Vernor Vinge - Naufragio en el tiempo real

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Naufragio en el tiempo real: краткое содержание, описание и аннотация

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En la esperada continuación de LA GUERRA DE LA PAZ, una desastrosa extinción ocurrida en el siglo XXIII amenaza la continuidad de la civilización. Los poseedores del poder tecnológico intentan recoger a todos los supervivientes que van siendo liberados del éstasis de las Burbujas e incorporarlos al proyecto final, que no es otro que reconstruir la civilización con una diezmada humanidad. Pero uno de los líderes ha sido “asesinado” abandonado en el tiempo real, mientras el resto de la humanidad se encuentra en gracias a las Burbujas.
En este caso, la reflexión de Vinge sobre el futuro, merecedora del Premio Prometheus otorgado por la Sociedd Libertaria Futurista, toma la forma conductora de una novela de misterio en un ambiente de ciencia ficción . El protagonista, Will Brierson, policía del siglo XXI, debe encontrar al “asesino” y desentrañar por qué se intenta obstaculizar la reconstrucción de la civilización.
Finalista del Premio Hugo 1987

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Era uno de esos días, que podía llegar a cambiar los hábitos de los mochuelos nocturnos. Alrededor de la casa, lo verde llegaba hasta muy alto, los árboles todavía húmedos relucían al sol. Todo parecía limpio y brillante, como si hubiera sido acabado de crear. Menos los pájaros, todo estaba en silencio. Atravesó la calle cubierta de musgo para ir al encuentro del volador cerrado de Lu. Dos dispositivos de protección, uno procedente de Yelén y el otro de Lu, dejaron sus puestos sobre la casa y le siguieron.

—¡Hola, Wil! Espera un minuto —era Dilip Dasgupta que le hacía señas con la mano desde su casa que estaba a unos cincuenta metros calle abajo—. ¿Dónde vas?

—A Calaña —le contestó Brierson gritando.

—Vaya.

Rohan y Dilip ya estaban levantados y vestidos. Corrieron hacia él.

—¿Forma parte de la investigación del asesinato? —preguntó Dilip.

—Tienes un aspecto horroroso, Wil —dijo Rohan.

Brierson hizo como si Rohan no existiera.

—Sí. Vamos a ver a Mónica Raines.

—¡Ah! Es una sospechosa.

—No. Todavía estamos investigando los hechos, Dilip. Quiero hablar con todos los técnicos elevados.

—¡Oh!

Parecía un hincha de fútbol contrariado por la mala suerte de su equipo. Algunos días antes, la contrariedad hubiera estado teñida de miedo; entonces todo el mundo había estado inquieto al suponer que el asesinato de Marta pudiera ser el preludio de un ataque masivo a la colonia.

—Wil, te lo decía de verdad —Rohan no iba a dejarse apartar a un lado—. Realmente pareces agotado. Y no se trata tan sólo de hoy porque sea muy pronto y todo esto. No dejes que este caso te aparte de tus amigos. Has de relacionarte, Wil… Por ejemplo, esta mañana nos vamos con una expedición de pesca que sale de la Costa Norte. Es algo que han organizado los Pacistas. Nuestros amigos, los Genet también vienen, por si acaso encontramos algo demasiado grande para nosotros solos. ¿Sabes? No sé por qué los gobiernos tienen tan mala fama. Tanto los Pacistas como los Neo Mejicanos no son muy diferentes de los clubs sociales o de las asociaciones de los colegios. Se portan muy bien con todo el mundo. Sí, y piensa esto, Wil: aquí hemos empezado una nueva vida. La mayor parte de la humanidad está atada a estos dos grupos. Hay muchas mujeres, mucha gente a la que te gustaría conocer. Brierson sonrió, algo turbado y conmovido. — Tienes razón. Debería estar más al corriente de las cosas.

Rohan alzó su brazo para darle un golpe en el hombro. —Hey, si por la tarde ya estáis de vuelta, podías procurar que Lu te dejara en la Costa Norte. Estoy seguro de que todavía habrá acción por allí. —¡De acuerdo!

Wil dio la vuelta y se acercó andando a la nave volante de Lu. Los Dasguptas tenían razón en algunas cosas. ¡Pero qué equivocados estaban en otras! Una sonrisa afloró a sus labios cuando se imaginó la reacción de Steve Fraley si oyese que se comparaba la República de Nuevo Méjico con un club social.

—Buenos días, Wil —la cara de Lu era impasible. Parecía no estar preocupada en absoluto por el retraso—. ¿Te parece bien a 1.5 g? —Claro, claro.

Brierson ocupó un asiento, no demasiado seguro de saber sobre qué estaba hablando Lu. Por lo menos no tenía que preocuparse por preguntas sobre su estado de salud. Aparte de la risa o la sonrisa, y de las lágrimas, Lu parecía incapaz de leer las expresiones faciales.

Se hundió en los cojines del asiento y la aceleración del aparato volante añadió una lasitud física a la mental que ya tenía. No había usado la base de datos Greenlnc sólo para la investigación del asesinato de Marta. Durante la noche anterior había seguido el rastro de su familia hasta el final del siglo veintidós. Estaba orgulloso de ver hasta dónde habían llegado sus hijos: Anne, astronauta; Billy, policía y luego escritor. Por lo que había podido averiguar, Virginia no se había vuelto a casar. Los tres habían desaparecido en el siglo veintitrés, junto con sus padres, sus hermanas y el resto de la humanidad.

En 2140 y 2180 habían emburbujado regalos para que le hicieran compañía. Greenlnc decía que se trataba del mejor equipo de supervivencia que se podía comprar con dinero. Había caído en manos de los salteadores de tumbas, los viajeros basureros que existieron durante el primer megaaño después del Hombre. Tal vez había sido mejor así, porque en aquellos paquetes debería de haber videos de la familia, y hubiese sido muy duro el verlos.

…Pero durante todo el tiempo había mantenido el sueño secreto de que Virginia pudiera ir en pos de él, al menos cuando los hijos hubieran tenido sus propias familias. Era algo extraño: él hubiera discutido con ella para que no fuera, pero ahora se sentía… traicionado.

El leve silbido que venía de detrás de los cristales hacía tiempo que había desaparecido, pero continuaba la aceleración que le revolvía las tripas. La atención de Wil volvió al volador. Miró directamente hacia adelante. Un océano salpicado de nubes aparecía ante él como una pared azul. Miró a través de la cúpula transparente y vio la curvatura de la Tierra: el azul pálido se mezclaba con el negro del espacio. Estaban a centenares de kilómetros de altura, volando hacia adelante con una aceleración constante muy distinta a las trayectorias balísticas a que estaba acostumbrado.

—¿Faltaba mucho? —consiguió decir.

—Es lento ¿verdad? —dijo Della—. Ahora que ya está establecida la colonia, Yelén no quiere que usemos las cabezas nucleares dentro del espacio próximo. A esta aceleración, todavía falta media hora para llegar a Norte América.

Un rosario de islas pasó rápidamente por su campo visual. Mucho más cerca, vio los autones que le protegían cuando estaba en casa: volaban en formación con la nave de Della.

—Todavía no comprendo por qué quieres apartarte tanto de tu camino para ir a hablar con la señora Raines. ¿Tan especial es ella?

Wil se encogió de hombros.

—Quiero hablar primero con las personas que sean menos propicias. Ménica no está interesada en venir a vernos en persona, y a mí me gusta que estas entrevistas sean cara a cara.

Delta dijo:

—Esto es juicioso. La mayoría de nosotros podemos hacer cualquier cosa en un canal de holo… Pero ella es, de los técnicos elevados, uno de los menos potentes. No puedo imaginármela como una asesina.

Pocos minutos después, Della hizo dar a su aparato un viraje pronunciado y en picado, que por unos segundos les hizo acelerar fuertemente en dirección al Pacífico. Wil se alegró de no haber tenido tiempo para desayunar. Cuando entraron en la atmósfera por la parte oeste de Calaña, iban a la velocidad justa para que el casco de la nave se pusiera solamente un poco al rojo.

Calaña. Era uno de los nombres más apropiados que habían puesto las Korolevs. En los tiempos de Wil, una de las pautas del insulto regional era la predicción de que California algún día caería al mar. Esto no ocurrió nunca. Al contrario, California se había hecho a la mar, deslizándose a lo largo de la falla de San Andrés, terremoto a terremoto, milenio tras milenio, hasta que la costa suroeste de Norte América se convirtió en una isla de mil quinientos kilómetros. Sin duda era Calaña, la dilatada y estrecha isla que los marineros españoles habían (muy prematuramente) identificado cincuenta millones de años antes.

Della hizo los últimos cientos de kilómetros en aproximación baja. La playa se deslizaba rápidamente debajo de ellos. Tanto al norte como al sur, hasta donde alcanzaban a ver, las rompientes iban a dar en la pura arena. Allí no había ciudades ni caminos. El mundo estaba en un período interglaciar, al igual que en la Era del Hombre. Aquella línea de costa, se parecía a la de California. No le hacía sentir la misma nostalgia que si se hubiera tratado de Michigan, pero de todas maneras notó un nudo en la garganta. Él y Virginia habían visitado California del Sur en la década de los 2090, después de que se hubiera suprimido el gobierno de Aztlán. Se deslizaron volando sobre las colinas cubiertas de árboles de hojas perennes. La luz de la tarde hacía que todo apareciera con un relieve desigual. Detrás de las colinas, la vegetación estaba marchita y de un color verde grisáceo. Y detrás de todo esto había la llanura y los estrechos de Calaña.

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