Una sombra pasó sobre él.
—¡Wil!
Miró hacia arriba, al tiempo que Tammy caía del cielo. Condujo su plataforma hasta que quedó flotando a baja altura, tal como había hecho para invitar a la fiesta de su padre a los que estaban barriendo las cenizas. Incluso iba vestida también de un blanco impoluto. Se quedó allí, mirando hacia abajo.
—Quería verte otra vez… antes de marcharme.
Hizo descender su plataforma hasta el suelo, al lado de los pies de Wil. Ya debía mirarle desde abajo.
—Gracias, Wil. A no ser por ti, Gerrault y Chanson se habrían apoderado de todos nosotros. Ahora creo que todos podemos resultar vencedores —su sonrisa se hizo mucho mayor—. Yelén me ha dado el equipo suficiente para salir de esta era.
Wil pensó que era demasiado perfecta para poder mirarla.
—¿Ya has abandonado tus propósitos de reclutar a la gente?
—Nada de esto. Yelén me ha dicho que puedo volver cuando hayan pasado cien años, y las veces que quiera después de este plazo. Con los equipos de Gerrault, y los cigotos, podréis alcanzar un éxito duradero. Dentro de uno o dos siglos, aquí habrá más gente de la que podemos imaginar. No se van a sentir tan abatidos como se sienten ahora, y muchos de ellos pueden haberse cansado de la civilización. Tal vez haya docenas, o millares que quieran marcharse conmigo. Y se tratará de personas a las que no tendremos que mantener. Esto es mucho más de lo que papá podía esperar —hizo una pausa de un segundo y luego dijo en voz baja—. Espero que querrás venir conmigo, Wil.
—Al… algunos de nosotros hemos de quedarnos en el tiempo real, o no habrá ninguna civilización que puedas saquear, Tammy —intentó sonreír.
—Ya lo sé, ya lo sé. Pero dentro de cien años, cuando regrese… ¿Qué te parece?
¿Que qué le parecía? Los Robinson creían que se podían dominar todos los misterios si se estudiaban el tiempo suficiente y se tenía paciencia. Pero un gusano plano podía estudiar toda la eternidad y no llegar a comprender la ópera. Dijo en voz alta:
—¿Quién sabe cuáles serán mis sentimientos dentro de cien años, Tammy? —se interrumpió y se quedó mirándola durante unos segundos—. Pero si no me voy contigo… y consigues llegar hasta el fin del tiempo… espero que presentarás mis respetos al Creador.
Tammy se estremeció, y luego vio que no intentaba burlarse de ella.
—De acuerdo. Si estás detrás de mí, lo haré —apoyó sus manos sobre los hombros de Wil y se puso de puntillas para poder besarle en los labios. —Ya nos veremos, Wil Brierson.
Pocos segundos después, Tammy desapareció por encima de los árboles. ¿Aquella que todavía vive, a la que no has dicho adiós? Suponía que no, pero tenía cien años para decidirse.
Wil andaba por el perímetro de la niebla, intrigado por la manera como el calor y el frío luchaban allí donde se acababa la nieve. Dio la vuelta al dormitorio y se encontró frente a la entrada. Todavía estaban allí. Sonrió para sí mismo y entró. ¡Que caray!
Estaba a medio camino de la entrada, cuando se abrieron las puertas. Sólo salió una persona. Era Yelén, que le miró sin sorprenderse.
—¡Ah! Me preguntaba cuanto tiempo ibas a quedarte ahí fuera.
Mientras ella se le aproximaba, él buscaba signos de enfado en su pálida cara eslava. Ella se dio cuenta y sonrió de lado.
—No te preocupes. No me han dado la patada, ni voy a marcharme ofendida. Sólo se trata de que todo este regateo me resultaba algo aburrido. Aquí dentro esto se ha convertido en un mercadillo de intercambios, se están repartiendo todo lo que sobrevivió a nuestra lucha… ¿Dispones de un minuto, Wil?
Dijo que sí, y salió con ella de la zona fría, regresando por donde había llegado.
—¿Has pensado que, por bien que vayan las cosas, vamos a necesitar unos servicios policiales? La gente te respeta sinceramente. Esto ya es el noventa por ciento de lo que hace prósperas a compañías como la Policía Estatal de Michigan o la Protectora Antidelito.
Brierson movió negativamente la cabeza:
—Esto suena a un juego al que ya nos hemos dedicado. Gran parte de los «sin gobierno» quieren contratarme, pero sin que tú se lo impongas. Pero no puedo imaginarme que los gobiernos toleraran que yo les hiciera la competencia.
—Oye, no te estoy pidiendo imposibles. La verdad es que Fraley y Dasgupta están allí dentro ahora mismo, poniéndose de acuerdo para hacerte una oferta común por tus servicios.
Wil notó que estaba con la boca abierta. ¿Fraley? Después de tantos años de odio…
—Steve preferiría morir a dejar el mando del gobierno.
—Ya ha muerto mucha gente —dijo ella en voz baja—. Muchos de los que quedan ya no quieren recibir más órdenes. Hasta el mismo Fraley ha cambiado algo. Tal vez sea por miedo, tal vez por remordimiento. Le sorprendió mucho la facilidad con que uno de los tecno-max pudo estafarle y utilizar mal la República, y mucho más al enterarse de lo que Chanson había hecho con tal de conseguir una distracción de treinta segundos cuando se apoderó de nuestros sistemas.
Yelén se rió.
—Te aconsejo que aceptes el empleo, mientras sigan creyendo que es algo duro. Dentro de un par de años vas a tener competencia. Apuesto a que con tus honorarios no vas a ganar lo suficiente para vivir.
—Humm. ¿Crees que las cosas van a ser tan aburridas?
—Creo que sí, Wil. Los monstruos de tecnología tecno-max han muerto. Los gobiernos pueden persistir, pero sólo nominalmente. Hemos perdido a muchos de ellos durante la guerra, partes de nuestra tecnología pueden descender a niveles del siglo diecinueve, pero con los cigotos de Gerrault y sus equipos médicos, estaremos mejor que antes. El problema de las mujeres ya ha desaparecido. Podrán tener todos los hijos que deseen, pero no tienen la necesidad de ser fábricas continuas de críos. Deberías haber asistido a las reuniones. Ahora ya hay muchas parejas formales. ¡Gail y Dilip me han pedido que les case! En recuerdo de tiempos pasados, me dicen que yo soy para ellos como el capitán del barco. ¡Vaya par de locos! —meneaba la cabeza, pero su sonrisa indicaba que estaba muy orgullosa a causa de ello, aquellos debían ser los primeros en expresarle su gratitud por lo que ella y Marta habían hecho—. Te voy a demostrar la confianza que tengo: no voy a forzar a nadie a permanecer en esta época. Si disponen de un burbujeador, pueden largarse. No creo que nadie lo haga. Parece que está demasiado claro que si no lo conseguimos ahora, nunca habrá otra oportunidad. —Tal vez Mónica lo haga.
—Esto es diferente. Pero tampoco estés demasiado seguro de ella; hace demasiado tiempo que se miente a sí misma. Voy a pedirle que se quede.
La sonrisa de Yelén era amable; dos semanas antes hubiera sido burlona. Con la desaparición de Gerrault y de Chanson se le había quitado un gran peso de su alma. Wil pudo apreciar qué había visto Marta en ella además de competencia y lealtad. Yelén se miró los pies.
—Hay otra razón por la que he dejado la reunión antes de que acabara. Quería excusarme. Después de que hube leído el diario de Marta, tenía ganas de matarte. Pero sabía que te necesitaba; no hacía falta que Marta me lo dijera. Y cuanto más dependía de ti, más cosas veías que yo no había podido ver… y más te odiaba. Ahora ya sé la verdad. Estoy avergonzada. Después de trabajar contigo, debería haber comprendido la astucia de Marta. Le ofreció su mano y Brierson la aceptó. —Gracias, Wil.
¿La que todavía vive, la que no ha dicho adiós? No. Pero sí era una amiga para los años venideros. Detrás de ella, se posó un volador. —Ya es hora de que vuelva a casa — señaló con su pulgar hacia el Castillo Korolev.
—Una cosa más —dijo ella—. Si las cosas van tan despacio como pienso, creo que tendrás ganas de hacer otras cosas… Ayuda a Della.
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