—¿Queréis ir fraccionando vuestras vidas, y vivir mientras dure el universo? — preguntó Lu.
—Como mínimo.
La espacial se rió.
—¿Y que vais a hacer cuando llegue el fin?
—Esto depende de cómo sea este fin —los ojos de Tammy se iluminaron—. Papá piensa que todos los misterios sobre los que la gente ha estado reflexionando, incluso la Extinción, serán revelados entonces. Es la cita final de todos los seres pensantes. Si el tiempo es cíclico, podremos emburbujarnos hasta el nuevo principio y entonces el Hombre será universal.
—¿Y si el universo es algo abierto y muere para siempre?
—En este caso, tal vez nosotros lo podremos cambiar —se encogió de hombros—. Pero aunque no podamos cambiarlo, todavía estaremos allí. Lo habremos visto todo. Papá dice que alzaremos una copa y brindaremos en memoria de todos vosotros, los que os hayáis ido antes —todavía seguía sonriendo.
Brierson se preguntaba si aquélla no sería la más loca de todas las personas que había conocido recientemente.
Después, Wil intentó hacer los planes para la investigación con Della Lu. No fue una tarea fácil.
—¿La señora Robinson estaba alterada al principio de la entrevista? —preguntó Lu.
Wil alzó los ojos hacia el cielo.
—Sí. Creo que lo estaba.
—Ah. También yo he pensado lo mismo.
—Mira, Della. Lo que Tammy dice de Yelén tiene sentido. Es absurdo que los policías, nosotros, abandonen la escena del crimen. Allá en Michigan, jamás habría aceptado un cliente que exigiera semejante condición. Yelén tiene razón cuando dice que si me quedo por aquí para investigar la evidencia física no sería más que un aficionado. Pero tu equipo es igual al suyo…
—Mejor. Es mejor.
—…y debería hacer que retrases el emburbujamiento lo suficiente para recoger pruebas.
Lu estuvo callada unos momentos (¿Quizás hablaba por su cinta craneal?).
—La señora Korolev quiere estar sola por razones emotivas.
—Humm. Dispone de miles de años antes que los Pacistas salgan. Deberías hacer, por lo menos,, una autopsia y recoger las pruebas físicas.
—Muy bien. ¿Crees que la señora Korolev es sospechosa?
Wil extendió las manos.
—En esta fase, ella y los Robinson deben encabezar nuestra lista. Después de que hayamos escarbado por ahí, será muy fácil borrarla. Pero precisamente ahora, sería muy poco profesional que ella se encargara de la investigación sobre el terreno.
—¿La señora Korolev es amistosa contigo?
—¿Qué? No especialmente. ¿Qué tiene esto que ver con la investigación?
—Nada. Intento hacerme una composición de… —parecía buscar la palabra precisa— ,… roles, para poder hablar contigo.
Wil sonrió débilmente. Recordó de nuevo la hostilidad de Yelén.
—Te agradeceré que no trates de componer el rol de ella.
—De acuerdo —aceptó sin sonreír.
Si Lu era tan hábil con sus aparatos como tonta con la gente, ellos dos iban a constituir la mejor pareja de detectives de la historia, —Hay algo más, algo muy importante, que necesito. Yelén me ha prometido protección física y acceso a sus bases de datos. Me gustaría tener, además, tu protección; por lo menos hasta que nos alejemos de ella.
—Desde luego. Y si quieres, también puedo encargarme de tu salto hacia el futuro.
—Y además me gustaría poder disponer de tus bases de datos.
Poder compararlas con las de Korolev, no podía hacerle daño.
La espacial dudó.
—Bueno. Pero hay alguna información que no es muy accesible.
Wil paseó la vista por el camarote de Della (¿Sería más adecuado decir su puente de mando?). Era aún más reducido que el de Tammy, y casi tan austero. Un pequeño ramo de rosas nacía en la mesa de Della: su aroma impregnaba el aire. Un paisaje pintado a la acuarela colgaba de la pared que quedaba delante de la espacial. Los tonos vivos y las sombras estaban sutilmente equivocados, como si el artista fuese torpe… o la escena no perteneciera a la Tierra.
Y Brierson estaba poniendo su vida en manos de aquella persona. En aquel universo de gente desconocida, tenía que confiar en unos más que en otros pero…
—¿Qué edad tienes, Della?
—He vivido novecientos años, Brierson. He estado lejos durante mucho tiempo. He visto muchas cosas.
Sus ojos volvieron a tomar aquella expresión fría y lejana que él recordaba de su primer encuentro. Por unos momentos pareció que miraba detrás de él, tal vez a la acuarela, tai vez más lejos todavía. Después recuperó el aspecto inexpresivo de su cara.
—Creo que ya es hora de que vuelva a reunirme con la raza humana.
Unos cinco mil años después, todo lo que quedaba del único imperio mundial de la historia, La Autoridad de la Paz, volvió al tiempo normal. Recibieron la bienvenida de los autones de Korolev, que les desaconsejaron que interfirieran en las burbujas que estaban en la parte sur del Mar Interior. Disponían de tres meses para considerar sus nuevas circunstancias, antes de que las burbujas reventaran.
Aquello por lo que Marta y Yelén había trabajado durante tanto tiempo, estaba a punto de empezar.
Se entregaron miles de toneladas de equipamientos a los técnicos bajos, junto con granjas, fábricas y minas. Los regalos se entregaron a los individuos según la experiencia adquirida en la civilización que habían dejado atrás. Los hermanos Dasgupta recibieron dos cargas de camión de equipo de comunicaciones. Ante la sorpresa de Wil, las cambiaron inmediatamente a un oficial de transmisiones de NM por una finca de mil hectáreas. Y Korolev no se opuso. Señaló cuál era el equipo más frágil y suministró bases de datos a aquellos que querían hacer planes para el futuro.
A muchos de los tecno-min, indisciplinados, les gustaba esto: sobrevivir y sacar provecho. Al cabo de pocas semanas ya disponían de mil proyectos para combinar el equipo de técnica elevada con las primitivas cadenas de producción. Ambas debían coexistir durante décadas, con las decadentes técnicas elevadas que cada vez debían quedar más reducidas a un papel menos importante. Al final les quedaría una infraestructura viable.
Los gobiernos no estaban tan contentos. Tanto los Pacistas como los de Nuevo Méjico estaban fuertemente armados, pero mientras Korolev estuviese de guardia sobre el Mar Interior, todo aquel poderío del siglo veintiuno resultaba tan persuasivo como un cañón de bronce en el jardín de un tribunal de justicia. Ambos tuvieron tiempo suficiente para comprender la situación. Se vigilaban unos a otros con todo cuidado, y se unían para quejarse de la Korolev y de los otros tecno-max. Su propaganda observó la coordinación de los donativos, y lo restringidos que eran éstos: no se entregaban armas, ni la técnica de emburbujar, ni aeronaves, ni autones, ni equipo médico.
—Korolev da la ilusión de libertad, pero no la realidad. La excitación de la fundación llegó algo apagada hasta Wil. Se puso en contacto con algunos de los interesados. Algunas veces veía las noticias de los Pacistas o de los de NM. Pero tenía muy poco tiempo para participar. Tenía un trabajo, en muchos aspectos igual al que había tenido hacía mucho tiempo: tenía que atrapar a un criminal. A menos que se tratara de algo que pudiera estar relacionado con esto, todo lo que pasaba a su lado era irrelevante.
El asesinato de Marta era una de las noticias más importantes. A pesar de tener que construir una civilización, la gente todavía encontraba tiempo para hablar de ello. Como ella había desaparecido, todos recordaban su cordialidad. Cada decisión política impopular se recibía con un suspiro de «Si Marta estuviera viva, esto sería muy distinto.» Al principio, Wil estaba en el centro de todas las reuniones, pero tenía poco que decir. Además, estaba en una única, e incómoda categoría: Wil era un tecno-min, pero con los inconvenientes de uno elevado. Podía volar dondequiera que se le antojara; los demás tecno-min debían limitarse a los transportes «públicos» suministrados por Korolev. Tenía sus propios autones personales de protección que le habían proporcionado Della y Yelén: los demás tecno-min le miraban con mal disimulado nerviosismo cuando los veían flotar. Estas ventajas eran intransferibles, y no pasó mucho tiempo antes que Wil se viera más evitado que buscado.
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