Bob Shaw - Las astronaves de madera

Здесь есть возможность читать онлайн «Bob Shaw - Las astronaves de madera» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Город: Barcelona, Год выпуска: 1988, ISBN: 1988, Издательство: Acervo, Жанр: Фантастика и фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Las astronaves de madera: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Las astronaves de madera»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Han pasado veinticinco años desde que los habitantes de Land se vieron obligados a trasladarse a Overland, el planeta hermano que comparte su atmósfera, donde ahora están establecidos en pequeñas comunidades distanciadas entre sí. Contra todo pronóstico, los que se quedaron en Land han conseguido la inmunidad contra la pterthacosis, la enfermedad que forzó la emigración. Su ambicioso soberano reclama derechos sobre Overland, iniciando una guerra que amenaza la vida de los emigrantes. Toller Maraquine, el protagonista de la primera parte, es llamado para organizar una defensa desesperada al frente de una flota de satélites y aeronaves hechos de madera.

Las astronaves de madera — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Las astronaves de madera», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Algunas de las máquinas verdes y azules ya se dirigían a la Estación de Mando Uno para formar una fuerza conjunta, con sus rutas marcadas por estelas de vapor blanco condensado. Al ir aumentando el tamaño del grupo empezaron a producirse suaves colisiones entre los vehículos, dando lugar a bromas de los pilotos y provocando comentarios airados de los mecánicos, que temían ser aplastados. Cuando Toller salió de la estación, se protegió los ojos del sol con la mano enguantada y miró hacia Land.

Descubrió que los invasores podían ser vistos ahora sin ayuda óptica —como manchas plateadas en el límite de la visibilidad—, y deseó contar con algún método para calcular la distancia. Debían entablar el combate contra el enemigo debajo del plano de referencia —para que todas las naves destruidas cayesen hacia Land—, pero si bajaban mucho para hacerles frente, las reservas de combustible de los vehículos de combate se agotarían. Parecía que la capacidad de calcular las distancias con precisión iba a ser más importante allí que en un combate de tierra.

Cuando los tres escuadrones estuvieron dispuestos, Toller montó el Rojo Uno e introdujo las puntas de sus pies en los estribos fijos. Extrajo el arco, lo sujetó a su muñeca izquierda con la presilla de seguridad y comprobó que los carcajes situados a cada lado de la cubierta estuvieran bien aprovisionados de flechas. Su corazón latía con fuerza otra vez, y fue consciente de la familiar excitación, teñida de un inexplicable elemento sexual, que siempre precedía a los peligros del combate. Mientras accionaba el reservorio neumático del alimentador de combustible, observó la línea dispersa e irregular de los vehículos de combate. Los pilotos eran formas andróginas dentro de sus trajes espaciales, las caras ocultas por las bufandas y las gafas protectoras; sin embargo, distinguió de inmediato a Berise Narrinder y se esforzó por pronunciar unas últimas palabras de alerta.

—Hemos ensayado el plan de batalla muchas veces —dijo en voz alta—, y sé que estáis ansiosos de probar vuestro temple contra el enemigo. Sé también que os conduciréis con valentía, pero tened cuidado de no ser demasiado valientes. En la fiebre de la batalla es posible volverse temerario, sentir el impulso de correr riesgos innecesarios. Pero tened en cuenta que cada uno de vosotros posee el poder de destruir muchas naves enemigas, y por tanto todos tenéis una gran importancia para nuestra causa, mayor de la que le otorgáis a vuestras vidas.

»Hoy golpearemos con fuerza al enemigo, con mucha más fuerza de lo que éste puede imaginar, pero no aceptaré ninguna pérdida en nuestras filas. ¡Ni un piloto, ni una máquina de combate! Si gastáis todas las flechas no intentéis atacar con el cañón. Retiraos de la batalla y consolaos con la idea de que seréis un oponente mucho más hábil y peligroso en una ocasión próxima.

Nattahial, el piloto del Azul Tres, mostró su acuerdo y el vapor se filtró en jirones a través de su bufanda.

—Como usted desee, señor.

Toller negó con la cabeza.

—No se trata de deseos, se trata de órdenes. Quien se comporte como un idiota tendrá que responderme después, y puedo aseguraros que será una experiencia mucho más desagradable que luchar contra unos cuantos hombrecillos de Land. ¿Lo habéis entendido bien?

Varios pilotos asintieron con énfasis, quizá con demasiado énfasis, y otros se rieron entre dientes. Con pocas excepciones, todos eran jóvenes voluntarios del Servicio del Aire; estaban ansiosos por comenzar la aventura, y el aburrimiento de la larga espera de este día los había llevado a un exceso de tensión. Toller deseaba en verdad que hiciesen caso a sus instrucciones, pero sabía por su experiencia en el combate que era difícil establecer un equilibrio entre la prudencia y la pasión. Un guerrero demasiado preocupado por su supervivencia podía ser una traba incluso mayor que un loco en busca de la gloria, y en pocos minutos se revelaría cuántos de ellos iban a servir realmente.

—¿Os parece —preguntó, ajustándose los guantes— que ya hemos dedicado suficiente tiempo a los discursos?

—¡Sí! —el grito general de asentimiento llenó el cielo por un instante.

—En ese caso, vamos a la guerra.

Toller alzó su bufanda para cubrirse boca y nariz, y emprendió un descenso en curva, con Land en el centro de su campo visual. El sol sobrepasaba un poco el borde del planeta, arrojando contra él millones de agujas de luz que no proporcionaban ningún calor. Entre el rugido creciente de los escapes de los motores, los otros combatientes ocuparon las posiciones asignadas, cada escuadrón dispuesto en forma de V.

Poco detrás de Toller, a su izquierda —a la cabeza de los azules—, estaba Maiter Daas y, a su derecha, en el vértice del Escuadrón Verde, Pargo Umol. Se preguntó cómo se sentirían los dos, hombres de mediana edad, veteranos del viejo Escuadrón Experimental del Espacio y de la Migración, al caer hacia el planeta donde habían nacido en circunstancias que nunca hubieran podido prever.

Analizando sus propias emociones, de nuevo se sintió inquieto al descubrir que estaba alegre, satisfecho y vivo. Una parte de él deseaba encontrarse en casa con Gesalla, tratando de compensar las veces que le había fallado; pero ya que eso era imposible, rogaba para que este momento que estaba viviendo se prolongara indefinidamente. En un mundo irracional y mágico, él hubiera escogido vivir de esta forma hasta su muerte, vagando para siempre entre los rayos de luz pura y fría, haciendo frente a adversarios fantásticos y a peligros desconocidos; pero en el universo real, esta fase probablemente duraría poco… quizá sólo lo que dura una batalla, y cuando todo hubiese terminado, la vida sería mil veces más tediosa que antes, sin tener otra cosa que hacer excepto esperar pasivamente la llegada de una muerte sin gloria. Quizás —el pensamiento se filtró en su cerebro— sería mejor no sobrevivir a esta guerra.

Asombrado por el lugar al que le había conducido su arrebato de introspección, Toller obligó a sus pensamientos a volver a la tarea que tenía entre manos. El plan era iniciar el combate a unos quince o veinte kilómetros bajo el plano de referencia y, como siempre, le desesperó la imposibilidad de calcular la distancia o la velocidad en los océanos de aire, carentes de puntos de referencia. Cuando miró por encima de su hombro, vio que los veintisiete vehículos habían formado una especie de camino aéreo con sus estelas condensadas. Se estrechaba a lo lejos hasta que las blancas líneas de vapor se unían por la perspectiva, y ya le era difícil ver las estaciones agrupadas, aunque sabía exactamente en qué dirección mirar. La condensación se dispersaría más tarde hasta desaparecer, y cuando eso ocurriese los tres escuadrones estarían en peligro de perderse.

¿Cuánto habrían descendido ya? ¿Quince kilómetros? ¿Veinte? ¿Treinta?

Maldiciendo al sol por favorecer caprichosamente al enemigo, Toller protegió con la mano sus ojos y miró hacia la flota que ascendía. Las velocidades combinadas de los dos ejércitos los había aproximado mucho en poco tiempo, y ahora la formación de resplandecientes semicírculos podía distinguirse a simple vista, cada uno como una miniatura del planeta que empezaba a iluminarse detrás de ellos. Estaban concentrados en una pequeña zona de cielo, como setas centelleantes.

«Ya estamos bastante lejos», se dijo Toller. «Esperaremos aquí».

Extendió ambos brazos en una señal prefijada y desconectó el motor. El silencio absorbente del infinito invadió de repente el escenario cuando los demás pilotos cerraban el paso del combustible. Los vehículos se mantuvieron alineados durante algún tiempo, desordenándose gradualmente a medida que la resistencia del aire los despojaba de su velocidad; las formaciones en V se deshicieron al irse deteniendo uno tras otro. Toller sabía que la sensación de estar inmóviles era una ilusión; las máquinas habían entrado en el campo gravitacional de Land y estaban cayendo, pero con el plano del planeta tan lejano frente a ellos, la velocidad era imperceptible.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Las astronaves de madera»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Las astronaves de madera» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Las astronaves de madera»

Обсуждение, отзывы о книге «Las astronaves de madera» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x