Robin Cook - ADN
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– La mastectomía o la histerectomía no son las únicas medidas preventivas posibles -comentó Jack-. Anoche estuve mirando en internet y leí un poco del asunto.
Laurie estuvo a punto de sonreír, y se preguntó si ella y Jack habrían estado mirando las mismas páginas.
– Otra opción es hacerse mamografías con más frecuencia -añadió Jack-. Al final puede que incluso consideres la posibilidad de un tratamiento con Nolvadex, pero sería al final de todo. El caso es que tiene sentido que te hagas las pruebas. Me refiero a que si esa información predictiva está disponible, deberías tenerla. La verdad es que me gustaría pedirte que te las hicieras… No, lo retiro. Te pido por favor, te ruego que te las hagas, por mí.
Para sorpresa de Laurie, Jack se inclinó hacia delante y la cogió del brazo con fuerza para subrayar la importancia de su compromiso en el tema.
– ¿Estás convencido de verdad? -preguntó Laurie, maravillada por el «hazlo por mí».
– Desde luego, no hay vuelta de hoja -contestó Jack-; por mucho que el efecto sea que tengas que hacerte chequeos más a menudo. Tendría efectos muy positivos. ¡Por favor, Laurie!
– ¿No es más que un simple análisis de sangre? Es que no tengo ni idea.
– Sí. Un simple análisis. ¿Tienes médico de cabecera en el Manhattan General, ahora que estamos obligados a ir allí?
– Todavía no -admitió Laurie-, pero puedo llamar a Sue Passero, mi antigua compañera de la universidad. Estoy segura de que se podría ocupar de mí.
– Perfecto -contestó Jack. Se frotó las manos-. ¿Te parece mejor que la llame yo para estar seguros de que te lo haces?
Laurie rió.
– Lo haré. Lo haré.
– Hoy.
– ¡De acuerdo, por amor de Dios! ¡Lo haré hoy!
– Gracias -dijo Jack soltándole el brazo-. Ahora que hemos zanjado ese asunto, quiero preguntarte si podemos llegar a algún tipo de compromiso en lo que se refiere a tu marcha.
Por un momento, Laurie se quedó perpleja. Justo cuando creía que no iba a plantear la cuestión de su relación, Jack sacaba el tema.
– Como te he dicho -prosiguió él-, anoche te eché de menos. Y lo que es aún peor, jugué al baloncesto desastrosamente. Todas las defensas que me había preparado con tanto cuidado ante tu ausencia se anularon por un inesperado encuentro con unas medias tuyas.
– ¿Qué medias? -preguntó Laurie poniéndose nuevamente en guardia y evitando a propósito reírse de los agudos sarcasmos de Jack. Para ella no había nada gracioso en su sugerencia de que sus proezas con el baloncesto eran un factor determinante a la hora de que le pidiera que volviera.
– Un par que dejaste en el baño. Pero no te preocupes, están a salvo y guardadas en el cajón.
– ¿A qué te refieres cuando hablas de compromiso? -preguntó Laurie, dubitativa.
Jack se agitó en su asiento. Resultaba evidente que la pregunta lo incomodaba. Laurie le dejó que se tomara su tiempo. Al final, Jack hizo un gesto que denotaba su confusión y se encogió de hombros.
– Podemos empezar acordando que hablaremos del asunto de manera regular.
A Laurie se le encogió el corazón.
– Eso no es ningún tipo de compromiso -dijo en un tono que reflejaba su decepción-. Jack, los dos sabemos a qué nos enfrentamos. En nuestra situación, hablarlo no va a resolver nada. Sé que suena a lo contrario que siempre he dicho acerca de la comunicación. Lo importante de la cuestión es que yo he estado haciendo componendas desde el principio y especialmente durante el último año. Creo haber entendido la carga que arrastras, y te comprendo; eso es lo que me ha mantenido en una circunstancia que no satisfacía mis necesidades. Es tan sencillo como eso. Creo que nos queremos, pero que estamos en una encrucijada. Yo necesito una familia, un compromiso estable. Por utilizar una de tus expresiones, la pelota está en tu alero. Tú decides. Seguir hablando resulta superfluo. Llegados a este punto, no voy a intentar convencerte, que es lo que parecería si empezáramos a hablar. Y hay otra cuestión que quiero aclarar: no me fui por un arrebato del momento. Fue algo que venía de lejos.
Durante unos minutos, se quedaron mirándose sin moverse. Al final, fue Laurie la que tomó la iniciativa y le dio un cariñoso apretón en la pierna.
– Esto no implica que dejemos de hablar de otras cosas. No quiere decir que vayamos a dejar de ser amigos. Solo significa que, a menos que estés decidido a comprometerte, yo estoy mejor en mi apartamento. Ah, y entretanto, seguiré con mi «distracción».
Laurie se levantó, sonrió a Jack sin rencor y salió cruzando la sala de comunicaciones camino del ascensor.
7
Con un profundo bostezo que la hizo lagrimear, Laurie dejó el bolígrafo, se estiró y contempló el resultado de su labor. En una hoja de papel cuadriculado había trazado un esquema en cuyo margen izquierdo figuraban los nombres de los cuatro pacientes de su supuesta serie; en la parte superior y distribuidos en columnas figuraban los parámetros que consideraba relevantes de los casos y que incluían: edad, sexo del paciente, tipo de cirugía, nombre del cirujano, del anestesista, tipo de anestesia empleada, sedantes y calmantes recetados, dónde había sido ingresado el paciente, cómo había sido encontrado y por quién, quién había realizado la autopsia, las patologías relevantes descubiertas y los resultados de Toxicología.
En esos momentos, Laurie tenía hechas anotaciones preliminares en todas las casillas salvo en las que se referían a los nombres de los cirujanos y anestesistas, el tipo de anestesia y medicación empleada, los resultados de Toxicología de los dos casos que había enviado y la patología relevante en el caso de Darlene Morgan. Para completarlas, iba a necesitar los historiales del hospital y la constante cooperación de Maureen y Peter. En las casillas de Toxicología de los dos casos de Kevin y George, Laurie había escrito: «Negativa. Pendiente de más pruebas».
Una información relativamente importante, que se desprendía del esquema y que ya había llamado su atención, refutaba su teoría del asesino múltiple: los casos no se habían dado en el mismo pabellón. Dos de los pacientes habían ingresado en el de cirugía general, mientras que los otros lo habían hecho en el de traumatología y en el de neurocirugía. Dado que ninguno de ellos había sido operado de neurocirugía, y puesto que uno de los casos de traumatología había pasado por cirugía general, Laurie había llamado a Admisiones del Manhattan General. La explicación había resultado de lo más sencilla: el hospital funcionaba a plena capacidad, y las camas se asignaban con frecuencia al margen del tipo de cirugía.
Laurie se había convertido en una máquina de investigar a sus cuatro pacientes desde el momento en que había dejado a Jack en la sala de identificación. Su motivación era doble: por una parte estaba su necesidad de hallar una distracción para sus problemas personales, tal como Jack había supuesto acertadamente; eso no había cambiado. Lo que sí había cambiado era su deseo de justificar que su intuición con respecto a esos casos no se basaba en la simple coincidencia. El despreocupado rechazo de su idea por parte de Jack le había parecido despectivo y presuntuoso.
Primero había ido a Histología, a ver a Maureen, que se mostró encantada de entregarle en menos de veinticuatro horas un conjunto de secciones microscópicas teñidas con hematoxilina. Con la carga de tener que ocuparse de ocho mil autopsias al año, un servicio de diapositivas de histología de un día para otro era algo desconocido. Laurie le dio las más efusivas gracias por las molestias y se llevó las diapositivas a su despacho, donde las estudió a fondo. Como había sospechado, no halló patología general alguna; en concreto, comprobó que el corazón estaba perfectamente normal. No había indicios de inflamación presente o pasada del músculo cardíaco ni de los conductos coronarios y tampoco vio anomalías en las válvulas ni en el sistema de conducciones.
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