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Vernor Vinge: Naufragio en el tiempo real

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Vernor Vinge Naufragio en el tiempo real

Naufragio en el tiempo real: краткое содержание, описание и аннотация

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En la esperada continuación de LA GUERRA DE LA PAZ, una desastrosa extinción ocurrida en el siglo XXIII amenaza la continuidad de la civilización. Los poseedores del poder tecnológico intentan recoger a todos los supervivientes que van siendo liberados del éstasis de las Burbujas e incorporarlos al proyecto final, que no es otro que reconstruir la civilización con una diezmada humanidad. Pero uno de los líderes ha sido “asesinado” abandonado en el tiempo real, mientras el resto de la humanidad se encuentra en gracias a las Burbujas. En este caso, la reflexión de Vinge sobre el futuro, merecedora del Premio Prometheus otorgado por la Sociedd Libertaria Futurista, toma la forma conductora de una novela de misterio en un ambiente de ciencia ficción . El protagonista, Will Brierson, policía del siglo XXI, debe encontrar al “asesino” y desentrañar por qué se intenta obstaculizar la reconstrucción de la civilización. Finalista del Premio Hugo 1987

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Los ojos de Yelén estaban completamente abiertos, todo el blanco aparecía alrededor de sus iris; todo su cuerpo se había quedado rígido. Chanson tal vez no podía notarlo, pero la muerte flotaba en el ambiente.

Wil cortó la línea visual de Yelén; su voz era un tranquilo eco del tono distante de Chanson.

—¿Y qué hay de lo de Marta, Juan?

—¿Marta? —Juan casi llegó a mirarle—. Marta siempre estuvo falta de prejuicios. Aceptó la posibilidad de una amenaza alienígena. Creo que la asustó la llegada de Lu, ya que aquella criatura era, evidentemente, muy poco humana. Marta habló con Lu, tuvo acceso a algunas de sus bases de datos. Y luego… y luego… —tenía los ojos llenos de lágrimas—. Empezó a interrogar a las bases de datos acerca de Mudge.

¿Cuánto llegó a sospechar Marta? En aquella ocasión, probablemente nada; la mayor parte de las embarulladas referencias sobre Mudge no tenía la menor conexión con Chanson. Fue una increíble mala suerte que desde el principio se acercara tanto al secreto de Juan.

—No debería haber mentido acerca de mi pasado, pero ya era demasiado tarde. Marta podía destruir todo aquello a lo que yo había dedicado tanto trabajo. La colonia podía quedarse indefensa. Tuve que hacerlo, tuve que hacerlo…

—¿Matarla? —la voz de Yelén fue un grito.

—¡No! —Juan levantó la cabeza de golpe; no debía olvidar la realidad que tenía alrededor suyo—. Nunca hubiera podido hacer tal cosa. ¡Me gustaba Marta! Pero… tenía que ponerla en cuarentena. Esperé a ver si me denunciaba. No lo hizo, pero me di cuenta de que jamás podría estar seguro de que no lo hiciera más tarde. No podía consentir que se quedara.

»¡Por favor, escuchadme! Cometí errores; insistí demasiado para haceros ver la verdad. Pero debéis creer lo que digo: los invasores están allá fuera, Yelén. Destruirán todo lo que tú y Marta soñabais, si no me creéis… —la voz de Juan se convirtió en un alarido. Cayó pesadamente, y se quedó tendido con los brazos y las piernas dando sacudidas.

Con dos rápidas zancadas, Wil se arrodilló a su lado. Wil miró a aquella cara agonizante; había dispuesto de dos días para prepararse para aquel momento y para suprimir la rabia homicida que sentía cada vez que veía a Chanson. Korolev no había dispuesto de tanto tiempo; Wil podía notar sus ojos penetrantes que sentenciaban a muerte detrás de él.

—¿Qué le has hecho, Yelén?

—Le he desconectado, he cortado sus enlaces de comunicaciones —se situó al lado de Wil para poder observar mejor a Chanson—. Se recuperará.

Su cara mostraba una rara sonrisa, que, en cierta manera, era más temible que la rabia.

—Quiero tener tiempo para pensar en una justa venganza. Y quiero que él pueda darse cuenta de ello, cuando llegue el momento —sus ojos se posaron en los que estaban más cerca—. Sacadlo de mi vista.

Por una vez, no hubo debate; sus palabras hubieran podido ser descargas eléctricas. Tung y tres tecno-min cogieron a Chanson y lo llevaron hasta el volador que se estaba posando al lado del anfiteatro. Wil salió tras ellos.

—¡Brierson, quiero hablar contigo! —las palabras eran bruscas, pero había algo raro en el tono de Yelén.

Wil retrocedió desde los escalones. Yelén se lo llevó alrededor del borde de la plataforma, lejos de la gente, que empezaba a salir del estado de shock.

—Wil —dijo en voz baja—. Me gustaría ver lo que dejó Marta. Lo que dijo Marta cuando no estaba escribiendo bajo la vigilancia de Chaman.

Wil tragó saliva: hasta la victoria le iba a resultar difícil. Tocó el hombro de ella.

—Marta dejó el quinto montón de piedras, tal como le dije a Chanson. Si hubiéramos podido encontrarlo durante los primeros millares de años… Después de cincuenta milenios, sólo pudimos ver que había contenido una hoja de papel rojo. Se había convertido en polvo. Nunca podremos saber con seguridad qué quiso decirnos… Lo siento, Yelén.

26

Nevaba. Por toda la colina se oían gritos, y de vez en cuando algunas risas. Jugaban a una batalla de bolas de nieve.

W. W. Brierson bajó por la ladera hasta el extremo de la zona de los pinos. Era curioso que, en un mundo tan vacío, todavía quisiera estar a solas. Tal vez no fuera tan curioso. Su dormitorio era un lugar demasiado concurrido. Sin duda habría otros que como él se habían separado de los lanzadores de bolas de nieve, y que paseaban bajo los pinos, aparentando que aquella época era diferente.

Encontró un gran peñasco, trepó sobre él y limpió un sitio donde sentarse. Desde allí podía ver unos glaciares alpinos que desaparecían entre las nubes. Wil dio unos golpes suaves a su registro de datos y empezó a discurrir. La especie humana tenía otra oportunidad. Dilip y muchos otros parecían estar realmente convencidos de que esto se lo debían a él. Bien. Había resuelto el caso. Sin duda alguna, había sido el más importante de toda su carrera. Ni el mismo Bill Brierson hubiese podido imaginar que su padre pudiera correr una aventura tan grande. Y el principal responsable había sido castigado. Era indudable que Juan había sido castigado…

Yelén había hecho honor a los sentimientos caritativos de Marta: había logrado que el mismo perdón conllevase el castigo. Juan fue ejecutado por un exceso de tiempo de vida. Fue abandonado en el tiempo real, sin abrigo, sin herramientas y sin amigos. Pero la suya era una tortura diferente a la de Marta, y tal vez mucho más cruel. Se abandonó a Juan junto a un autón médico. Podía seguir viviendo todo el tiempo que quisiera.

Juan sobrevivió a tres autones. Duró diez mil años. Y mantuvo sus intentonas durante casi dos mil. Wil movió la cabeza mientras repasaba los informes. Si alguien hubiera sabido que Chanson estaba en Penetración y Perversión, éste se hubiera convertido inmediatamente en un sospechoso sólo basándose en conceptos de personalidad. Wil había conocido únicamente a un especialista de este tipo, y se había convertido en el fantasma residente de su compañía. Juan había sido paciente y enrevesado de una manera inhumana, pero al mismo tiempo estaba terriblemente asustado. Se pasó tanto tiempo en conexión profunda, que las paranoicas necesidades de defensa invadieron su percepción del mundo cotidiano. Wil sólo podía comprender haciendo un esfuerzo de imaginación el terrible manicomio en que se había convertido Penetración y Perversión a finales del siglo veintidós. Juan hizo siete intentos para pervertir al autón. En uno de ellos dedicó mil doscientos años a cuidadosas observaciones, controlando los tiempos cuando se producían fallos en algunos subsistemas, maniobrando para que el autón estuviera en una posición que le permitiera apoderarse de su control y conseguir un transporte hasta los recursos que tenía en el espacio próximo.

Pero Chanson jamás tuvo la menor posibilidad de lograrlo. Yelén había introducido cambios en los sistemas principales del autón, y Juan no tenía ningún elemento del software, que había robado a USAF. Inc, y le faltaba la ayuda de procesadores. Su labia y dos mil años de esfuerzos fueron incapaces de liberarle.

A medida que los siglos iban transcurriendo y dados sus continuos fracasos con el autón, Juan dedicó cada vez más tiempo a intentar comunicarse con Yelén y los otros tecno-max que ocasionalmente observaban su tiempo real. Llevaba un diario muchas más extenso que el de Marta, pintó inacabables letreros en los pedregales que estaban al norte de su territorio de residencia. Pero nada de esto resultaba tan interesante como el diario de Marta. Juan sólo podía hablar de su gran mensaje sobre la amenaza que había visto en las estrellas. Se ocupaba incansablemente de la evidencia, pero después de los primeros siglos había perdido todo contacto con la realidad.

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