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Vernor Vinge: Naufragio en el tiempo real

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Vernor Vinge Naufragio en el tiempo real

Naufragio en el tiempo real: краткое содержание, описание и аннотация

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En la esperada continuación de LA GUERRA DE LA PAZ, una desastrosa extinción ocurrida en el siglo XXIII amenaza la continuidad de la civilización. Los poseedores del poder tecnológico intentan recoger a todos los supervivientes que van siendo liberados del éstasis de las Burbujas e incorporarlos al proyecto final, que no es otro que reconstruir la civilización con una diezmada humanidad. Pero uno de los líderes ha sido “asesinado” abandonado en el tiempo real, mientras el resto de la humanidad se encuentra en gracias a las Burbujas. En este caso, la reflexión de Vinge sobre el futuro, merecedora del Premio Prometheus otorgado por la Sociedd Libertaria Futurista, toma la forma conductora de una novela de misterio en un ambiente de ciencia ficción . El protagonista, Will Brierson, policía del siglo XXI, debe encontrar al “asesino” y desentrañar por qué se intenta obstaculizar la reconstrucción de la civilización. Finalista del Premio Hugo 1987

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Marta se balanceaba, haciendo chasquear sus dedos al ritmo de la música; sonreía levemente. Se parecía algo a Virginia: su piel achocolatada tenía casi exactamente el mismo tono que Wil recordaba. No había la menor duda de que su padre o su madre procedían de América, pero la otra parte de la familia era claramente china.

Además de la apariencia, existían otras semejanzas. Marta tenía el mismo humor bullicioso de Virginia. Combinaba el sentido común con una simpatía no tan común. Wil la observó durante algunos minutos, intentando disimularlo. Algunos de los asistentes más osados, encabezados por Dilip, solicitaron bailar con ella. Aceptó con todo entusiasmo, y a partir de aquel momento ya no salió de la pista. Daba gozo verla. Si tan sólo…

Una mano tocó su hombro y una voz femenina llegó a sus oídos.

—Hey, Sr. Brierson ¿verdad que es usted policía?

Wil vio unos ojos azules que estaban a unos centímetros de él. Tammy Robinson se había puesto de puntillas para gritarle al oído. Cuando hubo atraído su atención, se quedó en pie, lo que la dejaba a la respetable altura de un metro ochenta centímetros. Vestía el mismo impoluto vestido blanco que había llevado antes. Su banda de interfaz parecía una pieza de joyería y apartaba hacia atrás su larga cabellera. Su sonrisa estaba enmarcada por hoyuelos: hasta sus ojos parecían sonreír.

Brierson le devolvió la sonrisa.

—Sí. Por lo menos, antes era una guindilla.

—¡Oh, vaya! —Se colgó de su brazo y se apartaron del fuerte ruido—. Nunca había visto un policía, hasta ahora. Pero supongo que esto no es decir mucho.

—¿Sí?

—Sí. He nacido unos diez megaaños después de la Singularidad, lo que Juan llama Extinción. He leído y visto todo lo que se refiere a policías, criminales y soldados, pero en realidad jamás me había encontrado realmente con uno hasta ahora.

Wil rió.

—Bien, ahora ya puedes conocer a los tres.

Tammy se avergonzó.

—Lo siento. En realidad no soy tan ignorante. Ya sé que los policías son diferentes de los criminales y de los soldados. Pero esto es muy raro: todas estas carreras no pueden existir a menos que mucha gente decida vivir junta.

Mucha gente. O sea, más de una familia. Brierson vio el abismo que les separaba.

—Creo que te gusta tener a otras personas a tu alrededor, Tammy.

Ella sonrió y le apretó el brazo.

—Papá dice que ahora estoy empezando a comprender.

—Sólo has de pensar que antes de que cumplas cien años, el pueblo de Korolev ya será una ciudad con mucha gente, un par de millares de personas, por lo menos, que deberás conocer y que serán más interesantes y más apreciados que los criminales.

—Pero no vamos a esperar a que esto suceda. Quiero estar con mucha gente, con centenares al menos. ¿Pero cómo puedes resistir estar siempre encerrado en un rincón del tiempo?

Le miró y de repente pareció entender que toda la vida de Brierson había estado comprendida en un siglo.

—Vamos a ver. ¿Cómo te lo puedo explicar? Mira: Allá, de donde viniste, ¿había viajes aéreos y espaciales, verdad?

Brierson asintió.

—Podías ir a cualquier lugar que eligieras. Pero ahora supón que tienes que pasar toda tu vida en una casa situada en un profundo valle. Algunas veces te cuentan historias de otros lugares, pero tú nunca puedes salir del valle. ¿No te volverías loco? Así me siento yo cuando pienso en una parada definitiva en Korolev. Ya llevamos aquí seis semanas. No es demasiado tiempo si se compara con otras escalas que hemos hecho, pero es lo bastante prolongada como para que me inspire este sentimiento. Los animales no cambian. Miro a mi alrededor y las montañas no hacen más que estar allí —hizo un pequeño gesto de frustración—. ¡Oh! No puedo explicarlo. Pero vas a poder ver algo de esto, quiero decir esta noche. Papá os enseñará el video que hemos hecho. ¡Es precioso!

Wil sonrió. Las burbujas no podían cambiar el hecho de que el tiempo es un camino de una sola dirección.

Ella vio la negativa en sus ojos.

—Debes sentir lo mismo que yo. ¿Ni un poquito? Quiero decir: ¿Por qué te pusiste en estasis, para empezar?

El negó con la cabeza.

—Tammy, aquí hay muchas personas que nunca pidieron ser burbujeadas… A mí me secuestraron.

Había sido un caso de engaño de la más baja estofa. Cuando lo recordaba, era como si estuviera muy reciente en su mente; en muchos aspectos era más real para él que su vida en las últimas semanas. El encargo le había parecido tan poco peligroso como quedarse en casa. La necesidad de un investigador armado había sido una formalidad requerida por las arcaicas reglas de la compañía: el importe de lo robado era algo más de diez mil gAu. Pero alguien había estado desesperado o descuidado… o solamente había actuado con malas intenciones. Muchas legislaciones de la época de Wil consideraban como homicidio el emburbujamiento ofensivo de más de un siglo. El estasis de Wil había durado mil siglos.

Desde luego, Wil no consideraba aquel crimen como el asesinato de un tal W. W. Brierson. El crimen era mucho más terrible que esto. El crimen era la destrucción del mundo que él había conocido, de la familia que él había amado.

Los ojos de Tammy se abrían cada vez más a medida que iba conociendo su historia. Hacía esfuerzos por entenderla, pero Wil pensaba que en su mirada había más asombro que simpatía. El se calló, desconcertado.

Intentaba encontrar otro tema de conversación más adecuado cuando advirtió una figura pálida que estaba en la parte más alejada de la pista de baile. Era la persona que había visto en la playa.

—¿Tammy, quién es? —hizo un gesto con la cabeza en dirección hacia el desconocido.

Tammy dirigió su mirada hacia el otro lado de la pista.

—¡Oh! Es misteriosa, ¿verdad? Es una espacial. ¿Te lo imaginas? Dentro de cincuenta millones de años podrá viajar por toda la Galaxia. Creo que tiene más de nueve mil años de edad. Y durante todo este tiempo siempre ha estado sola— se estremeció.

Nueve mil años. Esto la convertía en la persona humana más anciana que Wil había visto. Aquella noche parecía más humana que en la playa. Por una parte, llevaba más ropa: una blusa y una falda que eran evidentemente femeninas. Su cráneo estaba cubierto por un corto pelaje. Su cara era pálida y suave. Wil suponía que cuando tu— viera el pelo más crecido, su aspecto sería el de una mujer joven normal, probablemente china.

Un vacío de medio metro rodeaba a la espacial; en todas las demás partes la gente estaba muy apiñada. Muchos cantaban y daban palmas; difícilmente se podía encontrar a alguien que pudiera resistirse y no siguiera el ritmo de la música dando golpecitos con el pie o moviendo la cabeza. Pero la espacial estaba en silencio y casi inmóvil, sus ojos oscuros miraban impasibles a los bailarines. Ocasionalmente su brazo o su pierna se retorcía como si estuviera en cierta resonancia con la melodía.

Parecía percibir la mirada de Wil. Le miró analíticamente, con sus inexpresivos ojos. Aquella mujer había visto más cosas que los Robinson, las Korolevs y que todos los tecno-max juntos. ¿Sería su imaginación lo que le hizo sentirse como un microbio sobre un portaobjetos? Los labios de la mujer se movieron en una mueca espasmódica que recordaba haber visto en la playa. Entonces le había parecido un gesto frío de alienígena, casi de insecto. Ahora Wil tuvo un destello de comprensión: después de estar nueve mil años sola, nueve mil años en los que sólo Dios sabía en cuántos mundos había estado, ¿podía una persona recordar todavía las cosas sencillas, por ejemplo, cómo se sonreía?

—Venga, señor Brierson, bailemos —la mano de Tammy Robinson se mostraba insistente en su codo.

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