Brad Meltzer - Los Pasadizos Del Poder

Здесь есть возможность читать онлайн «Brad Meltzer - Los Pasadizos Del Poder» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Los Pasadizos Del Poder: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Los Pasadizos Del Poder»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Sombra es el nombre en clave que el Servicio Secreto ha dado a Nora Hartson, la hija del Presidente de Estados Unidos, una de las mujeres más vigiladas del mundo. Michael Garrick, un joven abogado del Departamento de Presidencia, empieza a salir con Nora sin tener en cuenta que ella también es Sombra y que mil ojos se posan sobre ambos. Una noche presencian algo que no deberían haber visto y quedan atrapados en una trama secreta urdida por alguien muy poderoso. Ambos jóvenes se convierten en un estorbo para quienes han hecho de la corrupción política el medio habitual para conseguir sus fines.

Los Pasadizos Del Poder — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Los Pasadizos Del Poder», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Vuelvo a permanecer en silencio.

– No te lo guardes -continúa Trey-. ¿Es buena metiendo la lengua?

Mi mente se inunda de imágenes de ella entre mis brazos… y de cómo deslizó la mano por mi muslo… Oh, muchacho, Trey se moriría si supiera… Me detengo y bajo la vista para mirar la alfombra azul industrial descolorida.

– ¿Y qué? -dice Trey-. Cuéntame lo que pasó.

Estoy seguro de que todos los tíos que han salido alguna vez con ella se han visto en esta situación. Mi respuesta es un susurro.

– No.

– ¿Qué?

– No -repito-. Esto no es asunto de nadie. Ni siquiera tuyo.

Trey hace rodar los ojos, se cruza los brazos sobre el pecho y se recuesta hacia atrás.

– Que la hayas visto en la tele de tu sala no significa que haya estado allí, Michael. Además, aunque no estén bien los secretitos, lo primero y más importante de todo es que es la hija de Hartson.

– ¿Y eso qué quiere decir?

– Quiere decir que lleva la política en la sangre. Así que si os ponen a los dos contra la pared, pues bueno… será ella la que consiga escurrirse.

CAPÍTULO 11

Lo primero que hago al llegar a casa es abrir el minúsculo buzón metálico del apartamento 708, recoger la última pila de correo y dirigirme a la conserjería.

– ¿Hay algo para mí? -le pregunto a Fidel, que es el portero del edificio desde antes de que yo me mudase.

Mira debajo del mostrador, donde guarda los paquetes.

– ¿Puede mirar también lo de Sidney? -añado.

Se levanta con una caja de cartón con una etiqueta de Federal Express y la deja sobre el mostrador. Repica como una maraca.

– Para usted no hay nada; pastillas para Sidney -dice Fidel, enarbolando su amplia sonrisa.

Con el maletín en una mano y el correo en la otra, me pongo el paquete bajo el brazo, lo levanto del mostrador y me voy hacia el ascensor.

– Buenas noches, Fidel.

Sujeto como puedo la esquina de la caja demasiado grande para apretar el botón del ascensor con el número siete, miro el nombre en el paquete. Sidney Gottesman. Apartamento 709. Sidney es mi vecino desde hace dos años y celebra su noventa y seis aniversario en octubre. Y lleva dos meses en cama. Cuando llegué a la casa, un domingo de Super Bowl, fue muy amable conmigo y me invitó a ver el partido en su casa: se quedó dormido en el segundo cuarto. Cuando los médicos le amputaron la pierna derecha debido a complicaciones de su diabetes, hice todo lo posible por devolverle el favor. Puede recoger su correo en la silla de ruedas, pero no soporta llevar paquetes. Haciendo equilibrios con el paquete bajo un brazo y el maletín en el otro, llamo a su puerta.

– ¡Sidney! ¡Soy yo!

No contesta. Nunca contesta. Como ya sé la rutina, dejo la caja en la alfombrilla de goma y cruzo el pasillo hasta mi apartamento. Al girarme, el pasillo sigue en silencio. Más que cuando llegué. El aire acondicionado del edificio zumba. La secadora de la lavandería rueda. Detrás de mí oigo la llegada metálica del ascensor. Me giro en redondo para ver quién es, pero no sale nadie. La puerta vuelve a cerrarse. El pasillo continúa en silencio.

Al buscar las llaves meto la mano en el bolsillo derecho, después en el izquierdo. No están. Maldición. No me digas que… las habré dejado abajo donde el… No, aquí, las tengo en la mano. Sin perder tiempo, meto la llave en mi puerta y la giro.

– ¿Qué, buscando un trabajo nuevo? -pregunta una voz de hombre un poco más allá del pasillo.

Me giro hacia la derecha, sobresaltado, y veo a mi vecino de al lado, Joel Westman, que sale de su apartamento.

– ¿Perdón? -digo.

– Un tipo llamó esta tarde a mi puerta y me hizo unas cuantas preguntitas sobre usted. La última vez que pasó eso, era el FBI.

El maletín se me resbala de la mano y cae al suelo. Al golpearse, se abren los cierres y mis papeles se desparraman por delante de la puerta.

– ¿Está usted bien? -pregunta Joel.

– S-sí. Desde luego -digo, luchando por devolver los papeles a su sitio. Cuando empecé en la Casa Blanca, el FBI habló con mis vecinos como parte de su examen de seguridad. Anden en lo que anden, van más de prisa de lo que esperaba.

– ¿Entonces no está buscando otro trabajo?

– No -digo con una risa forzada-. Probablemente anden poniendo al día sus archivos -como Joel se va por el pasillo, añado-: ¿Qué preguntaron?

– Esta vez era sólo uno. Veintimuchos. Acento de Boston. Con unas buenas cadenas de oro.

Miro sorprendido a Joel, pero ahogo mi reacción. ¿Desde cuándo los del FBI llevan cadenas de oro?

– Sí, ya sé, bastante raro, pero… eh, cualquier cosa para que la nación esté a salvo -continúa Joel-. Pero no sufra, no preguntó nada especial: qué sabía de usted, a qué horas estaba en casa, qué horarios tenía. Parecido a la otra vez. -Joel empieza a notar el nerviosismo en mi cara-. ¿Se supone que no tenía que decir nada?

– No, no, en absoluto. Esto lo hacen cada dos o tres años. No hay nada de que preocuparse.

Joel se dirige al ascensor y yo intento adivinar con quién habrá hablado. Hace un minuto, estaba aterrado de que fueran del FBI. Ahora rezo para que lo fueran.

Abro la puerta de mi apartamento y veo un papel doblado por la mitad. Alguien lo metió por debajo de la puerta cuando yo no estaba. Tiene un mensaje de tres palabras: «Tenemos que hablar», y lo firma «P. Vaughn».

P. Vaughn, P. Vaughn, P. Vaughn. Doy vueltas al nombre por mi subconsciente pero no sale nada. A mi espalda, la puerta del apartamento se cierra de golpe. El ruido me hace pegar un salto. Aunque el sol todavía no se ha puesto, el apartamento está oscuro. Enciendo las luces del vestíbulo tan pronto como puedo, las de la cocina y la sala. Algo sigue sonando mal.

En la cocina oigo los chasquidos regulares del grifo que gotea. Hace dos días era un ruido que tenía asumido hacía tiempo. Hoy, sólo sirve para recordarme cuando encontré a Caroline. El charquito de café que goteaba en el suelo. Un ojo al frente, el otro bizco.

Cojo una esponja de la barra y la embuto en el desagüe. Eso no impide el goteo, pero amortigua el sonido. Ahora sólo percibo el zumbido en sordina del aire acondicionado central. Desesperado por lograr silencio, me dirijo a la sala y lo apago. Se calla como una tos difícil.

Observo todo el apartamento, estudiando los detalles. Mi mesa. Los muebles alquilados. Los carteles. Todo parece estar igual, pero hay algo distinto. Por ninguna razón especial, mis ojos se fijan en el sofá de cuero negro. Los dos almohadones beige están exactamente donde los dejé. El cojín del medio todavía tiene la marca de donde estuve sentado mirando la televisión anoche. Una única gota de sudor me corre por la nuca. Sin el aire acondicionado, la habitación es agobiante. Vuelvo a mirar el nombre de la nota. P. Vaughn, P. Vaughn. El grifo sigue goteando.

Me descalzo y me quito la camisa. Lo mejor que puedo hacer es perderme en una ducha. Limpiarme. Volver a empezar. Pero al ir hacia el cuarto de baño, descubro, justo al borde del sofá, una pluma tirada en el suelo. No cualquier pluma, sino mi pluma con las barras rojo, blanco y azul de la Casa Blanca. Con el pequeño sello presidencial y las palabras «La Casa Blanca» grabadas en letras de oro. Un regalo de mi primera semana en el trabajo. Todos tenemos una, pero eso no significa que no la valore…, que es exactamente la razón por la que no la dejaría en el suelo. Vuelvo a mirar alrededor y no veo nada fuera de su sitio. Podría simplemente haberse caído de la mesita. Pero al alargar el brazo para recogerla oigo un ruido procedente del armario del vestíbulo.

Nada fuerte, tan sólo un pequeño clic. Como el chasquido de unos dedos. O alguien cambiando el peso de pie. Me doy la vuelta buscando algún movimiento. Nada. Me pongo la camisa y meto la pluma en el bolsillo como si eso ayudase. Nada. El apartamento está tan silencioso que oigo mi propia respiración.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Los Pasadizos Del Poder»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Los Pasadizos Del Poder» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Los Pasadizos Del Poder»

Обсуждение, отзывы о книге «Los Pasadizos Del Poder» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x