– Déjenme hacerles una pregunta. De nuevo, teórica -prosiguió Fisk.
– Saber algo, no es un crimen, ¿verdad?
– No si no tiene nada que ver con el crimen en cuestión.
– Esa huella, detective Connor, podría estar ahí por muchas razones. Quizá estaba paseando por allí un día y toqué la ventana. Quizá Blaise consiguió una de mis huellas y la pegó allí. O alguien se equivocó, esas cosas pasan, ¿no?
Petra sonrió.
– Todo es posible, Robert. Pero incluso una prueba con imperfecciones es mejor que nada.
– Puedo contarles algo que es más importante de lo que le pasó a Lester. Pero todo lo que sé es lo que Blaise me contó. Nunca estuve allí.
– ¿Qué tipo de cosa más importante?
– Mary también lo sabía. Están en lo cierto, ella me contrató por eso.
– La intimidad está pasando a mejor vida -apuntó Milo.
– Le estaríamos agradecidos por todo lo que pueda decir que nos ayude -dijo Petra- y que le ayude a usted mismo, Robert.
Fisk aspiró profundamente. Se quedó mirando fijamente la taza de barro que había vaciado cinco veces.
– Vuelvo a tener sed.
Petra se reclinó hacia atrás y cruzó las piernas.
– Detective Connor, todo lo qué sé es lo que Mary me contó. Ella me dijo que Blaise había matado a unos tíos del mundo de las drogas que habían intentado estafarle porque era joven, unos quince o dieciséis años. Se imaginaron que estaría demasiado asustado como para plantarles cara, así que les disparó.
– ¿Nombres?
– Me dijo que uno era un amigo de Lester y que aquello no le había gustado a Lester y que él le pegó a Blaise para asustarlo y que no le disparara también.
– Un puñado de tíos anónimos relacionados con las drogas -dijo Petra.
– No conozco los nombres. Mary me dijo que también había matado a unas chicas -añadió Fisk-. A dos chicas que vivían encima de ellos. Mary sabía que Blaise lo había hecho, seguramente con otro tío con el que solía moverse, pero no podía probarlo.
– Y ahora otro tío anónimo -replicó Petra.
– Un drogata, enganchado a las metanfetaminas -contestó Fisk-. Pasaba caballo para Blaise y Blaise le daba anfetas.
– ¿Por qué pensaba Mary que los dos estaban involucrados?
– El tío apareció una noche en una furgoneta, era tarde, empaquetó cosas con Blaise.
– Cosas -repitió Petra.
– En bolsas de basura. Mary creía que podían ser los cuerpos, estaba asustada.
– Pero nunca se lo dijo a nadie, salvo a usted.
– Estaba asustada -repitió Fisk.
– ¿Dónde está ese amigo de Blaise?
– Muerto, por sobredosis en medio de la calle. Mary creía que se le habría ocurrido montárselo por su cuenta, se colocó y se cayó.
– Otro drogadicto anónimo que muerde el polvo -apuntó Raul.
Fisk se retorció en la silla.
– ¿No quieren oír nada sobre aquellas chicas?
– Claro, ¿por qué no? -contestó Petra.
– Eran actrices -continuó Fisk-. De películas para adultos.
– ¿Por qué las mató Blaise?
– Porque está loco.
Petra garabateó en su bloc y dijo:
– Ningún nombre de los narcos, ningún nombre de las actrices porno, ningún nombre para el drogata. Vaya lista. -Levantó los ojos-. ¿Algo más?
– Es todo lo que sé, lo que he oído.
– ¿Hace cuántos años que supuestamente asesinó a aquellas chicas?
– Un tiempo antes de que conociera a Mary. Diez, quince años, no lo sé.
– Mary no se lo contó nunca a nadie.
– Él le daba miedo -contestó Fisk-. Blaise solía mirar a las chicas y tocarse. Lo pilló, en el garaje. En lugar de disculparse, le dijo que siempre estaba metiéndose en su vida privada, y que le haría daño.
– Amenazó a su madre, a una íntima amiga suya -dijo Petra-. ¿Y siguió relacionándose con él como si nada?
– A mí me tenía respeto.
– Este tío no tiene vida cerebral -apuntó Milo.
– Tenía que ser divertido relacionarse con un tipo como él -replicó Petra.
– No, señora, no lo era.
– ¿Blaise nunca le habló directamente a usted de todo esos supuestos crímenes?
– Nunca -respondió Fisk con demasiada rapidez-. Le gustaba fanfarronear de otras cosas. Decía ser un importante productor de música.
– ¿Mary sabía que había asesinado a dos chicas hacía tanto tiempo y espera todos esos años para contratarlo para vigilar a Blaise? ¿Por qué haría algo así de no ser porque supiese de la existencia de otros crímenes en el ínterin? -preguntó Petra.
Fisk no contestó.
– Robert, ¿qué más ha hecho Blaise de Paine?
– Nunca oí ni vi nada más. Lo juro.
– Está bien, hablemos de Moses Grant.
– ¿Pueden darme más zumo?
– Primero háblenos de Grant.
– La noche que Blaise mató a Lester, Moses conducía, él estaba esperando en la calle, dentro del coche. Blaise le había dicho que aparcara a la vuelta de la esquina.
– El Hummer.
Asintió con la cabeza.
– Blaise entró y se sentó detrás, se puso a fanfarronear delante de Moses sobre lo que acababa de hacer. Moses pensó que estaba bromeando. Blaise le gritó que era en serio y lo llamó gilipollas. Moses me miró como preguntándome si era verdad. Yo no le contesté. Moses empezó a agitar las manos, se puso a conducir, se saltó una señal de stop y casi chocamos con otro coche. Blaise se puso a chillarle que tuviera cuidado. Moses se calmó, pero estuvo diferente después de aquello.
– Diferente, ¿cómo?
– Siempre vigilando de reojo, no comía mucho, no dormía bien.
– A pesar de aquello, siguió relacionándose con usted y con Blaise.
– Él pensaba que Blaise podría presentarlo a Puffy, Dr. Dre y Russell Simmons.
– ¿Blaise conoce a ese tipo de gente?
– Moses creía que sí.
– Blaise estaba tomándole el pelo a Moses -dijo Petra.
Asintió de nuevo con la cabeza.
– Así que Moses conducía y le hacía ciertos trabajitos a Blaise y él no tenía que pagarle. A Blaise le gustaba tener a un tiarrón negro como esclavo. Le traía las camisas de la lavandería, le compraba cosas. Todos pensaban que Moses era su guardaespaldas, pero el tío era muy blando.
– Usted era el musculitos.
– Yo cuidaba de Blaise por Mary.
– Hizo un buen trabajo, el tío -argumentó Milo.
– Blaise quería rodearse de un séquito -apuntó Raul.
– Sí, señor.
– ¿Quiénes eran los otros miembros?
– Eso era todo.
– Usted y Moses.
Asintió.
– ¿Por qué Blaise reduciría su séquito matando a Moses?
– Moses siguió diciendo que estaba todo bien por su parte, pero sabíamos que mentía.
– Blaise pensó que podría hablar de lo de Lester -dijo Petra.
– El tío era muy blando -repitió Fisk.
– ¿Por qué mató Blaise a Lester?
– Lester lo llamó, le dijo que la poli estaba preguntando por las chicas y otras cosas que Blaise hizo hace tiempo, dijo que Blaise debía salir de la ciudad. Blaise dijo que a la mierda con todo, que había un modo más fácil de arreglarlo.
– Acaba de admitir que sabía que Blaise pretendía matar a Lester -dije.
La sonrisa de Milo iluminó la sala de observación.
– Gracias, Señor, por todos los criminales estúpidos.
– Así que ese es el modo de actuar de Blaise -añadió Petra-. Mata a las personas para mantenerlos en silencio.
– Sí -respondió en voz alta y con autoridad.
– ¿ Y qué pasó con las chicas?
– Aquello fue porque simplemente las odiaba, supongo.
– ¿No hablaba nunca de aquello?
– No, a mí me lo dijo Mary.
– Está bien. Robert, ha estado bien, le agradecemos su colaboración. Volvamos por un segundo a Moses Grant. ¿Cómo y dónde murió?
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