Maite Carranza - El Desierto De Hielo

Здесь есть возможность читать онлайн «Maite Carranza - El Desierto De Hielo» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El Desierto De Hielo: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Desierto De Hielo»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Anaíd debe descender al mundo de los muertos, pero para ello debe irse de Urt, dejando atrás a sus nuevos amigos y a Roc. Se va de viaje con su madre, que le contará toda la historia anterior a su nacimiento: cómo conoció a su padre y todo lo que tuvo que pasar para librarse de la poderosa y sanguinaria Odish que la perseguía: Baalat.

El Desierto De Hielo — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Desierto De Hielo», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Esta vez Deméter no me abofeteó ni me privó de mi vara, pero la indignación podía con ella.

– Cuando tengas problemas, no me vengas pidiendo ayuda.

– Ni tú a mí. No te pienso ayudar a conseguir el poder ni a pelear con esas brujas chillonas.

Por toda respuesta Deméter, de un golpe de vara efectivo, desintegró mi disfraz de Baalat.

– Me da igual. Me haré otro -grité enfadada.

Deméter abrió la puerta y salió.

La grieta había estado a punto de cerrarse, pero yo me había empeñado en hurgar y hurgar en ella hasta ahondarla.

Al cabo de unos minutos Meritxell entró de puntillas y me miró consternada.

– ¿Os habéis vuelto a pelear?

Le agradecí su interés con un abrazo. Luego me levanté de la cama y miré por la ventana. Los días fríos y secos en los países mediterráneos son luminosos. Cuando el viento barre las nubes, los cielos despejados resplandecen como si fuese verano. Engañan. Inducen a pensar que el sol es cálido y la temperatura agradable, pero en realidad, bajo esa apariencia amable, el frío muerde la piel. Pensaba en Deméter, en su aspecto maternal y protector. Su trenza suave, sus manos hábiles y envolventes. Pero era y sería siempre una bruja fría, una bruja que, antes que comprender a su hija, gobernaría los destinos de otras mujeres. Mi madre había elegido la política y en aquellos momentos yo sentía un odio visceral hacia la tribu. Cogí una toalla y me dirigí hacia el baño.

– ¿Vas a salir? -me preguntó Meritxell.

– Tengo muchas cosas que hacer antes de la fiesta -le respondí.

– ¿Vendrás a la fiesta de Carnaval? -exclamó palmeando.

– Sí, pero tengo un problema.

– ¿Cuál?

Y en su pregunta estaba implícito el deseo de ayudarme.

– No tengo disfraz. Mi madre se lo ha llevado.

Meritxell respiró aliviada.

– No importa. Te ayudaré a coserlo de nuevo. Me encantó esa serpiente.

La miré asombrada. La diosa de la sangre, la hechicera del amor había seducido a la dulce Meritxell.

Y ella, sin saberlo, decidió fatalmente su destino y el mío.

2

Odín, dios de los vikingos

Y volví a coser el disfraz de Baalat. Si la primera vez fue un acto de rebeldía ingenua, esa vez lo hice aposta. Cosía y cosía deseando con todas mis fuerzas que Deméter se enterara de mi sacrilegio y de que las Omar le echasen en cara mi provocación.

Provocar es eso: buscar el escándalo, la polémica y, sobre todo, convertirse en el centro de las miradas y los comentarios. Y lo conseguí. ¡Vaya si lo conseguí!

No soy discreta ahora y entonces, con diecisiete años, lo era aún menos. Me encantaba llamar la atención. Llevaba el pelo larguísimo y rizado, y ese invierno tan frío me aficioné a las faldas cortas, las mallas, las botas altas y los escotes de vértigo en suéteres de cachemira de colores fríos. En las rebajas me había comprado una capa oscura con capucha que recordaba vagamente a una capa élfica, y poco antes de la fiesta me encerré en los lavabos de la facultad con Shahida, una amiga paquistaní, y le pedí por favor que me enseñara a maquillarme los ojos como lo hacía ella. Desde entonces uso surma negra.

– Hello, Miss Cool -me saludó Carla esa misma noche.

Y me regaló un tornillo oxidado que encontró por el suelo y un calcetín desparejado.

– Seguro que les sacas partido.

Y no sé si para complacerla o para demostrar que no me arredraba, la sorprendí a la hora de la cena con el tornillo colgando en la oreja como un pendiente y el calcetín agujereado en mi mano derecha a guisa de mitón.

Pura apariencia.

Pero estaba claro que prefería ser la protagonista en lugar de mirar la película desde la sala de proyecciones.

Y la noche de Carnaval fui de protagonista. ¡Vaya si lo fui! Sólo te diré que Carla -que iba de sandunguera, con un tocado que no pasaba por la puerta, y pintada de mulata- se negó a ir conmigo.

– Es que no quiero ser transparente.

– ¿Con esos colores? Si pareces el arco iris.

– Por eso. Los chicos primero me mirarán a mí, rebotarán, se mearán de risa y se quedarán contigo.

– ¿Una carambola?

– Yo más bien lo llamo tongo. No se puede tener amigas que estén tan buenorras como tú.

Carla era graciosa y muy clara. Decía lo que pensaba y a mí me reprochaba siempre que, al pasar por delante de cualquier obra, me llevase las miradas y los silbidos de los albañiles. Tuviese razón o no, me dejó plantada y no tuve más remedio que ir sola a la fiesta.

Sola es un decir. La sala de la facultad de ingenieros estaba llena a rebosar, de pelmazos incluidos, y enseguida me vi literalmente aplastada por todo tipo de especímenes disfrazados que me invitaban a copas y me pedían rollo. Lo intentaron un hobbit, un romano, un Spiderman y hasta un Dark Vader. Pero yo me escaqueaba bailando.

Enseguida localicé a mis amigos de la facultad y me quedé con mi grupo armando bulla hasta la hora del desfile. Todos me animaron al subir por las escalerillas de madera, pero no hacía falta; curiosamente estaba muy segura de mí misma, de mi ropa, de mis movimientos, de mi aura; era como si una fuerza ajena me guiara. Y triunfé. A cada paso que daba por la estrecha pasarela me metía al público en el bolsillo. Me aplaudían a rabiar, me silbaban, pateaban, y yo, consciente de ser el punto de mira de miles de ojos, en lugar de sentirme turbada o coaccionada, me sentía crecida por el éxito. Me di cuenta de que las multitudes emborrachan y de lo placentero que resulta proyectar la propia imagen y recibir aprobación a cambio. Comprendí la vanidad de actores y famosos.

Hasta que empezó el jaleo.

Al bajar de la pasarela me asaltaron un montón de babosos, entre ellos uno particularmente insistente que no supe cómo quitarme de encima. Era un fantasma -literal, con sábana y todo- que se encaprichó de mí. Estaba bebido y se le metió en la cabeza que teníamos que ir a dar una vuelta en su coche. Le respondí que no, pero se hizo el loco y me cogió de la mano a la fuerza. No le veía la cara porque iba cubierto por la sábana y arrastraba una pesada cadena. Ésas son las pegas y las gracias del Carnaval, nadie es lo que parece y todos se amparan en su disfraz y su apariencia. O tal vez sea al contrario: a lo mejor buscamos aquel disfraz que mejor nos define. El caso es que el fantasma me quería secuestrar y yo me defendí como pude. Peleé, forcejeé y hasta creo que le mordí la mano, pero sin ningún resultado. El fantasma medía casi dos metros y pesaba casi cien kilos. A punto estuve de utilizar mi vara, pero antes de llegar al extremo de recurrir en público a la magia -algo absolutamente vetado a las Omar-, decidí pedir ayuda y grité con desespero.

Nadie respondió por mí, aunque pronto se formó un corro de mirones a nuestro alrededor. No podía creerlo: nadie me defendía, nadie se atrevía a encararse con el fantasma, que me arrastraba literalmente hacia la salida.

Nadie excepto el vikingo.

– Déjala, no quiere ir contigo.

Me fascinó. Tenía el porte de un príncipe y la majestad de un dios. Alto, piel curtida, ojos acerados. Iba armado con su escudo y su espada, y sobre sus rubios cabellos se alzaban fieros los cuernos de su casco.

De un gesto contundente apartó al fantasma de mi lado y, al resistírsele, de un puñetazo lo lanzó fuera del círculo de curiosos. Luego me miró a los ojos y me ofreció una mano. Me temblaron las piernas. No me había ocurrido nunca. El guerrero vikingo tenía luz propia y me había hipnotizado.

Y en el preciso instante en que tendí mi mano hacia la suya sentí un dolor caliente y agudo en la sien. Como si me hubiese alcanzado un rayo. Entonces el tiempo se ralentizó, los movimientos se sincoparon, y me aturdieron las luces y la música. Me sentí flaquear y las piernas dejaron de sostenerme.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El Desierto De Hielo»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Desierto De Hielo» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El Desierto De Hielo»

Обсуждение, отзывы о книге «El Desierto De Hielo» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x