Arturo Pérez-Reverte - La Tabla De Flandes

Здесь есть возможность читать онлайн «Arturo Pérez-Reverte - La Tabla De Flandes» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La Tabla De Flandes: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La Tabla De Flandes»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

A finales del siglo XV un viejo maestro flamenco introduce en uno de sus cuadros, en forma de partida de ajedrez, la clave de un secreto que pudo cambiar la historia de Europa. Cinco siglos después, una joven restauradora de arte, un anticuario homosexual y un excéntrico jugador de ajedrez unen sus fuerzas para tratar de resolver el enigma.
La investigación les conducirá a través de una apasionante pesquisa en la que los movimientos del juego irán abriendo las puertas de un misterio que acabará por envolver a todos sus protagonistas.
La tabla de Flandes es un apasionante juego de trampas e inversiones -pintura, música, literatura, historia, lógica matemática- que Arturo Pérez- Reverte encaja con diabólica destreza.

La Tabla De Flandes — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La Tabla De Flandes», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– ¿Por qué?

– Pareces boba, hija. Es justo lo que necesita la sobrinita Lola para estropearme el negocio.

– Nadie ha relacionado todavía el cuadro con Álvaro.

– Y que Dios te oiga. Pero la policía tiene muy poco tacto, y pueden haberse puesto en contacto con mi cliente. O con la zorra de su sobrina… En fin. Esto se complica una barbaridad. Tentada estoy de transferirle el problema a Claymore, cobrar mi comisión y punto.

La lluvia en los cristales hacía desfilar una sucesión de imágenes desenfocadas y grises, creando un paisaje irreal en torno al automóvil. Julia miró a su amiga.

– Por cierto -dijo-. Esta noche ceno con Montegrifo.

– Qué me dices.

– Como lo oyes. Está interesadísimo en hablar conmigo de negocios.

– ¿Negocios?… De paso, querrá jugar a papás y mamás.

– Telefonearé para contártelo.

– No pegaré ojo hasta entonces. Porque ése también se ha olido algo. Te apuesto la virginidad de mis tres próximas reencarnaciones.

– Te he dicho que no seas ordinaria.

– Y tú no me traciones, monina. Soy tu amiga, recuerda. Tu amiga íntima.

– Fíate y no corras.

– Te apuñalo, oye. Como a la Carmen de Merimée.

– Vale. Pero te has saltado un semáforo en rojo. Y como el coche es mío, después las multas me toca pagarlas a mí.

Miró por el retrovisor, viendo otro coche, un Ford azul de cristales oscuros, que pasaba tras ellas a pesar de estar cerrado el semáforo, aunque un instante después desapareció, girando a la derecha. Creía recordar el mismo coche aparcado al otro lado de la calle, también en doble fila, cuando salió de la agencia de mensajeros. Pero resultaba difícil saberlo, con todo aquel tráfico, y la lluvia.

Paco Montegrifo era de esos tipos que dejan los calcetines negros para chóferes y camareros y se deciden, desde que tienen uso de razón, por los de color azul marino muy oscuro. Vestía de un gris también oscuro e impecable, y el corte de su traje a medida, con el primer botón cuidadosamente desabrochado en cada uno de los puños de la chaqueta, parecía extraído de las páginas de una revista de alta moda masculina. Camisa de cuello Windsor, corbata de seda y un pañuelo que asomaba discretamente por el bolsillo superior, definían su apariencia perfecta cuando se levantó de una butaca del vestíbulo y fue al encuentro de Julia.

– Válgame Dios -dijo mientras le estrechaba la mano; una blanca sonrisa resplandecía en agradable contraste con su piel tostada-. Está usted deliciosamente guapa.

Aquella introducción marcó el tono de la primera parte. Él admiró sin reservas el vestido de terciopelo negro, ceñido, que vestía Julia, y después tomaron asiento en una mesa reservada junto al ventanal desde el que podían contemplar una panorámica nocturna del Palacio Real. A partir de ese momento, Montegrifo desplegó una adecuada panoplia de miradas no impertinentes pero sí intensas, y sonrisas seductoras. Tras el aperitivo, y mientras un camarero preparaba los entremeses, el director de Claymore pasó a emitir breves preguntas como oportuno pie a inteligentes respuestas que escuchaba, los dedos cruzados bajo la barbilla y la boca entreabierta, con expresión gratamente absorta que, de paso, le permitía lanzar destellos con la luz de las velas reflejada en su dentadura.

La única referencia al Van Huys antes de los postres consistió en la cuidadosa elección por parte de Montegrifo de un Borgoña blanco para acompañar el pescado. En honor del arte, dijo con gesto vagamente cómplice, y eso le dio ocasión de iniciar una breve charla sobre los vinos franceses.

– Es una cuestión -explicó mientras los camareros seguían afanándose en torno a la mesa- que evoluciona curiosamente con la edad… Al principio uno se siente acérrimo partidario del Borgoña tinto o blanco: el mejor compañero hasta que se cumplen treinta y cinco años… Pero después, y sin renegar del Borgoña, hay que pasarse al Burdeos: un vino para adultos, serio y apacible. Sólo a partir de los cuarenta se es capaz de sacrificar una fortuna por una caja de Petrus o de Chateau d’Yquem.

Probó el vino, mostrando su aprobación con un movimiento de cejas, y Julia supo apreciar la exhibición en lo que valía, dispuesta a seguir el juego con naturalidad. Hasta disfrutó de la cena y la banal conversación, decidiendo que, en otras circunstancias, Montegrifo habría sido una agradable compañía con su voz grave, aquellas manos bronceadas y el discreto aroma a agua de colonia, cuero fino y buen tabaco. Incluso a pesar de su costumbre de acariciarse la ceja derecha con el dedo índice y mirar de soslayo, de vez en cuando, su propia imagen reflejada en el cristal de la ventana.

Siguieron hablando de cualquier cosa menos del cuadro, incluso después de terminar ella su rodaja de salmón a la Royale y de ocuparse él, utilizando exclusivamente el tenedor de plata, de su lubina Sabatini. Un auténtico caballero, explicó Montegrifo con una sonrisa que le restaba solemnidad al comentario, no recurría jamás a la pala del pescado.

– ¿Y cómo quita las espinas? -se interesó Julia.

El subastador sostuvo su mirada, imperturbable.

– Nunca voy a restaurantes donde sirven el pescado con espinas.

A los postres, ante una taza de café que pidió, como ella, solo y muy fuerte, Montegrifo sacó una pitillera de plata y escogió cuidadosamente un cigarrillo inglés. Después miró a Julia como se mira a alguien que es objeto de toda nuestra solicitud, antes de inclinarse hacia ella.

– Quiero que trabaje para mí -dijo en voz baja, como si temiera que alguien pudiese oírlo desde el Palacio Real.

Julia, que se llevaba a los labios uno de sus cigarrillos sin filtro, miró los ojos castaños del subastador mientras éste le ofrecía fuego.

– ¿Por qué? -se limitó a preguntar, con el mismo aparente desinterés que si se estuviesen refiriendo a una tercera persona.

– Hay varias razones -Montegrifo había colocado el encendedor de oro sobre la pitillera y rectificaba su posición hasta dejarlo justo en el centro de ésta-. La principal es que mis referencias sobre usted son muy buenas.

– Me alegra oír eso.

– Hablo en serio. Me he informado, como puede imaginar. Conozco sus trabajos en el Prado y para galerías privadas… ¿Aún trabaja en el museo?

– Sí. Tres días a la semana. Me ocupo ahora de un Duccio de Buoninsegna, recién adquirido.

– He oído hablar de ese cuadro. Un trabajo de confianza. Ya sé que le encomiendan cosas importantes.

– A veces.

– Incluso en Claymore hemos tenido el honor de subastar más de una obra restaurada por usted. Aquel Madrazo de la colección Ochoa… Su labor nos permitió elevar un tercio el precio de subasta. Y hubo otro, la pasada primavera. ¿No era C oncierto , de López de Ayala?

– Era M ujer al piano , de Rogelio Egusquiza.

– Cierto; muy cierto, discúlpeme. M ujer al piano , por supuesto. Había estado expuesto a la humedad y usted hizo un trabajo admirable -sonrió mientras sus manos casi coincidían cuando dejaron caer la ceniza de sus respectivos cigarrillos en el cenicero-. ¿Y le van bien así las cosas? Quiero decir trabajando un poco a lo que salga -hizo otro alarde de dentadura, en una amplia sonrisa-. De franco-tiradora.

– No me quejo -Julia entornaba los ojos, estudiando a su interlocutor tras el humo del cigarrillo-. Los amigos cuidan de mí, me encuentran cosas. Y además soy independiente.

Montegrifo la miró, con intención.

– ¿En todo?

– En todo.

– Es usted una joven afortunada, entonces.

– Puede que sí. Pero también trabajo mucho.

– Claymore tiene numerosos asuntos que requieren la pericia de alguien como usted… ¿Qué le parece?

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La Tabla De Flandes»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La Tabla De Flandes» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Arturo Pérez-Reverte - El Sol De Breda
Arturo Pérez-Reverte
Arturo Pérez-Reverte - La Carta Esférica
Arturo Pérez-Reverte
libcat.ru: книга без обложки
Arturo Pérez-Reverte
Arturo Pérez-Reverte - Purity of Blood
Arturo Pérez-Reverte
Arturo Pérez-Reverte - The Sun Over Breda
Arturo Pérez-Reverte
Arturo Pérez-Reverte - Der Club Dumas
Arturo Pérez-Reverte
Arturo Pérez-Reverte - El maestro de esgrima
Arturo Pérez-Reverte
Arturo Pérez-Reverte - El pintor de batallas
Arturo Pérez-Reverte
Arturo Pérez-Reverte - Corsarios De Levante
Arturo Pérez-Reverte
Arturo Pérez-Reverte - El Capitán Alatriste
Arturo Pérez-Reverte
libcat.ru: книга без обложки
Arturo Pérez-Reverte
Отзывы о книге «La Tabla De Flandes»

Обсуждение, отзывы о книге «La Tabla De Flandes» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x