David Brin - El cartero

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El cartero: краткое содержание, описание и аннотация

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Esta es la historia de una gran mentira que llega a convertirse en una importante verdad. La historia de un hombre que llega a ser una leyenda. Todo empieza en una época futura, próxima a la que estamos viviendo, en los oscuros días siguientes a una limitada pero devastadora guerra en los que un puñado de hombres y mujeres sólo cuentan con enfermedad y hambre, miedo y brutalidad en su lucha para sobrevivir. Gordon Krantz es uno de esos hombres, un narrador itinerante, una especie de juglar, que vive de relatar las obras de los clásicos en los pueblos del noroeste. Una noche, Gordon se apropia de la chaqueta y la bolsa de un cartero, fallecido tiempo atrás, para protegerse del frío. Cuando, tras esto, llega a un pueblo, se da cuenta de que el viejo uniforme es como un símbolo de esperanza en la vuelta de una época que se fue…
Este libro es un fix-up compuesto por dos novelas cortas que se publicaron originalmente en 1982 y 1984 y que constituyen sus dos primeras partes. Las otras dos fueron expresamente escritas para formar la novela completa publicada por Bantam en 1985.

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Parpadeó, y al principio creyó que el humo le irritaba los ojos. Tiró el puro y lo aplastó con la bota, pero el escozor continuó. El ruedo estaba desenfocado, como si lo viera en un sueño… como si lo estuviera viendo por primera vez.

«¡Dios mío! —pensó el presidente—. ¿Estamos haciendo esto realmente? Yo era miembro de la Sociedad Protectora de Animales de Willamette Valley hace sólo diecisiete años.

»¿Qué nos ha pasado?

«¿Qué me ha pasado?»

Tosiendo tras su mano, se secó los ojos con disimulo. Después miró alrededor y vio que el no era el único. Aquí y allá en la multitud al menos una docena de hombres habían dejado de gritar y se miraban las manos. Varios lloraban abiertamente, las lágrimas corriendo por sus toscas caras, endurecidas por la larga batalla de la supervivencia.

De pronto, para algunos de los presentes, los años pasados desde la guerra les parecieron una excusa vana, insuficiente.

Las aclamaciones fueron escasas al final de la pelea. Los cuidadores saltaron al ruedo para atender al vencedor y retirar los despojos. Pero la mitad de los asistentes parecía estar mirando con nerviosismo a su líder y a la figura severa y uniformada situada junto a él.

El hombre enjuto se enderezó la gorra.

—Gracias, señor presidente. Pero creo que es mejor que me retire ahora. Mañana me espera un largo viaje. Buenas noches a todos.

Saludó a los ancianos, se levantó y se puso una gastada chaqueta de cuero con una hombrera multicolor: un emblema rojo, blanco y azul. Mientras avanzaba lentamente hacia la salida, los aldeanos se pusieron en pie en silencio y le abrieron paso mirando al suelo.

El presidente de Curtin titubeó; luego, se levantó y lo siguió, seguido por un creciente murmullo de voces.

Aquella noche no se celebró el segundo combate.

2. Cottage Grove

Cottage Grove, Oregón.

16 de Abril, 2011.

A la Sra. Adele Thompson,

Alcaldesa de Pine View Village.

Estado No Reclamado de Oregón.

Ruta de transmisión: Cottage Grove, Curtin, Culp Creek, McFarland Pt., Oakridge, Pine View.

Querida Sra. Thompson:

Ésta es la segunda carta que envío por nuestra nueva ruta postal a través de la región de Willamette Forest. Si recibió la primera, ya sabrá que sus vecinos de Oakridge han decidido cooperar, tras algunos malentendidos iniciales. Nombré allí al señor Sonny Davis como Jefe de Correos, un residente de antes de la guerra estimado por todos. En estos momentos debería haber restablecido contacto con usted en Pine View.

Gordon Krantz alzó el lápiz del montón de amarillentos papeles que los ciudadanos de Cottage Grove habían donado para su uso. Las llamas de dos velas sostenidas en la abrazadera de una lámpara de cobre fluctuaban sobre el antiguo escritorio, proyectando brillantes reflejos en los cristales de las fotografías enmarcadas que colgaban de las paredes del dormitorio.

Los lugareños habían insistido en que Gordon aceptara el mejor alojamiento que había en la ciudad. La habitación era cómoda, limpia y cálida.

Constituía un gran cambio respecto a la clase de vida que había llevado hasta hacía sólo unos meses. En la carta, por ejemplo, poco decía de las dificultades a que había tenido que enfrentarse el pasado octubre en la ciudad de Oakridge.

Los ciudadanos de esa montañosa población le habían abierto sus corazones desde el momento en que se reveló como representante de Estados Unidos Restablecidos. Pero el tiránico «Alcalde» estuvo a punto de asesinar a su poco grato huésped antes de que éste consiguiera aclarar que sólo le interesaba montar una estafeta de correos y marcharse, que no constituía una amenaza para el poder del Alcalde.

Quizás el cacique temió la reacción de su pueblo si no le ayudaba. Al fin, Gordon recibió las provisiones que solicitó, e incluso un valioso, aunque algo viejo, caballo. Al marcharse de Oakridge había visto alivio en la cara del Alcalde. El jefe local parecía confiar en la posibilidad de conservar el control a pesar de las asombrosas noticias que informaban de que Estados Unidos existía aún en alguna parte.

Y no obstante, los aldeanos siguieron a Gordon durante más de kilómetro y medio; aparecían desde detrás de los árboles para poner cartas en sus manos con timidez, hablando con ansiedad de la reivindicación de Oregón y preguntando qué podían hacer para ayudar. Se quejaron abiertamente de su tirano, y para cuando hubo dejado al último grupo atrás en la carretera, estuvo claro que soplaban vientos de cambio.

Gordon imaginó que los días del Alcalde estaban contados.

Desde mi última carta desde Culp Creek, he establecido estafetas postales en Palmerville y Curtin. Hoy he finalizado las negociaciones con el Alcalde de Cottage Grove. Incluido en este paquete hay un informe de mis progresos hasta ahora, para que sea pasado a mis superiores en el Estado Reclamado de Wyoming. Cuando el mensajero que sigue mi ruta llegue a Pine View, déle por favor mis informes y exprésele mis mejores deseos.

Y sea paciente si se retrasa. La ruta al oeste desde St. Paul City es peligrosa, y puede transcurrir más de un año hasta que llegue el próximo hombre.

Gordon imaginó la reacción de la señora Thompson al leer ese párrafo. La puntillosa y vieja matriarca menearía la cabeza, y tal vez incluso riese a carcajadas, ante las paparruchas contenidas en la carta.

Adele Thompson sabía, mejor que nadie en el salvaje territorio que antes había sido el gran Estado de Oregón que no llegarían mensajeros procedentes del civilizado este. No había ningún cuartel general al que Gordon informase. Lo único de lo que la ciudad de St. Paul era capital era una curva aún ligeramente radiactiva del río Mississippi.

Nunca había existido un Estado Reclamado de Wyoming, ni unos Estados Unidos Restablecidos, por supuesto, excepto en la imaginación de un viajero de la edad oscura que sólo contaba con el arte de la representación para sobrevivir en un mundo peligroso y suspicaz.

La señora Thompson era una de las pocas personas que Gordon había conocido desde la guerra que todavía veía con sus ojos y pensaba con mente lógica. La ilusión que él había creado, accidentalmente al principio y más tarde por desesperación, no había significado nada para ella. Le había gustado Gordon por sí mismo, y le había mostrado candad sin tener que ser coaccionada por un mito.

Escribía aquella carta tan llena de referencias a cosas inexistentes para ojos que no eran los de ella. El correo cambiaría de manos muchas veces a lo largo de la ruta que él había establecido, antes de llegar a Pine View. Pero la señora Thompson leería entre líneas.

Y ella no lo traicionaría. Estaba seguro de eso.

Sólo esperaba que ella contuviera la risa.

Esta parte de Coast Fork es bastante pacífica en estos días. Las comunidades incluso han empezado a comerciar unas con otras de forma modesta, superando el viejo temor a las plagas de la guerra y a los supervivencialistas. Están ansiosos de noticias del mundo exterior.

Eso no quiere decir que todo sea plácido. Dicen que la región de Rogue River al sur de Roseburg, el país de Nathan Holn, todavía permanece totalmente al margen de la ley. Por lo tanto, me dirigiré hacia el norte, hacia Eugene. La mayoría de las cartas que llevo tienen esas señas, de todas maneras.

En el fondo de la cartera, bajo el montón de cartas que había aceptado de gente emocionada y agradecida a través de todo su camino, estaba la que Abby le había dado. Gordon procuraría entregarla, ocurriera lo que ocurriese con todas las demás.

Ahora debo partir. Acaso en un día no muy lejano llegue a mí una carta de usted y de mis otros queridos amigos. Hasta entonces, por favor, transmítales mi cariño a Abby, Michael y los demás.

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