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Orson Card: El septimo hijo

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Orson Card El septimo hijo
  • Название:
    El septimo hijo
  • Автор:
  • Издательство:
    Ediciones B
  • Жанр:
  • Год:
    1990
  • Город:
    Barcelona
  • Язык:
    Испанский
  • ISBN:
    84-406-1269-9
  • Рейтинг книги:
    4 / 5
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El septimo hijo: краткое содержание, описание и аннотация

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Inicios del siglo XIX. Un Norteamérica alternativa en la que la magia y los conjuros del folklore popular son efectivos y en la que las colonias americanas no se han independizado todavía de la corona británica gobernada todavía por el lord Protector y cuyo rey está exiliado en Carolina del Sur. Un mundo en el que los pieles rojas se encuentran con los colonos que parten hacia el oeste. En ese mundo rural, mágico y complejo, transcurren las historias de Alvin (séptimo hijo varón de un séptimo hijo varón) llamado por la magia de su prodigioso nacimiento y las circunstancias que en él concurren, a poseer un don poco corriente, el de ser un Hacedor. Ello le enfrenta, incluso sin él saberlo a los poderes aniquiladores del Deshacedor. Sólo logrará sobrevivir y cumplir su misión con el uso de su excepcional don si llega a dominar su poder y evade las fuerzas ocultas que buscan su muerte antes de llegar a la edad adulta.

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Cerró la tapa de la caja y descendió por las escaleras, deslizándose sobre el trasero. Papá siempre decía que acabaría clavándose alguna astilla en las posaderas. Esta vez tuvo razón. Le dolía mucho, así que tuvo que ir hasta la cocina caminando de medio lado en busca de Abuelito. Y el bueno de Abuelito interrumpió sus guisos para quitarle las astillas una a una.

—Ya no tengo ojos para esto, Maggie—se quejó.

—Tienes vista de lince. Papá me lo dijo.

Abuelito contuvo la risa.

—Conque ahora dice eso…

—¿Qué hay de cena?

—Ah, Maggie… Esta cena sí te gustará…

La pequeña Peggy frunció la nariz.

—Huele a pollo.

—Así es.

—No me gusta la sopa de pollo.

—No es sólo sopa, Maggie. Es asado, menos el cogote y las alas.

—También odio el pollo asado.

—¿Alguna vez te ha mentido tu Abuelito?

—No.

—Entonces más vale que me creas cuando te digo que esta cena de pollo te hará feliz. ¿No se te ocurre de qué forma te haría feliz una cena a base de cierto pollo en particular?

La pequeña Peggy lo pensó un rato, y luego su rostro se iluminó.

—¿Mary la Mala?

Abuelito guiñó un ojo.

—Siempre dije que esa gallina había nacido para hacer de estofado.

La niña lo abrazó con tal furor que hizo toser a Abuelito por la asfixia. Y luego ambos se echaron a reír y venga a reír.

Esa noche, mucho después de que Peggy estuviera en su cama, trajeron a la casa el cuerpo de Vigor, y Papá y Pacífico le construyeron un cajón. Alvin Miller no parecía estar vivo, ni siquiera cuando Eleanor le mostró a la criatura. Hasta que dijo:

—Esa niña, la tea. Dice que este pequeño es el séptimo hijo varón de un séptimo hijo varón.

Alvin miró a su alrededor buscando alguien que le confirmara la verdad.

—Oh, puede fiarse de ella —aseguró Mamá.

Las lágrimas inundaron los ojos de Alvin.

—El chico resistió —dijo—. Allí, en las aguas, resistió lo suficiente…

—Sabía lo importante que eso era para ti —atinó a decir Eleanor.

Entonces Alvin tomó al niño, lo aferró con todas sus fuerzas, lo miró a los ojos y dijo:

—¿Nadie te ha puesto nombre aún, verdad?

—Claro que no —repuso Eleanor—. Mamá dio nombre a todos los demás varones, pero tú siempre dijiste que el séptimo hijo tendría…

—Mi propio nombre. Alvin. Séptimo hijo varón de un séptimo hijo varón, con el mismo nombre que su padre. Alvin Júnior. —Miró a su alrededor, y luego volvió su rostro al río, que corría lejano por el bosque nocturno—. ¿Lo has escuchado, río Hatrack? Su nombre es Alvin, y no pudiste matarlo…

No tardaron en traer el cajón y tender en su interior el cuerpo de Vigor, rodeado de velas para evocar el fuego de la vida que lo había abandonado. Alvin sostuvo al niño sobre el ataúd.

—Mira a tu hermano —susurró al pequeño.

—El niño no puede ver nada aún, Papá —dijo David.

—Te equivocas, David —aseguró Alvin—. No sabe lo que ve, pero sus ojos ya saben mirar. Y cuando tenga edad suficiente para escuchar el relato de su nacimiento, le diré que con sus propios ojos vio a su hermano Vigor, el que dio su vida por el bien del pequeño.

Pasaron dos semanas antes de que Fe estuviera en condiciones de viajar. Pero Alvin se encargó de que él y sus hijos trabajaran duramente para retribuir el hospedaje. Desbrozaron una buena franja de tierras, partieron leña para el invierno, cargaron bultos de carbón para Pacífico Smith y ensancharon el camino. También derribaron cuatro grandes árboles y construyeron un sólido puente a través del río Hatrack. Un puente cubierto para que aun en días de tormenta la gente pudiera cruzar ese río sin que una gota de agua cayera sobre ella.

La tumba de Vigor era la tercera que se cavaba en el lugar al lado de las sepulturas de las dos hermanitas de Peggy muertas. La familia ofreció sus respetos y oró la mañana en que se marcharon de allí. Luego, todos subieron a su carreta y partieron en dirección al oeste.

—Pero dejamos parte de nosotros aquí, para siempre —advirtió Fe, y Alvin asintió.

La pequeña Peggy los vio partir y luego corrió hacia el ático, abrió la caja y sostuvo la membrana de Alvin entre sus manos. No corría peligro. Por ahora, al menos. Por ahora estaría a salvo. Guardó la membrana y cerró la puerta. Más vale que llegues a ser alguien, niño Alvin, o habrás causado un sinfín de problemas para nada.

Capítulo 6

LA VIGA MAESTRA

Las hachas caían, los hombres entonaban himnos durante la labor y la nueva iglesia del reverendo Philadelphia Thrower se erigía imponente sobre la comunidad de la aldea de Vigor. Todo transcurría mucho más deprisa de lo que el reverendo Thrower podía haber sospechado. La primera pared de la construcción apenas había sido levantada uno o dos días atrás, cuando apareció ese piel roja ebrio y tuerto y fue bautizado, como si la sola visión de la iglesia le hubiese permitido ascender hacia la civilización y el Cristianismo. Si un piel roja ignorante como Lolla-Wossiky podía acercarse a Jesús, ¿qué otros milagros no podrían realizarse en estas tierras salvajes cuando el recinto sagrado estuviese concluido y su ministerio fuera firmemente encauzado?

Pero el reverendo Thrower no estaba enteramente feliz. Había enemigos de la civilización más poderosos que la barbarie de los pieles rojas, y los signos no eran tan esperanzadores como cuando Lolla-Wossiky vistió ropas de hombre blanco por vez primera.

En particular, lo que oscurecía ese día tan diáfano era el hecho de que Alvin Miller no estuviera entre los trabajadores. Y su esposa ya había agotado toda excusa posible en su nombre. El viaje para dar con una piedra de molino apropiada ya había terminado; había tomado un día de descanso, y ahora le correspondía estar allí.

—¿Acaso está enfermo? —preguntó Thrower. La boca de Fe se endureció. —Cuando le dije que no vendría, reverendo Thrower, no quise decir que no pudiera venir…

Esa respuesta confirmó las sospechas crecientes de Thrower.

—¿Le he ofendido en algo? Fe suspiró y apartó la vista para posarla sobre los postes y vigas de la iglesia.

—No es algo que usté mismo haya hecho, señor, como decirle… no tiene que ver con el trato que un hombre dispensa a otro, vea… —De pronto se mostró alarmada—. ¿Qué es eso?

Al lado del edificio, casi todos los hombres sujetaban cuerdas en la mitad posterior de la viga maestra para poder calzarla en su sitio.

Era un trabajo engorroso, que resultaba más difícil aún porque los niños se revolcaban en el suelo de tierra y pasaban por entre las piernas de los hombres. Los revoltosos eran objeto de su atención esta vez.

—¡Al! —exclamó Fe—. ¡Alvin Júnior, ya te me estás levantando de ahí! —Dio dos zancadas hacia la nube de polvo que daba cuenta de las luchas heroicas de los niños de seis años.

El reverendo Thrower no pensaba permitirle que terminara la conversación tan fácilmente.

—Señora Fe —comenzó con aspereza—. Alvin Miller es el primer hombre que se asentó en estas tierras, y la gente lo tiene en alta estima. Si está en contra de mí por alguna razón, perjudicará sumamente mi ministerio. Al menos puede decirme qué es lo que hice para que se sienta ofendido…

Fe lo miró a los ojos, como para ver si sería capaz de escuchar la verdad.

—Fue su estúpido sermón, señor… —dijo.

—¿Estúpido?

—Bueno, señor. La verdá es que usté tendría que saber que no es así, digo, viniendo de Inglaterra…

—De Escocia, señora Fe.

—Y digo, ¿no?, como lo educaron en colegios donde no saben mucho de…

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