Simon Hawke - El desterrado

Здесь есть возможность читать онлайн «Simon Hawke - El desterrado» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El desterrado: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El desterrado»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Sorak es un mestizo, abandonado en el desierto, que es rescatado por una druida errante y educado después en la Disciplina del Druida y La Senda del Protector. Busca sus orígenes y al misterioso hechicero conocido como "El Sabio", cuya vida corre peligro. En esta aventura épica será acompañado por Ryana, la hermosa sacerdotisa villichi que ha quebrantado sus votos para acompañarlo, y por la encantadora y mimada hija de un rey-hechicero. Juntos desafiarán los peligros del desolador desierto arthesiano, en el mundo del Sol Oscuro. Por primera vez, en un solo volumen, la trilogía "La Tribu de Uno", de Simon Hawke, que en su día se publicó en tres libros: "El Desterrado", "El Peregrino" y "El Nómada".

El desterrado — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El desterrado», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Ese tal Rokan estaba terriblemente desfigurado cuando lo encontraron -dijo Sadira.

– ¿Y… qué tiene eso que ver?

– Haced pasar al primer testigo -llamó Sadira.

– ¿Testigo? ¿Testigo de qué? -inquirió Timor colérico.

Un soldado de la guardia de la ciudad entró en la estancia.

– ¿Fuiste tú uno de los que detuvieron al malhechor nibenés, Rokan?

– Sí, señora, lo fui.

– ¿Tenía él alguna clase de desfiguración en ese momento?

– No, señora, ninguna.

– ¿Quedó desfigurado de algún modo durante su captura?

– No, señora.

– ¿Mostraba alguna desfiguración cuando lo dejasteis en los aposentos privados del sumo templario?

– No, señora.

– Gracias; puedes irte.

El soldado se dio la vuelta y salió.

– ¿Y qué? -dijo Timor, cáustico-. ¿Que prueba eso? Sólo que no estaba desfigurado cuando me lo trajeron; sin duda le sucedió durante la huida o quizá poco después.

– Haced pasar al siguiente testigo -ordenó Sadira.

Entró un hombre a quien Timor no había visto en su vida.

– ¿Eres un curandero del mercado elfo? -preguntó Sadira.

– Sí, señora.

– ¿Y trataste al bandido llamado Rokan?

– Él nunca me dijo su nombre, señora, pero lo reconocí cuando me mostraron su cuerpo. Vino a verme en mitad de la noche y me amenazó con rebanarme la garganta si no lo curaba de una herida de flecha. Una saeta lanzada por una ballesta, para ser preciso.

– Para que conste, la noche en cuestión fue la misma en que tuvo lugar el ataque contra el elfling, Sorak -indico Sadira, paseando la mirada por los miembros del consejo-, del que ya han dado fe otros testigos. -Se volvió hacia el curandero-. ¿Estaba Rokan desfigurado cuando fue a verte para que lo curases?

– Sí, señora, de una forma horrible -respondió el hombre-. Su rostro estaba tal y como lo vi cuando me enseñaron el cadáver.

– ¿Mencionó cómo fue que resultó desfigurado?

– Preguntó si podía devolverle su aspecto normal, y yo le dije que estaba más allá de mis habilidades. Respondió que había sido un hechicero quien lo había desfigurado, pero no dijo su nombre.

– ¿Así que curaste la herida de flecha y luego se fue? -inquirió Sadira.

– Realizamos otra pequeña transacción -contestó el curandero-. Quería información sobre venenos. Algo muy fuerte, que matara deprisa. Le dije que yo curaba y no trataba con venenos, pero, como no quería que me degollara, mencioné uno que podría servir. Hubiera podido encontrarlo con facilidad en el mercado elfo, así que, de todos modos, no le conté nada que no hubiera podido averiguar en otra parte; no vi ningún motivo para callar una simple información.

– ¿Cuál fue el veneno que le mencionaste? -quiso saber Sadira, pasando por alto la ambigüedad del curandero.

– Veneno de la araña de cristal, señora. Quería algo para envenenar una flecha.

– ¿Una flecha como esta saeta? -preguntó ella, alzando con cuidado el objeto.

– Sí, señora.

– Esta flecha se recuperó del cuerpo del tigone que pertenecía al elfling -especificó Sadira-. Rokan la disparó contra el elfling, pero falló y en su lugar mató al animal. Curandero, ¿podrías examinar esta sustancia pastosa que se ve sobre la saeta?

El hombre se acercó a ella, se inclinó, y con sumo cuidado olfateó la flecha.

– Es veneno de una araña de cristal, señora.

– Gracias; te puedes ir.

El hombre saludó con la cabeza y abandonó la habitación.

– ¿De qué sirve todo esto? -exigió Timor-. Así que Rokan intentó matar al elfling. ¿Y qué tengo yo que ver con ello? No habéis probado nada con estos supuestos «testigos». Te limitas a traerlos para que añadan una apariencia de solidez a tus infundadas insinuaciones.

– A Rokan lo desfiguraron mediante la magia -afirmó Sadira-. No estaba desfigurado cuando lo llevaron ante ti.

– ¡Bien, pues lo desfiguraron utilizando magia, y eso demuestra que yo no pude hacerlo! ¡No soy un hechicero! Mi poder me lo dio Kalak durante su reinado, porque yo no sabía nada sobre magia. ¡No sé nada de hechizos profanadores!

– Que entre el capitán Zalcor -dijo Sadira.

Al poco rato, el capitán de la guardia de la ciudad penetraba en la sala.

– Capitán Zalcor, ¿has llevado a cabo tu registro?

– Sí, señora.

– ¿Registro? -preguntó inquieto Timor-. ¿Qué registro?

– ¿Y qué has encontrado?

– Esto, señora -respondió Zalcor, sacando un pequeño cofre de debajo de la capa.

Los ojos de Timor parecieron a punto de saltar de las órbitas al verlo.

– ¿Y dónde lo encontraste?

– En los aposentos privados del sumo templario, señora.

– ¿Y qué contenía?

– Una vez rotas las bisagras y abierto el cofre, se descubrió que contenía un libro de conjuros, señora. Este libro de conjuros. -Lo arrojó sobre la mesa de modo que fue a aterrizar frente a Timor.

– ¡Mentiras! -exclamó el sumo templario-. ¡Esto es una conspiración! ¡Han colocado ese cofre en mi casa!

– ¿Quieres decir que no es tuyo? -inquirió Sadira, enarcando las cejas.

– ¡No lo he visto nunca en mi vida!

La consejera hizo un gesto con la cabeza a Zalcor, y el soldado agarró de improviso a Timor por detrás, inmovilizándole los brazos. Mientras el templario protestaba a gritos, Rikus se levantó de su silla y empezó a registrarlo.

– Zalcor no encontró ninguna llave -explicó Rikus-. Pero, con lo que contenía ese cofre, si fuera mío, yo no perdería nunca de vista la llave. ¡Ajá! ¿Qué tenemos aquí?

Rasgó la túnica de Timor y mostró la llave que el templario llevaba colgada al cuello. De un tirón, el mul la arrancó y la introdujo en la cerradura del cofre. Encajaba a la perfección. La hizo girar, y la cerradura se abrió.

– Supongo que también colocaron ahí la llave -dijo Sadira con frialdad.

La mujer cerró los ojos unos instantes, aspiró con fuerza, murmuró algo para sí e hizo un gesto con la mano. El libro de conjuros se abrió solo, y las páginas empezaron a girar por sí mismas unos segundos. Luego se detuvieron, y el libro quedó abierto sobre la mesa.

– Capitán Zalcor, ¿serías tan amable de mirar la página por la que el libro ha quedado abierto?

– Es un conjuro para resucitar a los muertos, señora -anunció Zalcor echando una mirada por encima del hombro de Timor.

– Jamás supe que planeara esto -dijo Kor, sin levantar los ojos de la superficie de la mesa. Tragó saliva y sacudió la cabeza-. ¡Lo juro, nunca supe que fuera a llegar tan lejos!

– ¡Kor! -chilló Timor-. ¡Cierra la boca, imbécil!

– Diga lo que diga no cambiará nada ahora -anunció Rikus-. Ya has sido declarado culpable.

Del exterior del edificio, llegó el sonido de un gran alboroto. Innumerables voces que gritaban, el ruido de muchos pies. El sonido de un cántico siniestro que cada vez se oía más próximo. Timor se quedó helado. Entonaban su nombre.

– ¡Ti… mor! ¡Ti… mor! ¡Ti… mor! ¡Ti… mor!

– Al parecer las noticias viajan deprisa -comentó Sadira-. ¿Los oyes, Timor? La misma turba que querías lanzar contra nosotros. La voz del pueblo, Timor. Y te quieren a ti.

– ¿No me entregaréis a ellos, verdad? -inquirió él, palideciendo-. ¡No podéis… no debéis! ¡Me despedazarían!

– Y eso sería una gran desgracia -repuso Rikus en un tono que rebosaba sarcasmo.

La muchedumbre estaba cada vez más cerca. Los cánticos sonaban más fuertes ahora, y más insistentes. Por las ventanas abiertas penetraron varias piedras arrojadas desde la calle, y aquellos que estaban sentados en la línea de fuego se retiraron rápidamente cuando nuevos proyectiles cayeron sobre la mesa y las paredes a su espalda. Los miembros del consejo gatearon para ponerse a salvo, y uno de ellos se arriesgó o a echar un vistazo por una ventana.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El desterrado»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El desterrado» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El desterrado»

Обсуждение, отзывы о книге «El desterrado» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x