El reactor Busardo interestelar, llamado así después del siglo XX por los físicos que lo concibieron, utiliza en el contexto espacial — los principios del avión a reacción; para ello depende de la presencia de un entorno como medio. Dos intensos campos magnéticos se extienden a cientos de mil as en el espacio y a partir del propio navío espacial, para absorber la materia ionizada para ser utilizada como un fluido operante y para proveer de masa de reacción, y como una fuente de energía para el reactor termonuclear de la nave. Las bombas de conducción del fluido que creaban los campos magnéticos fueron diseñadas en tal forma para desviar las partículas cargadas y alejarlas de las partes habitadas y otras zonas sensibles del ingenio volador del espacio.
En el diseño original del Busardo, se consideró un equipo extra para ionizar el medio por delante de la nave; pero el desarrollo de las técnicas láser había previsto otra respuesta. Mediante el expediente de verter energía a la frecuencia de los rayos gamma en soles adecuados, era posible hacer de ellos una nova, con lo cual se obtenían millares de años luz cúbicos de espacio con materia energizada. Las rutas comerciales de la Federación estaban, pues, sembradas con la catástrofe cósmica de estrellas deshechas, habiendo alterado la mismísima naturaleza de la galaxia para satisfacer los dictados del comercio del Hombre. Pero en aquellas regiones artificiales, activadas de forma innatural, las naves podían eficientemente ser propulsadas a la velocidad aproximada de 0.6C, en la cual la modalidad taquiónica se hacía viable; y de tal forma, nadie, excepto un puñado de filósofos y poetas, jamás protestó ante la magnífica conquista humana al superimponer su propio dictado en el universo.
Los campos magnéticos en forma de alas dieron al espacio su nombre popular: naves-mariposa. «Un bonito y caprichoso nombre», piensa Tavernor, «por la más grande tragedia que jamás hubiera caído sobre la raza humana.»
A medida que su contacto con los bordes de la masa-egón se hacia más firme y multifacético, encontró la cruda comprensión de tal tragedia creciendo dentro de sí mismo, en forma de puros conceptos, no en términos de ideas o pensamientos. Arrastrado por extrañas perspectivas de belleza y nuevas dimensiones de color, examinó esos conceptos. Una llave da la vuelta en su mente, se abre una puerta, y una súbita luz procedente de un ángulo desconocido se derrama sobre su vida pasada, sobre la totalidad del paso por el mundo de la historia humana…
Desde el tiempo en que la vida inteligente comenzó a moverse sobre la superficie de la Tierra por primera vez, se había formado una masa-egón a su alrededor, centrada no tanto sobre el planeta en sí mismo, sino en su biosfera que rebullía con la hirviente y variopinta cantidad de formas de vida y, con todo, relacionada entre sí. La masa-egón contenía todas las mentes que siempre hubieron existido en la Tierra. Los genios, los locos, los estúpidos, los monos chillones, el perro soñador, los asesinos, los santos, el salvaje, el físico… todos estaban allí. Trémulos y bellos egones de criaturas apenas nacidas e incluso en el vientre de sus madres murieron en la misma proporción que los Cesares, dando tanto como habían recibido, haciendo su especial contribución a la masa-egón para lograr la plenitud, la mente a escala planetaria de la Tierra que tuvo que asimilar todos y cada uno de los fragmentos de la vida deseable.
Aquel vasto depósito de consciencia no pudo ser registrado directamente por el sistema neural del hombre, relativamente grosero e inacabado, ni tampoco pudo la tenue y delicada energía de las nubes de egones comunicarse con los seres vivientes. Pero así y todo hubo un contacto a nivel subconsciente. El viejísimo fenómeno de la inspiración es un ejemplo. Artistas, escritores, ingenieros, científicos han recibido, como una ciencia infusa, en todo su ser el deseo de resolver sus propios problemas y a veces — si tienen suerte — el cerebro se estremece, busca, hace contacto con la masa-egón y extrae de ella cuanto necesita saber. El pensamiento humano es una crónica de tal préstamo tomado de la experiencia y la sabiduría almacenada de la raza. Muchos hombres visitados por la inspiración intuyen la existencia de un gran poder exterior que se presenta a ellos, con frecuencia estando dormidos, con una completa solución de un problema. Las personas inspiradas insisten en el carácter ofrecido del mensaje. Músicos y poetas repiten la forma en que las composiciones les llegan, completas y con todo detalle, instantáneamente, sin ningún esfuerzo por su parte; el esfuerzo real de la creación consiste en captar tanto como les sea posible y pasarlo al papel antes de que la visión se difumine.
Y así fue como, sostenido en la intangible matriz de su genio racial, el Hombre fue capaz de reclamar las estrellas como suyas, hasta que llegó el desarrollo de la nave-mariposa.
Las revoloteantes alas magnéticas, llegando y alcanzando distancias de cientos de millas en el espacio, cortaron grandes parcelas de la masa-egón, destruyendo egones por millones, aniquilando la mente telúrica del Hombre, su genio y su herencia de inmortalidad, todo… absolutamente todo…
Tavernor comprendió de repente por qué la guerra del género humano contra los pitsicanos iba tan mal. Por primera vez en la historia, los hombres habían sido forzados a quedar desnudos contra un poderoso adversario, desprovistos de su genio para igualar el reto. La silueta de una verdad aún mayor se cernió por un instante en el horizonte de la mente de Tavernor; pero la corriente de su pensamiento le llevó hacia la leyenda de Mnemosyne, el mundo de los poetas, el último reducto del alma humana.
¡El único planeta de la Federación en donde las naves-mariposa no podían operar!
La herida masa-egón de la Tierra y las de otros mundos de la Federación en igual caso, habían emigrado a Mnemosyne, donde había un pequeño número de hombres que pueden pensar y crear, obtener la inspiración de los cielos, más o menos como estaban acostumbrados a realizarlo. Las llamas de la mente de Tavernor, como renovados recuerdos se funden con el conocimiento recién adquirido.
¡El MACRON! El computador del tamaño de una luna utilizado en la conducción de la guerra había sido la causa de que el COMSAC, con su Cuartel General, fuese trasladado a Mnemosyne. ¿Estaría, con la totalidad de los datos registrados a su disposición, comenzando a lograr una sombría e incruenta comprensión? ¿Acaso se hallaría su seudoconsciencia estremeciéndose en su cerebro de metal y cerámica, en la capacidad de deducir la verdad yaciente en cada manifestación de la vida? Tal vez; sobre una base empírica. Había hecho que Tavernor fuese apartado del frente de la guerra para colocarlo en el diseño de nuevas armas, seguramente sabedor de la capacidad inventiva, fuera de lo usual de Mnemosyne. Pero, ¿estaría en condiciones de relacionar tal razón de fuerza inventiva con la característica astronómica de su barrera de aislamiento de las naves-mariposa?
¿Dispondría de la motivación o la autoridad para emitir la sola orden que pudiese rescatar al género humano de su total extinción?
Tavernor siente una gran angustia en su ser al comprobar que el tiempo de la humanidad el tiempo de Lissa y Bethia — corre y pasa y que el Hombre tiene que desechar y enviar al infierno su soberbios y mortales navíos y luchar con otras armas, hasta que el genio retorne a él, creado nuevamente. Si no es demasiado tarde, le repite, martilleándole, tal pensamiento.
Bruscamente, se encuentra separado de los egones circundantes. Se ha retirado de todo contacto. Tavernor los mira a través de los especiales colores producidos por suaves Rayos X mezclados con las radiaciones sincrotonas de una rociada de protones en espiral a lo largo de un campo magnético próximo a la velocidad de la luz. Su pensamiento franquea el espacio que existe hasta el más próximo egón, Kystra-Gurl, muerto hacía 4.800 años, miembro de una civilización brevemente floreciente del Norte de Africa y cuya existencia nunca se había sospechado por los arqueólogos; forjador de espadas y fallecido a mediana edad a causa de una apendicitis.
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