Vernor Vinge - La guerra de la paz

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La guerra de la paz: краткое содержание, описание и аннотация

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Paul Hoehler, un brillante científico, descubre el principio del funcionamiento de las “burbujas”, unos campos de fuerza esféricos completamente infranqueables. Gracias a ellos, sus usuarios se harán con el poder e impondrán una “paz” forzada y un estancamiento científico-tecnológico en un mundo diezmado por los conflictos y las plagas.

” es la primera obra de la serie de las “burbujas” en la que un brillante autor de sólida formación científica nos narra un futuro posible y la rebelión contra una autoridad despótica en medio de una intriga política de gran alcance. Una interesante y dinámica exploración de cómo un nuevo y maravilloso artilugio científico todavía incomprendido puede alterar el destino del mundo.

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Y si podían hacer aquellas cosas, quizá también era posible que pudiesen ir más allá de las teorías de la mecánica cuántica y encontrar la manera de hacer reventar las burbujas.

—¿Cree usted que se han infiltrado dentro de la Autoridad?

—Estoy seguro de que lo han hecho. Pasamos la escoba por nuestros laboratorios y salas de conferencias. Encontramos diecisiete de estos aparatos de escucha en la Costa Oeste, dos en China y unos pocos más en Europa. No había repetidores cerca de los que se encontraron más allá del océano, por lo que creemos que se trataba de exportaciones involuntarias. El mal parece que se extiende a partir de California.

—O sea que ya saben que andamos tras de ellos.

—Sí, pero muy poco más. Han cometido algunos errores grandes y nosotros hemos tenido un poco de buena suerte. Tenemos un informador en el grupo de California. Nos llegó, viniendo de la nada, hace menos de un par de semanas. Creo que es legítimo. Lo que nos ha contado se ajusta a nuestros descubrimientos, pero va mucho más lejos. Vamos a hacer que esta gente se ponga de rodillas, y lo haremos oficialmente. No hemos hecho un escarmiento desde hace mucho tiempo, desde el incidente de Yakima.

»Su papel en esto será crucial, Della. Usted es una mujer, y fuera de la Autoridad el sexo débil se mira con cierto desprecio.

«No es sólo fuera de la Autoridad», pensó Della.

—Usted será invisible para el enemigo, hasta que ya sea demasiado tarde.

—¿Se refiere usted a un trabajo de campo?

—Sí, sí, querida. Usted ha tenido misiones mucho más duras.

—Sí, pero… yo era director de campo en Mongolia.

Avery puso sus manos sobre las de Della.

—No es que le disminuya en su cargo. Usted sólo será responsable ante mí. Mientras las comunicaciones lo permitan, usted controlará la operación California. Pero necesitamos lo mejor que tenemos allí, en tierra, alguien que conozca el terreno y que pueda tener una cobertura verosímil.

Della había nacido y se había criado en San Francisco. Durante tres generaciones, sus familiares habían sido restauradores y confidentes de la Autoridad.

—Y hay una cosa muy especial que quiero que se haga. Esto puede ser más importante que todo el resto de la operación.

Avery dejó sobre la mesa una fotografía en color. La fotografía era muy granulada, ampliada hasta casi el límite de resolución. En ella vio un grupo de hombres que estaba delante de una cuadra. Eran granjeros del norte, exceptuando un niño negro que hablaba con un muchacho alto que llevaba un NM 8 mm. Pudo adivinar quiénes eran.

—Vea al individuo del medio, el que está al lado del de la barba de soldado.

La cara era poco más que una mancha, pero se veía perfectamente que debía tener setenta u ochenta años de edad. Della podría pasear entre la gente de cualquier enclave de Norteamérica y ver una docena de personas iguales que aquélla.

—Creemos que es Paul Hoehler —miró a su agente—. Este nombre no le dice nada, ¿verdad? Bueno, no lo encontrará en los libros de historia, pero yo lo recuerdo. Hace mucho tiempo en Livermore, un poco antes de la Guerra. Yo era sólo un muchacho. Estaba en el laboratorio de mi padre y es el hombre que inventó la burbuja.

La atención de Della se centró otra vez en la fotografía. Sabía que se le acababa de dar acceso a uno de aquellos secretos que se guardaban ignorados por todo el mundo, y que deberían haber muerto con el último de los viejos directores. Ella trató de ver algo remarcable en aquellas facciones borrosas.

—¡Oh! Schmidt, Kashihara y Bhadra convirtieron aquella cosa en algo que se pudiera proyectar y realizar. Pero era una de las brillantes ideas de Hoehler. Y lo peor de todo es que el hombre no era, ni siquiera es ahora, un físico.

»De todas maneras desapareció poco después de que empezara la Guerra. Muy inteligente. No esperó a tomar una postura moral, que nos permitiera deshacernos de él. Después de eliminar a los ejércitos nacionales, dábamos la mayor prioridad a poderle atrapar. Nunca lo logramos. Después de diez o quince años, cuando ya tuvimos el control de todos los laboratorios y reactores que quedaban, se terminó la búsqueda del doctor Hoehler. Pero ahora, después de todos estos años, cuando vemos burbujas que explotan, le descubrimos de nuevo… Ya puede usted comprender por qué la «degradación de las burbujas» no es natural.

Avery tecleó sobre la fotografía.

—Éste es el hombre, Della. En las próximas semanas, vamos a tomar acciones de Paz contra centenares de personas. Pero todo esto no servirá de nada si usted no puede atrapar a este hombre.

Flashforward

La herida de Allison no presentaba señales de que fuera a abrirse otra vez, y le parecía que no debía tener mucha hemorragia interna. Le dolía, pero podía andar. Ella y Quiller establecieron su campamento (en realidad era más un escondite que un campamento) a unos veinte minutos del lugar del accidente.

El fuego había formado en el cielo un largo penacho de humo rojizo. Si todo aquello tenía una explicación coherente, era muy lógico esperar que aquella señal debería atraer a los aparatos de rescate de la Fuerza Aérea. Y si lo que atraía era algo o alguien no amistoso, estaban suficientemente lejos de la zona de impacto para poder escapar, o por lo menos en ello confiaba.

Pasaron los días, cálidos y hermosos, sin el menor signo de vida humana. Allison se había vuelto impaciente y habladora. Tenía sus propias teorías. La existencia de una fuga en la cabina durante la última órbita podía explicar casi todas las cosas. La hipoxia puede afectarte antes de que te enteres. ¿No era esto lo que había matado a tres pilotos soviéticos en los primeros tiempos de los vuelos espaciales tripulados? ¡Caramba!, también podría haber sido la explicación de todos los fallos de memoria. De algún modo su secuencia de reentrada se había retrasado. Así pues, habían caído en las junglas de Australia. No, esto no era posible si el problema había surgido en la última órbita. Tal vez Madagascar fuera una posibilidad. Su República del Pueblo no iba precisamente a darles la bienvenida. Deberían estar ocultos hasta que la Fuerza Aérea pudiera seguir y localizar el lugar del accidente. Una incursión de rescate llegaría en cualquier momento, digamos que tal vez la Fuerza Aérea daría cobertura al aterrizaje de un avión de despegue vertical de la Marina.

Angus no lo aceptaba.

—Está la cúpula, Allison. Ninguna nación de la Tierra puede construir una cosa así, sin que nosotros nos enterásemos. Juro que tiene kilómetros de altura.

Señaló con un gesto al segundo sol que estaba en el oeste. Los dos soles eran difíciles de ver a través de la espesura del bosque, pero durante su desplazamiento, desde donde habían caído hasta allí, habían tenido una mayor visualidad. Cuando Allison había mirado al falso sol con los párpados entrecerrados, había podido ver que el disco era un óvalo distorsionado, era claro que se trataba de la reflexión en alguna superficie curvada muy extensa.

—Ya sé que es muy grande, Angus. Pero no es necesario que sea una estructura física. Tal vez sea un efecto óptico de inversión.

—Piensa que sólo estás viendo la parte que está muy alejada del suelo, donde no hay más que el cielo que pueda ser reflejado. Si trepas a uno de los árboles más altos, podrás ver la línea de la costa reflejada en la base de la cúpula.

—Humm.

No le hacía falta subirse a ningún árbol para poder creerle. Lo que ella no podía creer era la explicación que Quiller daba al fenómeno.

—Acéptalo, Allison. No estamos en ninguna parte del mundo que conozcamos. Pero las lápidas de las tumbas demuestran que todavía estamos en la Tierra.

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