Louise Cooper - Nemesis

Здесь есть возможность читать онлайн «Louise Cooper - Nemesis» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Nemesis: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Nemesis»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Nemesis — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Nemesis», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Grimya se deslizó a su lado, pero en cuanto notó el suave contacto de la loba, Índigo se apartó con violencia y se acercó a la plataforma. Subió a ella, se quedó mirando la mesa, las sillas, y por un instante deseó darles patadas, arrojarlo todo al suelo, destrozarlo, partirlo y destruirlo codo ciega de desesperación. Pero no serviría de nada, argüyó la parte más cuerda de su cerebro; no serviría de

nada. ¿Qué ganaría desahogando su amargura en objetos inanimados? Eso no le devolvería a Fenran.

«¿Índigo?»

Grimya la había seguido, y su vacilante pregunta estaba llena de piedad. Miró con ansiedad al rostro de su amiga y vio que los ojos de Índigo estaban cerrados con fuerza y que se mordía el labio inferior mientras las lágrimas se abrían paso despacio por entre sus pestañas y rodaban por sus mejillas.

«Índigo, si puedo...»

Índigo la interrumpió con un fuerte sollozo, y se cubrió el rostro con ambas manos. Se dejó caer sobre la silla más cercana y se dobló hacia adelante, la cabeza enterrada en los brazos mientras su cuerpo se agitaba estremecido, víctima de un silencioso y desesperado llanto.

Grimya sabía que no había nada que pudiera hacer. El tiempo parecía haberse detenido en la sala desierta; no había nada más que la quietud, la penumbra y la destrozada y temblorosa figura de su amiga que lloraba como si su alma fuera a partirse por el peso de su dolor. Grimya se tumbó a los pies de Índigo, la barbilla apoyada en las patas delanteras; llena de tristeza, deseó poseer alguna habilidad, algún poder mágico, que pudiera traerle consuelo o esperanza. Pero de nada servía desearlo si no era posible. La tempestad que rugía en el interior de Índigo pasaría por sí misma y en su momento.

Y por fin los estremecidos sollozos empezaron a calmarse. Grimya la observó, llena de inquietud e Índigo levantó la cabeza.

Su cara estaba blanca y desfigurada, y la tensión sufrida señalaba su rostro como si fuera ácido. Pero sus ojos mostraban la terrible calma de un dolor que puede y debe ser soportado. Grimya se puso en pie. Se sentía reacia a hablar, sin embargo deseaba comunicar la piedad que sentía, por si podía servir de algo. Indecisa, dejó que su garganta lanzara un débil sonido, e Índigo bajó los ojos hacia ella.

Grimya... —Una mano se posó sobre la parte superior de su cabeza, y acarició una de las sedosas orejas—. Yo...

«No sientas que debes decir lo que hay en tu corazón», repuso la loba. «Comprendo. Y las palabras no son suficientes.»

La muchacha asintió. No existían palabras para expresar las emociones que se movían como una marea lenta y poderosa en su interior, lo que sentía era demasiado íntimo, y le afectaba muy profundamente. Sólo podía afligirse, en silencio, en privado, sin esperanza de obtener consuelo.

«Debemos abandonar este lugar. No hay nada más que podamos hacer aquí.»

La loba le hablaba con dulzura, suavemente.

—Irnos...

Índigo paseó la mirada por la sala, como si necesitara de algún tiempo para comprender lo que veía. Su mirada se detuvo en la enorme chimenea con su vacío interior, en las elevadas ventanas cubiertas por cortinas, en los contornos de las vigas y en las paredes. Resultaba familiar; tan familiar... pero no era realmente Carn Caille. Y en un extremo de la sala, en un rincón, había algo que confirmaba sardónicamente la ilusión, algo que parecía un arrugado chal gris que alguien hubiera abandonado en el suelo...

Sí; era hora de marchar. Pero no por el mismo camino por el que habían venido: no quería pasar por entre las altas ventanas, junto a la enorme chimenea, y entre las hileras de fantasmas que guardaba su propia memoria. Se volvió. A su espalda estaba la pequeña puerta, la réplica de la entrada real privada a la gran sala de Carn Caille. Qué habría detrás de ella en este reino inhumano no lo sabía. Pero sea lo que sea que ocultase, podía enfrentarse a ello, su camino la llevaba adelante, no hacia atrás.

Grimya permaneció pegada a ella mientras se dirigía a la pequeña puerta y colocaba la mano sobre ella. Incluso el pestillo era de mármol, aunque funcionaba perfectamente. Empezó a levantarlo, luego miró sobre su hombro por última vez, y a Grimya le pareció que miraba más allá de las dimensiones físicas de la sala, quizás incluso más allá de este mundo, para contemplar algo o a alguien invisible a otros ojos que no fueran los suyos.

—Adiós, amor. —Lo dijo con tanta suavidad que las palabras apenas si resultaron audibles—. Te encontraré de nuevo, no importa lo que deba hacer para ello. Pongo a la Madre Tierra por testigo de que te encontraré. —Y dio la espalda a la sala vacía, y abrió la puerta.

Sus ojos se encontraron con unos suaves copos blancos, que caían en silencio y sin interrupción sobre un telón e fondo de aterciopelada oscuridad. Índigo sintió el gélido y escalofriante soplo del aire húmedo en sus mejillas, saboreó el frío agridulce de la noche, vio el relucir de ramas entrecruzadas, sin hojas y vagamente fosforescentes, más adelante. Y a lo lejos, entre los árboles, alguien aguardaba.

Grimya preguntó, su voz una extraña mezcla de incertidumbre y temor:

«¿Quién es...?»

Pero Índigo lo sabía, y avanzó; atravesó la puerta y penetró en la oscura región que había tras ella. Sintió sus pies hundirse en la blanda suavidad de la nieve, sintió el aguijoneo de los fríos copos que rozaban su piel, sus cabellos, sus manos; escuchó el profundo, profundísimo silencio del invierno como una lejana canción en sus oídos.

La figura no fue a su encuentro, sino que aguardó allí donde se iniciaba el enrejado que formaban los arbolillos. Su capa era ahora de piel, de un pálido tono leonado como el pelaje de un gran gato montes. Pero la brillante cabellera castaña seguía invariable, y también los ojos dorados, y la triste y enigmática sonrisa.

—Índigo, hija mía —dijo con dulzura el emisario de la Madre Tierra—. Esperaba tu regreso.

CAPÍTULO 18

Durante un largo y silencioso momento, Índigo contempló sin poder decir nada el rostro sereno y hermoso del ser resplandeciente. Y despacio, tan despacio que resultaba como el despertar de una larga fiebre, la comprensión se hizo en su mente. Los árboles, esta tierra, el olor y el contacto de la nieve que caía en silencio, habían vuelto a cruzar la puerta del mundo diabólico y regresado al reino de la Tierra.

Sintió algo cálido que se apretaba contra sus piernas y comprendió que Grimya había ido a reunirse con ella. El animal temblaba, pero no de frío; Índigo se inclinó para posar una mano sobre la cabeza de la loba, deseaba tranquilizarla pero le fue imposible encontrar las palabras adecuadas.

Grimya. —Los lechosos ojos dorados se posaron en la loba, y se llenaron de repente de cordialidad y afecto—. No tienes nada que temer.

Grimya dejó de temblar y lanzó un débil gemido.

—Yo... —La gutural y dolorida voz surgió de su garganta mientras, todavía confusa y atemorizada, se esforzaba por hablar—. Por favor, yo...

—Tranquilízate, hermana. —El emisario extendió la mano, y muy despacio, obligada por algo más allá de su control, Grimya se adelantó; la mano acarició su cabeza, y un prolongado estremecimiento recorrió el cuerpo del animal.

—Has encontrado una amiga buena y leal, Índigo —dijo el emisario.

Índigo asintió con gran seriedad.

—Si no hubiera sido por Grimya hubiera caído bajo la influencia de Némesis —repuso—. Ella...

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Nemesis»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Nemesis» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


libcat.ru: книга без обложки
Louise Cooper
Louise Cooper - El Proscrito
Louise Cooper
Louise Cooper - El Iniciado
Louise Cooper
libcat.ru: книга без обложки
Louise Cooper
libcat.ru: книга без обложки
Louise Cooper
libcat.ru: книга без обложки
Louise Cooper
Louise Cooper - Nocturno
Louise Cooper
libcat.ru: книга без обложки
Louise Cooper
Louise Cooper - Troika
Louise Cooper
libcat.ru: книга без обложки
Louise Cooper
Отзывы о книге «Nemesis»

Обсуждение, отзывы о книге «Nemesis» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x