Nunca he conocido a un hombre que tuviese tan clara su situación en la vida y que la ejecutase con tanta perfección.
Finalmente las alfombras estuvieron enrolladas y almacenadas en una hendidura cerca de la parte alta de la pared de la cabina. El mamparo revelado tenía el brillo del aluminio, pero no era una pieza sólida; en lugar de eso, el mamparo, de unos quince pies de ancho, era como una estructura en la que había grandes huecos, y esos huecos estaban cubiertos por grandes placas rectangulares fijadas en su sitio por tuercas de mariposa. Una porción del mamparo estaba cubierta de hojas de goma; aquello, recordé, ocultaba el baño cerrado que usábamos todos los días.
Entonces Traveller fijó los pies en el borde de aluminio y retiró las tuercas de mariposa que fijaban una de las placas. Almacenaba las tuercas ordenadamente en fila —en medio del aire— mientras trabajaba. Cuando acabó se las metió en el bolsillo del abrigo.
—No deben temer la pérdida de aire —dijo—. El mamparo no es hermético, y el compartimento inferior se mantiene a la misma presión que la cabina.
Holden y yo miramos en el agujero. El compartimento que quedaba a la vista tenía unos siete pies de profundidad, y justo debajo del agujero había una esfera de unos cuatro pies de diámetro, mantenida en su sitio por un armazón fuerte; esa esfera estaba cubierta por una capa de plata, de forma que nuestro reflejo y el de las lámparas de acetileno por encima y detrás de nosotros bailaban sobre el vientre curvo. Aquél, nos explicó Traveller, era uno de los tres termos Dewar de antihielo de la Faetón . Miré al termo con algo que se aproximaba al asombro, y toqué su epidermis plateada. Pero sólo palpé una suave y agradable superficie cálida; no había ninguna indicación de la capa de vacío que yacía bajo la capa exterior del contenedor, ni del puñado de violencia primordial que yacía en su corazón.
Traveller nos mostró el elaborado sistema de barras que, nos dijo, iban por el casco hasta unas palancas situadas en el Puente. Las barras penetraban en el Dewar, nos dijo Traveller, formando así la base del sistema por el que —dirigido desde el Puente— porciones controladas de antihielo podían retirarse del interior ártico del compartimento del Dewar, dejar que se fundiese y liberar así su calor.
Traveller nos explicó cómo la energía del antihielo se empleaba para calentar agua en una serie de calderas. Ésas eran cajas de metal que rodeaban tuberías con agua. Vapor supercalentado salía de las calderas y luego por canales trazados en los mismos Dewars de antihielo.
Eso sí, para mejorar la eficacia del motor, Traveller explotaba ingeniosamente la otra propiedad maravillosa del antihielo, su Conductancia Aumentada.
Poderosas corrientes eléctricas circulaban sin fin por los fragmentos de antihielo. Esas corrientes generaban fuertes campos magnéticos que aceleraban aún más el vapor supercaliente antes de salir por las tres toberas de la nave, que estaban situadas bajo los Dewars. Por este método, nos dijo Traveller, era posible aumentar la «velocidad de salida» hasta niveles extraordinarios sin contacto con las tuberías y placas de la nave, que seguro que se hubiesen fundido. Esa alta velocidad permitía un diseño que requería una «masa de reacción» relativamente pequeña.
Traveller levantó otra placa, y nos enfrentamos a una confusión de tuberías, tanques delgados cada uno del tamaño de una estantería, globos de latón y otras máquinas. Los tanques estantería contenían el agua que se usaba en tantos sistemas de la nave, nos explicó Traveller. El gas de acetileno y el aire se conservaban comprimidos en depósitos esféricos. Las bombas movían los fluidos y los gases continuamente por el casco y el interior de la nave, de forma similar a como los órganos humanos mantienen el flujo de fluidos vitales alrededor del cuerpo; y las bombas funcionaban exclusivamente con el calor generado por las calderas de antihielo. Había también un robusto hipocausto que calentaba el agua del baño.
Miré triste a las entrañas de la nave. La maquinaria estaba en peores condiciones que la de la sala de máquinas del Príncipe Alberto . Por ejemplo: el metal tenía un acabado tosco y parcelado, y estaba chamuscado por soldaduras toscas, lo que demostraba —para mi angustia— que la Faetón no era, ante todo, más que un prototipo de ingeniería.
Y, más deprimente aún, no podía ver ninguna oportunidad para cambiar nuestra situación de encierro, exceptuando romper todos los sistemas de los que dependían nuestras vidas.
—Sir Josiah —dije—, el propósito de estos paneles desmontables debe ser permitir el acceso al equipo de aquí abajo, para que cualquier reparación necesaria pueda hacerse en vuelo.
—Correcto.
—Entonces, ¿dónde está el equipo de herramientas?
Por primera vez el ingeniero, flotando sobre el mamparo desmontado, pareció disgustado.
—Las herramientas que llevo no están almacenadas en este compartimento, ni en la cabina, quizá deberían estarlo. Están en el Puente.
Me golpeé la frente con frustración.
—Entonces hay a bordo un juego de herramientas perfectamente útil, que podría emplearse para forzar el acceso al puente, y está almacenado a no más de diez pies de aquí… ¡pero está sellado tras la escotilla superior junto con ese huno desquiciado!
Holden flotaba con los brazos cruzados, con las papadas descansadas sobre el chaleco, y las piernas justo frente a él.
—Sir Josiah, nos ha mostrado el sistema de propulsión de antihielo y la reserva de agua. ¿Qué más hay almacenado en esta Cámara de Propulsión?
Traveller juntó las manos.
—¿Pocket? —Mientras el sirviente se disponía a soltar el panel de otro subcompartimento, Traveller dijo—: Lo que voy a mostrarles ahora es un experimento mío, que todavía no es funcional. Pueden ver que he diseñado un acceso a la sección de propulsión en caso de un fallo interno durante el vuelo. Pero también he imaginado la circunstancia en la que se produzca algún daño en el exterior de la nave, por un suceso desafortunado.
Yo estaba desconcertado.
—Pero recorremos el espacio vacío, señor… el vacío, si sus ideas son correctas. ¿Qué puede causar daño?
Traveller frunció el ceño, y su rostro, con un centro de platino, se convirtió en una máscara sombría.
—El espacio exterior está lejos de estar vacío, joven Ned; porque los meteoritos lo recorren continuamente.
—¿Meteoritos?
Holden intervino.
—Fragmentos de roca o polvo, Ned; viajan a varios cientos de millas por hora, y, cuando chocan con la atmósfera de la Tierra, arden, lo que produce el fenómeno de las estrellas fugaces que ya conoce. Según las nuevas teorías, ¡caen a la Tierra cada semana varias toneladas de ese polvo interplanetario, tanto los meteoritos como sus primos más pesados los asteroides, que pueden producir impactos lo suficientemente grandes para dejar un cráter!
Traveller se puso las manos tras la cabeza y se recostó en el aire bastante cómodo.
—El tema es fascinante. Se han encontrado restos de carbono en fragmentos de meteoritos; y el carbono, por supuesto, debe su origen exclusivamente a la acción de los seres vivos, lo que demuestra que los dominios de la vida deben extenderse más allá de los límites de la Tierra. Por ejemplo, el francés ha…
—Sir Josiah, ¡por favor! ¿Podemos volver a lo que nos ocupa? No dudo que sea enorme el interés científico de esos objetos meteóricos, pero preferiría pasarme sin esos sinvergüenzas, ¡porque me suenan un poco peligrosos!
Las paredes de aluminio de pronto me parecían tan frágiles como la tela de una tienda, e imaginé cientos de fragmentos de roca viajando con la velocidad de una bala. Reflexioné con arrepentimiento que el Señor había considerado que todavía no tenía suficiente de que preocuparme.
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