— Sí. ¿Cómo te las arreglas para trepar así? Parecías desafiar la gravedad. ¿Qué eres tú, Luis?
Sin dejar de aferrarse a su aerocicleta inutilizada, Luis rió.
El esfuerzo le dejó agotado.
— Eres un kdaptista — dijo —. No lo niegues.
— Me educaron en esas creencias, pero no llegaron a arraigar en mí. ¿Has conseguido comunicarte con Nessus?
— Sí. He tocado la sirena.
— Transmítele lo siguiente. Está a unos seis metros de mí. Me está mirando como una serpiente. No quiero decir que sienta un gran interés por mí, pero es lo único que parece interesarle. Parpadea, pero no aparta los ojos ni un momento. Está sentada en una especie de casilla. Tres de las paredes debían ser de vidrio o algo parecido, pero se han esfumado, y sólo quedan un par de escalones y una plataforma. Está sentada con las piernas colgando sobre el borde. Debió de ser un sistema para observar a los prisioneros. Va vestida con un mono abombado que le cubre hasta las rodillas, y con mangas hasta los codos… En fin, no tiene interés para un extraterrestre. El tejido es sintético, sin duda alguna, y o bien es nuevo o se limpia solo y es muy duradero. Está… — Luis interrumpió su descripción porque la chica había dicho algo.
Esperó. Ella repitió sus palabras; una frase corta.
Luego se levantó con gran donaire y subió las escaleras.
— Se ha ido — dijo Luis —. Seguramente he dejado de interesarle.
— Tal vez haya vuelto junto a sus aparatos de escucha.
— Es muy posible que tengas razón.
Si alguien estaba fisgando en sus conversaciones en ese edificio, no costaba adivinar que debía de ser ella.
— Nessus ha dicho que debes enfocar tu linterna de rayos laser con un rayo ancho y de baja intensidad, y dejar que ella te vea usándolo como foco la próxima vez que se presente. Tampoco debo dejarle ver mi desintegrador. Esa mujer podría matarnos con sólo desconectar un interruptor. No debe saber que tenemos armas.
— Entonces, ¿cómo nos desharemos de los fusiles de precisión?
Interlocutor le transmitió la respuesta al cabo de unos segundos.
— No es necesario. Nessus dice que intentará otra cosa. Viene hacia aquí.
El titerote debía de saber lo que se traía entre manos.
Luis se frotó la mejilla contra el fresco y pulido metal.
Se adormeció.
Durante todo ese rato sólo estuvo marginalmente consciente del lugar en que se hallaba. Cuando su aerocicleta se movía o se desplazaba un poco, se despertaba sobresaltado y se agarraba fuertemente al metal con las rodillas y a la tela del globo con los puños. Todo su sueño fue una constante pesadilla.
Por fin un rayo de luz penetró entre sus párpados y en el acto estuvo despierto.
La luz del día se filtraba a través de la hendedura que les había servido de puerta de acceso. En medio del resplandor, vio la aerocicleta de Nessus, boca arriba, al igual que el titerote, el cual se mantenía sujeto a su asiento gracias a una red, en vez de globos antichoque.
La hendedura volvió a cerrarse tras él.
— Bienvenido — dijo Interlocutor, arrastrando las palabras —. ¿Podrías ponerme cabeza arriba?
— Aún no. ¿Ha reaparecido la muchacha?
— No.
— Ya volverá. Los humanos son curiosos, Interlocutor. No creo que haya visto nunca a un miembro de nuestra especie.
— ¿Y qué? Yo lo que quiero es estar cabeza arriba — gimoteó Interlocutor.
El titerote apretó unos cuantos botones en su panel de mandos. Y se produjo un milagro: su aerocicleta dio la vuelta.
Luis sólo pronunció una palabra.
— ¿Cómo?
— Desconecté todo el mecanismo en cuanto advertí que la onda pirata se había apoderado de mis mandos. Si el campo elevador no me hubiera atrapado, aún me ¿Quedaba tiempo para poner en marcha los motores antes de estrellarme contra el asfalto. En fin — dijo animosamente el titerote —, el próximo paso no será muy difícil. Cuando aparezca la chica, mostraos amistosos. Luis, puedes intentar tener relaciones sexuales con ella si crees que la cosa puede salir bien. Interlocutor, Luis será nuestro amo; nosotros seremos sus servidores. La mujer podría ser xenófoba; la tranquilizará pensar que un ser humano domina a estos seres de otras especies.
Luis incluso logró reír. De un modo u otro, el ligero sueño plagado de pesadillas había logrado relajarlo.
— Dudo mucho que su disposición sea amistosa, y mucho menos seductora. Tú no la has visto. Es tan fría como las cavernas negras de Plutón, al menos por lo que a mí respecta, y la verdad es que no se lo reprocho.
Le había visto vomitar sobre su manga, un espectáculo más bien poco romántico.
— Se sentirá feliz cada vez que nos vea — les aseguró el titerote —. Y dejará de sentirse feliz cuando intente abandonarnos. Si permite que uno de nosotros se aproxime más a ella, su alegría aumentará…
— ¡Claro, nej!
— ¿Te das cuenta? Estupendo. Además, he estado practicando la lengua del Mundo Anillo. Creo que mi pronunciación es correcta, y también mi gramática. Sólo quisiera comprender el significado de un mayor número de palabras…
Ya hacía rato que Interlocutor había dejado de quejarse. Allí suspendido cabeza abajo sobre una caída mortal, todo l eno de l agas y con una mano quemada hasta el hueso, había estado despotricando contra Luis y Nessus por su impotencia para ayudarle. Pero l evaba varias horas sin decir nada.
Luis dormitaba en la silenciosa penumbra.
En sueños, oyó un cascabeleo y se despertó.
La chica bajaba las escaleras tintineando. Llevaba cascabeles en las zapatillas. También había cambiado de traje; lucía un vestido de cuello alto, ajustado en el busto y guarnecido con media docena de grandes y abultados bolsillos. Su largo cabello negro le colgaba sobre el pecho por encima de un hombro.
La serena dignidad de su rostro no había cambiado.
Se sentó con los pies colgando sobre el borde de la plataforma y se quedó mirando a Luis Wu. No cambió de posición; ni Luis tampoco. Permanecieron varios minutos mirándose fijamente a los ojos.
Luego, ella metió la mano en uno de sus grandes bolsillos y sacó un objeto del tamaño de un puño y de color naranja. Lo lanzó en dirección a Luis, apuntando de modo que pasase muy cerca de él, a sólo escasos centímetros del alcance de su mano.
Luis logró identificarlo al pasar. Era un abultado y jugoso fruto que había encontrado en unos matorrales hacía un par de días. Había introducido varios de ellos en la ranura de alimentación de su cocinilla, sin probarlos.
El fruto fue a estrellarse contra el techo de una celda donde quedó convertido en una gran mancha roja. De pronto, a Luis empezó a hacérsele agua la boca y fue presa de una terrible sed.
Ella le tiró otro fruto. Esta vez pasó más cerca. Podría haberlo tocado si lo hubiera intentado, pero con ese gesto también hubiera hecho girar la aerocicleta. Y ella lo sabía.
El tercer fruto le dio en el hombro. Luis se agarró al globo con los puños y comenzó a maldecirla por lo bajo.
Entonces apareció la aerocicleta de Nessus.
Y ella sonrió.
El titerote se había escondido detrás del artefacto que parecía un camión. Volvía a estar cabeza abajo y se deslizó oblicuamente hasta la plataforma de vigilancia, como atraído por una corriente inducida fuera de control. Al pasar junto a Luis, le preguntó:
— ¿Crees que podrás seducirla?
Luis soltó un bufido. Luego advirtió que el titerote realmente no tenía intención de burlarse de él, conque respondió:
— Me parece que me considera un animal. Más vale que lo olvides.
— Entonces tendremos que emplear una táctica distinta.
Luis se frotó la frente contra el frío metal. Pocas veces se había sentido tan desgraciado.
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