Era, tuvo que admitirlo, verdaderamente hermoso.
Hiram dijo:
—A esto se lo llama motor de Casimir. Es, quizá, la máquina de construcción más exquisita que el hombre haya fabricado jamás, una máquina a la que hemos desarrollado con extrema minuciosidad durante años, que contiene menos de unos pocos centenares de diámetros atómicos de ancho.
“Pueden ver que las capas están constituidas por átomos; de hecho, átomos de carbono. La estructura se relaciona con las estructuras estables naturales conocidas como “manchas de venado”, carbono-60. Las capas se fabrican quemando grafito con haces de láser. Alimentamos el motor con carga eléctrica, utilizando jaulas llamadas trampas de Penning, verdaderos campos electromagnéticos. A la estructura se la mantiene unida por medio de campos magnéticos poderosos, y a las diversas capas lo más cerca posible, guardando entre sí una distancia de sólo unos pocos diámetros electrónicos. Y en esas separaciones, que son las más pequeñas que se pudiere concebir, se produce el milagro…
Kate empezaba a cansarse de la verborrágica jactancia de Hiram; rápidamente consultó el motor de búsqueda. Se enteró de que el “efecto Casimir” se relacionaba con las partículas virtuales a las que había visto cobrar y perder existencia en forma de destellos. En la reducida separación que quedaba entre las capas atómicas, debido a efectos de resonancia, se le permitía existir a nada más que algunos tipos de partículas. Y, por ello, dichos espacios estaban más vacíos que el espacio “vacío” y, en consecuencia, tenían menos energía.
Este efecto de energía negativa podía dar origen, entre otras cosas, a la antigravedad.
Los diversos niveles de la estructura estaban empezando a rotar sobre sí mismos con mayor rapidez. Pequeños relojes aparecieron alrededor de la imagen del motor, contando pacientemente en forma regresiva desde diez hacia nueve, ocho, siete… la sensación de acumulación de energía era palpable.
—Las concentraciones de energía en los intervalos de Casimir se están incrementando —dijo Hiram—. Vamos a inyectar energía negativa para el efecto Casimir dentro de los agujeros de gusano de la espuma cuántica. Los efectos de antigravedad estabilizarán y agrandarán los agujeros de gusano.
“Calculamos que la probabilidad de encontrar un agujero de gusano que conecte Seattle con Brisbane es, con una precisión aceptable, de una en diez millones. Así que nos tomará unos diez millones de intentos ubicar el agujero de gusano que queremos. Pero esto es maquinaria atómica y trabaja tremendamente rápido: aun cien millones de intentos deben de tomar menos de un segundo… Y lo más hermoso de todo esto es que en el nivel cuántico, los enlaces a cualquier sitio que queramos ya existen : todo lo que tenemos que hacer es hallarlos.
La música de los virtuales estaba cobrando intensidad, encaminada hacia el coro final. Kate se quedó mirando con fijeza cómo la máquina frankesteiniana que estaba debajo de sus pies giraba locamente sobre sí misma, refulgiendo palpablemente con energía.
Y los relojes terminaron su cuenta.
Se produjo un destello cegador. Algunos de los presentes lanzaron una exclamación.
Cuando Kate pudo ver otra vez, la máquina atómica, todavía rotando sobre sí misma, ya no estaba sola: una bolilla plateada, perfectamente esférica, flotaba a su lado. ¿Una boca de agujero de gusano?
Y la música tuvo un cambio. Los V-Fabs habían llegado al coro de su canción, que se escuchaba como un salmo. Pero la música estaba distorsionada por una cadencia mucho más tosca, que precedía en unos segundos al sonido de alta calidad.
Fuera de la música, el salón estaba en completo silencio.
Hiram jadeó, como si hubiera estado conteniendo el aliento.
—Eso es —dijo—: la nueva señal que oyen proviene del funcionamiento mismo, pero ahora transmitida hacia aquí a través del agujero de gusano… sin que se produzca un retardo importante del tiempo. Lo logramos. Esta noche, por primera vez en la historia, la humanidad está enviando una señal a través de un agujero estable de gusano…
Bobby se inclinó hacia Kate y dijo con ironía:
—La primera vez… sin contar todos los ciclos de prueba de funcionamiento continuo.
—¿De veras?
—Claro que sí. No pensará que iba a dejar todo esto librado al azar, ¿no? Mi padre es un consumado actor. Pero no hay que sentirse mal porque tenga su momento de gloria.
La gigantesca pantalla mostró a Hiram sonriendo ampliamente.
—Señoras y señores, no olviden jamás lo que vieron esta noche. Éste es el comienzo de la verdadera revolución en las comunicaciones.
El aplauso empezó con lentitud, disperso pero ascendiendo con rapidez a un climax atronador.
A Kate le resultó imposible no unirse al resto de la gente. Me pregunto adonde llevará todo esto, pensó. Seguramente las posibilidades de esta nueva tecnología —basada, después de todo, en la manipulación del espacio y del tiempo mismos— no iban a quedar limitadas a la simple transferencia de datos. Kate presintió que nada volvería a ser igual, jamás.
Atrajo su mirada un deslumbrante haz de luz, que estaba en alguna parte por encima de su cabeza. Uno de los robots teleguiados estaba llevando la imagen de la nave cohete que Kate había advertido antes, ascendía hacia su parche de cielo gris azulado de Asia central, en completo silencio. Parecía extrañamente anticuada, una imagen que venía a la deriva desde lo pasado más que del futuro.
Nadie más la observaba y resultaba de poco interés para Kate, que apartó la mirada.
Llamaradas rojas y verdes surgían con violencia y chocaban dentro de canales curvos de acero y hormigón armado. La luz palpitaba de un extremo a otro de la estepa, yendo hacia donde estaba Vitali. Era brillante, al punto de ser cegadora, y disipaba por completo los mortecinos reflectores que todavía iluminaban la torre de lanzamiento; inclusive también ocultaba la brillantez del sol de las estepas. Y todavía antes de que la nave hubiera dejado el suelo, el rugido llegó hasta Vitali, como un trueno que le sacudió el pecho.
Sin hacer caso al dolor cada vez mayor que experimentaba en el brazo y el hombro, ni al entumecimiento de manos y pies, Vitali se paró, abrió los agrietados labios y añadió su voz a ese divino bramido; en momentos como ése, siempre se volvía un viejo tonto y sentimental.
A su alrededor había mucha agitación. La gente, los técnicos mal adiestrados y hambrientos como ratas, y los administradores gordos y corruptos por igual, se estaban alejando del lanzamiento y apiñando en torno de radios y televisores que cabían en la palma de la mano, pantallas flexibles parecidas a joyas que mostraban imágenes desconcertantes provenientes de Estados Unidos. Vitali no conocía los detalles, ni le interesaba conocerlos, pero era más que obvio que Hiram Patterson había alcanzado renombre con su promesa… o amenaza.
Incluso mientras se elevaba desde el suelo, este hermoso pájaro de Vitali, este último Molniya , ya estaba obsoleto.
Vitali se mantuvo bien erguido, decidido a observarlo durante tanto tiempo como pudiera, hasta que ese punto de luz ubicado en la punta de la gran columna de humo se fusionara con el espacio.
…Pero ahora el dolor que sentía en el brazo y el pecho llegaron a un punto máximo, como si una mano huesuda lo hubiese estado apretando. Boqueó, falto de aire. Así y todo, trató de mantenerse parado. Pero ahora había una luz nueva que estaba surgiendo en derredor de él, aún más brillante que la luz proveniente del cohete y bañaba la estepa de Kazajstan, y Vitali no pudo resistir más.
Mientras el auto la llevaba hacia los predios, a Kate el lugar le dio la impresión de ser un típico ambiente de Seattle: colinas verdes que descendían en suave declive hasta el océano, enmarcadas por el cielo gris y bajo del otoño.
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