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Charles Sheffield: Proteo desencadenado

Здесь есть возможность читать онлайн «Charles Sheffield: Proteo desencadenado» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. Город: Barcelona, год выпуска: 1996, ISBN: 978-84-406-6480-8, издательство: Ediciones B, категория: Фантастика и фэнтези / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

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Charles Sheffield Proteo desencadenado

Proteo desencadenado: краткое содержание, описание и аннотация

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En el siglo XXII, la combinación de una bio-realimentación potenciada por ordenador con unas nuevas técnicas de quimioterapia ha permitido al ser humano no sólo curarse (eliminando la profesión médica), sino también alterar a voluntad su forma física. La alteración física, sin embargo, presenta aspectos oscuros, y la Agencia de Control de Formas que dirige Behrooz Wolf tiene la misión de impedir que formas ilegales o peligrosas se difundan. Mientras investiga proyectos de apariencia siniestra, Wolf encuentra pistas que lo conducen al mensaje legado hace millones de años por una especie extraterrestre. Más tarde, la recurrente imagen mental de un misterioso Bailarín le llevará a enfrentarse con los rebeldes que, desde el espacio exterior, se oponen al poder de la Tierra. Razones más que suficientes para replantear lo que significa ser humano precisamente en una época en la cual los humanos adquieren cualquier forma física si lo desean y cuando el nuevo Test de Humanidad resulta esencial para identificar a los miembros de la propia especie.

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Leo Manx le esperaba en una habitación tan fría que Bey podía ver su propio aliento en el aire. El nubáqueo permaneció de pie el tiempo suficiente para estrecharle la mano e indicarle que se sentara, y luego se hundió con un suspiro de alivio en las profundidades de un sillón de agua que se plegó alrededor de su fino cuerpo. La cabeza que quedó asomando sonrió, pidiendo disculpas.

—Usé un programa de cambio de forma para adaptarme a la gravedad de la Tierra antes de salir del Sistema Exterior. —Su encogimiento de hombros emergió como una oleada en la cobertura de plástico negro del sillón—. No creo que fuera muy bueno.

«Una pieza de vuestro piojoso software, por lo que parece.» Bey simplemente asintió y esperó.

Manx permaneció en silencio unos instantes, y luego dijo bruscamente:

—Verá, mi visita a la Tierra se debe a un motivo muy concreto: verle y pedirle su ayuda… como jefe de la Oficina de Control de Formas y principal experto en teoría y práctica del cambio de formas.

—Llega un poco tarde. Ya no trabajo para la Oficina.

—Sé que ése es el caso. Oí que había… renunciado a su puesto.

—No hace falta ser diplomático. Me despidieron.

La pálida cabeza se agitó.

—En verdad, lo sabía también. Puede que le sorprenda saber que desde nuestro punto de vista, su despido ofrece ventajas.

—Ninguna desde mi punto de vista.

—Mi tarea es convencerle de lo contrario. —Leo Manx se estiró hacia arriba, su fino cuello y su cabeza sin pelo asomando como la de una tortuga del negro óvalo del sillón—. Para hacerlo, debo solicitar su silencio sobre lo que voy a decirle.

—¿Y si me niego a seguir adelante? —Bey vio la incomodidad del otro hombre—. Oh, demonios, vamos. He pasado toda mi carrera sin hablar de ciertas cosas. Puedo hacerlo un poco más.

—Gracias. No lo lamentará. —Manx se acomodó en el sillón—. Señor Wolf, en el Sistema Exterior ha surgido un problema tan serio que toda información sobre el mismo se da sólo por estricta necesidad. En pocas palabras, se ha producido un colapso generalizado del funcionamiento del equipo de cambio de formas, hasta el punto de que el proceso está siendo ejecutado sólo en casos de emergencia, como mi propia visita a la Tierra.

—¿Generalizado? ¿No sólo de una máquina o dos?

—De cientos de máquinas, y el ritmo de averías ha crecido rápidamente. Hace un año, podíamos señalar dos o tres casos de errores importantes en los resultados. Hoy, tenemos casos a millares.

—Entonces tiene que ser un problema general de software. No les hago falta para eso. Hay otras personas que saben más y pueden ofrecerles mejores consejos.

Los ojos de Manx, sorprendentemente redondos y huecos debido a la ausencia de cejas, miraron en otra dirección.

—¿Está pensando tal vez en Robert Capman…?

—Lo haría, pero se encuentra en una misión estelar de larga duración. Mi sugerencia es la propia CEB. ¿Por qué no los llaman? Estarán tan dispuestos a resolver esto como ustedes. —Bey intentó adoptar una expresión inocente. Era una forma tan buena como cualquiera de probar la sinceridad del nubáqueo.

Manx pareció dolido.

—Ya hemos consultado con la Corporación de Equipos Biológicos. Enviaron un equipo de expertos, que revisaron todo lo que pudimos mostrarles y declararon que no podían encontrar ninguna prueba de problema alguno. Por desgracia, no estamos convencidos de que su revisión fuera tan concienzuda como cabría desear. Hay un desacuerdo antiguo con la CEB referido a la cantidad adecuada de royalties que el Sistema Exterior paga por el uso de los sistemas de software y hardware de cambio de formas de la CEB…

—Dicen que ustedes les robaron sus ideas, ignoraron sus patentes e infringieron sus copyrights.

—Bueno, eso es expresarlo de forma un poco burda… pero sí, comprende usted sus argumentos. —Manx sonrió tristemente—. Veo que nuestra propia seguridad es menor de lo que tendemos a creer.

—En un caso como éste… la CEB le dirá a todo el mundo en la Tierra que el Sistema Exterior les está robando descaradamente.

—Lo que sin duda es una… una…

—¿Mentira?

—Exageración. Una falsa versión.

—No tiene que convencerme. Tampoco me gustan los monopolios, y la CEB lo tiene para el Sistema Interior. Pero ha dicho usted que «revisaron todo lo que pudimos mostrarles». ¿Podría ser un poco más explícito?

Las cejas inexistentes se alzaron.

—Es usted un hombre muy perceptivo. Había varias unidades que no pudimos mostrar al equipo de la CEB.

—¿Diseños piratas?

—El Sistema Exterior prefiere considerarlos desarrollos independientes. Sin embargo, creo que no habría supuesto ninguna diferencia. La conducta anómala se produce con mayor frecuencia en el equipo de la CEB. Sin embargo, insisten en que todo funciona a la perfección.

—¿Vigilaron sus ingenieros las pruebas de la CEB?

—Sí. Como dijeron los de la CEB, no se observaron anomalías. En cuanto se marcharon, volvieron a producirse nuevas formas peculiares. —Manx empezó a retirar los brazos del sillón—. Si le interesa ver alguna de esas formas, tengo aquí imágenes…

—No. Perdería el tiempo.

—Esas formas son extremadamente extrañas.

—Doctor Manx, las formas extrañas no me dirán nada. He visto tantas a lo largo de los años, que dudo que puedan sorprenderme. —Bey se levantó—. Acepto que tienen ustedes un problema desagradable, pero no es algo que justifique que recorra la mitad del camino hasta Alpha Centauri. He perdido mi trabajo, pero me sigue gustando la Tierra. Y dudo de que pudiera hacer algo para ayudarles.

—¿Cómo lo sabe, sin una observación personal?

—Llevo mucho tiempo tratando con el control de formas. Como dije al principio, tienen ustedes un problema de software. El hecho de que el equipo de la CEB no pudiera encontrarlo… o decidiera no hacerlo, no tiene importancia alguna. Vuelvan a llamarlos, pregunten por María Sun. Si alguien puede resolverles el problema, es ella.

Manx se levantó también.

—Señor Manx, opino que se subestima a usted mismo y a la dificultad de este problema. Pero no puedo hacerle cambiar de opinión aquí en la Tierra. Permítame introducir una nueva variable en la ecuación. Mientras venía de camino, pedí y leí una copia de su expediente a la Oficina de Control de Formas. Es algo que debería haber hecho antes. Me he enterado de sus circunstancias personales con más detalle.

—Ha descubierto que me estoy volviendo loco.

—Está usted enfermo. Si sabe algo del Sistema Exterior, tal vez sepa también que hemos avanzado mucho en el tratamiento de las enfermedades mentales. Casualmente, es mi propia especialidad. Si está de acuerdo en viajar conmigo, simplemente para observar el fenómeno con sus propios ojos durante unos cuantos días, dedicaré mis mejores esfuerzos a su problema personal.

—Lo siento. La respuesta sigue siendo negativa. —Bey se encaminó a la puerta, pero Leo Manx hizo un gran esfuerzo y llegó allí primero.

—Una observación más, señor Wolf. Y por favor, discúlpeme por importunarlo. Vivió usted con Mary Walton durante siete años. ¿Es posible que su renuencia a visitar el Sistema Exterior se deba al temor de verse obligado a relacionarse allí con ella?

Bey pasó junto al otro hombre, intentando no tocarlo.

—Es usted un hombre concienzudo y persistente, doctor Manx. No me quejo… lo respeto por ello. No puedo contestar a su pregunta. Tal vez tenga miedo de volver a ver a Mary. Pero en todo caso, sigo rehusando. Dígales a sus superiores que me siento honrado de que hayan pensado en mí.

—Sí, por supuesto. Pero si por casualidad cambia de opinión… —dijo Manx mientras Bey se dirigía hacia el ascensor—. ¡Estaré aquí, en la Tierra, dos días más! Llámeme, a cualquier hora.

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