Orson Card - Ender el Xenócida

Здесь есть возможность читать онлайн «Orson Card - Ender el Xenócida» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Город: Barcelona, Год выпуска: 1992, ISBN: 1992, Издательство: Ediciones B, Жанр: Фантастика и фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Ender el Xenócida: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Ender el Xenócida»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Lusitania es único en la galaxia. Un planeta donde coexisten tres especies inteligentes: los cerdis, que evolucionaron en el mismo planeta; los humanos que llegaron como colonizadores; y la reina colmena y sus insectores, llevados por el joven Ender unos años atrás. El planeta ha sido condenado por el Consejo Estelar a causa de la descolada, el virus letal para los humanos e imprescindible para la biología de los cerdis. Jane, la inteligencia artificial aliada de Ender y nacida del nexo de ansibles que comunican la galaxia, ha salvado Lusitania interfiriendo con la Flota Estelar y creando un insondable misterio a escala galáctica. En el planeta Sendero, con una cultura derivada de la antigua China, la niña Qing-jao tiene el encargo de descubrir la causa de la desaparición de la flota estelar. Su prodigiosa inteligencia le ha de permitir lograrlo, y ello pone en peligro la existencia de Jane y la supervivencia de las tres especies inteligentes conocidas. La intervención de Ender se hace de nuevo imprescindible.
Nominado a los Premios Hugo y Locus, 1992.

Ender el Xenócida — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Ender el Xenócida», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

—¿Y tú intentas hacer todo eso?

—Solo no.

Ella se sintió aliviada.

—Te tendré a ti.

—¿Para hacer qué?

—Para escribir. Para hablar. Para hacer todo aquello para lo que te necesite.

—Pero no tengo educación, señor. El Maestro Han apenas ha empezado a enseñarme.

—¿Quién eres? —demandó el Maestro Han—. ¿Cómo puedes esperar que una muchacha modesta como ésta se vaya con un desconocido?

—¿Una muchacha modesta? ¿Una muchacha que entrega su cuerpo al capataz para tener oportunidad de estar cerca de una joven agraciada que tal vez la contrataría como doncella secreta? No, Maestro Han, ella quizás asume la actitud de una muchacha modesta, pero eso se debe a que es un camaleón. Cambia de piel cada vez que piensa que conseguirá algo.

—No soy una mentirosa, señor —declaró Wang-mu.

—No, estoy seguro de que te conviertes sinceramente en lo que pretendes ser. Así que ahora te ordeno que pretendas ser una revolucionaria conmigo. Odias a los cabrones que hicieron todo esto a vuestro mundo. A Qing-jao.

—¿Cómo sabes tanto acerca de mí?

Él se dio un golpecito en la oreja. Por primera vez, Wang-mu reparó en la joya.

—Jane me mantiene informado acerca de la gente que necesito conocer.

—Jane morirá pronto —objetó Wang-mu.

—Oh, puede que se quede medio tonta durante una temporada, pero no morirá. Vosotros ayudasteis a salvarla. Y, mientras tanto, te tendré a ti.

—No puedo —dijo ella—. Tengo miedo.

—Muy bien, entonces. Lo he intentado.

Se volvió hacia la puerta de su diminuta nave.

—Espera —pidió ella.

Él se volvió.

—¿Puedes decirme al menos quién eres?

—Me llamo Peter Wiggin, aunque imagino que a partir de ahora usaré un nombre falso durante una temporada.

—Peter Wiggin —susurró ella—. Ése es el nombre de…

—Mi nombre. Te lo explicaré más tarde, si me apetece. Digamos que me envió Andrew Wiggin. Me envió más o menos a la fuerza. Soy un hombre con una misión, y él supuso que sólo yo podría cumplirla en uno de los mundos donde las estructuras de poder del Congreso están más densamente concentradas. Fui Hegemón una vez, Wang-mu, y pretendo recuperar el puesto, no importa cuál sea el título cuando lo recupere. Voy a cascar un montón de huevos y causar un sorprendente montón de problemas y remover piedra sobre piedra de estos Cien Mundos, y te invito a ayudarme. Pero la verdad es que me importa un comino si lo haces o no, porque aunque sería bonito disfrutar de tu inteligencia y de tu compañía, haré el trabajo de una manera o de otra. ¿Así qué? ¿Vienes o qué?

Ella se volvió hacia el Maestro Han en una agonía de indecisión.

—Esperaba poder enseñarte —suspiró el Maestro Han—. Pero si este hombre va a intentar conseguir lo que dice, entonces con él tendrás más oportunidad de cambiar el curso de la historia humana que aquí, donde el virus hará por nosotros el trabajo principal.

—Dejarte será como perder a un padre —susurró Wang-mu.

—Y si te vas, habré perdido a mi segunda y última hija.

—No me rompáis el corazón, vosotros dos —masculló Peter—. Tengo una nave más rápida que la luz. Dejar Sendero conmigo no es asunto de toda una vida, ¿sabéis? Si las cosas no funcionan siempre puedo devolverla en un par de días. ¿Os parece justo?

—Quieres ir, lo sé —dijo el Maestro Han.

—¿No sabes que también quiero quedarme?

—Lo sé. Pero irás.

—Sí. Iré.

—Que los dioses te cuiden, hija Wang-mu —le deseó el Maestro Han.

Entonces ella dio un paso al frente. El joven llamado Peter la cogió de la mano y la condujo a la nave. La puerta se cerró tras ellos. Un momento después, la nave desapareció.

El Maestro Han esperó allí diez minutos, meditando, hasta que pudo poner en orden sus sentimientos. Entonces abrió el frasquito, bebió su contenido y regresó a casa. La vieja Mu-pao lo saludó nada más cruzar la puerta.

—Maestro Han —llamó—. No sabía dónde estabas. Y Wang-mu también falta.

—No estará con vosotros durante una temporada —anunció él. Y entonces se acercó mucho a la vieja criada, para que su aliento le llegara a la cara—. Has sido más fiel a mi casa de lo que nos hemos merecido.

Una expresión de miedo apareció en el rostro de la anciana.

—Maestro Han, no me estás despidiendo, ¿verdad?

—No. Creía que te estaba dando las gracias.

Dejó a Mu-pao y recorrió la casa. Qing-jao no estaba en su habitación. Eso no constituía ninguna sorpresa. Pasaba la mayor parte del tiempo atendiendo a las visitas. Eso convendría a sus propósitos. Allí la encontró, en la habitación de la mañana, con tres viejos agraciados muy distinguidos de la ciudad situada a doscientos kilómetros de distancia.

Qing-jao los presentó graciosamente y entonces adoptó el papel de hija sumisa en presencia de su padre. Él se inclinó ante cada uno de los hombres, pero luego encontró ocasión para extender la mano y tocarlos.

Jane había explicado que el virus era extremadamente contagioso. La simple cercanía física bastaba, pero el contacto lo haría más seguro.

Y después de saludar a las visitas, el Maestro Han se volvió hacia su hija.

—Qing-jao, ¿recibirás un regalo de mi parte?

Ella se inclinó y respondió amablemente.

—Sea lo que sea lo que me haya traído mi padre, lo recibiré agradecida, aunque sé que no soy digna de su atención.

El Maestro Han extendió los brazos y la atrajo hacia sí. La sintió envarada e incómoda en su abrazo: no había hecho un acto impulsivo ante dignatarios desde que ella era una niña pequeña. Pero la abrazó de todas formas, con fuerza, pues sabía que su hija nunca le perdonaría lo que este abrazo traía consigo, y por tanto era consciente de que ésta sería la última vez que estrecharía en sus brazos a Gloriosamente Brillante.

Qing-jao sabía lo que significaba el abrazo de su padre. Le había visto hablar en el jardín con Wang-mu. Había visto la aparición de la nave en forma de almendra en la orilla del río. Le había visto tomar la ampolla de manos del desconocido de ojos redondos, y beberla. Luego acudió allí, a esta habitación, a recibir a las visitas en nombre de su padre. «Cumplo con mi deber, mi honrado padre, aunque tú te dispongas a traicionarme.»

E incluso ahora, sabiendo que su abrazo era su esfuerzo más cruel para arrancarla de la voz de los dioses, consciente de que la respetaba tan poco que creía poder engañarla, recibió sin embargo todo lo que él estuviera decidido a darle. ¿No era acaso su padre? El virus del mundo de Lusitania podría o no robarle la voz de los dioses; ella no alcanzaba a imaginar lo que los dioses permitirían hacer a sus enemigos. Pero estaba claro que si rechazaba a su padre y le desobedecía, los dioses la castigarían. Era mejor permanecer digna ante los dioses mostrando el debido respeto y obediencia a su padre, que desobedecerle en nombre de los dioses y hacerse por tanto indigna de sus dones.

Así, recibió el abrazo e inspiró profundamente su aliento. Después de hablar brevemente con sus invitados, su padre se marchó. Los invitados tomaron su visita como una señal de honor, tan fielmente había ocultado Qing-jao la loca rebelión de su padre contra los dioses, que Han Fei-tzu era todavía considerado el hombre más grande de Sendero. Ella les habló con suavidad, sonrió graciosamente y los despidió. No les dio a entender que llevaban consigo un arma. ¿Por qué habría de hacerlo? Las armas humanas no serían de ninguna utilidad contra el poder de los dioses, a menos que los dioses lo desearan. Y si los dioses deseaban dejar de hablar a la gente de Sendero, entonces éste bien podría ser el disfraz que hubieran elegido para su acción. «Que parezca a los no creyentes que el virus lusitano de mi padre nos aparta de los dioses; yo sabré, como lo sabrán todos los hombres y mujeres de fe, que los dioses hablan a quien desean, y nada hecho por manos humanas podría detenerlos si ellos así lo desean.» Todos los actos eran vanidosos. Si el Congreso creía que habían causado que los dioses hablaran en Sendero, que siguieran creyéndolo. Si su padre y los lusitanos pensaban que iban a causar que los dioses guardaran silencio, que lo pensaran. «Yo sé que, si soy digna, los dioses me hablarán.»

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Ender el Xenócida»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Ender el Xenócida» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Ender el Xenócida»

Обсуждение, отзывы о книге «Ender el Xenócida» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x