Skrynol se había apoyado en sus miembros traseros y se movía de un lado a otro.
—Es bueno tener esas perspectivas. ¿Sabe que tenemos una historia similar, con las mismas acciones para los Remiendos y los Ángeles? Pero en nuestra versión el humano quiere cazar, matar y comerse a los animales nativos... y es el Tubo-Rilla quien repara la nave y hace posible la fuga.
Mondrian se levantó y empezó a abotonarse la chaqueta.
—¿Le gustaría conocer qué historia cuentan los Ángeles y los Remiendos? Pero hemos hablado demasiado. Tengo que irme.
Skrynol asintió y condujo a Mondrian a la salida. La Tubo-Rilla insistía en cambiar cada vez el lugar de su encuentro, escoltando a Mondrian a través de un laberinto de túneles.
—Algún día deberemos discutir lo que entendemos por inteligencia —dijo pensativamente mientras caminaban en completa oscuridad—. Sospecho que podríamos encontrar sorpresas. Creo que estamos de acuerdo en que, cualesquiera que sean nuestras diferencias, humanos, remiendos, ángeles y Tubo-Rillas somos todos inteligentes... quizá de inteligencia comparable. Pero ¿significa esto que somos de alguna manera iguales? No, por esta importante razón: no seguimos el mismo camino hacia la inteligencia. Los humanos evolucionaron a partir de un animal pequeño y débil en un planeta con poderosos predadores. Tuvieron que ser listos, inventivos y agresivos, o habrían sucumbido. Por eso construyeron herramientas, cambiaron el aspecto de la Tierra y salieron al espacio. Pero compare eso con los demás del Grupo, que nunca pensaron en dejar sus mundos natales hasta que llegaron ustedes, los humanos. Los Tubo-Rillas tenemos un tamaño que dobla el de cualquier otra forma de vida de nuestro planeta. Somos fuertes. No tenemos ningún competidor natural que dispute nuestro espacio vital o nuestro alimento. No necesitamos la inteligencia para combatir con ningún enemigo. Pero hace un millón de años nuestro planeta S'kat'lan atravesó una serie de cambios importantes en su clima. Nuestra inteligencia se desarrolló en respuesta a esa necesidad, y sólo a través de cambios drásticos en nuestra forma de vida y nuestro hábitat pudimos sobrevivir. Pero las fuerzas a las que nos enfrentamos fueron impersonales, como el viento y el clima. Pronto aprendimos a controlar nuestra población. Nunca combatimos mutuamente, ni fuimos amenazados por ninguna otra especie del planeta.
Skrynol extendió un palpo duro y viscoso para que Mondrian se agarrara y subió una rampa de cuarenta y cinco grados.
—En lo que respecta a los Remiendos —continuó—, a nivel de componentes individuales conocen la agresión, y lucharán para conseguir alimento, espacio y pareja. Pero un Compuesto Remiendo no tiene esas necesidades. No come, no bebe ni se aparea. En un sentido, es inmortal, y en otro no tiene existencia permanente. No tiene sentido del peligro a nivel Compuesto, porque a la primera amenaza simplemente se dispersa. En elementos separados, el Compuesto no existe. Mercantor es un mundo frío, y para un Remiendo «inteligencia» significa cercanía y calor. Y en cuanto a los Ángeles, su forma de inteligencia es un misterio para nosotros al igual que para ustedes. El Chasselrosa vivirá, morirá y buscará la luz y terreno fértil. Pero los Cantantes viven mucho, mucho tiempo y nadie sabe cómo se volvieron inteligentes, o para qué propósito puede servir su inteligencia. Quizá dentro de unos cientos de años...
Mientras Skrynol le había estado conduciendo en la oscuridad, Mondrian apenas había prestado atención. Tenía un nuevo problema en el que preocuparse. La Tubo-Rilla quería que surcara la Tierra, buscando su primera infancia. ¿Dónde se suponía que tenía que empezar la búsqueda? ¿En los Gallimaufries, en las instalaciones polares, en el océano o en las grandes reservas naturales del ecuador? La experiencia que Skrynol buscaba podría estar en cualquier parte. Tenía vagos recuerdos infantiles de todas esas zonas. Pero ¿cómo podía invertir su tiempo en eso, cuando el equipo perseguidor enviado a Travancore estaba a punto de empezar su misión?
Antes de que llegara a una zona iluminada de los refugios, Mondrian alcanzó una conclusión: la Anabasis tenía prioridad absoluta. No importaba lo malas que fueran las pesadillas; viviría con ellas un poco más.
Y en cuanto a lo de explorar la Tierra, podía hacer una lista detallada de los lugares que quería ver. Y entonces lo que necesitaría sería alguien que fuera allí, alguien que hiciera grabaciones y se las entregara para que él las observara. Las grabaciones podrían proporcionar la clave mental que abriera su memoria.
Mondrian pensó. Necesitaba mucha ayuda. Cuando llegó al apartamento de Tatty, sabía exactamente lo que tenía que decir y hacer.
La habitación había sido acondicionada como instalación de reuniones y estación de combate, con mesa de conferencias, equipo de proyecciones, terminales y mapas. El campo de batalla de Adestis estaba al fondo, y en lo alto se encontraba la galería de los espectadores. Había veinticinco hombres y mujeres sentados en los pupitres colocados a lo largo de la habitación. Delante de ellos, vestido con un ajustado uniforme negro que recordaba el atuendo formal de comandante de la Fuerza de Seguridad, estaba Dougal Macdougal. Su expresión era completamente seria mientras presentaba una secuencia de gráficos. Luther Brachis nunca había visto al embajador tan profundamente interesado.
—Éste es el enemigo —dijo Macdougal—. En caso de que alguno de ustedes se sienta inclinado a subestimarlo, déjenme recordarles que hasta ahora nunca ha tenido éxito un ataque de este tipo sin utilizar una fuerza de choque de más de cuarenta miembros; e incluso en esos casos, hubo una pérdida substancial de simulacros y varias muertes humanas.
La imagen tridimensional mostró un pozo oscuro que descendía hasta un suelo negro de tipo fibroso. En lo alto del sistema, en grandes letras centelleantes, apareció una señal: «ADESTIS, USTED ESTÁ AQUÍ.»
Luther Brachis se había sentado entre la audiencia. Había hablado en privado con Dougal Macdougal, dándole a entender la preocupación Tubo-Rilla sobre los planes de expansión humana. Y ahora estaba atrapado. No podía marcharse sin pasar antes por todo el ejercicio de Adestis. Observaba de cerca al embajador Macdougal, irritado y escéptico. Una mañana en Adestis no era su idea sobre pasar un buen rato, pero Lotos Sheldrake había sido muy explícita.
—Si quieres tener una charla informal con el embajador antes de dos semanas —le había dicho—, ésta no sólo es tu mejor oportunidad, sino la única. Estará parte del tiempo en Titán, con una nueva planta industrial, y el resto lo pasará en la colonia Procyon. Tiene que ser en Adestis y mañana, o nunca. Tómalo o déjalo.
Luther Brachis lo había tomado, aunque de mala gana. Cuando empezó la reunión, le resultó divertido ver que Macdougal llevaba las cosas completamente en serio, como si fuera una operación militar. Después de un rato, Dougal Macdougal les mostró cuál iba a ser su adversario del día. Y fue a partir de entonces cuando Brachis olvidó su aburrimiento y se convirtió en el miembro más atento de la audiencia.
—Recuerden la escala —decía Macdougal. Movió el puntero de un lado de la pantalla al otro—. Esta distancia es aproximadamente de tres centímetros y medio. Su simulacro tendrá medio centímetro de altura. Como ven, la presa mide poco más de un centímetro y medio, y las patas extendidas puede que doblen esa longitud. Es un espécimen adulto de la familia de las Ctenizidae, suborden Mygalomorphae, orden Araneae, clase Arachnida: en resumen, una araña hembra, una de las criaturas más mortíferas de la Tierra. No les temerá a ustedes, pero será mejor que la teman a ella. Déjenme mostrarles alguno de los puntos peligrosos.
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