• Пожаловаться

José Somoza: La Caverna De Las Ideas

Здесь есть возможность читать онлайн «José Somoza: La Caverna De Las Ideas» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. категория: Триллер / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

José Somoza La Caverna De Las Ideas

La Caverna De Las Ideas: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La Caverna De Las Ideas»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Una novela enigma. Un desafío de ficción, diversión y espejismo, donde nada es lo que parece y donde hasta el simple hecho de seguir leyendo puede resultar arriesgado. La caverna de las ideas es una obra griega clásica que narra una intrigante historia: diversos asesinatos ocurridos en la época de Platón. Cuerpos mutilados de efebos son descubiertos en las calles de Atenas, crímenes inexplicables que no parecen seguir ningún orden lógico. Heracles Póntor, el Descifrador de Enigmas, se encargará de resolverlos con ayuda de uno de los filósofos de la célebre Academia platónica, Diágoras de Medonte. Pero el propio texto de La caverna de las ideas, que el lector tiene ahora en sus manos, también esconde secretos: sus traductores desaparecen o mueren, y el actual se enfrenta a un enigma milenario que desborda su capacidad de juicio y en el que se imbricará tanto la novela como la percepción de cada lector.

José Somoza: другие книги автора


Кто написал La Caverna De Las Ideas? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

La Caverna De Las Ideas — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La Caverna De Las Ideas», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Y aquella palabra -«silencio»- fue rota por un triple clamor. El sonido se hundió en los oídos de Heracles y lo acompañó mientras salía de la funesta casa: un grito ritual, tripartito, de las esclavas y de Elea, las bocas abiertas, desencajadas, formando una sola garganta rota en tres notas distintas, agudas y ensordecedoras, que arrojaron fuera de sí, en tres direcciones, el fúnebre rugido de las fauces [4].

II [5]

Las esclavas prepararon el cuerpo de Trámaco, hijo de la viuda Etis, según el método: se lustró el horror de las dilaceraciones con ungüentos procedentes del lequito; manos de ágiles dedos se deslizaron sobre la piel socavada para extender esencias y perfumes; fue envuelto en la fragilidad del sudario y vestido con ropa limpia; se dejó el rostro al descubierto y se ató la mandíbula con fuertes vendajes para impedir el escalofriante bostezo de la muerte; bajo la untuosidad de la lengua se depositó el óbolo que pagaría los servicios de Caronte. Después aderezaron un lecho con mirto y jazmines, y sobre él colocaron el cadáver, los pies hacia la puerta, para ser velado durante todo el día; la presencia gris de un pequeño Hermes tutelar lo custodiaba. En la entrada del jardín, el ardanion , el ánfora con agua lustral, serviría para hacer pública la tragedia y purificar a las visitas del contacto con lo desconocido. Las plañideras contratadas entonaron sus sinuosos cánticos a partir del mediodía, cuando arreciaron las muestras de condolencia. Por la tarde, una serpenteante hilera de hombres se extendía a lo largo de la vereda del jardín: cada uno aguardaba en silencio, bajo la húmeda frialdad de los árboles, su turno para entrar en la casa, desfilar ante el cuerpo y dar el pésame a los familiares. Daminos, del demo de Clazobion, el tío de Trámaco, ofició de anfitrión: poseía cierta fortuna en barcos y en minas de plata de Laurion, y su presencia atrajo a numerosa gente. Fueron escasos, sin embargo, los que acudieron en recuerdo de Meragro, el padre de Trámaco (que había sido condenado y ejecutado por traidor a la democracia muchos años antes), o por respeto a la viuda Etis, que había heredado el deshonor de su esposo.

Heracles Póntor llegó a la caída del sol, pues había decidido participar también en la ecforá, la comitiva fúnebre, que se celebraba siempre de noche. Penetró con ceremoniosa lentitud en el oscuro vestíbulo -húmedo y frío, de aire aceitoso por el olor de los ungüentos-, dio una vuelta completa alrededor del cadáver siguiendo los pasos de la flexuosa fila de visitantes, y abrazó en silencio a Daminos y a Etis, que lo recibió velada por un negro peplo y un chal de gran capucha. Nada hablaron. Su abrazo fue uno de tantos. Durante su recorrido pudo distinguir a algunos hombres que conocía y a otros que no: allí estaban el noble Praxínoe y su hijo, el bellísimo Antiso, de quien se afirmaba que había sido uno de los mejores amigos de Trámaco; allí también Isífenes y Efialtes, dos reputados mercaderes que, sin duda, habían acudido por Daminos; y -una presencia que no dejó de sorprenderle- Menecmo, el escultor poeta, vestido con el descuido que lo caracterizaba, que se entretuvo en quebrantar el protocolo dedicándole a Etis algunas palabras en voz baja. Por fin, a la salida, en la húmeda frialdad del jardín, creyó advertir la robusta figura del filósofo Platón aguardando entre los hombres que aún no habían entrado, y dedujo que había venido en recuerdo de su antigua amistad con Meragro.

Una inmensa y sinuosa criatura parecía la comitiva que emprendió el camino del cementerio por la Vía de las Panateneas: la cabeza la formaban, en primer lugar, los vaivenes del cadáver transportado por cuatro esclavos; detrás, los familiares directos -Daminos, Etis y Elea-, sumidos en el silencio del dolor; y los tañedores de oboe, jóvenes con túnicas negras que aguardaban el inicio del rito para empezar a tocar; por último, los peplos blancos de las cuatro plañideras. El cuerpo lo constituían los amigos y conocidos de la familia, que avanzaban en dos hileras.

El cortejo salió de la Ciudad por la Puerta del Dipilon y se internó en el Camino Sagrado, lejos de las luces de las viviendas, entre la húmeda y fría neblina de la noche. Las piedras del Cerámico retemblaron undosas bajo el resplandor de las antorchas: por doquier aparecían figuras de dioses y héroes cubiertas por el suave aceite del rocío nocturno, inscripciones en altas estelas adornadas con siluetas ondulantes y urnas de graves contornos sobre las que reptaba la hiedra. Los esclavos depositaron cuidadosamente el cadáver en la pira funeraria. Los tañedores de oboe hicieron deslizar por el aire las sinuosas notas de sus instrumentos; las plañideras, coreográficas, rasgaron sus vestiduras al tiempo que entonaban la oscilante frialdad de su canto. Se iniciaron las libaciones en honor a los dioses de los muertos. El público se dispersó para contemplar el rito: Heracles eligió la proximidad de una enorme estatua del héroe Perseo; la cabeza decapitada de Medusa, que el héroe asía de las víboras del pelo, quedaba a la altura de su rostro, y parecía contemplarlo con ojos deshabitados. Finalizaron los cánticos, se pronunciaron las últimas palabras, y las doradas cabezas de cuatro antorchas se inclinaron ante los bordes de la pira: el Fuego multicefálico se alzó, retorciéndose, y sus múltiples lenguas ondearon en el aire frío y húmedo de la Noche [6].

El hombre golpeó la puerta varias veces. Como nadie respondió, volvió a golpear. En el oscuro cielo ateniense, las nubes de varias cabezas comenzaron a agitarse.

Por fin, la puerta se abrió, y un rostro blanco, sin rasgos, envuelto en un largo sudario negro, apareció tras ella. El hombre, confuso, casi atemorizado, titubeó antes de hablar:

– Deseo ver a Heracles Póntor, a quien llaman el Descifrador de Enigmas.

La figura se deslizó hacia las sombras en silencio y el hombre, aún indeciso, penetró en la casa. Afuera proseguía el irregular estrépito de los truenos.

Heracles Póntor, sentado a la mesa de su pequeña habitación, había dejado de leer y se concentraba, distraído, en el sinuoso trayecto de una grieta grande que descendía desde el techo hasta la mitad de la pared frontera, cuando de repente la puerta se abrió con suavidad y apareció Pónsica en el umbral.

– Una visita -dijo Heracles descifrando los armónicos, ondulantes gestos de las delgadas manos de su esclava enmascarada, de ágiles dedos-. Un hombre. Quiere verme -las manos se agitaban juntas; las diez cabezas de los dedos conversaban en el aire-. Sí, hazlo pasar.

El hombre era alto y delgado. Se envolvía en un humilde manto de lana impregnado de las untuosas escamas del relente nocturno. Su cabeza, bien formada, ostentaba una lustrosa calva, y una barba blanca recortada con esmero le adornaba el mentón. En sus ojos había claridad, pero las arrugas que los rodeaban revelaban edad y cansancio. Cuando Pónsica se hubo marchado, siempre en silencio, el recién llegado, que no había dejado de observarla con expresión de asombro, se dirigió a Heracles.

– ¿Acaso es cierta tu fama?

– ¿Qué dice mi fama?

– Que los Descifradores de Enigmas pueden leer en el rostro de los hombres y en el aspecto de las cosas como si fueran papiros escritos. Que conocen el lenguaje de las apariencias y saben traducirlo. ¿Es por ello que tu esclava oculta el rostro tras una máscara sin rasgos?

Heracles, que se había levantado para coger una fuente de frutas y una crátera de vino, sonrió ligeramente y dijo:

– Por Zeus, que no seré yo quien desmienta tal fama, pero mi esclava se cubre la cara más por mi tranquilidad que por la suya: fue secuestrada por unos bandidos lidios cuando no era más que un bebé, los cuales, durante una noche de borrachera múltiple, se divirtieron quemando su rostro y arrancándole la pequeña lengua… Puedes coger fruta si quieres… Según parece, uno de los bandidos se apiadó de ella, o atisbo la posibilidad de negocio, y la adoptó. Después la vendió como esclava para trabajos domésticos. Yo la compré en el mercado hace dos años. Me gusta, porque es silenciosa como un gato y eficiente como un perro, pero sus facciones destruidas no me agradan…

Читать дальше
Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La Caverna De Las Ideas»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La Caverna De Las Ideas» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


Carlos Fuentes: Instinto De Inez
Instinto De Inez
Carlos Fuentes
Rodolfo Fogwill: Urbana
Urbana
Rodolfo Fogwill
José Somoza: La Caja De Marfil
La Caja De Marfil
José Somoza
Dan Simmons: Fases De Gravedad
Fases De Gravedad
Dan Simmons
José Somoza: Clara y la penumbra
Clara y la penumbra
José Somoza
José Saramago: La caverna
La caverna
José Saramago
Отзывы о книге «La Caverna De Las Ideas»

Обсуждение, отзывы о книге «La Caverna De Las Ideas» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.