– ¿Hay alguna posibilidad de que Shannon sea nuestro hombre?
– En absoluto. Además, tiene una coartada. Antes de cerrar, estuvo en todo momento detrás de la barra. Y después se fue del bar con Suki y Paula.
– Normalmente -terció Terry-, Shannon lleva la basura al contenedor y ellas limpian el bar. Pero anoche cada chica sacó una bolsa y luego se fueron los tres juntos.
– ¿A qué hora fue eso? -inquirió la capitana.
– Entre las tres y las tres y diez de la madrugada.
– ¿Y ninguno de ellos vio nada?
La capitana parecía incrédula y Quentin se apresuró a intervenir.
– El callejón está mal iluminado. Los tres estaban muy cansados y ansiosos por volver a su casa. Además, la víctima quedaba oculta entre las sombras y detrás del contenedor.
La capitana O’Shay pareció dudar, pero luego asintió.
– ¿Cómo se produjo la muerte?
– En espera de una autopsia completa, el médico forense cree que fue por asfixia.
La capitana enarcó una ceja.
– ¿Por asfixia? ¿En un callejón?
– Sí, muy atípico. Está claro que primero la violaron. Tenía pequeños desgarros en y alrededor de la vagina, y cardenales en la parte interior de los muslos.
– ¿Se ha encontrado alguna prueba?
– Algunos pelos, y fibra en las uñas de la víctima.
Terry se removió en la silla. Parecía indispuesto.
– ¿Qué hay de su ex? -la capitana miró directamente a Terry.
– Un viejo -contestó Terry con voz vacilante-. Se derrumbó y lloriqueó como un bebé cuando le dimos la noticia. Aún la amaba, según dijo. Esperaba que volviera con él.
– Parece que tenía un móvil.
– Pero no la capacidad -Quentin meneó la cabeza-. Es un viejo en silla de ruedas, con tanque de oxígeno y una enfermera a jornada completa.
– Viejo pero muy rico -añadió Terry-. Seguro que ella no esperaba palmarla antes que él.
– ¿Tenía algún amiguito?
– Ninguno, que su ex sepa -contestó Terry rápidamente-. Seguiremos indagando.
– ¿Qué querían decir con eso de que pueden tener un problema? -la capitana volvió a mirar a Terry directamente.
Él se removió incómodo al sentirse observado.
– Anoche estuvimos en el bar de Shannon. La víctima estaba dando un espectáculo. Bailando con movimientos provocativos, no sé si me entiende.
La capitana arqueó de nuevo las cejas.
– No, me parece que no.
Quentin miró de reojo a su compañero. La excusa de «ella misma se lo buscó» no resultaría con Patti O’Shay. De hecho, sólo contribuiría a enfurecerla.
Comprendiendo su error, Terry cambió de táctica. Carraspeó para aclararse la garganta.
– Lo que intento decir es que… me acerqué a ella. Más de una vez.
– Y no estaba interesada.
– Exacto -Terry se ruborizó levemente-. Yo había bebido demasiado y… y… -se quedó en blanco, sin saber qué más decir.
– Y no aceptó un «no» por respuesta.
– Ya le digo que había bebido demasiado.
La capitana O’Shay se levantó y rodeó la mesa. Luego se sentó en el borde, mirando con fijeza al agente.
– ¿Y cree que eso justifica su mal comportamiento?
Terry se encogió bajo su fulminante mirada.
– No, capitana.
– Me alegra que esté de acuerdo, inspector. ¿Y qué sucedió después?
– Insistí demasiado. La víctima y yo intercambiamos unas palabras. Luego casi me lié a golpes con su acompañante.
La capitana pareció disgustada.
– ¿Casi?
– Malone me salvó el trasero.
Ella desvió la mirada hacia Quentin. Éste asintió, y la capitana se acercó a la ventana. Sin volverse, dijo:
– Quiero que redacten un informe escrito. Los dos.
– Sí, capitana.
O’Shay se giró.
– Sé que está teniendo problemas en su vida personal, inspector Landry. ¿Desea solicitar la excedencia hasta que todo se resuelva?
Terry se puso en pie.
– ¡Ni hablar, capitana! Si no trabajo, me volveré loco.
Ella dudó un momento y después inclinó la cabeza.
– Está bien. Pero no quiero que lo de anoche se repita. No permitiré que manche la reputación de este departamento con su conducta. ¿Entendido?
– Sí, capitana.
– Bien. Una cosa más. Pondré el caso en manos de Johnson y Walden.
– ¿Esos inútiles?
– Eso es un disparate, capitana.
– Landry -prosiguió ella haciendo caso omiso de sus protestas-, usted está fuera. Malone, usted les ayudará.
– ¿Les ayudaré? -Quentin se levantó de un salto-. Capitana O’Shay, con el debido respeto…
– Conflicto de intereses -dijo ella bruscamente, interrumpiéndolo-. Unas horas antes de que Nancy Kent fuese violada y asesinada, uno de mis inspectores discutió con ella. En público. Eso lo convierte en un sospechoso -miró a ambos hombres-. ¿Creen que sería prudente dejar que ese inspector trabajase en la investigación? Coincidirán conmigo en que no.
– ¿Y cuando Terry quede libre de toda sospecha? -inquirió Quentin.
– Para entonces, con suerte, el caso se habrá resuelto. Si no, ya hablaremos.
– ¿Eso es todo?
– Landry, puede irse. Malone, he de hablar con usted en privado -cuando Terry hubo cerrado la puerta tras de sí, la capitana miró a Quentin a los ojos-. Todo ocurrió tal como ha contado Landry, ¿verdad?
– Absolutamente.
– Y después del incidente con esa mujer, ¿qué pasó?
– Continuamos la juerga. Lo llevé a su casa pasadas las dos de la madrugada.
– ¿No podía conducir?
– Estaba borracho como una cuba.
– ¿Y está usted totalmente convencido de la inocencia de su compañero?
– ¡Sí, maldición! -Quentin desvió la mirada-. Terry no lo hizo. Apenas podía tenerse en pie, y mucho menos someter y asesinar a una mujer.
La capitana guardó silencio un momento, luego asintió.
– Estoy de acuerdo, Malone. Aun así, lo tendré vigilado. No toleraré que uno de mis inspectores se derrumbe mientras hace su trabajo.
– Terry está bien, capitana. Sólo se…
– No está bien -corrigió ella secamente-. Y usted lo sabe. No permita que lo hunda a usted también, Malone.
La capitana O’Shay volvió a la mesa, dando por finalizada la conversación. Quentin se dirigió hacia la puerta, pero, antes de salir, se detuvo y miró a la capitana.
– ¿Tía Patti?
Ella alzó la mirada.
– Saluda a tío Sammy de mi parte.
– Salúdalo tú mismo -una sonrisa suavizó la expresión de la capitana-. Y llama a mi hermana. Me dice John Jr. que la tienes muy abandonada.
Con una risita y un pequeño saludo, Malone asintió.
Una fuerte jaqueca atormentaba al doctor Benjamin Walker. A pesar del dolor, intentó concentrarse mientras el paciente sentado frente a él describía sus sentimientos ambivalentes sobre la reciente muerte de su madre. Ben llevaba tres meses tratando a aquel hombre. En ese tiempo, apenas había conseguido arañar la superficie del daño que le había provocado su horrible infancia.
– No es normal, doctor Walker. Era mi madre. Y está muerta. Muerta -el hombre retorció las manos-. ¿No debería sentir algo por su fallecimiento?
– ¿Qué crees que deberías sentir, Rick?
El hombre alzó sus ojos inyectados en sangre hacia los de Ben.
– Pena. Dolor. Furia. No sé. ¡Pero algo, por amor de Dios!
– ¿Furia? Es una emoción muy fuerte, Rick. Una de las más fuertes.
El paciente se quedó mirándolo sin comprender.
– ¿Furia? Yo no he dicho eso.
– Sí, lo has dicho.
– Imposible. Yo amaba a mi madre.
– En realidad, sería comprensible que te sintieras enojado. E incluso furioso.
– ¿De veras? -el hombre pareció aliviado-. ¿Por su muerte?
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