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Robert Heinlein: Puerta al verano

Здесь есть возможность читать онлайн «Robert Heinlein: Puerta al verano» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. Город: Madrid, год выпуска: 1986, ISBN: 84-270-1051-6, издательство: Martínez Roca, категория: Фантастика и фэнтези / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

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Robert Heinlein Puerta al verano

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En el avanzado planeta Tierra ya no es necesario matar a un enemigo para deshacerse de él. Sólo hace falta un “largo sueño”, un proceso que le mantiene congelado el tiempo preciso: un mes, un año, un siglo... Ésta es la historia de una víctima del “largo sueño”, un hombre que despierta en el futuro, pero que, sin embargo, descubrirá que es posible volver al pasado para cumplir su venganza. Una extraordinaria novela sobre el tema del viaje en el tiempo escrita por uno de los autores más galardonados de todos los tiempos, ganador de cuatro permios Hugo.

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Contuve la producción de Willie mucho más tiempo de lo que le convenía a Miles. Quería venderlo tan pronto como fuese lo bastante barato, pero yo insistí además en otra cosa: Willie tenía que ser fácil de reparar. El gran inconveniente de la mayoría de los aparatos domésticos es que cuanto mejores eran y más cosas hacían, con más facilidad se estropeaban, precisamente en el momento en que más falta hacían; y luego necesitaban un experto a cinco dólares por hora para hacerlas funcionar de nuevo. Luego volvía a suceder lo mismo a la semana siguiente, si es que no ocurría al lavaplatos, luego al acondicionador de aire… y generalmente el sábado por la tarde en medio de una tormenta de nieve.

Lo que yo quería era que mis aparatos funcionasen y siguiesen funcionando, y no causasen úlceras a sus propietarios.

Pero todos los aparatos se estropeaban incluso los míos. Hasta que llegue el gran día en que todos los artefactos sean diseñados sin partes móviles, las máquinas continuarán averiándose.

Pero la investigación militar verdaderamente consigue resultados, y los militares habían ya resuelto este problema. No se puede perder una batalla, perder miles o millones de vidas, quizás incluso la misma guerra, solamente porque un aparato del tamaño de tu dedo pulgar se estropea. Con fines militares se utilizaron una serie de recursos: «fallo con seguridad», circuitos de reserva, «dígamelo tres veces», y lo demás. Pero uno de los que utilizaron y que era viable para utensilios domésticos era el basado en el principio del componente enchufable.

Se trata de una idea sencillamente morónica; nada de reparar, sino de sustituir. Quería hacer que todas las partes de Willie Ventanas que podían averiarse fuesen unidades enchufables, y luego incluir un juego de recambios con cada Willie. Algunos de los componentes se tirarían, pero el mismo Willie nunca estaría fuera de uso más tiempo del necesario para enchufar la parte de recambio.

Miles y yo nos peleamos por primera vez. Yo afirmaba que la decisión acerca de cuándo se debía pasar del modelo piloto a la producción correspondía al ingeniero; él afirmaba que se trataba de una decisión comercial. Si no hubiese retenido mi control Willie hubiese salido al mercado sujeto a apendicitis aguda de manera tan irritante como todos los demás artefactos para «ahorrar trabajo», enfermizos y a medio desarrollar.

Belle Darkin calmó la tormenta. Si hubiese presionado quizás hubiese permitido que Miles empezase a vender, pues yo estaba tan embobado con Belle como pueda llegar a estarlo cualquier hombre.

Belle no solamente era una perfecta secretaria y gerente de oficina, sino que tenía características personales que hubiesen deleitado a Praxiteles, y una fragancia que me afectaba de la misma manera que el olor a gata afecta a Pet. Con lo escasas que estaban las oficinistas de primer orden, cuando una de las mejores se prestaba a trabajar para una compañía de juguete, a un sueldo por debajo de lo corriente, realmente uno debía preguntarse «¿por qué?» Pero ni siquiera le preguntamos dónde había estado trabajando antes, tan contentos estábamos de que nos salvara de la inundación de papeles que había producido la puesta en el mercado de la Muchacha de Servicio.

Más tarde yo hubiese rechazado con indignación cualquier sugerencia de investigar el pasado de Belle, pues para entonces las dimensiones de su busto habían ya afectado seriamente mi juicio. Me permitió que le explicase lo solitaria que había sido mi vida hasta que había aparecido ella, y ella respondió con suavidad que tendría que conocerme mejor, pero que se sentía inclinada a pensar lo mismo.

Poco después de haber suavizado la disputa entre Miles y yo, consintió en compartir mis fortunas:

—Dan, querido, tienes lo necesario para llegar a ser un gran hombre… y creo que yo soy el tipo de mujer que puede ayudarte a serlo.

—¡Desde luego que lo eres!

—¡Calla, querido! Pero no voy a casarme contigo precisamente ahora y cargarte de chiquillos y crearte toda clase de preocupaciones. Primero voy a trabajar contigo y a establecer el negocio. Luego nos casaremos.

Yo objeté, pero se mostró firme:

—No, querido. Tú y yo iremos muy lejos. La Muchacha de Servicio será un nombre tan grande como General Electric. Pero cuando me case quiero olvidarme de los negocios y dedicarme exclusivamente a hacerte feliz, y primero tengo que dedicarme a tu bienestar y tu futuro. Ten confianza en mí, amor mío.

La tuve. No permitió que le comprase el costoso anillo de prometida que quería comprarle; en lugar de ello le transferí parte de mis acciones personales como regalo de compromiso. Continué votando por ellas, naturalmente. Cuando pienso en aquello, no estoy seguro de quién fue el que pensó en tal regalo.

Después de aquello trabajé aún más que antes, pensando en papeleras que se vaciarían solas, y en un artefacto para guardar los platos en su sitio después de terminar el lavado. Todo el mundo se sentía feliz… Es decir, todo el mundo menos Pet y Ricky. Pet no hacía caso de Belle, lo mismo que de cualquier otra cosa que no le gustaba y que no podía alterar, pero Ricky se sentía verdaderamente desgraciada.

La culpa era mía. Ricky había sido «mi chica» desde que tenía seis años, allá en Sandia, con sus lazos en el cabello y sus grandes ojos solemnes. Yo iba a «casarme con ella» cuando fuese mayor, y los dos juntos cuidaríamos de Pet. Yo me figuraba que estábamos jugando y quizá si fuese un juego, y que Ricky solamente lo tomaba en serio por lo que se refería a su eventual plena custodia de nuestro gato. Pero ¿quien puede saber lo que pasa por la cabeza de un niño?

No Soy un sentimental con los niños. La mayor parte son como monstruos que no se civilizan hasta que crecen, y a veces ni entonces.

Pero la pequeña Federica me recordaba a mi propia hermana a aquella edad y, además, quería a Pet y lo trataba bien. Creo que yo le gustaba porque nunca le hablaba solemnemente (cuando yo era pequeño me molestaba que lo hicieran conmigo) y además me tomaba en serio sus actividades de Exploradora. No podía uno quejarse de Ricky; era de una reposada dignidad y ni alborotaba, ni chillaba, ni se subía las faldas. Eramos amigos, compartiendo la responsabilidad de Pet y por lo que a mí se refería, aquello de ser «mi chica» no era sino un juego algo mundano.

Dejé de jugarlo el día que mi hermana y mi madre murieron en un bombardeo. No fue una decisión consciente, sencillamente no me sentía con ganas de bromas y nunca lo volví a empezar. Ricky tenía entonces siete años; tenía diez cuando Belle se nos unió, y probablemente unos once cuando Belle y yo nos prometimos, odiaba a Belle con una intensidad de la que creo que solamente yo me daba cuenta, puesto que sólo se manifestaba en una falta de ganas de hablarle —Belle le llamaba «timidez», y creo que Miles también lo creía así.

Pero yo sabia la verdad y traté de hacer variar de actitud a Ricky. ¿Han tratado ustedes alguna vez de hablar con un subadolescente de algo de lo cual el niño no quiere hablar? Les será más satisfactorio gritar en el Cañón de los Ecos. Yo me decía que aquello pasaría cuando Ricky se diese cuenta de lo adorable que era Belle.

Pet era otra cosa, y si no hubiese estado enamorado lo hubiese interpretado como una señal clara de que Belle y yo no nos entenderíamos nunca. A Belle «le gustaba» mi gato. ¡Oh! ¡Desde luego, desde luego! Adoraba a los gatos y le encantaba mi incipiente calva y admiraba mi elección de restaurantes, y le gustaba todo lo que tenía que ver conmigo.

Pero el gusto por los gatos es algo difícil de asimilar frente a una persona aficionada a ellos. Hay gentes de gatos, y hay otros, probablemente más que una mayoría, que «no pueden soportar un gato inofensivo y necesario». Si lo intentan sea por cortesía o por cualquier otra razón, se nota porque no comprenden cómo se debe tratar a los gatos; y el protocolo de los gatos es más rígido que el de la diplomacia.

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