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Ivan Efremov: La Nebulosa de Andromeda

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Ivan Efremov La Nebulosa de Andromeda
  • Название:
    La Nebulosa de Andromeda
  • Автор:
  • Издательство:
    ИЗДАТЕЛЬСТВО ЛИТЕРАТУРЫ НА ИНОСТРАННЫХ ЯЗЫКАХ
  • Жанр:
  • Год:
    1973
  • Город:
    МОСКВА
  • Язык:
    Испанский
  • Рейтинг книги:
    4 / 5
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Un gran ventanal hacía las veces de pared de una espaciosa, inmensa sala, pendiente sobre la tierra y el mar. Dando vuelta a otra palanquilla, inclinó hacia él aquella pared de cristal, que dejó al descubierto el cielo, cuajado de estrellas, cortando con su marco metálico las luces de las carreteras, de los edificios y los faros costeros de allá abajo.

La atención de Dar Veter estaba fija en la esfera, de tres círculos concéntricos, del reloj galáctico. El Gran Circuito transmitía sus informaciones a cada cienmilésima de segundo galáctico, es decir, cada ocho días, o cuarenta y cinco veces al año terrestre. Una vuelta de la Galaxia alrededor de su eje constituía un día galáctico.

La siguiente emisión — la última para Dar Veter — empezaría a las nueve de la mañana (hora del Observatorio del Tíbet) y, por consiguiente, a las dos de la madrugada de allí, del Observatorio Mediterráneo del Consejo. Quedaba un poco más de dos horas.

El aparato de la mesa empezó a tintinear y a emitir destellos de nuevo. Tras un tabique apareció un hombre de relucientes vestiduras, con sedosos reflejos.

— Estamos preparados para la emisión y la escucha — manifestó conciso sin muestra aparente alguna de sumiso respeto, pero en sus ojos se traslucía la admiración al jefe.

Dar Veter continuaba callado y su ayudante también, esperando con aire desenvuelto y gallarda apostura.

— ¿En la sala cúbica? — preguntó al fin el jefe. Y cuando hubo recibido respuesta afirmativa, inquirió dónde se encontraba Mven Mas.

— Está junto al aparato del frescor matinal, para reponerse de las fatigas del viaje.

Además, me parece que está emocionado…

— Yo, en su lugar, también lo estaría — dijo pensativo Dar Veter —. Así ocurrió hace seis años…

El ayudante enrojeció del esfuerzo para permanecer impasible. Con todo su ímpetu juvenil, simpatizaba con su jefe, presintiendo tal vez que él mismo habría de pasar también, algún día, por las alegrías y los sinsabores de un gran trabajo y una tremenda responsabilidad. En cuanto al director de las estaciones exteriores, no expresaba en modo alguno sus sentimientos, pues ello se consideraba impropio de hombres de su edad.

— Cuando se presente Mven Mas, tráigalo aquí en seguida.

El ayudante se alejó. Dar Veter se acercó a un rincón donde el transparente tabique estaba ennegrecido desde el techo hasta el suelo y, con amplio ademán, descorrió las dos hojas de una puerta abierta en un panel de madera preciosa. Una luz intensa brotó del fondo de una pantalla semejante a un espejo.

El director de las estaciones exteriores conectó, mediante un conmutador especial, el « vector de la amistad » que enlazaba directamente a personas ligadas por un profundo afecto, permitiéndoles comunicar entre sí en cualquier momento. El vector de la amistad unía varios lugares habituales del ser humano: la vivienda, el sitio de trabajo, el rincón predilecto de descansa…

La pantalla se iluminó y en su fondo perfilóse el conocido conjunto de unos altos paneles, con innumerables columnas de codificados signos de filmes electrónicos que habían sustituido a los arcaicos clichés de libros. Desde que la humanidad adoptara un alfabeto único, llamado lineal por no contener ningún signo complejo, la filmación de libros, incluso antiguos, era aún más sencilla y asequible para las máquinas automáticas.

Unas franjas azules, verdes y rojas designaban las filmotecas centrales, en las que se conservaban las obras de investigación científica, que desde hacía tiempo ya no se editaban más que en una decena de ejemplares. Bastaba con marcar una serie convencional de signos, para que la filmoteca-depósito facilitase automáticamente el texto completo de la obra filmada. La referida máquina era la biblioteca particular de Veda.

Oyóse un leve chasquido y desapareció la imagen de la pantalla, que volvió a iluminarse para mostrar otra habitación, también vacía. Un nuevo chasquido del aparato, y surgió una sala de comando, con sus pupitres y cuadros débilmente alumbrados. Una mujer, sentada a la mesa más cercana, alzó la cabeza, y Dar Veter reconoció el fino rostro amado, de grandes ojos grises. La deslumbradora sonrisa, que ponía al descubierto los blancos dientes, formando unos encantadores hoyuelos junto a la boca, de enérgico trazo, y la nariz infantil, ligeramente arremangada, daban al rostro aquel una expresión todavía más dulce y afable.

— Veda, sólo quedan dos horas. Aún tiene que cambiarse de vestido, y yo quisiera que viniese usted al observatorio un poco antes.

La mujer de la pantalla se llevó las manos a los espesos cabellos, de color ceniza claro.

— Me someto, Veter mío — repuso riendo por lo bajo —. Ahora voy a casa.

El alegre tono de la voz no engañó a Dar Veter.

— Tranquilícese, animosa Veda. Todos los que ahora intervienen por el Gran Circuito, lo hicieron algún día por vez primera…

— No gaste en vano palabras para consolarme — replicó Veda Kong, alzando la cabeza tenaz —. Pronto estaré ahí.

La pantalla se apagó. Dar Veter corrió las hojas de la Puerta y se volvió para recibir a su sustituto. Mven Mas en traba ya, dando grandes zancadas. Sus facciones y piel, broncínea y reluciente, denotaban su origen negro. Una capa blanca pendía de sus recios hombros, formando grandes pliegues. Mven Mas estrechó las dos manos de Dar Veter con las suyas, delgadas y fuertes. Ambos jefes — el saliente y el entrante — eran de elevada estatura. Veter, que descendía de rusos, parecía más ancho y macizo que el esbelto africano.

— Creo que hoy ocurrirá algo importante — dijo Mven Mas con la confianza y la franqueza que caracterizaban a los hombres del Gran Circuito.

Dar Veter se encogió de hombros.

— Algo importante nos ocurrirá a los tres. Yo le haré entrega, usted tomará posesión del cargo y Veda Kong hablará con el Universo por primera vez.

— ¿Es muy guapa, verdad? — preguntó afirmativo. — Ya lo verá usted. Por cierto que la emisión de hoy no tiene nada de particular. Veda dará una conferencia de historia terrestre, para el planeta KRZ 664456+BSH 3252.

Mven Mas hizo un cálculo mental con asombrosa rapidez. — Constelación de Unicornio, la estrella Ross 614, su sistema planetario es conocido desde tiempos inmemoriales, pero nunca se han destacado por nada notable. A mí me gustan las denominaciones y los vocablos antiguos — añadió con cierto acento de disculpa, apenas perceptible.

Dar Veter pensó que el Consejo sabía elegir a la gente. Y agregó en voz alta:

— Entonces, se entenderá bien con Yuni Ant, el encargado de las máquinas electrónicas mnemotécnicas. Él se denomina a sí mismo regente de las lámparas de la memoria. No se refiere a las lámparas primitivas, pobres candiles de la antigüedad, sino a los primeros aparatos electrónicos, desgarbados, metidos en campanas de cristal, al vacío, que recordaban a las bombillas eléctricas de aquellos tiempos.

Mven Mas se rió de tan buena gana, que Dar Veter sintió aumentar su simpatía hacia él.

— ¡Las lámparas de la memoria! ¡Nuestras redes mnemónicas son como pasillos de millares de kilómetros de longitud y constan de miles de millones de células-elementos!

Bueno dijo, recobrándose —, dejándome llevar del entusiasmo, no me he informado de lo necesario. ¿Cuándo empezó a hablar la Ross 614?

— Hace cincuenta y dos años. Desde entonces, han aprendido el idioma del Gran Circuito. Hasta ellos no hay más que cuatro parsecs de distancia. La conferencia de Veda la oirán dentro de trece años.

— ¿Y después?

— Después de la conferencia, pasaremos a la escucha. A través de nuestros viejos amigos, recibiremos algunas noticias por el Circuito.

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