Pasó una jornada antes de que Circulos le contara cuál era su chanchullo. Una jornada durante la que Scharley mostró ampliamente que desaprobaba la nueva compañía de Reynevan.
– No comprendo en absoluto -resumió, frunciendo el ceño- por qué pierdes el tiempo en platicar con ese desequilibrado.
– Dale ya paz. -Horn tomó inesperadamente partido por Reynevan-. Que hable con quien quiera. Igual necesita un cambio.
Scharley agitó la mano.
– ¡Eh! -gritó a Reynevan, que se alejaba-. ¡No te olvides! ¡Cuarenta y ocho!
– ¿Qué?
– ¡La suma de las letras de la palabra Apollyon! ¡Multiplicada por la suma de las letras de la palabra cretino!
– Ando haciendo un chanchullo. -Circulos bajó la voz, miró a su alrededor atentamente-. Ando haciendo un chanchullo para esfumarme de aquí.
– Con ayuda -Reynevan también miró a su alrededor- de la magia, ¿no es cierto?
– De otro modo no se puede. -El anciano afirmó desapasionadamente el hecho-. Ya probé, al principio, el soborno. Me dieron con el palo. Intenté asustar. Me volvieron a dar. Intenté fingir ser totalmente idiota, pero no se dejaron engañar. Simularía estar poseído por el diablo si el inquisidor siguiera siendo el viejo Dobeneck, el prior de San Adalberto en Wroclaw, puede que saliera bien. Mas este nuevo, joven, ay, éste no se deja embobar. Así que, ¿qué es lo que me queda?
– Exactamente. ¿Qué?
– La teleportación. El transporte a través del espacio.
A la mañana siguiente Circulos, mirando a su alrededor cuidadosamente para evitar que nadie escuchara, informó a Reynevan de su plan, apoyándolo, cómo podía ser de otro modo, con una larga lección acerca de la teoría de la magia negra y la goecia. La teleportación, se enteró Reynevan, es posible, incluso hasta muy sencilla, bajo una condición, la cual es la asistencia del demonio adecuado. Hay, se enteró Reynevan, varios de estos demonios, todo libro de hechizos medio bueno da su propio tipo. Así, según el Grimorio del Papa Honorio, el demonio de la teleportación es Sargatanas, al cual obedecen unos demonios inferiores para asistirle: Zoray, Valefar y Farai. Convocar a los mencionados es sin embargo extraordinariamente difícil y muy peligroso. Por eso la Pequeña Llave de Salomón aconseja invocar a otros demonios, conocidos por los nombres de Bathin y Seere. Los muchos años de estudio de Círculos, se enteró por fin Reynevan, lo inclinaban sin embargo a actuar según las instrucciones de otro libro mágico, Grimorium Verum llamado. Y el Grimorium Verum, en lo tocante a la teleportación, aconsejaba invocar al demonio Mersilde.
– ¿Y cómo invocarlo? -se atrevió Reynevan-. ¿Sin instrumentarium, sin occultum? Un occultum debe cumplir toda una serie de condiciones de las que aquí, en esta sucia mazmorra…
– ¡Ortodoxia! -lo interrumpió Circulos con rabia-. ¡Doctrinarismo! ¡Perjudiciales para la empiria, reducen el horizonte! Que le den por culo al occultum si se tiene un amuleto. ¿Cierto, no, don formalista? Verdad evidente. Ergo, éste es el amuleto. Quod erat demonstrandum. Mira.
El amuleto resultó ser una placa ovalada de malaquita, de un tamaño menor que un grosche, con unos glifos y símbolos grabados y engarzados en oro entre los que más saltaban a la vista eran una serpiente, un pez y un sol dentro de un triángulo.
– Éste es el talismán de Mersilde -dijo Circulos con orgullo-. Lo metí aquí de tapadillo, escondido. Míralo. Sin miedo.
Reynevan extendió la mano, pero la retrotrajo de inmediato. Ciertas huellas ya secas pero aún bien visibles revelaban el lugar en el que había estado oculto.
– Lo intentaré esta noche. -El viejo no se molestó por su reacción-. Deséame fortuna, joven adepto. Quién sabe, puede que algún día…
– Tengo… -Reynevan carraspee»- aún un… último… asunto… Una petición, más bien. Se trata de que me explicarais… humm… cierta aventura… Un acontecimiento…
– Habla.
Describió el asunto con rapidez, pero muy detalladamente. Círculos no lo interrumpió. Escuchó con tranquilidad y concentración. Luego pasó a hacerle preguntas.
– ¿Qué día sucedió? ¿La fecha exacta?
– El último día de agosto. Viernes. Una hora antes de las vísperas.
– Humm… El sol en el signo de Virgo, es decir, Venus… Regía el genio doble, el caldeo Samas, el hebreo Hamaliel. La luna, por las cuentas que hago, estaba llena… Mala cosa… La hora solar… Humm… No la mejor, tampoco la peor… Un momento.
Retiró la paja, limpió el suelo con las manos, garabateó en él unos trazos y unas cifras, añadió, multiplicó, dividió, murmurando algo acerca de ascendentes, descendentes, rincones, epiciclos, deferentes y quincunciones. Por fin alzó la cabeza y meneó la testa graciosamente.
– Dijiste que se usaron hechizos. ¿Cuáles?
Reynevan comenzó a contarlos, recordándolos con dificultad. No tardó mucho.
– Lo sé -lo interrumpió Circulos agitando la mano desmañadamente-. Arbatel, aunque retorcido y simplificado. Extraño que funcionara… Y que nadie muriera de forma trágica… No importa. ¿Hubo visiones? ¿Un león de muchas cabezas? ¿Un jinete en un caballo pálido? ¿Un cuervo? ¿No? Curioso. ¿Y dices que el tal Sansón, cuando se despertó… no era él, no?
– Tal dijo. Y hubo ciertos… signos. Precisamente de esto se trata, esto es lo que querría saber. ¿Es posible algo así?
Circulos guardó silencio durante cierto tiempo, haciendo chocar un talón con el otro. Luego se sopló los mocos.
– El cosmos -dijo por fin, limpiándose pensativo los dedos en el dobladillo- es un todo perfectamente ordenado y un orden perfectamente jerarquizado. Es un equilibrio entre generatio y corruptio, el nacimiento y la muerte, la creación y la destrucción. El cosmos es, como enseña Agustín, gradatio entium, una escala de seres, visibles e invisibles, materiales e inmateriales. El cosmos es al mismo tiempo como un libro. Y como enseña Hugo de San Víctor, para entender un libro no basta con contemplar las hermosas formas de las letras. Y tanto más que nuestros ojos son a menudo ciegos…
– He preguntado si es posible.
– El ser no sólo es substantia, el ser es al mismo tiempo accidens, algo que sucede sin quererlo… A veces mágicamente… Lo mágico en el ser humano tiende a unirse con lo mágico en el universo… Hay cuerpos y mundos astrales… invisibles para nosotros. Acerca de ello escriben el santo Ambrosio en su Hexameron, Solinus en Líber Memorabilíum, Rábano Mauro en De Universo… Y Meister Eckhart…
– ¿Posible o no? -lo interrumpió Reynevan con terquedad.
– Posible, y de qué modo -El viejo meneó la cabeza-. Has de saber que en estas materias me tengo por especialista. No me ocupé de la práctica de los exorcismos, profundicé en el problema por otros motivos. Ya dos veces, mi joven amigo, le di esquinazo a la Inquisición fingiendo estar poseído. Y para fingir bien, hay que saber. De modo que estudié el Dialogus de energía et operatione daemonum de Michel Psellos, Exorcisandes obsessis a daemonio del Papa León III, Picatrix, traducido del árabe…
– … por Alfonso el Sabio, el rey de Castilla y de León. Ya sé. Pero, más concreto, en este caso, ¿es posible?
– Es posible. -Circulos abrió sus labios azulados-. Por supuesto que es posible. En lo tocante a este caso habría habido de recordarse que todo hechizo, incluso el menos importante en apariencia, significa un pacto con el demonio.
– ¿Así que entonces es, de verdad, un demonio?
– O cacodaemon. -Circulos encogió sus flacos hombros-. O bien algo que solemos denominar con tal nombre. ¿Qué exactamente? No puedo decirlo. Muchos acechan en la oscuridad, incontables son los negotia perambulantia in tenebris…
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