Hicieron los deberes. Su padre y su madre se preocupaban algunas veces de que Peter y Valentine estuvieran constantemente juntos, con las consolas bajo el brazo. Pero no podían quejarse; sus notas eran buenas y Valentine era una influencia buena para Peter. Había cambiado completamente su actitud hacia todo. Peter y Valentine se sentaban juntos en los bosques, cuando hacía buen tiempo, y en restaurantes portátiles y en parques interiores cuando llovía, y componían sus comentarios políticos. Peter diseñaba cuidadosamente los dos personajes para que ninguno tuviera todas sus ideas; había incluso algunas identidades de recambio que utilizaban para dejar caer las opiniones de un tercero.
—Dejemos que ambos encuentren los partidarios que puedan —dijo Peter.
Una vez, cansada de escribir y volver a escribir hasta que Peter estuvo satisfecho, Val se desesperó y dijo:
—Escríbelo tú mismo, entonces.
—No puedo —respondió él—. No pueden dar la impresión de ser iguales. Nunca. Olvidas que algún día seremos suficientemente famosos como para que alguien comience a hacer estudios. Tenemos que parecer personas distintas.
En consecuencia, lo escribió. Su principal identidad en las redes era Demóstenes. Peter eligió el nombre. El se bautizó con el nombre de Locke. Estaba claro que eran seudónimos, pero eso formaba parte del plan.
—Con un poco de suerte, empezarán a intentar adivinar quiénes somos.
—Si llegamos a ser suficientemente famosos, el gobierno puede acceder a la red y descubrir quiénes somos en realidad.
—Cuando eso suceda, estaremos demasiado protegidos para sufrir grandes pérdidas. A la gente le puede chocar que Demóstenes y Locke sean dos niños, pero ya estarán acostumbrados a escucharnos.
Comenzaron a componer debates para sus personajes. Valentine prepararía una declaración de principios y Peter inventaría un nombre de usar y tirar para responderle. Su respuesta sería inteligente y el debate sería vivo, lleno de ingeniosas inventivas y de buena retórica política. Valentine tenía habilidad para la aliteración, que hacía que sus frases fueran memorables. Luego introducirían los debates en la red, separados por un período de tiempo razonable, como si estuvieran componiéndolos sobre el terreno. A veces, algunos usuarios de las redes interpondrían comentarios, pero Peter y Val les ignorarían o modificarían sólo ligeramente sus propios comentarios para acomodarlos a lo que se había dicho.
Peter tomaba nota de las frases más memorables y, de vez en cuando, hacía búsquedas para descubrir si esas frases se usaban en otros lugares. No todas se usaban pero la mayoría eran repetidas aquí y allí, y algunas aparecían incluso en los debates importantes de las redes de prestigio.
—Nos están leyendo —dijo Peter—. Nuestras ideas se están filtrando.
—Más bien nuestras frases.
—Esa es precisamente la medida. Estamos teniendo cierta influencia. Nadie nos cita todavía por el nombre, pero están discutiendo los puntos que hemos planteado. Estamos ayudando a establecer la agenda. Lo estamos consiguiendo.
—¿No deberíamos intentar acceder a los debates importantes?
—No. Esperaremos a que nos lo pidan.
Habían pasado sólo siete meses cuando una de las redes de la costa oeste envió a Demóstenes un mensaje. Una oferta de una columna semanal en una red de noticias bastante buena.
—No puedo hacer una columna semanal —dijo Valentine—. Ni siquiera me ha venido el período.
—Una cosa no tiene nada que ver con la otra —dijo Peter.
—Para mí, sí. Todavía soy una niña.
—Diles que sí, pero como prefieres que tu verdadera identidad no salga a la luz, quieres que te paguen en tiempo de red, quieres un código de acceso nuevo a través de su identidad corporativa.
—Así, cuando el gobierno me siga el rastro…
—Serás simplemente una persona que puede conectar a través de CalNet. El acceso de ciudadano de papá no se verá implicado. Lo que no acabo de entender es por qué prefieren a Demóstenes y no a Locke.
—El talento siempre triunfa.
Como juego era divertido, pero a Valentine no le gustaban algunas posiciones que Peter hacía tomar a Demóstenes. Demóstenes comenzaba a revelarse como un escritor anti-Pacto de Varsovia totalmente paranoico. Le preocupaba porque Peter era el único que sabía explotar el miedo en sus escritos; ella tenía que recurrir constantemente a él en busca de ideas para hacerlo. Mientras tanto, su Locke seguía las moderadas estrategias empalicas de ella. Tenía sentido, en cierta forma. Hacer que ella escribiera como Demóstenes significaba que también Demóstenes tendría cierta empatía, y, por la misma razón, Locke también podría jugar con los miedos de los demás. Pero el efecto principal era mantenerla indefectiblemente atada a Peter. No podría dejarle y utilizar a Demóstenes con sus propios fines. No sabría utilizarlo. De todas formas, eso era recíproco. Peter no podría escribir como Locke sin ella. ¿O sí?
—Peter, creí que la idea era unificar el mundo. Si escribo tal como dices que debo hacerlo, estoy haciendo una llamada clara a la guerra para hacer pedazos al Pacto de Varsovia.
—No tanto como la guerra, sólo redes abiertas y prohibición de intercepción. Libre movimiento de información. Sometimiento a las reglas de la Liga, ¡por Dios!
Sin pretenderlo, Valentine comenzaba a hablar con la voz de Demóstenes, aunque, naturalmente, no expresaba las opiniones de Demóstenes.
—Todo el mundo sabe que el Pacto de Varsovia tenía que ser considerado desde el principio como una entidad individual, en lo concerniente a esas reglas. El movimiento libre internacional está todavía abierto. Pero entre las naciones del Pacto de Varsovia estas cosas son asuntos internos. Por eso estaban dispuestos a permitir la hegemonía americana en la Liga.
—Estás hablando como Locke, Val. Confía en mí. Tú tienes que pedir que el Pacto de Varsovia pierda el estatus oficial. Tienes que conseguir poner realmente furiosa a mucha gente. Después, más adelante, cuando comiences a reconocer la necesidad de un compromiso…
—Entonces dejarán de escucharme y se irán a hacer la guerra.
—Val, confía en mí. Sé lo que hago.
—¿Cómo lo sabes? No eres más listo que yo y tampoco habías hecho esto antes.
—Tengo trece años y tú diez.
—Casi once.
—Y sé cómo funcionan estas cosas.
—Está bien, lo haré a tu manera. Pero no diré nada de eso de libertad o muerte.
—También lo dirás.
—Y algún día, cuando nos cojan y se pregunten por qué tu hermana era tan belicosa, apuesto a que les dirás que me ordenabas hacerlo.
—¿Estás segura de que no tienes el período, mujercita?
—Te odio, Peter Wiggin.
Lo que más molestó a Valentine fue que, cuando su columna se asoció con otras redes de noticias regionales, su padre comenzó a leerla y a citarla en la mesa.
—Por fin, un hombre con un poco de sentido común —dijo.
Luego citó algunos de los pasajes que Valentine odiaba más.
—Acepto que trabajemos con esos hegemonistas rusos estando los insectores ahí fuera, pero después de que hayamos vencido, no puedo concebir que dejemos a la mitad del mundo civilizado como virtuales ilotas. ¿Qué opinas, querida?
—Creo que te estás tomando todo esto demasiado en serio —dijo la madre.
—Me gusta este Demóstenes. Me gusta su forma de pensar. Me sorprende que no esté en las redes importantes. Le he buscado en los debates sobre relaciones internacionales y nunca ha tomado parte en ninguno.
Valentine perdió el apetito y se marchó de la mesa, Peter la siguió tras un respetable intervalo.
—Así que no te gusta mentir a papá —dijo—. ¿Y qué? No le estás mintiendo. No sabe que eres Demóstenes y Demóstenes no dice lo que en realidad crees. Las dos cosas se anulan, quedan en nada.
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