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Robert Silverberg: Espinas

Здесь есть возможность читать онлайн «Robert Silverberg: Espinas» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. Город: Barcelona, год выпуска: 1990, ISBN: 84-7386-551-0, издательство: Ultramar Editores, категория: Фантастика и фэнтези / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

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Robert Silverberg Espinas

Espinas: краткое содержание, описание и аннотация

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Minner Burris: un maduro astronauta convertido por los cirujanos alienígenas en un ser que ya no es completamente humano. Lona Kelvin: cobaya de un experimento genético la madre virgen de un centenar de hijos a los que nunca llegará a ver. Duncan Chalk: un vampiro psíquico que alimenta a través de su imperio del espectáculo a millones de mirones, al tiempo que se alimenta a sí mismo con el dolor y la desesperación de los demás. Tres personajes, un amor, un odio, un ansia. Y, por encima de todo, una maravillosa historia de amor en los límites de lo concebible. Espinas

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—¿Quién sabe? —le murmuró con voz ronca—. La noche podría acabar en cualquier parte. Quizá te haga un bebé. Apuesto a que eso te gustaría. ¿Has tenido alguna vez un bebé?

Las uñas de Lona le desgarraron la mejilla. Tom retrocedió tambaleándose, sorprendido, cubierto de sangre, y por un instante las bandas de adornos que había bajo su piel se iluminaron brillantemente incluso a la luz artificial. Había furia en sus ojos. Lona se dio la vuelta y pasó junto a él, perdiéndose en la multitud que iba y venía por el vestíbulo.

Se abrió paso con los codos hacia la Arcada.

Tom, Tom, el hijo del flautista, te hará un bebé antes de terminar contigo…

«Trescientos un óvulos recién fertilizados fueron mantenidos en preparaciones de vaselina, y cada óvulo recibió uno de los siguientes tratamientos experimentales: (I) ninguna perforación con pipeta, ninguna inyección; (II) perforación del óvulo pero sin inyección; (III) inyección de 180µ3 de la solución conteniendo alrededor de 5 pg de GBB; (IV) inyección de 770µ3 de la solución conteniendo 20 pg de GBB; o (v) inyección de 2730µ3 de la solución conteniendo 68 pg de BGG.»

La Arcada relucía. Aquí estaban todos los placeres baratos reunidos bajo un solo techo de cristal. Al entrar por la puerta Lona pegó el pulgar al torniquete para dejar registrada su presencia y que le cobraran la visita. Entrar no era caro. Pero Lona tenía dinero, sí, tenía dinero. Se habían ocupado de eso.

Plantó firmemente los pies en el suelo y alzó la vista hacia un nivel de terraza tras otro, hasta llegar el techo situado a sesenta y cinco metros de distancia. Allí arriba la nieve estaba cayendo pero no conseguía posarse; eficientes ventiladores impedían que tocara la bóveda del techo, y los copos se desplomaban hacia una pegajosa muerte en el pavimento caldeado por los aparatos.

Vio los niveles de las partidas donde un hombre podía jugar a cualquier juego haciendo cualquier apuesta. Generalmente las apuestas no eran altas. Este sitio era para los jóvenes, para los que no tenían muy llena la bolsa. Para los miserables. Pero, si estaba dispuesto a ello, un hombre podía perder mucho dinero aquí, y algunos lo habían perdido. Ése era el nivel donde giraban las ruedas, donde las luces se encendían y se apagaban, donde los botones emitían chasquidos. Lona no comprendía los juegos de azar.

Más arriba, en laberínticas redes de pasillos, aquellos que sintieran la necesidad o la inclinación a ello podían comprar carne. Mujeres para los hombres, hombres para las mujeres, chicos para las chicas, chicas para los chicos, y cualquier otra combinación concebible. ¿Por qué no? Un ser humano era libre para disponer de su cuerpo en cualquier forma que no interfiriese directamente con el bienestar de otro. Quienes se vendían aquí no eran obligados a venderse. En vez de ello, podían convertirse en tenderos. Lona no iba a las casas de la carne.

Aquí, en el nivel principal de la Arcada, se encontraban los puestos de los pequeños comerciantes. Un puñado de monedas bastarían para comprar unas cuantas sorpresas. ¿Por qué no una minúscula cuerda de luz viva para iluminar los días de mal tiempo? ¿O un animalito de otro mundo, o eso decían, aunque en realidad los sapos con ojos de joya eran cultivados en los laboratorios del Brasil? ¿Y una caja de poesía para que te hiciera dormir con sus canciones? ¿Fotografías de los grandes y los famosos, astutamente diseñadas para sonreír y hablar? Lona fue de un puesto a otro. Lona miró. Lona no tocó nada, no compró nada.

« La viabilidad de los óvulos fue puesta a prueba trasplantándolos a receptoras albinas ya apareadas dentro de la clase BALB/c o Cal A que se encontraban bajo anestesia. Las receptoras habían sido inducidos mediante inyección de hormonas a ovular simultáneamente con las donantes agutí C3H y habían sido apareadas con machos fértiles de su propia clase albina.»

Algún día mis niños vendrán aquí, se dijo Lona. Comprarán juguetes. Se lo pasarán bien. Correrán a través de las multitudes…

…ellos solos ya serán una multitud…

Sintió el aliento de alguien en su nuca. Una mano acarició su trasero. ¿Tom Piper? Se dio la vuelta, presa del pánico. No, no, no era Tom Piper, sólo un chico parecido a una jirafa que ahora alzaba muy concentradamente la vista hacia los lejanos niveles de los tratantes de carne. Lona se apartó de él.

«El procedimiento usado desde el momento en que los óvulos del experimento fueron sacados del oviducto de la donante hasta el momento de su transplante en el infundíbulo de la receptora requirió de 30 a 40 minutos. Durante este período de mantenimiento in vitro a temperatura ambiente, muchos óvulos se encogieron dentro de sus zonas pelucidares.»

Aquí estaba la exhibición zoológica. Criaturas enjauladas yendo de un lado para otro, mirando, implorando. Lona entró. ¿Las últimas bestias, aquí? ¿Un mundo del que se había barrido a los animales? Aquí estaba el oso hormiguero gigante. ¿Qué era el hocico, qué la cola? Un perezoso arborícola clavaba plácidamente sus garras en la madera muerta. Nerviosos coatís recorrían sus dominios. El hedor de las bestias era eliminado de la estancia por las zumbantes bombas ocultas bajo el suelo de losas.

«…normalmente, los óvulos encogidos sobrevivieron y fueron considerados como básicamente normales…»

Los animales asustaban a Lona. Salió del zoológico, alejándose de ellos, y fue una vez más por la galería principal de la Arcada. Creyó ver a Tom Piper persiguiéndola. Rozó ligeramente el rígido vientre de la chica embarazada.

«…el número de embriones que sufrieron degeneración y los casos de rechazo fue igualmente examinado en las receptoras, a las que se practicó la autopsia…»

Se dio cuenta de que no deseaba estar aquí. El hogar, segura, calor, sola. No sabía qué resultaba más aterrador, si la gente en grandes números o una sola persona, sin compañía.

«…un número considerable de óvulos sobrevivió a la micromanipulación y a la inyección de una sustancia extraña…»

Quiero irme, decidió Lona.

Salida. Salida. ¿Dónde estaba la salida? Aquí las salidas no estaban señalizadas. Querían que te quedases. ¿Y si hay un incendio? Robots saliendo de sus paneles ocultos, apagando las llamas. Pero yo quiero irme.

«…con ello se proporciona un método útil…»

«…la supervivencia de los óvulos pronucleares después de los varios tratamientos es mostrada en la Tabla 1…»

«…los fetos que se desarrollaron a partir de los óvulos microinyectados tendían a ser más pequeños que sus compañeros de carnada no manipulados, aunque no se observó ninguna otra anormalidad externa…»

Gracias, doctor Teh Ping Lin de San Francisco.

Lona huyó.

Corrió en un frenético círculo alrededor del vientre de la brillante Arcada. Tom Piper volvió a encontrarla, le gritó algo, alargó sus manos hacia ella. Quiere ser amigo tuyo. No pretende hacerte ningún daño. Está solo. Quizá sea realmente un navegante estelar.

Lona huyó.

Descubrió un exfundíbulo y se precipitó a la calle. Los sonidos de la Arcada se fueron apagando. Aquí fuera, en la oscuridad, se sentía más tranquila, y el sudor del pánico fue secándose en su piel, enfriándola. Lona se estremeció. Mirando muchas veces por encima del hombro, fue presurosa hacia su edificio. Junto a su muslo había armas que frustrarían los propósitos de cualquier posible violador: una sirena, una pantalla de humo, un láser para emitir pulsaciones de luz cegadora. Con todo, nunca se podía estar segura. Ese Tom Piper; podía estar en cualquier parte, ser capaz de cualquier cosa.

Llegó a su casa. Mis bebés, pensó. Quiero estar con mis bebés.

La puerta se cerró a su espalda. Se encendieron las luces. Sesenta o setenta imágenes de carne suave colgando de las paredes. Lona las tocó. ¿Haría falta cambiarles los pañales? Los pañales eran una verdad eterna. ¿Habrían regurgitado un poco de leche sobre sus rosadas mejillas? ¿Debería cepillarles sus rizadas cabelleras? Cráneos tiernos y blandos, todavía por cerrarse las fontanelas; huesos flexibles; narices chatas. Mis bebés. Las manos de Lona acariciaron las paredes. Se quitó la ropa. Finalmente, llegó un instante en que el sueño se apoderó de ella.

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