James Morrow - Remolcando a Jehová
Здесь есть возможность читать онлайн «James Morrow - Remolcando a Jehová» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Город: Barcelona, Год выпуска: 2001, ISBN: 2001, Издательство: Norma, Жанр: Фантастика и фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Remolcando a Jehová
- Автор:
- Издательство:Norma
- Жанр:
- Год:2001
- Город:Barcelona
- ISBN:84-8431-322-0
- Рейтинг книги:3 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 60
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Remolcando a Jehová: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Remolcando a Jehová»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Remolcando a Jehová — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Remolcando a Jehová», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
—Ahora que todos mis secretos se han revelado, ¿qué hay de los tuyos? ¿Odias tu trabajo?
—Me encanta mi trabajo. Tengo la oportunidad de escuchar las conversaciones de todo el condenado planeta. En una noche clara puedo sintonizar con un hombre de negocios de Tokio y su amante practicando el sexo a través de un teléfono móvil, con un par de traficantes de droga radioaficionados planeando un lanzamiento de opio en Hong Kong, con algunos neonazis despotricando juntos por la banda ciudadana en Berlín. Se lo puedo pasar todo por el hilo musical a las habitaciones de los marineros y ¿sabes qué quieren en realidad? ¡Béisbol de los Estados Unidos! Vaya desperdicio. Si vuelvo a oír otro partido de los Yankees, vomitaré. —Se llevó un lápiz azul de Carpco a la boca y chupó la punta—. Bueno… ¿qué le decimos a mamá?
El cuarto de radiotelegrafía, decidió Cassie, sería un escenario genial para una obra. Se imaginó una sátira de un acto situada únicamente en el complejo de comunicaciones central del cielo, con Dios en los diales, evitando los gritos de dolor y las llamadas de auxilio mientras intenta captar el estadio de los Yankees.
Cerrando los ojos, se centró en su madre: Rebecca Fowler de Hollis, New Hampshire, una pastora de la Iglesia Unitaria alegre y llena de energía cuya iconoclastia era tan fuerte que escandalizaba incluso a su propios feligreses. BEAGLE II HUNDIDO POR EL HURACÁN… SOY LA ÚNICA SUPERVIVIENTE… POR FAVOR DÍSELO A OLIVER…
Sus pensamientos perdieron el rumbo. Misión, había dicho Anthony Van Horne, un barco con una misión, y por la rara expresión que el padre Thomas había adoptado en su camarote, era la misión más siniestra desde que Saúl de Tarso había sufrido un ataque epiléptico y lo había llamado cristianismo.
—Deduzco que éste no es un viaje ordinario.
Lianne le dio un tirón al distintivo de la ENVIDIA AL ÚTERO.
—Es un maldita maniobra de encubrimiento, Cassie. Al parecer, la Santa Madre Iglesia ha detectado una bola enorme de alquitrán que se está coagulando junto a las costas de África, pero ha prometido no hablar del asunto si Carpco agarra la mierda esa y se la da a una organización benéfica. Personalmente, creo que el acuerdo entero apesta.
—Soy socia fundadora de la Liga de la Ilustración de Central Park Oeste —dijo Cassie, ladeando la cabeza, dando a entender que lo comprendía, como si se diera por sentado que cualquier socio fundador de la Liga de la Ilustración de Central Park Oeste no necesitaba que le informaran sobre los defectos de la Santa Madre Iglesia—. Una organización vital, creo, un verdadero baluarte —señaló el colgante de Lianne—, aunque no te gustaría nuestra opinión sobre esas cosas.
—¿Tetas pequeñas?
—Cristales mágicos.
—Me quitó el herpes.
—Lo dudo.
—¿Tienes una explicación mejor?
—El efecto placebo.
—¿Sabes qué, Cassie Fowler? Deberías pasar más tiempo en barcos. Haciendo de vigía en la proa, con el océano rugiendo a tu alrededor y el universo entero extendido sobre la cabeza… verás, así sabes que hay algún tipo de presencia eterna ahí fuera.
—¿Un viejo con barba? —dijo Cassie, reprimiendo una sonrisa burlona.
—Cielo, si he aprendido algo durante mis diez años en el mar, es esto: nunca confundas a tu capitán con Dios.
12 de julio.
Hace dos días llegamos a nuestro destino, 0°0’N, 0°0’E, a 600 millas de la costa de Gabón. Ambas zonas estaban despejadas y, debería habérmelo esperado, Rafael me dijo que el cuerpo se ha estado moviendo, empujado por la corriente.
Supongo que esperaba que encontraríamos algo.
Nuestra pauta de búsqueda es una espiral que se va expandiendo, de sur a norte, oeste a este, norte a sur, este a oeste, sur a norte, un rumbo que debería llevarnos cerca de Santo Tomé antes del martes. Estamos tejiendo una red en el mar, Popeye. Huecos grandes. Pero también es un pez grande.
Crock O’Connor sigue dándome mis 18 nudos, lo que significa que alcanzaremos el ecuador dos veces más antes de medianoche.
Esa Cassie Fowler me odia, lo sé. No hay duda de que es una de «esas personas». De las que abrazan árboles, aman a los bichos y besan a los calamares, las reconozco a un kilómetro, gente para la que un contaminador como Anthony Van Horne se merece que los hurones se lo coman vivo. Sin embargo, tengo que admitir una cosa: es una mujer atractiva, voluptuosa como la vieja Lorelei de mi brazo, con el pelo negro y rizado y una de esas caras largas y caballunas que de pronto parecen cómicas y al poco rato hermosas. He decidido ponerla a trabajar, rascando herrumbre, quizá fregando un váter o dos. En el Carpco Valparaíso nadie viaja gratis.
A la hora de la cena dicté una norma. «Llamadme en cuanto aparezca algo raro por cualquier zona, sea de noche o de día.» A lo que Joe Spicer replicó, con recelo: «Tanto alboroto por un asqueroso pedazo de asfalto».
No somos un barco feliz, Popeye. La tripulación está harta. Está cansada de avanzar en círculos a toda máquina y de ver Los diez mandamientos y de preguntarse qué les oculto.
Cada vez que cruzamos el 0° al norte, Spicer deja caer un centavo en el ecuador.
—Trae buena suerte —dice.
—La necesitaremos —respondo.
—Capitán, aquí hay algo extraño…
Anthony reconoció la voz del oficial de derrota, saliendo por el altavoz del interfono en medio de las interferencias: la voz del oficial y más, la misma mezcla de incredulidad y miedo con la que el primer oficial Buzzy Longchamps había pronunciado su veredicto, Capitán, creo que estamos en un buen lío, la noche en que el Val se incrustó en el arrecife Bolívar.
Fue tambaleándose hacia el interfono fijado en la pared, tirando de las sábanas, abriéndose camino como podía a través de su aturdimiento de insomne.
—¿Extraño? —masculló, apretando el interruptor—. ¿Qué es extraño?
—Perdone que le despierte —dijo Big Joe Spicer—, pero tenemos un objetivo.
Saliendo de la litera, Anthony se sacó un grano diminuto de arena del ojo y lo hizo rodar entre el pulgar y el índice, luego miró alrededor buscando los zapatos. Por lo demás, iba completamente vestido, hasta el chaquetón raído y la gorra de lona de los Mets. Desde que llegaron al cero por cero, había despojado su vida de irrelevancias, así pues, comía esporádicamente, dormía vestido y dejaba que la barba le invadiera la cara. Durante setenta y dos horas su mente sólo había conocido la caza.
Agarró la taza de Carpco, metió los pies nudosos en las zapatillas de tenis y, sin molestarse en atar los cordones, corrió al ascensor.
Un resplandor suave iluminaba el puente: las pantallas de radar, el sistema para evitar colisiones, la terminal del Marisat, el reloj. Eran las 0247. Spicer estaba encorvado sobre el radar de doce millas, toqueteando el control de perturbaciones por lluvia y nieve.
—Capitán, he visto el laserdisc de mi cuñado de Garganta profunda y casi todos los episodios de Granjero último modelo y le juro —señaló el objetivo—, que ésa tiene que ser la cosa más rara que se ha visto en un tubo de rayos catódicos.
—¿Un banco de niebla?
—Es lo que parecía en la pantalla del radar de quince millas, pero ya no. Ese mamotreto tiene volumen.
—¿Santo Tomé?
—He comprobado nuestra posición tres veces. Santo Tomé está a veinticuatro kilómetros en dirección contraria.
—¿El asfalto?
—Demasiado grande.
Anthony cerró el puño. Se le tensó el pecho. La sirena del antebrazo se puso rígida.
—Rumbo franco —le ordenó al timonel, el musculoso siux lakota, James Echohawk.
—Rumbo franco —repitió Echohawk.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Remolcando a Jehová»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Remolcando a Jehová» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Remolcando a Jehová» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.