Pero la ha protagonizado vuestro bando, no el mío. Me pregunto quiénes serían estas mujeres.

—Mozas de taberna —dijo Ser Cleos Frey—. Esto era una posada, ahora me acuerdo. Varios hombres de mi escolta pasaron la noche aquí la última vez que fuimos a Aguasdulces.

Del edificio sólo quedaban los cimientos de piedra y un caos de vigas caídas, totalmente carbonizadas. De las cenizas todavía salía humo.

Jaime dejaba los burdeles y las putas para su hermano Tyrion. Cersei era la única mujer que había deseado en su vida.

—Al parecer, las chicas complacieron a algunos soldados de mi señor padre. Quizá les dieron de comer y de beber. Así se ganaron su collar de traidoras, con un beso y una jarra de cerveza. —Examinó el río, arriba y abajo, para cerciorarse de que estaban solos—. Estas tierras son de los Bracken. Lord Jonos debe de haber dado la orden de que las mataran. Mi padre quemó su castillo, me temo que no nos tendrá mucho cariño.

—Debe de ser un trabajito de Marq Piper —dijo Ser Cleos—. O de Beric Dondarrion, ese bandido del bosque, aunque he oído que sólo mata a soldados. ¿No sería una banda de norteños de Roose Bolton?

—Mi padre derrotó a Bolton en el Forca Verde.

—Pero no lo eliminó —dijo Ser Cleos—. Regresó al sur cuando Lord Tywin marchó contra los vados. En Aguasdulces se contaba que le había arrebatado Harrenhal a Ser Amory Lorch.

A Jaime no terminaba de gustarle el cariz que estaba tomando aquello.

—Brienne —dijo, apelando a la cortesía del nombre con la esperanza de que lo escuchara—, si Lord Bolton domina Harrenhal, lo más probable es que el Tridente y el camino real estén vigilados.

Creyó ver un atisbo de vacilación en los enormes ojos azules de la moza.

—Estáis bajo mi protección. Tendrán que matarme.

—No creo que eso les suponga un problema de conciencia.

—Peleo tan bien como vos —dijo ella, a la defensiva—. Yo estaba entre los siete elegidos del rey Renly. Me puso personalmente la seda a rayas de la Guardia Arcoiris.

—¿La Guardia Arcoiris? Vos y otras seis chicas, ¿no? Un bardo dijo en cierta ocasión que todas las chicas parecen bellas cuando se visten de seda… pero no os conocía, ¿verdad?

El rostro de la mujer enrojeció.

—Tenemos tumbas que cavar. —Caminó hacia el roble y comenzó a trepar.

Las ramas más bajas del árbol eran lo bastante grandes para que pudiera ponerse de pie sobre ellas mientras se abrazaba al tronco. Caminó entre las hojas con la daga en la mano mientras liberaba los cadáveres. Los cuerpos cayeron, rodeados por enjambres de moscas; con cada uno que dejaba caer el hedor aumentaba.

—Es tomarse demasiado trabajo por unas putas —se quejó Ser Cleos—. ¿Con qué se supone que vamos a cavar? No tenemos palas, y no pienso usar mi espada ni…

Brienne lanzó un grito. En lugar de bajar por el tronco, se dejó caer.

—Al bote. Deprisa. He visto una vela.

Se apresuraron todo lo que les fue posible, aunque Jaime apenas podía correr y su primo tuvo que tirar de él para meterlo en el esquife. Brienne se impulsó con un remo e izó la vela a toda velocidad.

—Ser Cleos, necesito que reméis conmigo.

Hizo lo que le ordenaban. El esquife comenzó a cortar el agua con más celeridad; la corriente, el viento y los remos trabajaban en su favor. Jaime permanecía sentado y encadenado mirando río arriba. Lo único que se divisaba era el extremo superior de la otra vela. Según las curvas del Forca Roja, parecía estar más allá de los campos, moviéndose hacia el norte tras una muralla de árboles, mientras ellos iban hacia el sur, pero sabía que se trataba de una sensación engañosa. Levantó ambas manos para protegerse los ojos.

—Rojo cieno y azul aguado —anunció.

Brienne abría y cerraba la enorme boca sin emitir sonido alguno, eso le daba el aspecto de una vaca rumiando el pasto.

—Más deprisa, ser.

La posada desapareció pronto a sus espaldas y también perdieron de vista la punta de la vela, pero eso no quería decir nada. Cuando los perseguidores dieran la vuelta al recodo se harían visibles de nuevo.

—Es de esperar que los caballerosos Tully se detengan a enterrar a las putas muertas.

A Jaime, la perspectiva de volver a su celda no le resultaba atractiva.

«Seguro que a Tyrion se le ocurriría algo genial en este momento, pero a mí lo único que se me ocurre es atacarlos con una espada.»

Durante casi una hora jugaron al escondite con los perseguidores, mientras se deslizaban por los recodos o entre isletas frondosas. Y cuando comenzaban a tener esperanzas de que, de alguna manera, habían logrado eludir la persecución, la vela distante volvió a hacerse visible. Ser Cleos dejó de remar.

—Que los Otros se los lleven —dijo, secándose el sudor de la frente.

—¡Remad! —ordenó Brienne.

—Lo que nos persigue es una galera fluvial —anunció Jaime después de escudriñar un rato. A cada golpe de remo parecía hacerse más grande—. Nueve remos a cada lado, lo que quiere decir dieciocho hombres. Más, si llevan soldados además de remeros. Y su vela es más grande que la nuestra. No podemos escapar.

—¿Has dicho dieciocho? —preguntó Ser Cleos, se había quedado paralizado con el remo en la mano.

—Seis para cada uno de nosotros. Yo me encargaría de ocho, pero estos brazaletes me molestan un poco. —Jaime levantó las muñecas—. A no ser que Lady Brienne tenga la bondad de quitármelos.

Ella no le prestó atención y puso todo su esfuerzo en bogar.

—Teníamos media noche de ventaja sobre ellos —dijo Jaime—. Han estado remando desde el amanecer, dejando descansar dos remos por turno. Deben de estar agotados. En este momento, la vista de nuestra vela les ha dado nuevos ánimos, pero no les durarán. No tendremos problemas para matar a muchos de ellos.

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