Poul Anderson - La gran cruzada

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Poul Anderson, gran amante de las justas y torneos medievales, ha querido dar un homenaje a una de sus pasiones, la época medieval, escribiendo una singular space opera ambientada en dicho período.
Sir Roger está preparándose para partir a luchar en Tierra Santa, cuando un gigantesco ingenio volador
por extraños seres de intenciones poco amistosas aterriza en sus tierras.
Los visitantes esperaban que su superioridad tecnológica les diera una victoria fácil, pero iban a descubrir que un ejército primitivo posee recursos inesperados. Los contrastes entre la mentalidad civilizada de los alienÌgenas y la mentalidad medieval de los cruzados proporciona muchos momentos francamente divertidos.

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Homo —pues me parecía más sabio enseñarle el latín antes que cualquier idioma que perteneciera tan sólo a una nación.

Luego dibujé a otro hombre y le enseñé que a dos homo juntos se les llamaba homines . Así seguimos, y reconozco que aprendía deprisa.

No tardó en darme a entender por señas que quería papel, y se lo entregué. Dibujaba muy bien. Me dijo que su nombre era Branithar y que su raza era Wersgorix . No pude encontrar tales términos en ninguna demonología. A continuación, le dejé ser el guía de nuestros estudios, pues su raza había hecho toda una ciencia de la adquisición de un nuevo idioma; nuestra tarea adelantó a grandes pasos.

Trabajé con él durante muchas horas y vi muy poco el Mundo exterior en los días siguientes. Sir Roger mantenía sus dominios cortados para el resto del país. Creo que su mayor temor era que un conde o un duque se apoderasen del navío.

Acompañado por su hombres más bravos y audaces, el barón pasaba gran parte de su tiempo en la nave, intentando sondear todos los misterios y maravillas que encerraba.

Poco tiempo después, Branithar supo latín suficiente como para quejarse del régimen que recibía —pan duro y agua— y amenazar con vengarse. Yo seguía teniéndole miedo, pero supe aguantar al tipo. Nuestra conversación era, naturalmente, mucho más lenta de lo que la describo, y había largas pausas mientras buscábamos las palabras adecuadas.

—Vosotros quisisteis que pasase todo esto —le dije—. Fuisteis muy imprudentes al atacar a los cristianos sin que mediara ninguna provocación.

—¿Cristianos? ¿Qué es eso? —interrogó.

Confundido, creo que simulé ignorancia. Para probarle, recité el Pater Noster . No se desvaneció en una nube de humo, lo que me intrigó.

—Creo comprender —dijo—. Te refieres a algún panteón tribal primitivo.

—¡Esto no tiene nada que ver con esas ideas paganas! —exclamé, indignado.

Intenté explicarle la Santísima Trinidad, pero apenas había llegado a la transubstanciación cuando esbozó un gesto de impaciencia con su mano azulada. Aquella mano se parecía mucho a una mano humana, a excepción de las uñas gruesas y puntiagudas.

—No tiene importancia —replicó—. ¿Son todos los cristianos tan feroces como vuestro pueblo?

—Habríais tenido más suerte con los franceses —admití—. Lo malo es que aterrizasteis entre los ingleses.

—Una raza muy obstinada —dijo, haciendo un gesto con la cabeza—. Os costará caro. Pero, si me soltáis inmediatamente, intentaré atenuar la venganza que, sin duda, caerá sobre vosotros.

Se me pegó la lengua al paladar. Sin embargo, recuperé el habla y le pedí, fríamente, que se explicara. ¿De dónde venía, cuáles eran sus intenciones?

Necesitó bastante tiempo para aclararme las cosas, pues los conceptos eran bastante extraños. Me convencí de que mentía, pero, al menos, aprendió cada vez más latín en aquellas conversaciones.

Unas dos semanas después del aterrizaje del navío, sir Owain Montbelle apareció por la abadía y me pidió audiencia. Me encontré con él en el jardín del claustro; buscamos un banco y nos sentamos.

Aquel Owain era el hijo más joven, por segundo matrimonio con una mujer del País de Gales, de un barón de las Marcas. Creo que el antiguo conflicto entre las dos naciones se incubaba en su pecho, pero también era heredero del encanto galés. Primero paje, a continuación escudero de un caballero de la corte del Rey, el joven Owain se hizo dueño del corazón de su amo, que le educó con todos los privilegios de un rango más elevado que el que le correspondía. Viajó mucho por el extranjero, se convirtió en trovador de cierto renombre y, al recibir el espaldarazo, se encontró bruscamente sin fortuna y sin esperanzas. Probó suerte un poco por todas partes, hasta que terminó por llegar a Ansby, donde se reunió con los compañeros libres que partían para la guerra. Bravo, valiente, poseía una sombría belleza que no gustaba a los hombres y se decía de él que ningún marido se sentía seguro cuando estaba en los alrededores. Lo que no era totalmente cierto, pues sir Roger se encaprichó con él, admirando tanto su juicio como su educación, feliz por que lady Catalina tuviera alguien con quien hablar de lo que más le interesaba en el Mundo.

—Vengo de parte de sir Roger, hermano Parvus —empezó Owain—. Desea saber cuánto tiempo necesitaréis todavía para domar a nuestra bestia salvaje.

—¡Oh! Ya sabe hablar muy bien —respondí—. Pero se empecina firmemente en decir mentiras tan descaradas, que aún no os he querido informar de nada.

—Sir Roger está cada vez más impaciente y le costará trabajo contener a los hombres mucho tiempo más. Se lo comen todo y no pasa una noche en que no haya riñas y asesinatos. Hemos de partir de inmediato o no partir nunca.

—En ese caso, os lo suplico, no partáis —pedí—. No en ese navío infernal —podía ver su torre que daba vértigo: la punta coronada de nube se alzaba por encima de los muros de la abadía; me aterraba.

—Bien —dijo sir Owain secamente—. ¿Qué os ha contado el monstruo?

—Ha cometido la imprudencia de afirmar que no viene de debajo de la Tierra, sino de los cielos. ¡De los cielos!

—¿Será… un ángel?

—No. Dice que no es ni un ángel ni un demonio, sino una criatura de una raza tan mortal como la humanidad.

Sir Owain se acarició con una mano el rasurado mentón.

—Es muy posible —dijo, soñador—. Después de todo, si los centauros y los unípedes existen, ¿por qué no iban a existir seres azules y delgados?

—Lo sé. El razonamiento es acertado. Pero afirma que vive en el cielo.

—Repetidme exactamente lo que dijo.

—Como queráis, sir Owain, pero recordad que estas impiedades no salen de mi boca. Branithar afirma con insistencia que la Tierra no es plana, sino que es una esfera suspendida en el espacio. ¡Va más lejos y asegura que gira alrededor del Sol! Algunos sabios antiguos mantuvieron un punto de vista semejante, pero no puedo entender lo que impediría que los océanos se derramasen en el espacio y…

—Seguid con la historia, por favor, hermano Parvus.

—Bien, Branithar dice que las estrellas son otros soles, semejantes al nuestro, sólo que mucho más lejanos y que hay mundos girando alrededor de ellas, lo mismo que el nuestro. Ni los griegos se habrían tragado semejantes barbaridades. ¿Se imaginará esa criatura que somos pobres ignorantes? Sea lo que sea, Branithar dice que su pueblo, los Wersgorix, vienen de uno de esos otros mundos, uno muy parecido a la Tierra. Se vanagloria de sus poderes de brujería.

—Eso, al menos, no es mentira —me interrumpió sir Owain—. Hemos probado algunas de sus armas, las más ligeras. Hemos quemado tres casas hasta los cimientos, y a un siervo, eso antes de aprender a emplearlas.

Se me hizo un nudo en la garganta, pero continué.

—Esos Wersgorix poseen navíos que pueden volar entre las estrellas. Han conquistado muchos mundos. Su táctica es someter o destruir a todos los indígenas que pueden encontrar. Luego se establecen en el mundo, cada Wersgor toma cientos de millares de arpentes. Su número crece a tal velocidad y detestan tanto verse unos cerca de otros que siempre andan a la búsqueda de nuevos mundos.

»El navío que capturamos venía de exploración, buscando un nuevo mundo que conquistar. Tras observar nuestra Tierra desde lo alto, decidieron que parecía bastante adecuada a sus necesidades y descendieron. Siempre siguen el mismo plan, y hasta ahora les ha funcionado. Nos habrían aterrorizado, utilizando nuestras casas como bases, y habrían deambulado por todo el Mundo buscando ejemplares de plantas, animales y minerales. Por eso es tan grande el navío y tiene tanto espacio vacío. Es una verdadera Arca de Noé. De vuelta a su mundo, habrían informado de sus hallazgos y toda una flota habría acudido para atacar a la humanidad.

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