Robert Reed - Médula

Здесь есть возможность читать онлайн «Robert Reed - Médula» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Город: Madrid, Год выпуска: 2007, ISBN: 2007, Издательство: La Factoría de Ideas, Жанр: Фантастика и фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Médula: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Médula»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

La Gran Nave lleva viajando por el espacio más tiempo del que su tripulación es capaz de recordar. Desde que, hace algunos milenios, entró en la Vía Láctea y fue colonizado por los humanos, este colosal vehículo del tamaño de un planeta ha vagado por la galaxia transportando a billones de hombres y miles de razas alienígenas que han conseguido la inmortalidad gracias a la alteración genética.Pero los pasajeros no viajan solos: en el interior de la nave duerme un secreto tan antiguo como el propio universo. Ahora está a punto de despertar…

Médula — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Médula», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

—Tengo que rellenar un informe de accidentes —gruñó el rostro blanco.

—Desde luego —respondió ella—. Y yo aceptaré toda la culpa que pueda echarme. ¿De acuerdo?

—Gracias, capitán…

—No, gracias.

Washen se acercó con paso tranquilo al punto de atraque y al taxi, momento en el que se desvaneció su sonrisa y la sustituyó una gravedad histriónica muy apropiada para aquel trabajo.

Los pasajeros estaban desembarcando.

«Platijas», los habían llamado.

A primera vista los platijas parecían gruesas alfombras de lana transportadas sobre decenas de piernas fuertes y muy cortas. Procedían de un mundo superterráqueo y estaban acostumbrados a una gravedad cinco veces superior a la del puerto. Como muchas otras especies de mundos parecidos, exigían una atmósfera más cargada y rica que la que encontraban allí. Unos compresores implantados contribuían a facilitar su respiración rápida y superficial. Sus ojos grandes y sorprendentemente humanos estaban enraizados en un extremo del largo cuerpo, y miraban a Washen desde lo que, a falta de un término mejor, era la cabeza.

—Bienvenidos —anunció Washen.

Su traductor emitió un sonido bajo y retumbante.

—Os desprecio a todos y cada uno —bramó. Luego, siguiendo los consejos de los exopsicólogos, se inclinó y miró a los ojos a los recién llegados mientras les recordaba—: Aquí no tenéis ningún estatus. Ninguno. Una sola palabra mía y os aplastarán de la forma más horrible.

La cortesía humana no tenía espacio en aquella sociedad alienígena.

Los platijas (cuyo verdadero nombre era una serie de poéticos tictacs) equiparaban la amabilidad con la intimidad. Y la intimidad solo se concedía a los miembros de la familia, ya fueran carnales o políticos. Los exopsicólogos se mostraron inflexibles. Si Washen no podía intimidar a los platijas, estos se sentirían incómodos, de la misma forma que una humana se sentiría incómoda si se le acercara un desconocido, se refiriera a ella con un apodo cariñoso y luego le plantara un besazo con todas las babas.

—Esta es mi nave —dijo Washen a su público.

Había varios cientos de alienígenas al alcance de sus gritos, con las diminutas orejas alzadas, absorbiendo tanto su voz como el estruendoso retumbo de su traductor.

—Habéis pagado por mi paciencia, además de por un punto de atraque — siguió—. Habéis pagado con nuevas tecnologías que ya hemos recibido, dominado y mejorado.

Largos bigotes se acariciaron entre sí: los alienígenas conversaban por el tacto. Una vez más, la capitana se quedó mirando un par de ojos. De color azul cobalto, sumamente vivos.

—Mis reglas son muy sencillas, monstruito.

Los bigotes se quedaron de repente quietos. Su público contuvo el aliento colectivo.

—Mi nave es la nave —les explicó—. No le hace falta ningún otro nombre. Es extraordinaria y enorme, pero no infinita. Y tampoco está vacía. Cientos de especies comparten sus laberintos con vosotros. Y si no tratáis a vuestros compañeros con absoluto respeto, os desecharemos. Os desalojaremos. Os tiraremos por la borda y os olvidaremos.

Volvieron a respirar, más rápido que nunca.

¿Estaba siguiendo el juego demasiado bien?

Pero en lugar de contenerse, Washen mantuvo la presión.

—Hemos preparado para vosotros una cámara vacía. Tal y como nos rogasteis que hiciéramos. Sellada y presurizada. Con espacio de sobra y abundancia de vuestros asquerosos alimentos. En este nuevo hogar podéis hacer lo que os plazca. A menos que deseéis procrear, cosa que exige mi permiso. Y un nuevo pago. Dado que los hijos son pasajeros, su estatus es negociable. Y si tengo motivos, los tiraré en persona por la borda. ¿Está claro?

Su traductor hizo la pregunta y luego, con una voz suave y asexuada, ofreció una muestra de las respuestas de los alienígenas.

—Sí, señor capitán.

— Por supuesto, mi señor.

—¡Me asustáis, mi señor!

—¿Cuándo termina este espectáculo, madre? ¡Tengo hambre!

Washen sofocó una carcajada. Luego, después de respirar muy rápido también ella, admitió:

—Ha pasado una eternidad desde la última vez que eché a alguien de la nave.

Eran otros capitanes los que hacían las expulsiones. De modo muy humano, como es natural. Unos taxis u otras naves espaciales se llevaban a las especies molestas de vuelta a casa, o quizá, con más probabilidad, a oscuros mundos donde tenían probabilidades más que suficientes de sobrevivir.

—¡Pero no os equivoquéis! —rugió—. Adoro esta nave. Nací aquí y aquí moriré, y en el largo espacio de tiempo que haya entre medias haré todo lo que pueda para proteger sus antiguas salas y nobles piedras de todo y todos los que le muestren algo menos que un respeto absoluto. ¿Me entendéis, pequeños necios?

—Sí, su señoría.

—¡Su deidad!

—¿Pero es que no termina? ¡Tengo las lenguas entumecidas de hambre!

—Ya casi he terminado —respondió Washen a los alienígenas. Y luego, todavía más alto, añadió—: Pero os estaré vigilando. Desde este momento voy a planear sobre vosotros como la Noche Fantasma.

Eso provocó un respetuoso silencio.

La Noche Fantasma era un dios platija, cuyo nombre se traducía por un pequeño y áspero graznido que provocó un escalofrío hasta en la columna de Washen.

Con la altivez que da la práctica, la capitana se giró y se alejó.

La quintaesencia del capitán. Uno de los señores de la galaxia.

Y entonces, durante un intenso momento, Washen fue un monstruo mítico capaz de robar las almas de aquellos que se atrevieran a dormir.

Mucho tiempo atrás, Washen había llegado a esa edad en la que el pasado es demasiado grande para abarcarlo, cuando hasta la memoria más clara y eficiente tiene que desprenderse de pequeños detalles y siglos enteros, y hasta la infancia más querida ha quedado despojada de casi todo y no queda nada salvo una serie de recuerdos fragmentarios y unos cuantos momentos duros como el diamante que ninguna cantidad de tiempo, ni siquiera diez millones de años, pueden llegar a diluir.

A los primeros alienígenas de Washen los llamaron fénix.

Eso fue cuando la nave todavía estaba fuera de la Vía Láctea. Washen era más niña que otra cosa, y sus padres (unos ingenieros que habían subido a bordo de la primera nave espacial) formaban parte del aquel equipo grande y desdichado que diseñó un hábitat para los fénix.

Esos alienígenas no fueron muy bien recibidos. Después de todo, habían intentado conquistar la nave. Fue una invasión inútil pero, en cualquier caso, a la gente le resultó difícil perdonarlos. El padre de Washen, que solía ser caritativo en exceso, afirmó de forma bastante abierta que su trabajo era un desperdicio, peor aún, un crimen.

—Que le den a esas mierdas una catacumba diminuta, agua suficiente y un mínimo de comida, y luego que se olviden de que están ahí. Esa es mi humilde opinión.

Washen no recordaba la opinión concreta de su madre; hasta los primeros prejuicios de Washen se perdieron con el tiempo. Y tampoco recordaba por qué había visitado la prisión por primera vez. ¿Estaba buscando a sus padres? ¿O fue más tarde, después de que terminaran el trabajo y a los jovencitos como ella los atrajera la simple curiosidad?

Fuera cual fuera la razón, lo que aquel día recordaba era el funeral.

Washen jamás había visto la muerte. En su corta y feliz vida, ni un solo humano había muerto a bordo de la nave. Se habían domesticado la edad y las enfermedades, y el cuerpo moderno podía absorber hasta las heridas más horrendas. Si una persona era cauta y formal, no tenía por qué morir. Nunca.

Pero los fénix abrazaban creencias diferentes. Habían evolucionado en un mundo pequeño y caliente. Sus agallas alimentaban un trío de pulmones grandes y de sangre negra, y su metabolismo era rápido y feroz. Allí donde la mayor parte de los alienígenas alados planeaban o se encumbraban, pasivos y eficaces, los fénix eran el equivalente ecológico de peregrinos de tamaño humano. Eran cazadores hábiles y guerreros resueltos que poseían un amplio legado más antiguo que cualquier cultura humana. Sin embargo, a pesar de su abundancia de tecnología avanzada, no estaban de acuerdo con la inmortalidad que la mayor parte de las especies daba por sentada.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Médula»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Médula» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Robert Reed - Mind's Eye
Robert Reed
Robert Reed - Mother Death
Robert Reed
Robert Jordan - L'ascesa dell'Ombra
Robert Jordan
Robert Sawyer - Origine dell'ibrido
Robert Sawyer
Robert Silverberg - Il marchio dell'invisibile
Robert Silverberg
Robert Reed - Marrow
Robert Reed
libcat.ru: книга без обложки
Robert Charette
Robert Heinlein - Fanteria dello spazio
Robert Heinlein
Robert Silverberg - Il figlio dell'uomo
Robert Silverberg
Отзывы о книге «Médula»

Обсуждение, отзывы о книге «Médula» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x