Robert Silverberg - El mundo interior

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Este es el año 2381, y esta es la Mónada Urbana 116: 885.000 seres humanos viven alojados en las mil plantas de esta gigantesca torre, una obra maestra de ingeniería de la nueva humanidad. En este mundo interior nadie siente deseos de abandonar existe la perfecta felicidad: se desconocen las inhibiciones, los traumas y las frustraciones: el equilibrio emocional es mantenido a toda costa; los descontentos son enfermos... Y la Mónada Urbana 116 es tan solo una de las cincuenta y una torres que forman la constelación Chipitts, la cual a la vez, es tan solo una de las muchas constelaciones semejantes que hay por toda la Tierra. Un planeta que ha conseguido eliminar las guerras y albergar a setenta mil millones de habitantes en su pequeña superficie. Sin embargo, no siempre resulta tolerable la vida fácil, planificada...
Nominado para el premio Hugo en 1972.

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—No puedo describirlo —murmura Dillon, planeando, deslizándose por la columna de servicios hasta los niveles más bajos de Reykjavik, remontándose luego de nuevo hasta Louisville, e intersectando simultáneamente cada punto entre la base y la cúspide. Un océano de cálidas mentes. Un crepitar de zumbantes identidades. Se pregunta qué hora debe ser. Se supone que su viaje debe durar cinco horas. Su cuerpo sigue acoplado al de Alma, lo cual le hace suponer que no han transcurrido más de diez o quince minutos, pero puede que haga más tiempo. Las cosas están empezando a hacerse más tangibles ahora. Mientras planea a través del edificio empieza a tocar paredes, suelos, pantallas, rostros, telas. Sospecha que está descendiendo. Pero no. No. Sigue subiendo. La simultaneidad se acrecienta. Se siente inundado por las percepciones. Gente moviéndose, hablando, durmiendo, bailando, copulando, inclinándose, tocando, comiendo, leyendo. Soy todos vosotros. Todos vosotros sois parte de mí. Puede concentrarse agudamente en identidades individuales. Aquí está Electra, aquí está Nat el domador espectral, aquí está Mamelón Kluver, aquí está un inquieto sociocomputador llamado Charles Mattern, aquí está un administrador de Louisville, aquí está. Aquí está. Aquí está. Aquí estoy yo. Todo el bendito edificio.

Oh, qué hermoso lugar. Oh, cómo lo amo. Oh, esta es la realidad. ¡Oh!

Cuando aterriza de nuevo, ve a una mujer de cabello oscuro acurrucada en un rincón de la plataforma de descanso, durmiendo. No puede recordar su nombre. Toca su muslo y ella se despierta, parpadeando.

—Hola —dice—. Buen regreso.

—¿Cuál es tu nombre?

—Alma. Clune. Tus ojos están completamente rojos.

Él asiente. Siente el peso de todo el edificio sobre él: 500 plantas apoyadas sobre su cabeza, 499 plantas presionando bajo sus pies. Ambas fuerzas se unen en un lugar muy preciso cerca de su páncreas. Si no se mueve rápidamente, seguramente sus órganos internos estallarán. Sólo quedan jirones de su viaje. Hilachas dispersas de impresiones oscurecen su mente. Vagamente, recuerda columnas de hormigas emigrando ante sus ojos de nivel en nivel.

Alma se le acerca. Le conforta. Él se desprende de su abrazo y se precipita hacia sus ropas. Un cono de silencio lo aísla. Correrá hacia Electra, piensa, e intentará explicarle dónde ha estado y lo que le ha ocurrido, y entonces quizá pueda llorar y se sienta mejor. Deja a Alma sin siquiera darle las gracias por su hospitalidad y busca un descensor. Sin embargo toma un ascensor y, pretendiendo que es un accidente, se remonta a la planta 530. Se dirige al centro sónico de Roma. Está oscuro. Los instrumentos siguen en el escenario. Calmadamente, se dirige hacia el vibrastar. Lo conecta. Sus ojos están húmedos. Intenta buscar en él algunas imágenes fantasmales de su viaje. Los rostros, las mil plantas. El éxtasis. Oh, qué lugar maravilloso. Oh, cómo lo amo. Oh, ésta es la realidad. ¡Oh! Seguramente ha sentido todo esto. Pero ya no está. Sólo queda un ligero sedimento de duda. Se pregunta a sí mismo. ¿Es así como fue? ¿Es así como debe ser? ¿Es esto lo mejor? Este edificio. Esta enorme colmena. Las manos de Dillon acarician los proyectrones, vibrantes y cálidos; los pulsa al azar y un áspero flujo de colores surge del instrumento. Conecta el audio, y los sonidos le hacen pensar en el crujir de viejos huesos bajo blandas carnes. ¿Qué ha ido mal? Hubiera debido esperar algo así. Uno sube y sube, y luego ha de bajar en picado. ¿Pero por qué hay que bajar en picado? Ya no siente deseos de tocar. A los diez minutos desconecta el vibrastar y sale. Irá andando hasta San Francisco. 160 plantas hacia abajo. No son demasiadas plantas; estará allí antes del amanecer.

CAPÍTULO CUARTO

Jasón Quevedo vive en Shanghai, si bien en su extremo: su apartamento se halla en la planta 761, y si viviera tan sólo una planta más abajo estaría en Chicago, que no es lugar para un intelectual. Su esposa Micaela le dice que su bajo status en Shanghai está en relación directa con su trabajo. Micaela es el tipo de esposa que repite con frecuencia esa clase de cosas a su esposo.

Jasón pasa la mayor parte de su tiempo de trabajo abajo en Pittsburgh, donde se hallan los archivos. Es historiador y necesita consultar los documentos, los informes de todo lo ocurrido a través del tiempo. Realiza sus investigaciones en un pequeño, húmedo y frío cubículo en la planta 185 de la monurb, casi en el centro de Pittsburgh. En realidad no necesita trabajar allí, ya que cualquier dato de los archivos podría ser fácilmente transmitido al terminal de datos de su propio apartamento. Pero considera que es asunto de dignidad profesional el poseer una oficina propia donde uno pueda registrar, estudiar y analizar las fuentes de material. Eso fue lo que dijo cuando hizo la petición de que le fuera asignada una oficina personal:

—La tarea de recrear eras anteriores es delicada y compleja, y debe ser realizada bajo circunstancias óptimas o de lo contrario…

La verdad es que si no conseguía una buena razón para escapar cada día de Micaela y sus cinco hijos acabaría neuro. Las frustraciones y humillaciones acumuladas lo empujarían a cometer actos asocíales, algunos quizá violentos. Y es bien sabido que no hay lugar para las gentes asocíales en una monada urbana. Sabe que si en alguna ocasión se deja arrastrar a una conducta blasfema simplemente lo echarán a las tolvas y recuperarán su masa en forma de energía. Es por eso por lo que se muestra prudente.

Es un hombre bajo y afable de ojos verdes y escasos cabellos color arena.—Tu tranquilo aspecto externo es engañoso —le dijo la encantadora Mamelón Kluver con su ronca voz en una fiesta, el verano pasado—. Tu tipo es el de un volcán dormido. De pronto estalla brutalmente, apasionadamente. Piensa que quizá tenga razón. Teme esta posibilidad.

Está desesperadamente enamorado de Mamelón Kluver desde hace quizá tres años, y con seguridad desde la noche de aquella fiesta. Nunca se ha atrevido a tocarla. El esposo de Mamelón es el célebre Siegmund Kluver, que a pesar de no tener aún quince años es reconocido universalmente como uno de los futuros líderes de la monurb. Jasón no teme que Siegmund haga alguna objeción a sus pretensiones. En una monada urbana, naturalmente, ningún hombre tiene el derecho de rehusar su esposa a cualquiera que la desee. No teme tampoco lo que Micaela pueda decir. Conoce sus privilegios. Simplemente tiene miedo de Mamelón. Y quizá de sí mismo.

Sólo como ref. Sexo en la monurb.

Accesibilidad univ. sex. Declive del sentimiento de propiedad en el matrimonio, fin del concepto de adulterio. Rondadores nocturnos: ¿cuándo empezaron a ser aceptados socialmente? Límite de la tolerancia a ¡a frustración: ¿cómo se determina? El sexo como panacea. El sexo como compensación a la mermada calidad de la vida bajo las condiciones de la monurb. Pregunta: ¿ha mermado realmente la cualidad de la vida con el triunfo del sistema monurbano? (Atención… ¡cuidado con las tolvas!). Separación de sexos procreación. Evaluación marx. del intercambio de parejas en una cultura densamente poblada. Problema: ¿qué es lo que está aún prohibido? (¿nada?). Examinar tabú en rondas nocturnas extraciudad. ¿Cuál es su fuerza? ¿Hasta qué punto es observado? Verificar efectos de la permisiv. univ. en la ficción contemp. ¿Descenso de la tensión dramática? ¿Erosión del material en bruto de los conflictos narr? Pregunta: ¿es la monurb una estruc. moral, amoral, postmoral, per-, in?

Jasón dicta memorándums como éste, no importa dónde ni en qué momento, desde el instante mismo en que una nueva hipótesis estructural penetra en su mente. Pensamientos que pueden ocurrírsele, por ejemplo, durante la excursión de una ronda nocturna por la planta 155, en Tokio. Está con una joven y corpulenta morenita llamada Gretl cuando llega la secuencia de ideas. Llevan trabajando durante algunos minutos y ella está jadeante, preparada, los labios húmedos, los ojos casi cerrados.

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