BILBAO. ÚLTIMA HORA. Fuentes de toda solvencia procedentes de la Jefatura Superior de Policía de Bilbao han identificado al presunto asesino de Jaime González Caballero. Se trata de Raúl Villeneuve Svenson, alias Capitán Héctor, alias Capitán Villanueva, antiguo militar argentino retirado, del que se presume que tenía relación con las mafias iberoamericanas que controlan el narcotráfico y la prostitución en España, y que usaba también los nombres de Alfonso García de Diego y Héctor Sepúlveda Gómez. En estos momentos continúa abierta la investigación para esclarecer los motivos del crimen.
Lo primero que hizo Artetxe, nada más salir de la parroquia, fue llamar a Rojas, pero le fue imposible localizarlo. Todos los efectivos de la Jefatura de Bilbao se hallaban en plena ebullición. Aunque dejó varias veces recado, hasta que no pasaron cinco días no consiguió contactar con el inspector. Durante ese tiempo Artetxe se abstuvo de hacer ningún movimiento, teniendo en cuenta cómo había evolucionado el caso. Tal y como estaban las cosas, sin el apoyo de Rojas no era más que un detective sin licencia y con un historial conflictivo, expuesto a que cualquier policía malhumorado le llevara esposado al Juzgado de Guardia acusado de obstrucción a la justicia o cosas peores.
Cuando al quinto día recibió la invitación de Rojas para que fuera a tomar un whisky a su casa, comprendió que, efectivamente, su papel en la función había terminado. Un exultante inspector de Homicidios rehabilitado se lo explicó con todo lujo de detalles.
– Tenía razón, Iñaki, tenía razón. -Hablaba en primera persona, excluyendo expresamente a su interlocutor de cualquier mérito en el éxito de su trabajo. Aunque Artetxe captó el mensaje subliminal que había en esa frase, intentó sonsacar al policía.
– ¿Me puedes decir qué es exactamente lo que ha ocurrido?
– Que hemos solucionado los asesinatos de Andoni Ferrer Lamikiz y de Begoña González Larrabide.
– Entonces, ¿no hay duda de que fueron asesinados?
– Yo nunca la tuve y los hechos han acabado por darme la razón. Tanto el periodista como la chica fueron asesinados por el Capitán Héctor y Andrés Ramírez, el chófer. Y no sólo eso, hemos desarticulado el grupo de narcotraficantes del que me habló el inspector De Dios. Su jefe máximo era el propio Jaime González Caballero. Tanto en su domicilio como en el del difunto Villeneuve hemos encontrado documentación que, aunque todavía está siendo examinada, avala todo esto. Por cierto, que también hemos arrestado a unos cuantos miembros de la secta de la Eterna Luz, excepto a su jefe, pero esto último no nos preocupa demasiado, es tan sólo cuestión de tiempo. Lo más importante es que hemos tenido un éxito como no se recuerda en los últimos años. Ha sido un auténtico bombazo, aunque por lo delicado del asunto se va a procurar que todo esto no llegue a manos de la prensa.
– Te veo cada vez más integrado en el sistema.
– El que no apruebe ciertas prácticas no significa que no comprenda que muchas veces es necesaria cierta tranquilidad y sosiego en el tratamiento de las cuestiones que llevamos entre manos. Además -añadió alborozado-, todo este asunto va a reforzar mi posición en el Departamento. Ya no soy un recién llegado al que se manda a por el café, sino que no les ha quedado más remedio que reconocer mis méritos. Por primera vez en mucho tiempo veo un futuro luminoso ante mí.
– Pues me alegro mucho por ti, pero sigue contándome. ¿Dónde encajan la muerte del periodista y de la hija de Caballer? ¿En qué os basáis para pensar que fueron efectivamente asesinados?
– Acerca de eso no tenemos más que indicios y suposiciones, tal vez no suficientes ante un juez, lo que no supone ningún problema ya que los posibles encausados están muertos, pero que nos parecen concluyentes del todo. En primer lugar, hemos encontrado una partida de heroína no comercializada que, debidamente analizada, ha resultado ser la misma que se administró a Andoni Ferrer y a Begoña González. Está además el hecho de las coincidencias de fechas. Begoña González desapareció pocos días después de que el periodista fuera asesinado y se publicara en la prensa la noticia de su fallecimiento. Todo nos hace pensar que la joven era la informante de aquél para su reportaje. Sobre este aspecto nos ha sido de mucha ayuda una de tus averiguaciones. Creemos que Begoña González estaba al tanto de los manejos de su padre, pero sólo al enterarse de que éste no lo era de verdad se decidió a delatarle. Por lo que sabemos, las revelaciones que le hizo Karmele Ugarte a este respecto coinciden con la época en que Andoni Ferrer empezó a elaborar su nonato reportaje. Quizá sea poca cosa para conseguir, en caso de que hubiera habido necesidad, una sentencia de culpabilidad por asesinato, pero si lo juntamos todo con la certeza de que los tres muertos eran piezas importantes en el tráfico de drogas, encaja perfectamente.
– ¿Sabéis por qué el argentino decidió acabar con González Caballer y su chófer?
– No con certeza absoluta, pero parece lógico pensar que se trataba de algún ajuste de cuentas por motivos que desconocemos, aunque imaginamos que referentes al control del negocio. De hecho, si no hubiéramos tenido la suerte de que en ese momento estuviera un coche de patrulla por esa zona y pudiera acudir rápidamente al lugar de los hechos quizá nunca se habrían resuelto los crímenes ni desmantelado la organización.
– Sí, fue una inmensa suerte. Y una extraña coincidencia, ¿no te parece?
– Coincidencia sí, pero ¿extraña? ¿Por qué? Esas cosas suceden, no hay que darle más vueltas, no te me vayas a volver ahora paranoico, Iñaki. Bien está lo que bien acaba. Bueno para la sociedad, que ve cómo unos traficantes de muerte han sido puestos fuera de circulación; bueno para la policía, que ha resuelto dos asesinatos; bueno para mí, que por fin voy a estar donde me corresponde, e incluso bueno para ti, que podrás pasar una buena minuta a tu cliente, aparte de que no debes olvidar tu situación. Con tu historial sólo nuestra benevolencia y gratitud permitirá en el futuro que puedas seguir trabajando sin problemas, así que deja a un lado esas suspicacias sin fundamento y alégrate de que, por una vez, hayan ganado los buenos.
– Supongo que tienes razón. Alegrémonos -respondió Artetxe.
Agazapado tras los ventanales de un ático de la Alameda de Mazarredo, James Goldsmith observaba el barullo que se había formado debajo de él, en el solar sobre el que se iba a construir el futuro Museo Guggenheim de Bilbao. Altos cargos del país en el que estaba residiendo desde hacía unas pocas semanas se congregaban allí, junto a los directivos de la fundación venidos expresamente desde Nueva York para asistir a la colocación de la primera piedra del museo. Entre ellos estaba Cameron DeFargo, miembro del consejo asesor de la fundación y amigo íntimo de su presidente, Thomas Krens.
La tarde anterior había tenido que ir a recogerle al aeropuerto de Sondika. Cameron DeFargo, elegante e irónico como siempre, le felicitó por el trabajo realizado.
– Gracias, aunque no ha sido excesivamente difícil -respondió Goldsmith-. Sinceramente, el matar a un pobre drogadicto no es un trabajo muy complicado.
– Pareces decepcionado. Según tengo entendido, también han muerto los inductores del asesinato de Tomás Zubía.
– Así es. Por lo que he leído en la prensa y me ha contado el comisario Manrique, un cúmulo de casualidades ha hecho que hayan salido a la luz los manejos del hombre que en los últimos tiempos movía el tráfico de drogas en esta zona. Al parecer, él y su chófer murieron asesinados, en un presumible ajuste de cuentas, por uno de sus colaboradores, quien, a su vez, fue abatido a tiros por la policía.
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