Todo no iba a salir bien. Alguien lo sabía. Alguien sabía que su nombre era Lily. Y si sabía que su nombre era Lily, lo sabía todo acerca de ella.
Alguien que la odiaba tanto como para desear que reviviera la peor noche de su vida.
El último año del instituto, Rowan leyó A puertas cerradas . Tres personas atrapadas en el purgatorio revivían su peor pesadilla. Una y otra vez, así era su vida. Una gran pesadilla. Ella creía que había comenzado cuando tenía diez años pero, en realidad, había empezado mucho antes. Antes de que ella naciera. Cuando su padre conoció a su madre y la invitó a salir y le regaló unos lirios.
– ¿Rowan?
Ella se acercó a la puerta, levantó una mano y la apoyó en la madera.
– Michael, por favor, déjame sola.
– Tienes que hablar de lo que te molesta.
– Ahora no.
Él no insistió, pero ella no lo oyó alejarse. Al cabo de un momento, dijo:
– Rowan, por favor, cuéntame la verdad. ¿Los asesinatos están relacionados con eso que te está molestando?
Con eso que le estaba molestando. Como si el asesino fuera un mosquito, y su pasado el de una familia conflictiva. Le molestaba su propia existencia . Su vida estaba envuelta en el dolor, el odio y la pérdida, que ella tenía que ocultar en su corazón para seguir viviendo. Sin embargo, ahora habían arrancado el velo. Su corazón sangraba, y sentía el alma invadida por recuerdos tan dolorosos. No había forma de arreglar aquella caja, no había forma de volver a poner la tapa. Los secretos se derramaban y la estaban sangrando hasta la muerte. Tendría que enfrentarse a la verdad, no tenía otra alternativa.
Pero no sabía si podría seguir adelante.
– ¿Cómo está Adam?
– Se recuperará -dijo Michael, pero Rowan sabía que eso no era verdad. No sabía cómo reparar aquel daño, y no se perdonaba por haberlo tratado mal-. John lo ha acompañado a los estudios.
Rowan sospechaba que averiguaría lo de las flores. Había visto cómo John se relacionaba con Adam mientras comían galletas y tomaban leche en la cocina. Si alguien podía sacarle alguna información a Adam, era John.
– Michael, vete -dijo, haciendo una mueca al darse cuenta de su tono de voz tan duro-. Por favor -añadió, más suave.
– Estaré abajo -dijo él, después de un largo silencio.
Cuando estuvo segura de que se había ido, fue hacia el otro lado de la habitación y echó mano de su móvil. Si John estuviera en la casa, sabía que escucharía todas sus conversaciones. Michael no haría eso. Aún así, no podía correr ese riesgo.
– Collins.
– Roger, soy Rowan.
– ¿Qué ha pasado? -preguntó él, con voz tensa, preocupado.
– Alguien lo sabe. Alguien sabe mi nombre.
Siguió un silencio largo.
– No lo entiendo.
– Sí que lo entiendes. ¿Recuerdas que te hablé de aquel chico amigo mío, Adam? Alguien le ha dicho que me compre lirios.
– ¿Te ha dado alguna descripción? Llévalo a que se siente un buen rato con un experto en retratos robot. Yo me ocuparé de encontrar uno. Y no olvides…
– Roger -interrumpió Rowan-. Adam tardará un tiempo. Se deja influir muy fácilmente y el retrato no sería fiable. John verá qué puede averiguar.
– ¿John?
– John Flynn. Es el hermano y socio de mi guardaespaldas. Son los de la empresa de seguridad. Es un antiguo miembro del Comando Delta.
– Lo conozco.
Al escuchar el tono de voz de Roger, Rowan se enderezó en la silla.
– ¿Ah, sí?
– Lo conozco por su reputación, no personalmente. ¿Recuerdas aquel cargamento de droga que entró por Baton Rouge hace unos seis o siete años?
– Hubo miles de partidas de droga durante el tiempo que estuve en el FBI. Yo no trabajaba en eso.
– No, pero te acordarás de éste. Billy Grayson murió y George Petri perdió un ojo y una pierna.
Rowan lo recordaba. Habían llamado al FBI para apoyar la operación, pero el asunto se convirtió en una gran batalla sangrienta murieron cuatro agentes del FBI y otros tres sufrieron lesiones permanentes. Billy pertenecía a su misma promoción en la academia. Las bajas de la DEA fueron todavía más numerosas.
– ¿Dónde entra John Flynn en todo el asunto? Aquello fue una chapuza fenomenal.
– Podría haber sido mucho peor. Flynn trabajaba infiltrado en la operación de Pomera, un pez gordo, originario de Bolivia, pero no tengo ni idea de dónde trabaja ahora. Se enteraron de la movida y decidieron retirar a todos los agentes asignados al caso. Instalaron explosivos en los almacenes y a lo largo de los muelles. Flynn estuvo a punto de delatarse al desactivar las bombas. Cuando no estallaron, a los hombres de Pomera les entró el pánico y volaron el lugar a balazos. Atrapamos a seis hombres. Un disparo hizo estallar una carga de C-4 bajo el muelle y allí murieron la mayoría de los nuestros. Sin Flynn habríamos perdido a decenas de agentes.
Roger hizo una pausa y carraspeó.
– Después de eso, he sabido más cosas acerca de él. No siempre juega siguiendo las reglas. Hace unos años, estuvo seis meses en una cárcel en América del Sur, y la CIA lo amenazó con la cadena perpetua porque estropeó una de sus operaciones. No conozco los detalles, pero los rumores dicen que uno de los tíos se pasó al otro bando y Flynn se enteró. Se volvieron en su contra, lo dejaron en prisión y sacaron al soplón.
A Rowan no le costaba imaginarse a Flynn de agente secreto en el hemisferio sur. Pero, la cárcel… no podía imaginárselo atrapado en una celda. Tenía demasiada energía en la mente y en el cuerpo. Su intuición le decía que John preferiría morir que estar encerrado.
– ¿Y la CIA logró sacarlo?
– No. Escapó. Desde entonces, apenas trabaja para el gobierno. Yo diría que tendrá sus razones.
Yo también.
– Rowan, los lirios podrían ser una coincidencia.
Ella cerró los ojos.
– No, Roger, no ha sido una coincidencia. Adam dijo que un hombre se los había recomendado. Es él.
– ¿Quién?
– El asesino. Estoy segura.
– Pondré a Peterson a trabajar en ello enseguida.
– De acuerdo -convino ella-. Pero dile que no presione a Adam. Adam es un chico inteligente, pero no es como los demás. Es un poco lento. -Guardó silencio y se frotó los ojos-. Roger, ¿cómo es que sabe mi nombre? -preguntó, con voz temblorosa.
– Supongamos que este tío va a por ti. No sabemos por qué. Quizás alguien implicado en uno de tus casos. Es evidente que planifica las cosas minuciosamente. Los asesinatos están bien ejecutados, bien planeados y a ti te está torturando psicológicamente. Es probable que también haya investigado tu vida. Yo he guardado tus archivos con mucho celo, pero todavía existen.
– ¿Has podido profundizar en el asesinato de los Franklin? He leído los archivos. No es un caso cerrado. Hay algo ahí. Tiene que haber algo.
Porque si no había nada, quería decir que alguien que la había conocido de pequeña era un asesino.
– El hermano de Karl Frank siempre ha dicho que era inocente. Nos pusimos en contacto con él y el tipo estaba amargado. No quería hablar. Mañana iré a Nashville a hablar personalmente con él.
Era una esperanza.
– ¿En serio? ¿Crees que podría ser él?
– No lo sé, Rowan, pero estamos trabajando con todas las hipótesis.
– Roger, ¿qué pasa si es alguien relacionado con mi infancia? Alguien que sabe lo que sucedió. Que conoció a Dani. Las coletas, los lirios… está todo relacionado.
Roger soltó un suspiro ruidoso. Cuando habló, le temblaba ligeramente la voz.
– Rowan, escúchame. No te metas ahí. No puedes seguir reviviendo el pasado. Todos los que están relacionados con esa noche han muerto.
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