– Rowan -dijo Michael, y le tocó el brazo.
Quinn los interrumpió.
– Ha habido otra víctima. Melissa Jane Acker, veinticuatro años, pelo castaño, secuestrada por un sujeto desconocido en la estación de metro de Falls Church. La han violado y estrangulado.
Rowan intentó sustraerse al dolor, pero la golpeó con tal fuerza que casi perdió el equilibrio.
– ¿Cuándo? -inquirió con voz apagada.
– Anoche. La mujer no fue a trabajar por la mañana y su jefe llamó a su piso, pero no contestaron. La madre fue a verla para saber si estaba bien, y la encontró. -Quinn guardó silencio un momento, y luego dijo, con voz más suave-: Lo siento.
Rowan cerró los ojos. Sintió que Michael le tocaba el brazo, intentando apoyarla, darle ánimos. Era una presencia que la consolaba y, en ese momento, apreció su gesto. John la miraba como si la acusara. O quizá fuera su imaginación. Puedes confiar en mí , le había dicho él, al ver su reacción ante los lirios. Pero ¿podía confiar realmente?
¿Cómo era posible que su pasado tuviera algo que ver con lo que estaba sucediendo? Ni siquiera Roger pensaba que su temor estaba justificado. Él, más que nadie, debería saberlo. Él había estado presente, había luchado para que se hiciera justicia por Dani y por todas las demás víctimas.
Pero, maldita sea, el miedo hervía en su interior, y amenazaba con salir a la superficie. Aunque su temor no estuviera justificado, eso no quería decir que no fuera real. ¿Cuánto tiempo podría controlarlo?
– No estás obligada a ir -dijo Michael-. Nadie te lo reprochará.
Rowan miró el semblante preocupado de Michael y luego vio la intensa mirada de rabia de John. Los dos esperaban una respuesta, pero daba la impresión de que John esperaba algo más.
– Voy a ir -anunció Rowan-. Si él está pendiente de mi reacción y yo no voy, sabrá que me ha tocado. No puedo dejar que vea que estoy… preocupada. -Estuvo a punto de decir «asustada». Pero no tenía la menor intención de reconocerlo ante ninguno de esos tres hombres.
John sonrió, casi imperceptiblemente, pero Rowan sintió que aprobaba su decisión.
– El lugar está vigilado. Peterson me lo ha enseñado hoy y está limpio.
– Tenemos perros adiestrados en la búsqueda de explosivos que lo están revisando todo en este momento -dijo Quinn-, y tú entrarás por la puerta de atrás.
– ¿Por atrás? Si está mirando, no me verá.
Quinn miró a Michael con cara de preocupado.
– Es por los periodistas, Rowan. Pensamos que no te gustaría enfrentarte a algunas de las preguntas que te puedan hacer.
Maldita sea, no quería entrar por la puerta grande pero tampoco quería que el asesino supiera que estaba asustada.
– No pienso escabullirme como un conejo asustado. Entraré por la puerta grande.
– ¿Crees que es una decisión acertada? Los reporteros no serán nada amables. -Michael la miraba con una mezcla de preocupación y otra cosa, algo más personal. Rowan desvió rápidamente la mirada. La protección emocional de Michael le convenía para evitar la intensidad de John, pero no quería que Michael pensara que ella buscaba algo más que una muleta. Sencillamente estaba ahí y ella la usaba. ¿Acaso era tan superficial?
– Estoy acostumbrada a los reporteros agresivos -dijo, separándose un paso de Michael. Él le quitó la mano de la espalda y por fin Rowan pudo respirar tranquila. Había tomado la decisión correcta, lo sabía. Separarse, no servirse de la fuerza que Michael le ofrecía. No sería justo con él-. Quisiera saber más acerca de este último asesinato. ¿Hay pruebas? ¿Ha cometido algún error?
Quinn le tocó el hombro.
– Olivia dirige el equipo que recogerá las pruebas -dijo-. Se ha ofrecido voluntaria.
Rowan se sintió fatal. No había llamado a Olivia ni a Miranda para contarles lo que estaba pasando. Lo haría al día siguiente.
– No sabía que hacía trabajo de campo.
– No hace trabajo de campo, pero tiene autorización. Roger ha dado el visto bueno y yo la prefiero a ella para procesar las pruebas. Si el asesino se ha dejado algo suyo, Olivia lo encontrará.
– ¿Quién es Olivia? -preguntó John.
– Nos licenciamos juntas en la academia. -Rowan le lanzó una mirada a Quinn y él se giró, con la mandíbula tensa. Sigue siendo un tema delicado, pensó-. Olivia ahora dirige el laboratorio de pruebas en Quántico.
– John nos ha dicho que quizá tu amigo Adam Williams haya visto al sospechoso -dijo Quinn-. El dueño del puesto le dio una descripción, pero es muy vaga.
– Me lo ha dicho. -John la llamó después de llevar a Adam al estudio y le contó lo que había averiguado. Por desgracia, aquella vaga descripción no le despertaba ningún recuerdo. Podría haber sido cualquiera.
– ¿Adam se ha puesto con el experto en retratos robot? -preguntó, aunque no tenía grandes esperanzas.
John dijo que no con la cabeza.
– Lo intentó. No tenía suficientes detalles. Quizá serviría de algo tener una foto del sospechoso, pero incluso así, yo no me fiaría de la memoria de Adam.
– Pero si era él -intervino Quinn-, y si anoche estuvo en Washington, eso significa que tiene que haber tomado un vuelo en algún momento después de la una de la tarde del miércoles, y llegado en algún momento antes de las cinco de la tarde del jueves, hora del Este. Eso nos da un margen más amplio -dijo. Se había entusiasmado mientras hablaba-. Colleen está revisando las líneas aéreas y buscando en las bases de datos a un hombre que viaja solo de Los Ángeles o Burbank al National Airport o al de Dulles. Podremos ver los vídeos de las cámaras de seguridad y, si tenemos suerte, conseguiremos un plano nítido.
Rowan sintió el corazón en la garganta. Ésta podría ser la oportunidad que esperaban. Puede que hubiera cometido su primer error. ¿Podría reconocerlo? ¿Sería alguien de su entorno? ¿Alguien de quien ella había sospechado, un pariente, un admirador? ¿Un amigo? La idea le hacía temblar. Tenía pocos amigos, y esa traición le dolería.
No podía ser un amigo. ¿Acaso no sería capaz de verlo en sus ojos?
– Quizás os convenga ampliar la búsqueda a San Diego, al condado de Orange y a Ontario -dijo-. Es un tipo inteligente. No hará lo que nosotros esperamos. Y hay que comparar con los vuelos de vuelta. No necesariamente desde el mismo aeropuerto, pero esta noche no estará lejos. Querrá observar, estará pendiente. Para ver si me ha afectado. Es una intuición.
Maldita sea, qué bella era.
John sintió que se tensaba en cuanto la vio bajar las escaleras con ese sencillo vestido negro que le ceñía el cuerpo delgado y atlético. Su pelo largo y rubio le caía como seda líquida por la espalda, y el collar de perlas le acariciaba el cuello desnudo como la mano de un amante. Se preguntó si su piel sería tan suave como parecía, si su duro interior de hielo se fundiría cuando el hombre indicado la tocara en el lugar indicado.
La deseaba.
Pero era una mentirosa.
No era una mentirosa en el sentido tradicional, pero ocultaba algo, y eso le inquietaba mucho. Lo había visto a menudo en su oficio. El engaño no sólo como una técnica usada por criminales como Pomera, sino en su propio gobierno. Ya fuera en la lucha contra el crimen o en la búsqueda de la justicia, los secretos mataban.
Sin embargo, seguía deseándola. Y sentía que ella también lo deseaba a él.
John miró a su hermano y vio a Michael que no le quitaba el ojo de encima. Lo sabía. Lo sabía, y John no tenía la menor intención de decirle que no la tocaría. No iba a poder cumplir esa promesa, y él no le mentía a su familia. Se sentía como un hipócrita, y eso no le gustaba. ¿No acababa de decirle a Michael que no se dejara llevar por sus sentimientos?
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