– Lo olvidé. ¿Era ese número?
– No lo sé. Hay cuatro entradas de Visa , pero… Espera un momento.
Se dio cuenta que las llamadas de Visa eran todas llamadas salientes.
– No importa, eran salientes. Debe de ser el número al que llama la máquina cuando pagas con tarjeta de crédito. No es eso. No hay ninguna llamada de entrada de Visa.
Bosch volvió a coger el teléfono y llamó al móvil de Nord.
– ¿Todavía estás en el garaje?
Ella rió.
– Apenas hemos salido de Hollywood. Llegaremos en media hora.
– Pregúntales por un mensaje telefónico que alguien le dejó ayer a Mackey. Algo referido a una llamada de Visa para confirmar el empleo de una solicitud de crédito. Pregúntales si recuerdan la llamada, y más importante, a que ahora se recibió. Trata de conseguir la hora exacta si puedes. Pregunta esto lo primero y llámame.
– Sí, señor. ¿Quiere el señor que también le recojamos la ropa de la lavandería?
Bosch se dio cuenta de que iba a ser una mala mañana en sus relaciones personales.
– Lo siento -dijo-. Estamos bajo la espada de Damocles.
– Todos, ¿no? Te llamaré en cuanto veamos al tipo.
Nord colgó. Bosch dejó el teléfono y miró a Rider. Ella estaba mirando la foto del primer curso de Rebecca Verloren en el anuario que se habían llevado de la escuela.
– ¿En qué estás pensando? -preguntó ella sin levantar la mirada.
– Este asunto de la Visa me preocupa.
– Ya lo sé. ¿Qué estás pensando?
– Bueno, pongamos que eres el asesino y la pistola con la que la mataste te la dio Mackey.
– ¿Estás renunciando completamente a Burkhart? Ayer te gustaba sin duda.
– Digamos que los hechos me han persuadido. Al menos por ahora.
– Vale, adelante.
– Muy bien, eres el asesino y conseguiste la pistola de Mackey. Él es la única persona del mundo que realmente puede acusarte. Pero han pasado diecisiete años y no ha ocurrido nada y te sientes seguro e incluso le has perdido la pista a Mackey.
– Vale.
– Y ayer coges el periódico y ves la foto de Rebecca y lees el artículo que dice que tienen ADN. Sabes que no es tu sangre, así que o bien es un gran farol de los polis o ha de ser la sangre de Mackey. Ya sabes lo que tienes que hacer.
– Mackey ha de desaparecer.
– Exactamente. Los polis se están acercando. Ha de morir. ¿Y cómo lo encuentras? Bueno, Mackey ha pasado la vida entera, cuando no está en la cárcel, conduciendo un camión grúa. Si sabes eso, haces exactamente lo que hicimos nosotros. Coges las páginas amarillas y empiezas a llamar a compañías de grúas.
Rider se levantó y fue a los archivadores que ocupaban la pared posterior. Los listines telefónicos· estaban apilados desordenadamente en la parte de arriba. Tuvo que ponerse de puntillas para coger las páginas amarillas del valle de San Fernando. Volvió y abrió el libro por las páginas que anunciaban los servicios de grúas. Pasó el dedo por una lista hasta que llegó a Tampa Towing, donde había trabajado Mackey. Volvió al anterior, una empresa llamada Tall Order Towing Services. Cogió el teléfono y marcó el número.
Bosch sólo oyó el lado de conversación de Rider.
– Sí, ¿con quién estoy hablando?
Rider esperó un momento.
– Soy la detective Kizmin Rider, del Departamento de Policía de Los Ángeles. Estoy investigando un caso de fraude, y me gustaría haeerle una pregunta.
Rider asintió con la cabeza al recibir aparentemente una respuesta afirmativa.
– El sospechoso que estoy documentando tiene un historial de llamar a empresas e identificarse como alguien que trabaja para Visa . Después intenta verificar el empleo de alguien como parte de una solicitud de tarjeta de crédito. ¿Le suena? Tenemos información que nos lleva a creer que este individuo estuvo operando ayer en el valle de San Fernando y le gusta tomar como objetivos negocios de automoción.
Rider esperó mientras respondían a su pregunta. Miró a Bosch, pero no le dio ninguna indicación de nada.
– Sí, ¿podría ponerse al teléfono por favor?
Rider repitió el mismo discurso con otra persona y planteó la misma pregunta. Se inclinó hacia delante y pareció adoptar una actitud más rígida en su postura. Cubrió el auricular y miró a Bosch.
– Premio -dijo.
Volvió al teléfono y escuchó un poco más.
– ¿Era un hombre o una mujer?
Rider anotó algo.
– ¿Y a qué hora fue?
Tomó otra nota y Bosch se levantó para que pudiera mirar a través del escritorio y leerlo. Había escrito: «hombre, 13.30 aprox.» en un bloc de borrador. Mientras continuaba la conversación, Bosch consultó el registro y vio que en Tampa Towing se recibió una llamada a las 13.40. Era un número particular. El nombre que figuraba en el registro era el de Amanda Sobek. El prefijo del número indicaba que se trataba de un móvil. Ni el nombre ni el número significaban nada para Bosch. Pero no importaba. Pensaba que se estaban acercando a algo.
Rider completó su llamada preguntando si la persona con la que estaba hablando recordaba el nombre que el supueso empleado de Visa había tratado de confirmar. Después de recibir aparentemente una respuesta negativa, preguntó:
– ¿Cree que pudo ser Roland Mackey?
Rider esperó.
– ¿Está segura? -preguntó-. Muy bien, gracias por su tiempo, Karen.
Rider colgó y miró a Bosch. La excitación en los hojos borró todo lo que había quedado pendiente por el hallazgo de las huellas por la mañana.
– Tenías razón -dijo-. Recibieron una llamada. Lo mismo. Incluso recordó el nombre de Roland Mackey y cuando se lo mencioné, Harry, alguien lo estuvo buscando todo el tiempo que nosotros lo estuvimos vigilando.
– Y ahora nosotros vamos a localizar a ese alguien. Si iban por orden en el listado telefónico habrían llamado a continuación a Tampa Towing. El registro muestra una llamada a la una cuarenta de alguien llamado Amanda Sobek. No reconozco el nombre, pero podría ser la llamada que estamos buscando.
– Amanda Sobek -dijo Rider al tiempo que abría el portátil-. Veamos qué hay sobre ella en Auto Track.
Mientras estaba investigando el nombre, Bosch recibió una llamada de Robinson, que acababa de llegar con Nord a Tampa Towing.
– Harry, el tipo del turno de día dice que la llamada se recibió entre la una y media y las dos. Lo sabe porque acababa de volver de comer y salió con una grúa a las dos en punto. Un trabajo de AAA.
– ¿El que llamaba de Visa era hombre o mujer?
– Hombre.
– Muy bien, ¿algo más?
– Sí, después de que este tipo confirmara que Mackey trabajaba aquí, el tipo de la Visa preguntó en qué horario trabajaba.
– Vale. ¿Puedes hacerle otra pregunta al hombre del turno de día?
– Lo tengo aquí delante.
– Pregúntale si tienen un cliente que se llame Sobek. Amanda Sobek.
Bosch esperó mientras se planteaba la pregunta.
– No hay ningún cliente que se llame Sobek-le informó Robinson-. ¿Es una buena noticia, Harry?
– Funcionará.
Después de cerrar el teléfono, Bosch se levantó y rodeó los escritorios para poder mirar en la pantalla del ordenador de Rider. Le repitió lo que Robinson acababa de contarle.
– ¿Algo sobre Amanda Sobek? -preguntó.
– Sí, aquí está. Vive en la parte oeste del valle. En Farralone Avenue, en Chatsworth. Pero aquí no hay gran cosa. No hay tarjetas de crédito ni hipotecas. Creo que significa que está todo a nombre de su marido. Podría ser ama de casa. Estoy comprobando la dirección para ver si lo encuentro.
Bosch abrió el anuario de la clase de Rebecca Verloren. Empezó a hojear las páginas en busca del nombre de Sobek o Amanda.
Читать дальше