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Tami Hoag: Sospecha

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Tami Hoag Sospecha

Sospecha: краткое содержание, описание и аннотация

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Andy Fallon, un joven policía, ha aparecido desnudo y ahorcado. Según todos los indicios, se ha suicidado o ha sido víctima de un juego erótico, pero el detective Sam Kovac no termina de verlo claro. Se propone esclarecer los hechos, en parte, como un servicio al padre del joven muerto, un antiguo policía que tuvo que retirarse tras quedar inválido a consecuencia de un disparo, pero también porque sabe que hay personas que podían tener interés en la desaparición de Andy. Y es que el joven era de Asuntos Internos y además homosexual, dos circunstancias que pueden producir antipatías en determinadas personas, más aún si tienen algo que ocultar. Para Kovac se trata de un terreno muy resbaladizo, en el que sin duda se va a encontrar con la hostilidad de muchos. Pero él es tozudo, cuenta con la ayuda de Nikki Liska, una entusiasta policía divorciada, y ama la verdad. Una verdad que emergerá en toda su sordidez y brutalidad.

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Se dirigió a la puerta y posó una mano sobre el pomo mientras se volvía para mirar a la leyenda. Era un hombre al que nunca había apreciado, pero pese a ello, en algún rincón de su ser lo compadecía.

– Evelyn te manda recuerdos -murmuró antes de salir.

Estaba tan cansada…

La jornada laboral había tocado a su fin, pero Savard se quedó en su despacho. Escondida, eludiendo a la prensa y posponiendo el momento de volver a casa. Había apagado todas las luces a excepción de la lámpara de la mesa y estaba sentada, dejándose envolver por el silencio. Qué alivio poder quedarse quieta, pensó, contemplando la fotografía que había tomado, revelado y enmarcado ella misma años atrás. Un paisaje invernal.

La quietud era la razón por la que prefería fotografiar paisajes a personas. Si hallaba quietud en su entorno, podía albergar la esperanza de alcanzarla en su interior… aunque solo fuera por unos instantes, aunque solo fuera mientras permanecía absorta en la agreste belleza de la imagen. Durante aquellos escasos momentos, lograba aliviar la tensión que siempre atenazaba su fuero interno.

No obstante, esa noche la quietud no duró, pues una algarabía invadía su cerebro. Preguntas enojadas, preguntas directas, exigencias, instrucciones. Todo ello y además el mensaje de Hazelwood en el contestador. Estaba tan cansada…

Kovac lo sabía.

Solo era cuestión de tiempo. En el fondo, siempre lo había sabido. En lo más hondo de su corazón había anhelado algo más, un pliegue temporal donde los acontecimientos quedaran atrapados, contenidos, separados, aislados. Qué hermosa idea. Ojalá. Pero el pasado era venenoso, indomable, siempre deseoso de transgredir las barreras que ella había erigido.

Cerró los ojos y conjuró una imagen, el recuerdo lejano de sentirse segura y protegida. Había deseado con tanta intensidad aceptarlo. Ya no quería cargar con ese peso sobre los hombros. Estaba cansada…

Cuando abrió de nuevo los ojos, lo vio ante ella. El pánico se apoderó como un puño de su pecho mientras se preguntaba si el momento era real o imaginario. Últimamente sufría las pesadillas con tal frecuencia que cada vez resultaba más difícil distinguir ambas esferas.

El hombre permaneció entre las sombras, impasible, silencioso, el cuello del abrigo vuelto hacia arriba. El terror se adueñó de ella.

– Eres la hija de Bill Thorne -dijo el hombre antes de apuntarla con un arma.

Capítulo 37

Kovac condujo sin prisas mientras repasaba mentalmente todo lo sucedido en un intento de establecer la cronología de los hechos que había descubierto, rellenando las lagunas con conjeturas más o menos inteligentes. Se esforzaba por no reaccionar de forma emocional, por no sentirse traicionado, por recordarse que tenía razón desde el principio, que era mucho mejor no esperar nada.

El bar de Neil Fallon estaba cerrado y ofrecía un aspecto de abandono. De hecho, todo el lugar parecía una especie de arrabal que incluso los indigentes habían olvidado. Las cabañas toscas, el taller, el cobertizo donde Fallon guardaba las barcas… Todo estaba a oscuras y desprovisto de vida, a excepción de las ratas. La única iluminación procedía de un par de bombillas de seguridad instaladas sobre unos postes y el rótulo de cerveza Coors que emitía su zumbido característico en el ventanuco del bar.

Kovac aparcó a la luz de las bombillas y se apeó. Desenterró la linterna de entre una pila de porquería acumulada en el suelo tras el asiento del conductor, abrió el maletero y rebuscó entre bolsas de papel y kits de pruebas hasta encontrar la barra para cambiar neumáticos.

El viento no había amainado, y la temperatura había descendido. No era la noche más idónea para pasear a la luz de la luna, pero Kovac se dirigió de todos modos hacia el cobertizo de las barcas. Tenía todos los sentidos a flor de piel y percibía con gran intensidad el azote implacable del frío en la nariz y los pulmones, así como el sonido de sus zapatos sobre la nieve. Se detuvo cerca del cobertizo y recorrió con la mirada la orilla.

A la luz de la luna no alcanzó a distinguir en qué punto había atravesado el hielo el 4x4 de Derek Rubel, pero no estaba lejos. De pie entre aquellos edificios vacíos, en medio de la nada, Kovac pensó que aquel era el típico lugar donde un hombre podía desaparecer de una dimensión, sumergirse en otra y no volver a ser visto nunca más.

He aquí un secreto que merecía la pena saber, de modo que Kovac lo archivó para el futuro. Tenía la sensación de que la huida sería una opción estupenda cuando todo aquello terminara.

El arma se disparó con un ruido ensordecedor. Amanda se levantó de un salto, agitando los brazos.

Y entonces despertó.

Estaba sola en el despacho.

Permaneció detrás de la mesa con el corazón desbocado y la respiración entrecortada, como si hubiera corrido dos kilómetros a toda velocidad. Percibía el olor a sudor en su ropa empapada. Las emociones se acumulaban en su interior, sofocándola, aplastándola. De su garganta brotó un sollozo desesperado. Se abalanzó sobre la mesa, derribando la lámpara y barriendo con los brazos cuanto contenía. Golpeó la madera con los puños, llorando, luchando, furiosa, aterrada.

Cuando la adrenalina remitió y el arranque tocó a su fin, volvió a sentarse y se obligó a utilizar la cabeza.

Por mucho que intentara engañarse durante todos aquellos años, siempre había sido una cuestión de tiempo.

Y el tiempo se había acabado.

Abrió el cajón de la mesa y sacó el arma.

Utilizando la barra a guisa de palanca, Kovac forzó el cerrojo de la vieja puerta. El cerrojo, que incluía un candado para mayor segundad, cayó a un lado, y Kovac pudo entrar en el cobertizo. Encendió la linterna para encontrar el interruptor de la luz.

Vio una media docena de embarcaciones guardadas para el invierno. Kovac caminó entre ellas y se fijó en los nombres Hang Time, Miss Peach, Azure II. Eligió una llamada Wiley Trout y subió la escala. Al volver al suelo llevaba una mochila grande y pesada cogida de una correa

– Suéltela, Kovac.

Kovac hizo la mochila a un lado y suspiró.

– ¿Suéltela o qué?

– O lo mato aquí mismo.

– ¿En lugar de matarme más tarde y hacer que parezca un suicidio? No bromeabas al decir que hacías cualquier cosa que necesitara el capitán.

– No, no bromeaba -corroboró Gaines-. Deje la mochila.

– Supongo que contiene algo valioso

– Eso no importa. Suéltela.

– Ah -dijo Kovac, volviendo la cabeza en un intento de ver qué había apuntado Gaines a su espalda-. Porque la verdad es que no contiene nada aparte de un montón de papel viejo. Pero tú me matarás primero y te preocuparás por las pruebas más tarde. Sé que esto te sonará a cliché, pero no te saldrás con la tuya, Gaines. Es demasiado tarde, hay demasiadas personas que saben demasiado.

– No creo -rebatió el ayudante de Wyatt con seguridad-. Usted sospecha, pero no sabe nada. Va dando palos de ciego y está solo. Esto no es una investigación oficial, y no ha mencionado sus sospechas a Leonard. Por el momento, carece de pruebas, y las únicas personas que saben qué investigaba Andy Fallon tienen mucho que perder. Hoy se han presentado cargos contra Neil Fallon por el asesinato de su padre, y el forense no cambiará su dictamen respecto a la muerte de Andy.

– Pareces muy seguro de todo -observó Kovac-. ¿Te ha dicho Wyatt que se encargaría del asunto?

– Wyatt no sabe nada.

– ¿No sabe que mataste por él, que te deshiciste de las personas que podían dar al traste con su imagen ante los espectadores americanos? Qué desinteresado eres, Gavin. Debería subirte el sueldo. ¿O acaso eso viene luego? Una vez haya alcanzado el éxito, cuando el dinero empieza a llegar a espuertas, cuando le muestres las fotos, el vídeo o cualquiera que sea la prueba que has conseguido para demostrarle cuánto le quieres.

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